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  • Florencia Thul*

Apuntes para pensar la historia de la clase trabajadora uruguaya


El vagón de tercera clase, Honoré Daumier, 1862-1864.

La historia del trabajo ha concentrado la atención de historiadores europeos por lo menos desde mediados del siglo XIX. A las investigaciones sobre las “clases trabajadoras” francesas, inglesas, alemanas, se sumaban trabajos sobre sus sindicatos y sobre indicadores estadísticos de la actividad laboral. Marcel Van der Linden señala que con la publicación en 1963 de La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E.P Thompson dio inicio lo que denomina como la “nueva historia del trabajo”.(1) Aparecieron en ella nuevas preocupaciones, que estaban ausentes en la historiografía anterior: el género, la etnicidad, la cultura, las estructuras domésticas.

Simultáneamente, la historia del trabajo se fue ampliando al resto del mundo, arribando con fuerza al hemisferio sur hacia la década de 1980: “ellos también buscaban principalmente estudiar las huelgas, los sindicatos y los partidos políticos. Pero lo más importante es que utilizaban los acontecimientos del Atlántico Norte como un modelo que las clases trabajadoras de los países periféricos no habían podido todavía alcanzar”.(2) Superado este complejo estadio inicial, caracterizado por un fuerte eurocentrismo, comenzaron a hacerse intentos para desarrollar un enfoque menos centrado en lo que ocurría en el hemisferio Norte y más basado en realidades regionales concretas.

América Latina no ha estado ajena a los debates en torno a su formación económica y sus transformaciones durante el siglo XIX. Desde la década de 1960, investigaciones con marcos teóricos diversos (marxista, dependentista, neoclásico) se han preocupado por analizar la inserción de esta región en el sistema económico mundial. Debates en torno al modo de producción latinoamericano(3), a su transición hacia el capitalismo(4), a las características específicas del capitalismo periférico y sus vínculos con los países capitalistas centrales. (5) A esto debemos sumarle estudios de caso sobre países, regiones, ciudades y sus particularidades en el concierto latinoamericano.

La producción historiográfica sobre los mundos del trabajo en Uruguay es diversa y amplia fundamentalmente para los estudios referidos al siglo XX. Tras el impulso inicial de la historia elaborada fundamentalmente por militantes, a partir de la década de 1950 se dio paso a la producción de los historiadores de profesión y al aporte de otras Ciencias Sociales.(6) Desde la década del ochenta, se inauguró un nuevo interés por la temática de la clase obrera y los sectores populares. Surgieron temas, técnicas y puntos de vista nuevos; así como historias más acotadas, sobre un período, un sindicato o un sector productivo.

Según Rodolfo Porrini, uno de los principales historiadores de esta temática, a partir de esta renovación ocurrió la ampliación del campo, abarcando el mundo del trabajo todo; una profundización de las exigencias científicas y una renovación metodológica y técnica: “se ha buscado indagar sobre la composición social, las condiciones materiales y culturales de los asalariados, la relación con el Estado y los empresarios, el desarrollo de la empresa y la organización del trabajo”. (7)[endif]

En el marco de esta renovación historiográfica, que dio paso al estudio de nuevos actores, la historia de los trabajadores y su mundo se centró casi exclusivamente en el siglo XX y lo que se estudió del siglo XIX apenas comenzaba en 1870. Entre estos últimos, predominan los trabajos que nos hablan de la transición al capitalismo a finales del siglo XIX y los cambios generados en el mundo del trabajo.

El último cuarto del siglo XIX fue una época de grandes transformaciones para las nuevas repúblicas latinoamericanas. Desde el punto de vista político, las mismas asistieron a complejos procesos de construcción estatal, a lo que se sumaron los cambios ocurridos en las dimensiones económica y social a partir de su progresiva inserción en las redes de intercambio pautadas por la evolución del sistema capitalista mundial. Época de aluviones inmigratorios y del crecimiento de las ciudades como consecuencia de la expansión comercial y la desocupación tecnológica provocada por la “modernización” en el medio rural, las ciudades asistieron a importantes transformaciones demográficas, culturales, espaciales.

Sumado a este universo de transformaciones, y como parte del proceso de inserción al sistema capitalista mundial, una de las interpretaciones que se han hecho sobre este período, asegura que a finales del siglo XIX es posible constatar en las repúblicas americanas un predominio de relaciones de producción capitalistas, o sea, la consolidación del trabajo asalariado frente a otras formas de acceso a la mano de obra.

El caso montevideano no es la excepción. Al igual que los estudios sobre América Latina en general, la historiografía uruguaya ha afirmado de forma sostenida que en el último cuarto del siglo XIX predominó el trabajo asalariado frente a otras formas de contratación de la mano de obra.

Estos relatos ubicaron el proceso de formación de la clase trabajadora uruguaya, y en particular del movimiento obrero, a finales del siglo XIX en el marco de la consolidación de una sociedad capitalista. Esto implicó además colocar como sujetos fundamentales de este proceso a los inmigrantes europeos con ideologías de izquierda que por ese entonces llegaban de a miles al puerto montevideano.

En un texto anterior, publicado en este mismo medio, destacaba la necesidad de rastrear las prácticas de resistencia de los trabajadores desde un tiempo más largo y daba cuenta de varios ejemplos de esto. Desde los albañiles de las murallas que hacia 1780 pretendían que no se les descontaran los jornales en los que no podían trabajar por la lluvia hasta los peones de saladeros que paralizaban las actividades en la década de 1830.(8)[endif]

En este artículo intento colocar algunas cuestiones relevantes para pensar en la composición de aquella clase trabajadora que se estaba conformando a fines del siglo XIX. Los estudios más tradicionales a los que nos referimos antes, elaboraron un sujeto colectivo conformado preferentemente por varones, blancos, extranjeros y asalariados. Fueron “ellos” los que formaban parte de la clase trabajadora y llevaron adelante sus acciones reivindicativas. ¿Qué consecuencias trae este enfoque? El ignorar prácticas y vivencias cuyos protagonistas han sido mujeres, afrodescendientes, indígenas, esclavos, trabajadores forzados de diverso tipo.

Más allá del salario

Durante décadas, la historia de las clases trabajadoras fue reducida a la “historia de los trabajadores asalariados”, o sea, trabajadores que, como individuos libres, disponen de su fuerza de trabajo como su única mercancía, o sea que no tienen otra mercancía para vender.(9)[endif]

Esto, además de ser una definición muy reduccionista de “los trabajadores”, se agrava aún más si pensamos en espacios geográficos que no son los europeos. En los espacios más allá de Europa, las separaciones entre los “trabajadores asalariados clásicos” y otros grupos subordinados son muy vagas. De acuerdo a Marcel Van der Linden, en el siglo XIX los asalariados “puros” eran una minoría en muchos países del hemisferio sur. La mayoría de estos asalariados no podían disponer libremente de su fuerza de trabajo o bien no tuvieron ningún tipo de relación contractual formal con sus empleadores.(10)[endif]

Además, el trabajo asalariado en estas latitudes se llevaba a cabo a través de unidades domésticas y familiares cuya supervivencia, a menudo, dependía parcialmente del trabajo de subsistencia y de la producción independiente de bienes para el mercado. Asimismo, los roles económicos cumplidos por los diferentes miembros de las familias no tenían por qué ser fijos y permanentes; más bien, en muchos casos implicaban una relación social pasajera, que podía ser reemplazada por otras formas de ingreso. Así, “las diferencias entre los trabajadores y los llamados “lumpenproletarios” son difíciles de procesar”.(11)[endif]

Las categorías estancas, inflexibles, cerradas poco aportan a una investigación cuyo objeto es acercarse a las especificidades y complejidades del sujeto en estudio. Varios son los ejemplos que nos muestran el problema de la utilización poco razonada de categorías como “trabajador asalariado”, “trabajador libre”, “trabajador forzado”. Por ejemplo, la línea divisoria entre el trabajador asalariado y el esclavo era muy fluida. Particularmente en el caso de los esclavos conchabados, aquellos esclavos que trabajaban para alguien que no era su propietario a cambio de una remuneración. O los trabajadores presos por ejemplo, que eran trabajadores forzados pero que a su vez recibían un salario, escaso, pero salario al fin.

Otro problema se genera en torno a la exclusión de los grupos ocupacionales que supuestamente no trabajan. Por ejemplo, el caso del lumpenproletariado: gente que vive en circunstancias precarias, que subsisten con actividades como la mendicidad o la recolección de basura. La pregunta es si estos individuos, a pesar de estar en una situación de precarización, no pueden ser también considerados trabajadores, al menos en algún momento de su ciclo de vida y bajo circunstancias particulares.

El autor holandés Marcel Van der Linden nos propone ensanchar el concepto de clase trabajadora para incluir todo tipo de trabajo mercantilizado. O sea que la clase trabajadora incluiría a todo aquel portador de fuerza de trabajo y cuya fuerza de trabajo es puesta en venta o alquiler a los empleadores, sea bajo coacciones económicas o extraeconómicas, independientemente de si son ellos mismos u otros quienes venden o alquilan su fuerza de trabajo. Por tanto, lo que tendrían en común todos los trabajadores subalternos sería la naturaleza coercitiva de la mercantilización de su fuerza de trabajo. (12)[endif]

Esta definición, a la que colocamos como tentativa y a discutir, deja fuera un aspecto fundamental: el trabajo reproductivo. Es de rigor señalar que en toda discusión acerca de los mundos del trabajo es esencial pensar en sus dos facetas, la productiva y la reproductiva. No nos detendremos aquí en las relevantes discusiones teóricas y metodológicas disponibles para esta temática. Será sin dudas tarea para futuros escritos.

De clase, raza y género

La homogenización de la clase trabajadora también implicó aspectos raciales. El arribo masivo de inmigrantes europeos a los puertos americanos y sus ideologías de izquierda sirvió de excusa a la historiografía de los mundos del trabajo para borrar de un plumazo las experiencias de trabajadores de orígenes diferentes, particularmente, de la población afrodescendiente. Y sí, también en nuestro país el trabajo esclavo fue una de las principales formas de acceder a la mano de obra al menos hasta la primera mitad del siglo XIX.

Identificada como la historia del trabajo libre, la historia social del trabajo en el Uruguay contiene en sí misma, un proceso de exclusión: en ella no figura el trabajador esclavo. La oposición entre esclavitud y libertad se cristalizó como un postulado casi siempre incuestionado, y el final del siglo XIX pasó a configurarse como el período de la "sustitución del esclavo" por el "trabajo libre" (blanco e inmigrante).

En los últimos años se ha puesto en cuestión lo que Silvia H. Lara llama la "tesis de la sustitución del trabajo esclavo por el trabajo libre"(13) a partir de una problematización de las características de los mundos del trabajo y su vínculo con relaciones capitalistas de producción. Toda esta historiografía sobre la "transición" realiza un procedimiento común: pretende establecer una teoría explicativa para el "pasaje" del mundo de la esclavitud para el universo del trabajo libre, asalariado. En su modalidad más radical, postula la tesis de la sustitución del esclavo por el trabajo libre, con el negro esclavo desapareciendo de la historia, siendo sustituido por el inmigrante europeo. ¿Que ha implicado esto desde el punto de vista historiográfico? un abismo entre las obras sobre la esclavitud y aquellas sobre el trabajo libre. (14)[endif]

En este aspecto, el trabajo es doble. En primer lugar es necesario volver a destacar el rol de la esclavitud en el desarrollo económico de estos territorios durante los siglos XVIII y XIX. Su importancia económica fue subestimada durante décadas lo que contribuyó a su “invisibilidad” en la historia. Por otro lado, es necesario colocar sus experiencias de lucha individual y colectiva en la línea de tiempo de la conflictividad laboral. O sea, hacerlos parte de la formación de la clase trabajadora uruguaya, destacar sus prácticas, sus experiencias y sus vivencias en una sociedad que los colocaba en lo más bajo de su escala social.

Algo similar ocurre con las mujeres en esta historia larga de la formación de la clase obrera. El trabajo femenino durante el siglo XIX ha sido reducido a las experiencias laborales de aquellas mujeres que en las últimas décadas de este siglo se colaron a trabajar en las primeras fábricas de la ciudad. Costureras, cigarreras, fideeras fueron las protagonistas de aquellas primeras incursiones en el mundo del trabajo. Pero una vez más, esta historia nos resulta demasiado corta ¿Acaso las mujeres no trabajaban desde antes? Obvia es la presencia de las mujeres esclavas en el mercado laboral desde el período colonial, pero ¿solo las mujeres que eran esclavas trabajaban?

Desde hace algunas décadas las mujeres comenzaron a ser incorporadas como sujetos históricos. La perspectiva de género comenzó a colarse en el trabajo de investigación y permitió aportar nuevos enfoques, miradas e interpretaciones a algunos de los problemas historiográficos más tradicionales de la disciplina.

Cuando esta perspectiva intentó ser incorporada a los estudios sociales del trabajo en el siglo XIX los investigadores se encontraron con una primera gran dificultad: las fuentes más tradicionales que les habían permitido obtener un panorama del mundo laboral de este siglo, o sea los padrones y censos de población, eran por demás esquivas en el registro del trabajo femenino. Evidenciar los problemas en torno a los instrumentos de las mediciones censales sobre la mano de obra femenina les permitió cuestionar los marcos conceptuales utilizados para comprender las dinámicas del mercado de empleo, la mano de obra, el trabajo remunerado y el trabajo doméstico.(15)[endif]

La intuición de que la ausencia de estas mujeres en las fuentes demográficas no se debía a que no trabajaban sino a que la fuentes no las estaba registrando llevó a los historiadores a indagar en otras fuentes, que tradicionalmente no habían sido incorporadas a los estudios de historia laboral (documentos epistolares, registros policiales, avisos de prensa). En estos textos, la presencia de estas mujeres se hizo tan evidente que hubo que interpelar muchas de las cuestiones que se creían sabidas de los mundos del trabajo en contextos pre industriales. Allí estaban las costureras, lavanderas, sirvientas, amas de leche, maestras, las cocineras y las empleadas de comercio.

Los avances en este sentido en la historiografía uruguaya son aún débiles. Los estudios que ponen en escena el papel ocupado por las mujeres en el mundo laboral del siglo XIX son aún escasos. Los nuevos marcos teóricos y metodológicos nos invitan a incorporar sus experiencias en el proceso de formación de la clase trabajadora uruguaya. Es necesario avanzar hacia la superación de ciertas dicotomías que pensaron la historia del trabajo como una historia de varones. A través del avance en los estudios empíricos se podrán formular nuevas interrogantes acerca de aspectos y experiencias laborales que hasta ahora no han sido pensadas.

Como señala Valeria Pita en un texto en el que reflexiona acerca de los aportes de la perspectiva de género en la Historia Social del trabajo en Argentina, estas nuevas miradas a la historia laboral permiten “revisar las teorías y los marcos conceptuales que han separado el trabajo de las mujeres del de los hombres, el trabajo de los dependientes del trabajo libre, entre otros, sin pensar en sus posibles conexiones a partir de sus experiencias y vivencias”. (16)[endif]

Pero además, lograr romper con las representaciones naturalizadas en torno a la diferencia sexual en el mundo del trabajo ha arrojado una mirada mucho más compleja y heterogénea del mismo. Esto, hace posible pensar en otras representaciones naturalizadas tales como la raza, el origen, la edad.

A modo de cierre (o de inicio)

Este texto reúne una serie de interrogantes, intuiciones, hipótesis que invitan a una reflexión que será de largo aliento e indudablemente colectiva. Lo heterogéneo y precario del mundo laboral actual nos obligan a echar una mirada atrás, más atrás de lo hecho hasta ahora, para preguntarnos por el proceso de formación de la clase trabajadora y su devenir en la sociedad capitalista. Cuestionar aquella imagen que la definía en sus orígenes integrada por varones, blancos, extranjeros y asalariados es una de las primeras y más primordiales tareas. La evidencia empírica da sobradas señales de la necesidad de incorporar a ella las experiencias de sujetos que hasta ahora han sido invisibilizados. Y así... este cierre, no es más que un comienzo.

Notas:

(1) Van der Linden, Marcel (2014). “Promesas y desafíos de la Historia Global del Trabajo”, en: Barragán, R y Uriona, P (coordinadoras). Mundos del trabajo en transformación: entre lo local y lo global, La Paz, IISH-CLACSO.

(2) Ibíd. p. 33.

(3) Assadourian, C et al (1989). Modos de producción en América Latina, Madrid, Siglo XXI (primera edición en 1973).

(4) Cueva, A (1985). El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo XXI (primera edición en 1977).

(5)Cardoso, F.E y Pérez Brignoli, H (1979). Historia económica de América Latina, Barcelona, Crítica. Bethell, L (1991). Historia de América Latina, volumen 7, Barcelona, Crítica. Bulmer-Thomas, V (2003). The economic history of Latin America since independence, Cambridge, Cambridge University Press. Bértola, L y Ocampo, J.A (2013). El desarrollo económico de América Latina desde la independencia, México, FCE.

(6) Porrini, R (2016). "Historiografías militantes y profesionales sobre movimiento obrero, clases trabajadoras y trabajadores en el Uruguay", Hemisferio Izquierdo, Número 1, mayo, Montevideo.

(7) Porrini, R (2005). La nueva clase trabajadora uruguaya (1940-1950), Montevideo, FHCE, Universidad de la República, p. 29.

(8)https://www.hemisferioizquierdo.uy/single-post/2016/06/07/%E2%80%9CEl-abajo-que-se-mueve%E2%80%9D-Proletarizaci%C3%B3n-y-formas-de-resistencia-de-los-trabajadores-en-el-Uruguay-del-siglo-XIX

(9) Van der Linden, Marcel (2014). “Promesas y desafíos de la Historia Global del Trabajo”, Op. Cit. p. 41.

(10) Ibíd. p. 41.

(11) Ibíd. p. 41.

(12) Ibíd. p. 46.

(13) Lara, Silvia Hunold (1998). "Escravidao, cidadania e Historia do trabalho no Brasil", Proj. Historia, San Pablo, número 16.

(14) Ibíd.

(15) PITA, Valeria. “Historia social del trabajo con perspectiva de género en Argentina: aspectos de un entramado en construcción”, en: Pérez Toledo, S y Solano, S. Pensar la historia del trabajo y los trabajadores en América, siglos XVIII y XIX, Madrid, Iberoamericana, 2016.

(16) Ibíd. p. 197.

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