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  • Carlos Marín Suárez, María Cantabrana Carassou

Los vínculos del Uruguay de los años 30 con el fascismo europeo: una aproximación


Imagen: Marineros fascistas en plaza independencia



Desde marzo de 1933, momento en el que comenzó la dictadura de Gabriel Terra (Partido Colorado), la oligarquía, el Ejército, así como ciertas facciones del Partido Colorado y el Partido Nacional coquetearon con el fascismo europeo. Los políticos conservadores miraban a Europa, en especial a la Italia de Mussolini y sus promesas de progreso “dentro del orden”, lo que en definitiva significaba frenar al comunismo. El fascismo contaba con las simpatías del riverismo, el sosismo, el vierismo (Partido Colorado) y el Herrerismo (Partido Nacional). Bajo el régimen de Terra, Uruguay se alineó con el fascismo italiano y el nazismo alemán, permitiendo que tuvieran cada vez más peso en la economía uruguaya (1), así como con el régimen dictatorial brasileño de Getulio Vargas. Además, fue uno de los primeros países del mundo en reconocer el gobierno de Burgos del general Franco, rompiendo relaciones diplomáticas con el gobierno republicano (2). Recientes investigaciones han evidenciado cómo los vínculos con Falange, el partido fascista español, eran estrechos entre la filas de la elite del Partido Blanco (3). La transición gradual de la dictadura terrista a partir de 1938 encontró, en la figura de su cuñado Alfredo Baldomir -jefe de Policía y ministro de Defensa durante la dictadura-, un escenario continuista. Baldomir mantuvo las relaciones diplomáticas con el gobierno franquista y reforzó la colaboración con la Alemania nazi y la Italia fascista. No fue hasta la llegada de Juan José de Amezaga, en 1943, cuando se normalizó la vida democrática en Uruguay y la política exterior basculó completamente hacia el bando aliado.

Más allá de si podemos definir o no el régimen terrista como fascista, discusión en la que no ahondaremos en esta ocasión, al asomarnos a la prensa y la radio de los años 30 es fácil encontrar algunos ejemplos que ilustran la afinidad de la dictadura de Terra y de su sucesor Baldomir con los fascismos europeos, la penetración real del fascismo en Uruguay y cómo estos conflictos políticos e ideológicos se vivieron en la sociedad uruguaya.

Marineros fascistas italianos en el centro de Montevideo

El 24 de diciembre de 1938 Montevideo se levantaba aún atemorizado y confuso por los altercados que habían comenzado el día anterior en las inmediaciones de la avenida 18 de Julio y la calle Ejido. Un grupo de marineros de la armada italiana había desembarcado de sus naves de guerra unos días atrás en el puerto de la ciudad, y vestidos de uniforme y en grupo habían salido a recorrer la ciudad. El País (4) describió a los marineros realizando el saludo fascista al grito de “¡Duce!”, mientras amenazaban a los viandantes. También cómo atacaron algunos autobuses, golpearon a un joven que les gritó “¡Viva la democracia!”, y cómo a la altura de la calle Convención, ya con el tráfico cortado, la población, harta, se organizó y les corrió hasta Plaza de Independencia, en donde se dieron batallas campales con piedras. En las noticias de España Democrática (5) se puede leer la escena de cuando entraron en la Cervecería Uruguaya cantando la “giovinazza” y obligaron a los clientes a hacer el mismo saludo fascista que ellos no paraban de realizar. Los marineros reventaron las mesas y sillas de varios locales, magullando en grupo a algunos clientes de estos bares; escupieron a viandantes y amenazaron con degollar a niños. En los altercados que provocaron también la habían tomado con la Casa de España, una de las instituciones que nucleaba y canalizaba el enorme apoyo popular uruguayo a la causa republicana en la Guerra de España. Una guerra que en ese momento estaba en su recta final, gracias, en parte, al apoyo del fascismo italiano y el nazismo alemán al bando franquista.

No es de extrañar que sea en el mencionado periódico España Democrática donde encontremos los relatos más exhaustivos. Este medio había nacido en 1936 para dar cuenta de la ingente actividad de los variados comités de apoyo a la causa republicana española, en lo que seguramente fue el principal movimiento popular de Uruguay durante el s. XX. Sin duda, la masiva y continuada movilización popular, diversa pero nucleada bajo el denominador común del antifascismo, explica la reacción espontánea de los viandantes montevideanos contra los marineros fascistas italianos. Los enfrentamientos fueron referidos en este medio como una “segunda Guadalajara”, en referencia a la sonada victoria republicana contra el Corpo Truppe Volontarie de Mussolini en aquella tierra castellana, en donde tuvieron un papel destacado los brigadistas internacionales italianos del Batallón Garibaldi.

Los marineros fascistas habían hecho ese mismo día una ofrenda floral al monumento de Artigas en la Plaza Independencia, retirado por un grupo de mujeres que de forma espontánea lo entendieron como una afrenta al prócer nacional. De hecho el Instituto de Investigación y Lucha Contra el Fascismo, el Racismo y el Antisemitismo reaccionó rápidamente mandando telegramas al Presidente de la Conferencia Panamericana de Lima, al presidente estadounidense Roosvelt, al presidente mexicano Lázaro Cárdenas, así como a otras autoridades internacionales. En estos telegramas se indicaba la intención de realizar una manifestación al lunes siguiente de “desagravio a nuestra cultura y nuestras instituciones”, hasta la Plaza de Independencia, en donde se pretendía realizar una nueva ofrenda floral al pie del monumento de Artigas como desagravio de la realizada por los fascistas. En ese acto hablaron representantes políticos e intelectuales como Gustavo Gallinal, Emilio Frugoni, Carlos Quijano, Álvaro Figueredo, Eugenio Gómez, Pedro Díaz y Juan Francisco Guichón, estando representado por tanto todo el espectro político uruguayo antiterrista (Nacionalismo Independiente, Partido Batllista, Partido Socialista del Uruguay y Partido Comunista del Uruguay).

En contraposición, a las pocas horas de los altercados, la jerarquía católica uruguaya brindó una misa en honor de estos marineros en la Catedral de Montevideo, a donde también acudieron miembros uruguayos de Falange. El parte policial es transcrito en España Democrática: “Siendo aproximadamente las 19 y 30 de hoy, después de hacer una excursión por la ciudad, ocupando 4 ómnibus los marineros de la tripulación de las naves de guerra italiana que se encuentran actualmente en esta Capital regresaban por 18 de Julio hacia la Aduana, cuando al llegar a Ejido, el saludo que hacían los marineros con el que se distingue el fascismo fue respondido por algunos transeúntes con el puño en alto, lo que tuvo la propiedad de enardecer a algunos marineros que descendieron de inmediato de sus vehículos, originando un tumulto de proporciones”.

El incidente nos ayuda a tomar el pulso ideológico de las fuerzas represivas del Estado -en transición hacia una postdictadura-, sobre todo teniendo en cuenta que el golpe de Estado de Terra fue apoyado principalmente por la polícia y los bomberos. En el artículo de España Democrática titulado “Dos actitudes de la policía. Un Agente Demócrata y un Comisario Fascista” podemos leer las reacciones de distinta naturaleza que tuvieron lugar, entre las que se encuentra la del jefe de la guardia de la Jefatura de Policía, quien, además de maltratar a las personas que habían sido detenidas a raíz del choque con los fascistas, “saludó con el ademán mussolinesco a los marineros que se retiraban de la casa jefaturial”. (6)

La situación política de fondo, más allá de lo anecdótico del evento, la recogía unos días antes el periódico El Heraldo (7). Gabriel Terra había vuelto de una visita a la Italia fascista, donde fue pródigo en elogios al Duce, pocos días antes de los altercados. Los barcos de la armada fascista habían atracado en el puerto de Montevideo a las 48 horas de la llegada del dictador, casi pisándole los talones. La arribada de las dos naves fascistas (los acorazados “Eugenio di Savoia” y “Duca d´Aosta”) se producía a la par de la aprobación en Uruguay del Convenio que había firmado Terra con Mussolini, “convenio que nadie conoce fuera de sus manipuladores, pero que según es fácil comprobar comprometerá gravemente la riqueza del país. ¡El Convenio Terra - Mussolini, hermano gemelo de los convenios Terra - Hitler, entre los cuales está el del Río Negro!”. Por lo tanto la llegada de los 4000 marineros fascistas se interpreta en este periódico como una suerte de guardaespaldas de Terra y de su convenio con Mussolini. Se alude también a los altercados que años atrás se habían producido con otros cruceros fascistas italianos (el “Roma” o el “Pisa”), así como las ocurridas recientemente en Túnez -posición francesa-, con asaltos a diarios y comercios antifascistas, y posteriores reclamos de Mussolini sobre esa plaza. Se acusaba a Terra de que pudiera pasar algo parecido en Uruguay, con reclamos de la Italia fascista sobre esta tierra. Y se ponía en sobreaviso de que las organizaciones fascistas uruguayas que habían asaltado el Círcolo Napolitano en Montevideo, el Centro Socialista de Mercedes y la Logia Masónica de esta misma ciudad, se verían embravecidos con la presencia fascista en Montevideo, aprovechándose cualquier excusa para ir contra diarios, instituciones y personas.

La comunidad italiana en Uruguay estaba dividida entre los que apoyaban la causa de Mussolini, y los que apoyaban la causa antifascista, como por ejemplo los integrantes del Comité Pro Batallón Garibaldi o los del Círculo Italo-Uruguayo "El Progreso", de apoyo a la causa republicana española. Aunque es difícil de cuantificar, el apoyo masivo que tuvo la causa republicana en el pueblo uruguayo, especialmente entre la clase obrera, hace que parezca probable que hubiera un mayor número de antifascistas italianos o de origen italiano que de filofascistas. Del mismo modo, parte de la comunidad española militaba por el bando franquista, como también se ve en los comités de apoyo a la causa republicana organizados por centros regionales. Durante los años de la Guerra de España fueron grandes las luchas entre los republicanos y los profranquistas por hacerse con las juntas directivas de algunos centros, siendo especialmente significativas las del gallego y el asturiano. Si en el asturiano finalmente se impuso una junta directiva pro republicana, en el caso gallego hubo que fundar una nueva organización, la ORGAPE (Organización Republicana Gallega de Ayuda al Pueblo Español) que nucleara a los antifascistas, que sin duda eran la inmensa mayoría. No conocemos Del mismo modo hubo varios comités de apoyo a la causa republicana de la comunidad alemana, como el Alemán de Ayuda a España Leal, que comparten la ideología antifascista. No obstante, un nutrido número de organismos e instituciones alemanas de Uruguay estuvo al servicio de la causa nazi.

La verdad al desnudo

Todas las noches del 24 de octubre al 24 de noviembre de 1939, a las 21:15 horas, sonaba en radio El Espectador (CX 14, Montevideo) La verdad al desnudo. El programa, conducido por Hugo Fernández Artucio, denunciaba la infiltración nazi en Sudamérica. Fernández Artucio es un controvertido personaje: como militante socialista fue a combatir en la Guerra de España integrando la Abraham Lincoln Brigade; pero a partir de los años 40, en una deriva más conservadora, pasaría a integrar las filas del Partido Colorado. En el año 1968, siendo director del IAVA, colaboró con la policía para que terminara la ocupación del liceo por parte de los estudiantes. Sin embargo, para el caso que nos ocupa, la cantidad de contundente información que puso sobre la mesa propició que se creara en el Parlamento una Comisión de Investigación -a instancias de José Pedro Cardozo, diputado socialista-, que evidenció que un buen número de organizaciones deportivas y culturales alemanas funcionaron como tapaderas de organizaciones nazis. Según se denunciaba, estas organizaciones disponían de escuadras organizadas militarmente, motocicletas y planeadoras repartidas por toda la geografía del país, preparadas -según esta documentación- para convertirse en columnas de ataque. Contaban, además, con un sistema de extorsión a obreros alemanes para enriquecer sus arcas.

En su libro Nazis en Uruguay (8), fruto de sus investigaciones y de todo el material recopilado para el programa de radio, denunciaba las actividades del Partido Nacional Socialista en Uruguay, con gran detalle acerca de quiénes lo integraban y cómo se ejercía el espionaje nazi y la prédica del odio racial y de clases. Al año siguiente publicaba en Estados Unidos The Nazi Underground in South America (9) y en Londres, The Nazi Octopus in South America (10), que le dieron fama internacional.

Al denunciar con nombres y apellidos a políticos, principalmente del Partido Nacional, por su connivencia con los nazis, Hugo Fernández Artucio comenzó a sufrir amenazas y llegó a ser denunciado al año siguiente del programa de radio. En el semanal Justicia (11) vemos en la noticia “El procesamiento de Hugo Fernández Artucio” la posición del Partido Comunista del Uruguay respecto al proceso que se estaba llevando adelante. En este artículo se expresa solidaridad por su procesamiento, pero críticas a su posición pro imperialismo yanqui e inglés.

Pero, ¿de dónde obtenía Hugo Fernández Artucio toda esta información tan detallada sobre la infiltración nazi en Sudamérica? Alfredo Alzugarat (12) alude a los posibles vínculos que se le atribuían con redes del espionaje británico. Este compromiso con Inglaterra, a la cual podría haber viajado durante 1938 o 1939, le llevaría a hacer esa campaña contra la penetración nazi en Sudamérica, para así convencer a EEUU, aún neutral en ese momento, de la necesidad de involucrarse contra el avance nazi por el mundo.

Gracias a los guiones mecanografiados de dichos programas de radio (13) podemos ver que durante el mes de emisión se fue yendo de lo más general a lo más concreto. En los primeros programas de radio se leían unos “aforismos ilustrativos”, citas textuales de líderes nazis como el Conde K.V. Eichen o Friedrich Lange en las que se exponían sus deseos de conquista del mundo, y en concreto Sudamérica, “cuando la poderosa armada, el invencible ejército y la aplastante aviación no encuentren resistencia alguna, sino recibimientos con todos los honores”.

En otros se desgranaba para los radioyentes la ideología nazi, con citas textuales del Mein Kampf de Adolf Hitler y de los principios del nacional-socialismo, o se desarrollaba un análisis de la economía del III Reich y sus carencias en materias primas, y cómo dentro del plan nazi no solo estaba apoderarse de las del resto del mundo, sino también destruir las economías e industrias de los demás países.

Según fueron avanzando las alocuciones se pasó a leer testimonios de supervivientes de los primeros campos de concentración y trabajos forzados nazis, recogidos por el uruguayo Francisco Espínola (hijo) (14). Fernández Artucio leía de forma detallada los diferentes tipos de torturas y vejaciones inhumanas tanto para prisioneros políticos como para judíos y gitanos.

A medida que fue centrando la temática en Sudamérica, se explicaba cómo funcionaba la Oficina Exterior del Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (partido Nazi) dirigida por E. W. Bahle, con agentes destinados en cada país, y formando una red paralela al Ministerio de Estado (Ministerio de Asuntos Exteriores alemán) con sus habituales embajadas y consulados. Esa Oficina Exterior del partido nazi tenía una clasificación de países, en función de diferentes factores “cuidadosamente seleccionados”. Países de ese primer nivel eran por ejemplo Argentina y Brasil que contaban con agentes del partido nazi en cada uno de ellos, denominados “jefes representantes”.

La Oficina Exterior nazi trabajaba en lugares en donde había emigración alemana, usando clubes deportivos, culturales, escuelas de oficios o de radio-difusión, pero seleccionando a representantes de clase alta (jefes o gerentes de empresas extranjeras, por ejemplo) como “jefes provinciales” o de los “puntos de apoyo”, debido a su gran influencia sobre la sociedad y las economías locales. El organigrama era jerárquico, con jefes políticos, bajo los cuales estaban el administrador de prensa, el jurídico, el de educación profesional y el de los grupos “Fuerza por la Alegría” (organización hitleriana). Fernández Artucio también llamó la atención sobre las escuelas alemanas, los estudiantes alemanes de intercambio en la universidad, u organizaciones como los boy-scouts, por ser vías propicias para la infiltración nazi, temas todos ellos tratados en la comisión parlamentaria citada. De igual modo, ya en 1938 en la cámara legislativa argentina se habían creado comisiones de investigación para tratar dicha infiltración en el país vecino. Según Fernández Artucio, en Argentina tenían su sede en la embajada alemana, y estaban al cargo J. Kuster y Alfred Muller, así como el “terrorista” Juan Germán Wilke, que había cometido atentados contra centros políticos radicales, socialistas y demócratas nacionales.

Son varios los programas dedicados al país vecino, con detalle exhaustivo del entramado comercial e industrial nazi. Además, habría grupos territoriales repartidos por toda la geografía argentina, caracterizados como grupos de asalto, con entrenamiento militar. Otra organización nazi argentina sería el Grupo de Trabajo Alemán, encargado de ir sustituyendo a los gerentes y jefes de las empresas alemanas por hombres de confianza del partido nazi. Esta institución fiscalizaría a los trabajadores de dichas empresas, unos 4.000 que, pese a no ser adeptos a la causa, eran obligados a pagar cuotas destinadas a la propaganda nazi, llegando a juntar ya para 1937 unos 2 millones de pesos. No pagar la cuota, no mandar a los hijos a las escuelas alemanas o no ir a las reuniones de la organización Fuerza por la Alegría suponía ser despedido de inmediato. Se relató otro gran número de organizaciones nazis en el país vecino (Unión Alemana de Guerreros Imperiales, Unión Nacional Socialista alemana de Marina, Unión Germano-Argentina, Federación Imperial, Federación Alemana para la Cultura Física, Asistencia Social Nacionalsocialista, Unión del Trabajo de las Mujeres Alemanas, etc.), con direcciones de sus sedes, y el completo organigrama de secretarías, clubes deportivos y culturales, balnearios y órganos de propaganda, todo organizado a la perfección. También son muy extensos y detallados los datos de las organizaciones nazis en Perú, Chile y Brasil a las que se le dedicaron varios programas monográficos.

Esos mismos esquemas organizativos estarían en todos los países, incluido Uruguay, donde la comunidad alemana contaba con 5000 personas, estando sus principales sedes en Montevideo y Paysandú. Sin embargo Uruguay, en el organigrama de la Oficina Exterior de partido nazi, era considerado de segundo orden, a modo de provincia dependiente seguramente de Argentina. Por ello solo contaba con un “jefe provincial”. Además, habría “jefes de puntos de apoyo”. Según Fernández Artucio el “jefe provincial” ("Gauleiter" o pequeño Fuhrer) de Uruguay era el Julius Dalldorf, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, que residía y trabajaba en la República Oriental como directivo de la importante empresa alemana Lauhsen & Cia. Habría dejado ese puesto de gerente y habría pasado a desempeñar el cargo de agregado comercial del Estado alemán en Uruguay, con la consiguiente inmunidad diplomática. Los "Stützpunkt" (o Puntos de Apoyo) dependientes de él eran cuatro: Montevideo -en una escuela del barrio Peñarol-; Paysandú ; Río Negro -en Rincón del Bonete- y Salto.

La sede del partido nazi en Uruguay estaba en la calle Piedras 406, de Montevideo, en la denominada Casa Parda. El jefe del “distrito Uruguay” viajaba a Berlín para encontrarse con los representantes del partido nazi en el exterior, y allí recibir órdenes. Toda la estructura instalada en Uruguay estaba destinada a diferentes métodos de acción. Por un lado, la penetración económica y financiera fue protagonizada por el Consorcio Alemán para las Obras del Río Negro (obras de la represa del Rincón del Bonete), el Banco Alemán Transatlántico, la Cámara de Comercio y las compañías privadas mencionadas. El Banco tenía el monopolio de los negocios con Alemania, y mediante un acuerdo secreto con el gobierno de Terra anexado al contrato de las obras del Río Negro los agentes del gobierno alemán y comerciantes locales dominaron el mercado uruguayo de importación y exportación. Por otro, la penetración política se realizó de forma directa por los miembros del partido nazi uruguayo, y de forma indirecta a través de la financiación del Partido Revisionista (cuyo jefe era Adolfo Agorio, y tenía sede en el Palacio Salvo), además de con infiltrados en los partidos políticos uruguayos afines a los gobiernos de Alemania e Italia. La penetración cultural y de propaganda se realizaba con impresos en castellano y programas radiofónicos. Su órgano escrito era “El Centinela Alemán” y la propaganda la distribuía la agencia “Actualidad Gráfica”, de Delfino y Cía. En este sentido la labor de las escuelas alemanas en el adoctrinamiento político fue absoluto. La propaganda nazi que venía de Alemania no era nunca enviada directamente, sino a través de valija diplomática o de barcos mercantes del Estado nazi.

La Sección del Frente Alemán del Trabajo tenía un fichero con todos los alemanes radicados en Uruguay, o en tránsito, facilitando trabajo a los que iban allí a buscarlo. También existieron diversas organizaciones que trabajaban por la causa nazi: Agrupación Juventud Hitlerista del Uruguay, Comunidad Obrera de la Mujer Alemana, Asociación de los Sindicatos Alemanes, Mutualista Alemana, Organización Deportiva - Club Femenino, Escuelas Alemanas (excepto Pestalozzi Schule), Club Nazi de Esparcimiento o el Club Alemán de Planeadores.

Según Fernández Artucio también había en territorio uruguayo representantes de la Gestapo, la policía secreta alemana nazi, por lo que realizó demandas directas al gobierno para que actuara contra estos “pistoleros y secuestradores profesionales”.

La labor de investigación periodística de Hugo Fernández Artucio fue pionera, y fundamental para las posteriores denuncias de las actividades nazis en Uruguay que otros medios como Marcha desarrollaron en 1940.

* * *

Decíamos en la introducción que no era el objeto de este texto centrarse en una disquisición teórica acerca de la naturaleza fascista del régimen de Terra. En sentido estricto, es probable que esa discusión pudiera zanjarse rápidamente: el término fascismo, aunque escurridizo, da cuenta para los años 30 de un movimiento cuyo tipo ideal estaría caracterizado por la convergencia del nacionalismo, el racismo y el antisemitismo, la oposición a la democracia, el uso de la violencia, la movilización de masas y el liderazgo carismático (15), rasgos que no podrían aplicarse con rigor al terrismo. Sin embargo, parece interesante recurrir a Enzo Traverso para evitar entramparnos en definiciones que no nos ayuden a entender la complejidad de las realidades concretas. Su metáfora de “campo magnético” (16) nos es útil para entender cómo, más allá de las pretensiones modernizadoras del fascismo, éste nunca pudo prosperar sin el apoyo de las elites conservadoras. Cada lugar tuvo su particular mezcla de elementos que, pudiendo llegar a ser contrapuestos (revolución y contrarrevolución, nacionalismo e imperialismo, conservadurismo y modernidad), sí compartían un horizonte común inequívoco: su anticomunismo.

Más allá, por tanto, de esta aclaración, durante -al menos- una década, el gobierno uruguayo formó parte con mayor o menor intensidad de la órbita de los fascismos, y en todo caso, el país estuvo en la mira de los planes imperiales de estos. Necesitamos poder abordar la historia del país también desde esta óptica, no solo desde la historia política: sin las manifestaciones del fascismo presente en la vida social, y sobre todo, sin el antifascismo, verdadero movimiento de masas, no podremos entender la década de los 30 en Uruguay.

Autores. Carlos Marín es doctor en Arqueología, María Cantabrana es historiadora y Sergio Yanes es doctor en Antropología Social, juntos forman el equipo de investigación de la Columna Uruguaya, en el marco del cual han publicado Papeles de Plomo. Los voluntarios uruguayos en la Guerra Civil española.

Notas:

1) BROQUETAS, M. (2014) La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo.

2) YANES TORRADO, S.; MARÍN SUÁREZ, C. y CANTABRANA CARASSOU, M. (2017) Papeles de plomo. Los voluntarios uruguayos en la Guerra Civil española. Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo.

3) ZUBILLAGA, C. (2015) Una historia silenciada. Presencia y acción del falangismo en Uruguay (1936-1955). Cruz del Sur y Linardi & Risso, Montevideo.

4) El País (24/12/1938).

5) España Democrática (24/12/1938).

6) España Democrática (24/12/1938).

7) El Heraldo (19/12/1938).

8) FERNÁNDEZ ARTUCIO, H. (1940) Nazis en Uruguay. Talleres Gráficos Sur, Montevideo

9) FERNÁNDEZ ARTUCIO, H. (1942) The Nazi Underground in South America. Farrar & Rinehart, Nueva York.

10) FERNÁNDEZ ARTUCIO, H. (1943) The Nazi Octopus in South America. R. Hale limited, Londres.

11) Justicia (27/09/1940).

12) ALZUGARAT, A. (2014) De la dinastía Qing a Luis Batlle Berres. La biblioteca china en Uruguay. Biblioteca Nacional, Montevideo.

13) Archivo privado de la familia Fernández Artucio.

14) ESPÍNOLA, F. (1939) El infierno nazi. Montevideo.

15) TRAVERSO, E. (14/09/2016) “Pensar las derechas radicales en el siglo XXI”. CTXT. Revista Contexto. Disponible en: https://ctxt.es/es [Consultado: 16/10/2018].

16) TRAVERSO, E. (2005) “Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile”. Ayer, 60(4): 227-258.

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