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  • Hemisferio Izquierdo

"Múltiples enseñanzas se pueden extraer de la experiencia soviética, pero quizás la más importa


Hemisferio Izquierdo (HI): Dada la importante división histórica del movimiento socialista a partir de los posicionamientos sobre la primera guerra mundial y la revolución rusa ¿qué queda vigente y qué habría que revisar de esas divisiones contemplando las actuales circunstancias de la lucha de clases? Particularmente ¿qué es lo que divide en la actualidad a reformistas y revolucionarios?

Natalia Leiva (NL): En esta etapa histórica que fue inaugurada con la Primera Guerra Mundial (que Lenin caracterizó en 1915 como de guerras, crisis y revoluciones), es fundamental retomar elementos teóricos que permiten echar luz sobre los aparentemente “difusos” límites entre las corrientes que se reivindican de izquierda.

En este sentido, la división entre revolucionarios y reformistas, mantiene las premisas de principios de siglo XX, que desembocaron en el desastre de la guerra imperialista y en la Revolución de 1917. En síntesis, el punto de quiebre se fundamenta en dos elementos.

El primero, el programa que se elabora y los intereses que se pretende defender con él. El segundo, la construcción de un partido de combate, capaz de organizar a la vanguardia obrera para la toma y consolidación en el poder, para remover a la burguesía del gobierno e iniciar una nueva etapa de gobierno de los trabajadores.

La Primera Guerra Mundial, implicó en países de Europa y en Rusia particularmente, el aceleramiento en el desarrollo de la conciencia de las masas, agotadas del esfuerzo que implicaba esta guerra. Pero este proceso, no estaba acompañado aún por un partido capaz de formar una vanguardia que pudiera dirigir ese proceso, con cuadros formados políticamente y respetados por el movimiento obrero. Ambos elementos, claramente no estaban en el mismo compás, por lo que fue imprescindible que se desarrollara un partido con tales características.

En épocas de confusión, donde los límites ideológicos intentan ser difuminados, es necesario plantarse y preguntar ¿cuál es tu programa? ¿qué intereses buscás defender? ¿de qué método te vas a dotar para eso?

Estas preguntas, aunque sencillas en su formulación, implican grandes asuntos tácticos y estratégicos. Tácticos, porque los leninistas no negamos las reformas, pero no hacemos de ellas un fin en sí mismo, por lo que debemos tomar las demandas concretas, para darles un contenido político (colocándolo en una perspectiva histórica, nacional e internacional), que permitan un avance cualitativo. Estratégicos, porque el fin de nuestra lucha es la destrucción del capitalismo, el gobierno obrero y la unidad socialista entre los pueblos.

Los reformistas continúan defendiendo un programa que se traduce (en experiencias concretas como el FA en Uruguay) en un elemento de contención en el desarrollo de la conciencia de las masas, es decir, un bloqueo en el desarrollo histórico de un movimiento obrero que pueda llevar a cabo una revolución socialista, lo que equivale a decir: no habrá gobierno obrero (y por lo tanto, no habrá socialismo) en tanto el reformismo esté orientando a los trabajadores.

Es por esto que negamos la “vía democrática” de la socialdemocracia, dado que, no habrá paz hasta que no venza la clase obrera internacional. Las vías pacíficas han demostrado ser un mecanismo de cooptación y gobiernos abiertamente proimperialistas (FA, PT de Brasil) y han conducido a la clase obrera a la derrota (Allende en Chile).

Los planteos de reformas parciales, no son otra cosa que un paso, una transición hacia el verdadero objetivo, la revolución y el gobierno obrero. Un planteo como este, es incompatible con el “pacifismo” reformista de origen pequeñoburgués, dado que implica la explotación a fondo de las contradicciones del sistema, con el objetivo de que los trabajadores extraigan las conclusiones que les permitan formar una vanguardia capaz de disputar el poder.

Así como en 1914, estas corrientes de la socialdemocracia bregaban por el desarme de los obreros, buscando un nicho en el parlamento desde donde sustituir de forma pacífica a la revolución, hoy, plantean como alternativa “humanizar al capitalismo”, como si este sistema de muerte y explotación, que se encuentra en plena senilidad, no pudiera ser derrotado, negando así, la concepción materialista-dialéctica de la historia.

El problema de la revolución, es el problema del partido. Las premisas leninistas cobran especial sentido en una época en las que pareciera que las condiciones objetivas para un verdadero estallido, están dadas: crisis políticas que se decantan con el agotamiento de los autodenominados “gobiernos progresistas” en América Latina (que se demuestran obsoletos frente a los reclamos de las masas trabajadoras y de las demandas del capitalismo mundial), crisis que se saldan con el retorno de gobiernos de derecha que buscan terminar de liquidar las conquistas obreras (Temer, Macri); o el preocupante aumento de la votación a partidos de extrema derecha en toda Europa (especialmente en las últimas elecciones de Alemania, donde neonazis consiguieron un 13% de los votos, obteniendo 88 escaños en el Parlamento) o los fenómenos Le Penn y Macrón en Francia. La victoria de Trump, que fue asumida por la burguesía pro-demócrata con facilidad, impidiendo que se profundizara una posible crisis.

En Uruguay, estos procesos se muestran menos claros, aunque no por eso, es menos evidente el proceso de agotamiento y el giro a la derecha del FA, que no duda en aplicar la esencialidad a los conflictos obreros, reprimir estudiantes, recortar el presupuesto en salud y educación, otorgarle toda clase de beneficios impositivos a empresas saqueadoras como UPM.

Todos estos elementos, constituyen elementos explosivos, que los partidos revolucionarios aún no hemos podido explotar a fondo, a pesar de ciertos avances parciales.

HI: La revolución rusa desplegó en todas sus contradicciones el problema del poder para la izquierda. Desde esa perspectiva ¿qué enseñanzas dejó la gesta soviética? ¿cómo debería una estrategia socialista lidiar con el problema del poder?

NL: La gesta de 1917 dejó enseñanzas que debemos comprender en toda su complejidad. La clave para la conquista y consolidación del poder (luego de la revolución de Febrero que colocó a Kerensky y su gavilla en el gobierno, que carecían del poder real), es la preparación metódica y sistemática de la revolución proletaria por parte de los Bolcheviques. Estos se abocaron a un proceso de elaboración, reflexión y militancia para, luego de arrebatado el poder a la coalición liberal-reformista, fuera posible mantener a los obreros en el gobierno (que tenían el verdadero poder, el de los sóviets), sobre la base de un programa revolucionario, audaz y sobre la democracia obrera. Se trataba de la materialización de la consigna “todo el poder a los sóviets”.

El triunfo de la revolución bolchevique, significó un hito en la historia de la humanidad, permitiendo la implantación del primer Estado obrero del mundo. Obligó a los revolucionarios a lo largo y ancho del planeta a posicionarse en torno a una estrategia internacional de lucha contra la burguesía, en base a un programa en común, desembarazándose de sus elementos reaccionarios. Este es el germen de la III Internacional, que Lenin fundó en oposición a las corrientes adaptadas a la democracia burguesa.

La política contrarrevolucionaria de Stalin tras la muerte de Lenin, no minimiza el alcance que tuvo en la historia la existencia de la URSS. Coloca nuevamente la importancia del Partido en un proceso revolucionario socialista, en cuanto a la táctica y estrategia revolucionaria.

Múltiples enseñanzas se pueden extraer de la experiencia soviética, pero quizás la más importante, es que el socialismo sólo puede edificarse en base a la lucha de clases nacional e internacional y a la dirección revolucionaria del proletariado. Surgirá en un país, pero sólo podrá triunfar cuando se consolide el socialismo a nivel mundial. La mundialización de la economía permite generar a priori las condiciones de preparación para que cualquier país posea (al menos potencialmente) las condiciones para el desarrollo del socialismo, tal como planteaba Trotsky, cuando esbozó la conformación de la IV Internacional.

En este marco, el período abierto con la Revolución de Octubre no se ha cerrado, por lo que debemos negar enfáticamente que estamos ante el “fin de la historia”. Las contradicciones continúan agudizándose en el marco de un capitalismo en descomposición.

En pleno siglo XXI, estamos lejos aún de los niveles organizativos y teóricos que se necesitan, pero es fundamental abocarnos construir un partido que sea una alternativa de poder, que unifique la acción de los revolucionarios en torno a un programa, que se delimite del reformismo democratizante, al tiempo que ofrezca salidas para los problemas que enfrentan los trabajadores a diario, politizándolos.

La estrategia revolucionaria mantiene la vigencia del análisis de la tradición marxista: todo está por hacerse hasta que se gane la conciencia de la vanguardia obrera, hasta que se logre desarrollar de tal manera los planteos en las masas, para extraer las conclusiones de la etapa: que el sistema capitalista nada puede ofrecernos más que explotación, destrucción y guerra. Hay que anteponer a esto la lucha por la revolución socialista internacional.

* Natalia Leiva es profesora de historia, dirigente del Partido de los Trabajadores y de ADES Montevideo.

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