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  • L. Nicolás Guigou*

Desde Rusia, con amor


"I'm back in the U.S.S.R You don't know how lucky you are boy Back in the U.S.S.R"

Back in the U.S.S.R/The Beatles (The White Album)

"Quien no extrañe la Unión Soviética, no tiene corazón. Quien la quiera de vuelta, no tiene cerebro".

Esta manida cita de Vladimir Putin, resume las tentativas simbólicas de la Federación Rusa contemporánea, para generar puentes semánticos con la antigua URSS. La era antisoviética se acabó, pues. La disolución de los ecos de la era Yeltsin – con sus variados fracasos económicos, políticos, abiertas corruptelas y exabruptos alcohólicos- supo tener un sendo correlato en la incapacidad e insuficiencia del beodo para sustituir las mitologías, símbolos y temporalidades rojas. El ‘renacimiento ruso’ generado por Putin, aseguró una salida honorable a la corruptela de Yeltsin y sus adláteres, concentrándose entonces en una refundación económica, política, territorial, y simbólica que iba a rescatar los hitos más importantes de la URSS para reconvertirlos en la fuente principal del nuevo nacionalismo ruso. En el novel orden simbólico instalado por Putin sobre el heterogéneo conglomerado multiétnico denominado Federación Rusa, había varios aportes soviéticos que eran insuperables para la tarea de reconstrucción mítica a llevar a cabo. En las mitologías simplificadoras que nutren las temporalidades de Occidente y algunos Orientes, no hay nadie más bueno que Jesús, ni nadie más malo que Hitler. Después de todo, fue el Ejército Rojo quien entró primero a Berlín, derrotando a Alemania y consiguiendo que el Führer se suicidara, removiendo así hasta la última esquirla de nacionalsocialismo. ¿Por qué perderse de esa épica, cuando uno posee el Ejército que derrotó al más malo del mundo? ¿Por qué olvidar la hazaña de haber puesto al primer hombre en el espacio o bien de haber industrializado un país agrario y atrasado?

Si acaso es cierto, como señala Renan, que la construcción de una nación se basa más en los necesarios olvidos que en los recuerdos comunes del pasado, - todo país posee una historia de la cual avergonzarse -, el relanzamiento simbólico de Rusia al mundo de la mano Putin, se basó en el rescate más que en el rechazo de la era soviética. Un rescate obviamente parcial y con objetivos claros: reconformar una identidad colectiva capaz de aglutinar y dar sentido a una Federación Rusa que había perdido todo respeto para sí misma y para los occidentales. Rusia volvía para retar a Occidente. La Madre Patria se levantaba, una vez más, de nuevo. El himno de la Federación Rusa, sería la copia musical del de la antigua URSS, con las letras adaptadas a los nuevos tiempos. En el video oficial del mismo, aparecerán las figuras de Lenin y Stalin, nuevamente. Es más: el rescate de Joseph “Koba” Stalin es una de las tareas simbólicas más fervientes de la actual administración Putin, volviéndose a inaugurar monumentos con la imagen de Stalin, ensalzándose pública y oficialmente su dirección durante la denominada Gran Guerra Patria (la invasión nazi a la URSS), o bien mostrándolo como un héroe civilizatorio en el cruento proceso modernizador e industrializador que el dirigente soviético llevó adelante a través de los variados planes quinquenales en la antigua Unión Soviética.

Es que para la Federación Rusa, la Revolución de Octubre y la etapa soviética que ésta origina, son, como para la ex-URSS, temas nacionales. Vladimir Lenin y Stalin fueron para la URSS y la actual Federación Rusa, también héroes nacionales. Las variadas etapas de modernización en tierras rusas, incluyendo a Pedro el Grande y a Stalin, conllevaron siempre la muerte y el sacrificio de multitudes de seres humanos en pos de una ya analizada aceleración modernizadora del tiempo a través del esfuerzo y sacrificio humano, mitema propio de la temporalidad de la tierra de los zares, después de los soviéticos y ahora, bajo una impronta más humanizada, de la era Putin.

Es curiosa la ceguera de la racionalidad caucásica occidental, al indagar a Rusia, la Madre Patria, –como se le llamó durante el zarismo, en la era soviética y en la actual Federación Rusa- como fenómeno meramente político, discutiendo sobre la naturaleza del socialismo real y otros tópicos, sin percibir que las mitologías de las naciones en su eficacia simbólica, son de larga duración, siendo siempre actualizadas tanto por la memoria colectiva de sus habitantes, como instrumentalizadas por las elites de turno. Y Rusia, posee como singularidad cultural no occidental sus especificidades, sus mitologías, y sus artes en las maneras de tratar el tiempo. Entre ellas, la Revolución de Octubre.

* Prof. Tit. de la Facultad de Información y Comunicación, IC, UDELAR. Prof. Agr. Del Dpto. de Antropología Social, ICA, FHCE, UDELAR.

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