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Eduardo Perondi*

Brasil: las consecuencias de la crisis para el mundo del trabajo


Imagen: Tarsila do Amaral, "Operarios" (1933)

La desaceleración de la economía brasileña se explica por la coyuntura internacional, donde la caída de la demanda y del precio de las materias primas y productos primarios tuve fuerte impacto en la dinámica económica nacional. Por otro lado, el ajuste fiscal(1) aplicado por el gobierno de Dilma Roussef desde comienzos de 2015, bajo el pretexto de combatir los efectos de la crisis, profundizó la situación, llevando la economía a la recesión, en 2015 el PIB se contrajo 3,8% y se espera una cifra parecida para este año. Las consecuencias de este ajuste para la clase trabajadora ya son evidentes, y la tendencia es que se acentúe en 2016.

El aumento de las tasas de desempleo en los últimos 12 meses fue brutal: pasó de 7,4% en febrero de 2015 a 10,2% en 2016. Tres millones de trabajadores perdieron el empleo es este período(2). Las negociaciones salariales también presentaron pérdidas para los trabajadores: en 2015 casi la mitad de las categorías ocupacionales no logró aumentos reales en el salario, el peor resultado desde 2004(3). La situación fue peor para las categorías que tuvieron fecha de negociación durante el segundo semestre de 2015, pues muchas de ellas no lograron siquiera reponer las pérdidas por inflación, lo que demuestra la agudización de la situación económica a lo largo del año y evidencia que Brasil camina rápidamente hacia la rebaja salarial.

Es importante tener claro que dichos indicadores dan cuenta de los sectores de la clase obrera que tienen empleo formal y representación sindical. Quedan excluidos de estas cifras el 44% de la fuerza de trabajo que actúa en la informalidad, y que seguramente son los más afectados por la crisis con pérdidas más acentuadas de ingresos. Además, la caída significativa en la recaudación de impuestos por el gobierno federal(4) resulta también en recortes de beneficios directos (como el programa “Bolsa familia”) y indirectos (como salud y educación), fundamentales para los sectores más pobres de la sociedad.

Pero la ofensiva del capital en contra del trabajo en Brasil no ocurre sólo mediante el deterioro económico y la rebaja de salarios. Cambios importantes en los derechos laborales están en la agenda. Una de las más importantes es la ley que generaliza el trabajo tercerizado (outsourcing) para todas las actividades económicas, lo que permitirá, por ejemplo, que una empresa actúe sin contratar directamente ningún trabajador, dejando a terceras el suministro de fuerza de trabajo que necesite. Otro tema es que la legislación laboral pueda ser dejada a un lado a través de la primacía de lo negociado por sobre lo legislado, como defiende incluso el Presidente del Tribunal Superior del Trabajo(5). Se busca también realizar una nueva reforma de la jubilaciones, para trasferir al mercado el ahorro acumulado por los trabajadores.

Crisis del sindicalismo y dilemas de la izquierda

Dicha ofensiva del capital en contra el trabajo no es nueva, esta apenas se actualiza de acuerdo a cada coyuntura. La postura conciliadora y pragmática con que el sindicalismo enfrentó esta ofensiva en los últimos años revela ahora sus consecuencias. La Central Unica de los Trabajadores (CUT) ya no tiene la misma representatividad ni la capacidad de movilización que tuvo en otros tiempos. Las trasformaciones objetivas del mundo laboral (como el aumento de la tercerización y de la rotatividad en los puestos de trabajo) erosionaron buena parte de lo que fueron las bases sociales del entonces combativo “nuevo sindicalismo” surgido en los años 80. El corporativismo con que dicho sindicalismo actuó en la etapa más reciente también fue determinante para que quedaran sin representación efectiva los nuevos contingentes de trabajadores precarios.

La cooptación y el amoldamiento a este tipo de sindicalismo se profundizó bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), y se expresó de múltiples maneras: las bases sociales fueron desmovilizadas de sus reivindicaciones más clasistas; varias huelgas fueron traicionadas; el impuesto sindical obligatorio y el reconocimiento del Estado a las centrales (combatidos en su momento por el “nuevo sindicalismo” por herir su autonomía) fueron exigidos por sindicalistas y aprobados en el gobierno Lula; acuerdos para flexibilizar derechos en contextos de crisis fueron defendidos por las líderes sindicales; negociaciones de cúpula prevalecieron sobre los intereses de las bases. De forma que ahora, en el momento en que las direcciones llaman a luchar en contra el golpe, la respuesta de las bases es bastante limitado.

En un pronunciamiento que denuncia el golpe contra Dilma, después de la aprobación del impeachment en la Cámara de los Diputados, el Presidente de la CUT Vágner Freitas afirmó que la entidad concentrará sus energías para revertir la decisión en el Senado(6). El líder del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), João Pedro Stédile, se reunió con el Presidente del Senado Renan Calheiros con la expectativa de que este se vuelva defensor de la legalidad(7). Irónicamente Calheiros, también involucrado en los casos de corrupción, es visto como la posibilidad de salvación del golpe orquestado por los corruptos de la Cámara de Diputados.

Quizás más simbólico que esta contradicción, sea la apuesta en la disputa institucional para combatir una ofensiva que tiene como objetivo principal los derechos de la clase obrera. La promesa de “paralizar el país” en caso de avanzar el golpe todavía no se tradujo en paros de trabajadores y menos en el avance hacia una huelga general, posibilidad sólo manejada por las buenas intenciones de sectores menores de la izquierda. O sea, la opción por la institucionalidad revela no sólo una postura táctica equivocada, sino también la imposibilidad real de dinamizar movilizaciones de clase más efectivas que detengan a la burguesía que impulsa el golpe. Llamar a los trabajadores a manifestaciones callejeras en defensa de la democracia aparentemente es lo máximo que la realidad objetiva les permite.

Aunque dichas manifestaciones hayan aumentado cuando la violación democrática quedó en evidencia, aún así no logró movilizar grandes masas. Muchos salieron a las calles más por la preocupación con el escenario sombrío que se dibuja posterior al golpe que para defender al gobierno de Dilma, de por sí indefendible. Pero importantes sectores de la sociedad tuvieron poca participación en dichas movilizaciones, cómo la juventud, habitantes de las periferias y los trabajadores más precarizados. La aparente indiferencia en relación al desenlace de la crisis no significa falta de opinión: algunos están en contra del gobierno, otros en contra del impeachment, pero con la opinión común de que, independiente del resultado, las cosas no mejorarán. La disputa política es vista como algo distante de la lucha cotidiana por la sobrevivencia que estos sectores sufren desde hace tiempo con la ofensiva del capital que no empezó con la crisis actual.

Las jornadas de junio de 2013, cuando las calles de Brasil fueron tomadas por amplios sectores de la sociedad en defensa de derechos sociales, demostraron que hay un gran potencial de lucha y movilización en diversos sectores de la sociedad. Posteriormente, este sentimiento se expresó de otras formas importantes: ocupaciones de escuelas por estudiantes y huelga de maestros, ocupaciones de trabajadores sin techo en las grandes ciudades, grandes manifestaciones de mujeres en contra de la violencia machista, de indígenas contra los grandes proyectos y de obreros por condiciones de trabajo en dichas obras, entre otras.

El dilema fundamental en que actualmente se encuentra la izquierda es que tiene que reinventarse, lo que ahora ya es una posibilidad, como afirma Álvaro Bianchi(8). Parte de este desafío es entender las nuevas formas de expresión de las luchas sociales. Otra parte, no menos importante, consiste en realizar una correcta y rigurosa evaluación de los errores tácticos y estratégicos anteriores. Esa es la única manera de analizar la situación brasileña y ver que este momento de profunda crisis ofrece también posibilidades. Continuar analizando la realidad con los mismos términos que contribuyeron a que las cosas llegaran a la actual situación sólo reforzará el pesimismo e invisibilizará las posibles salidas.

(1) Análisis más detalladas del ajuste fiscal pueden ser encontradas en http://marxismo21.org/ajuste-fiscal/

* Magister en Sociología Política por la Universidad Federal de Santa Catarina. Doctorando en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Ha investigado la política laboral de los gobiernos del PT.

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