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  • Silvina Pachelo

Las mujeres frente al muro


Ilustración: Natalia Comesaña

Cuando amaine la tormenta, cuando la lluvia y fuego dejen en paz otra vez la tierra, el mundo ya no será mundo, sino algo mejor

Vivir en México es una experiencia extraordinaria en muchos aspectos. Culturalmente un país donde la historia está en la geografía, en el lenguaje, en los rostros de quienes habitan esa tierra maravillosa.

Pueblos, comunidades, con historia propia, que defienden su origen y su lengua a pesar de tenerlo todo en contra. Primero fueron los colonizadores, y luego los malos gobiernos que oscurecen y entorpecen las vidas de quienes habitan con dignidad y trabajo esa tierra mágica y sagrada, que está en peligro de extinción, como toda América Latina, que sufre un nuevo Plan Cóndor. México fue punto de conquista permanente, saqueada, matada, violada. Así se dio la Revolución Mexicana en 1910 con la premisa Tierra y Trabajo. El tiempo pasó y México, país hermano, Patria y Matria de solidaridad con muchos del continente que en tiempos de dictadura se exiliaron en esas tierras hoy sufre la hidra capitalista como nunca antes. Capitalismo al palo, en manos de asesinos.

Lo que motivó en 1994 el levantamiento armado llamado EZLN más extraordinario de los últimos años en América Latina y la lucha de las mujeres indígenas, que hoy resiste, se reivindica, es escuela de lucha y digna rebeldía.

El Sureste en dos vientos una tormenta una profecía.

En 1994, el pueblo de Chiapas en San Cristóbal de las Casas se levanta en armas. Diez años le llevó a Subcomandante Marcos (Galeano) preparar a ese pueblo que hoy resiste y no deja de crecer, de pensarse de repensar la violencia con la que tienen que convivir. Cuando uno llega a Chiapas, entra a otra realidad, un paraíso selvático y naturalmente bello donde convive prehistoria y dialectos en extinción, y las costumbres son muy lejanas a las ciudades Cosmopolitan. Sin embargo el capitalismo los y las mata (literalmente) y de muchas maneras. México sufre un genocidio contra las mujeres nunca antes visto en América Latina. El blindaje mediático que hay sobre este tema es espeluznante, solo se sabe de estos feminicidios por las series que pasan en las cadenas yankis pero la realidad es mucho peor que esas ficciones “pochocleras”. Por esto mismos, en el último encuentro en San Cristobal de las Casas 2017 “Las ciencias frente al muro” las mujeres zapatistas pertenecientes al comité clandestino insurgentas anunciaron el PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL, POLÍTICO, ARTÍSTICO, DEPORTIVO Y CULTURAL DE MUJERES QUE LUCHAN.

Abrir los ojos

Todo comenzó en 1997 con el Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas, Oaxaca de Juárez, México. En ese momento aún vivía Ramona, la insurgenta y referente mujer más importante que tuvo el EZLN ya fallecida dijo: “llego la hora que abramos los ojos, para caminar con alegría, por el futuro de nuestros y nuestras hijoas”. La mujeres indígenas hablaron de “abrir los ojos” de dar ese paso que nos faltó a tantas generaciones, ciegas de poder, de egocentrismo y hedonismo. Me refiero a las mujeres de clase media, las alejadas de esas mujeres invisibles. La metáfora “abrir los ojos” traduce en sus formas de organización y de vida, lo colectivo, lo comunitarios, la hermandad como horizonte de construcción.

La frase “ojos que no ven corazón que no siente” es literalmente dar vuelta la cara a ese martirio y sufrimiento de los pueblos y comunidades abnegadas que con el correr de los años fueron profanadas por la hidra capitalista. El cuerpo de las mujeres es parte de eso que se profana, explota, viola y mata. Ante los ojos que no se pueden abrir, o se esfuerzan por no ver, es el amor que se activa como motor indispensable, el diálogo horizontal y no vertical ni piramidal.

En 2018 la violencia no cesó ni en México ni en el continente. La violencia contra la mujer es mayor, los números son alarmantes, por eso mismo todas las mujeres unidas nos fuimos organizando de diferentes maneras, las de las grandes ciudades y las de pequeñas comunidades, todas en esa hermandad que nos demanda cuidarnos entre nosotras, luchar, crear redes de apoyo y contención porque el Estado Patriarcal nos devora y nos asesina. Ante esta gravedad y por un largo camino de luchas conquistadas y otras por conquistar, las mujeres zapatistas y del mundo se reunieron el 8 de marzo en Chiapas caracol Morelia en su primer encuentro internacional. Como en otras partes del mundo, las mujeres paramos, marchamos, nos abrazamos en asambleas, organizaciones, con todo el amor y los ojos bien abiertos.

Las mujeres zapatistas nos hacen ver ese mundo, tan lejano y tan cercano. Porque lo que se vive en esta selva no se vive en las ciudades. Sabemos que, el capitalismo descarta, nos descarta y hay que decirlo.

”Cada quien conoce su rumbo, su modo y su tiempo lo único que sí les pedimos es que sigan luchando, que no se rindan, que no se vendan, que no renuncien a ser mujeres que luchan y ya para terminar les pedimos algo especial en estos días que van a estar con nosotras. Vienen de varias partes de México y del mundo, hermanas y compañeras ya de edad, “de juicio” les decimos nosotras. Son mujeres que ya tienen años y que luchan. Entonces les pedimos que les tengan respeto y consideración especial, porque nosotras queremos llegar a ser como ellas, llegar a tener edad y saber que seguimos luchando. Queremos llegar a ser mayores de edad y poder decir que tenemos muchos años y que cada año quiere decir un año de lucha pero para eso tenemos que estar vivas”. Así, como un mantra, desde las montañas de Chiapas las mujeres zapatistas leyeron su primer escrito de bienvenida. Impresiona entender que estamos en alerta, en peligro permanente de que no nos desaparezcan. En todas las lecturas (de referentes políticas) que se fue dando el 8 de Marzo resuena un poco lo mismo, por eso llamo “mantra” para poder entender la dimisión que toma la palabra en el cuerpo. Vivir para seguir luchando, vivir para resistir, sin miedo, sin miedo sobre todas las cosas. Las mujeres zapatistas y todas las mujeres del mundo luchamos para dinamitar el sistema patriarcal, que caiga, porque sabemos que somos las mujeres en nuestra condición de mujer, de madres, por nuestra fuerza de trabajo, que hacemos que este mismo sistema funcione.

Desde Trump, pasando por Enrique Peña Nieto, Michel Temer, hasta Mauricio Macri, son gobiernos que retroceden toda lucha por los derechos de las mujeres. Si bien sabemos que el Estado es el que genera el patriarcado y las relaciones de poder dentro de sí mismo, también sabemos que hay que usar todas las herramientas a favor de nuestros derechos y nuestras luchas. Al capitalismo neoliberal el patriarcado le es funcional: dominarnos, aleccionarnos, vigilarnos y matarnos.

La violencia física, que se ejerce sobre los soldados antes de ir a las guerras es el mismo adoctrinamiento (invisible e invisible) que se nos da a las mujeres en el ámbito de lo social y lo privado. La violencia es todos los días, es en el día a día, y es por eso mismo que hay que abrir los ojos.

En los últimos diez años (2007- 2016) fueron asesinadas 22 mil 482 mujeres en México, revelan cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El proyecto histórico, la revolución industrial, la máquina que reemplaza y esclavizo a las mujeres rompe con la vinculación, con el afecto y con el amor. El progreso, que llegó de la mano con la reproductividad técnica nos alejó de la comunidad, del ocio, de aquello que nos humaniza. El sistema capitalista en manos de malos gobiernos naturaliza la violencia, atomiza y atemoriza a las sociedades con la única finalidad de paralizarlas y que éstas (nosotras) callemos.

Días de furia

Ante estas estadísticas y “espectáculos de la crueldad” como llama Rita Segato, referente permanente en las luchas feministas antipatriarcal en America Latina, es que, en Chiapas y en todo el mundo las mujeres decidimos seguir luchando, con todo lo que eso implica, poniendo en riesgo nuestras vidas. En Argentina matan 1 mujer cada 37 horas, en Nicaragua el doble y con conductas similares a los sucesos de Ciudad Juárez, México. En Brasil creció un 6.8% el año pasado, hasta 4.473 homicidios en 2017, lo que significa que, en promedio, doce mujeres son víctimas de la violencia por día y una cada dos horas, según un informe publicado en el portal de noticias G1, sin contar que cada minuto se comete una violación en el ámbito social y privado…

En el último encuentro en San Cristóbal de las Casas el Subcomandante Marcos (Galeano) habló desde el corazón, desde su vida en la clandestinidad como la de tantos otroas zapatistas. Emociona ver como la clandestinidad y la violencia que el sistema apunta hacia elloas los fortalece, pero no los endurece. Uno ve y siente que ahí está la historia, que de ahí vendrá el resurgimiento en la conciencia de los pueblos. Porque como dice el Sub “a nosotros nos matan dos veces, la muerte mortal, y la muerte de memoria”. El encuentro de mujeres, tiene que ser un acto heroico para todas las mujeres del mundo. Hay que entender que viven clandestinamente, que no hay derechos formales para estas mujeres, que las escuelas, las salas de atención de salud, la asistencia a los malos tratos son socorridos por ellas mismas, que levantaron un pueblo, que dignificaron su origen, y que van a dar la vida por ello.

Dignidad, sin especulaciones, sin trofeos y medallas; estas mujeres son sabiduría originaria, energía vital, son la Blackpacha mama, la matría que quisieron desaparecer, no pudieron y no podrán porque somos muchas, somos hermanas de corazón hasta la victoria, siempre.

 

Dedico esta humilde colaboración a Milagro Sala, Madres de Plaza de mayo, a Susana Trimarco, a todas las mujeres desaparecidas en la última Dictadura Cívico Militar en la Argentina y a las mujeres que no volvieron.

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