top of page
Gabriel Oyhantçabal**

Encrucijadas estratégicas para la izquierda uruguaya*


Ilustración: Laura Becerra (http://laurabecerraarte.wix.com/laurabecerra).

En estas líneas quiero compartir tres ideas para pensar algunos de los desafíos que enfrenta la izquierda uruguaya para organizar su acción política en clave socialista. Se trata por tanto de ir más allá de la gestión de lo existente, asumiendo por cierto que cualquier proceso transformador implica gestión, pero sabiendo también que si por algo existe hace más de 200 años la izquierda en el mundo, es porque está abierta la posibilidad histórica de construir un tipo de sociedad donde el "hombre no sea lobo del hombre".

1. Enfrentar la orfandad estratégica

La izquierda uruguaya, pero también nuestros pares regionales, habita un estadio que junto a Daniel Bensaid(1) podemos llamar de orfandad estratégica en tanto carecemos de hipótesis estratégicas fuertes para pensar la acción política más allá del capitalismo y su gestión. Las razones son múltiples, aunque sin lugar a dudas el colapso del socialismo real y la derrota que sufrimos durante la última dictadura empresarial-militar, no solo alejaron del horizonte la posibilidad de cuestionar/superar una forma de organización social históricamente finita como el capitalismo, sino que dejaron nuestro arsenal teórico-político desprovisto de orientaciones generales mínimas para la transformación social(2).

Algunas de estas herencias son hoy tan pesadas que, sea por pereza, sea por incapacidad, la producción teórico/intelectual en la izquierda hoy es una rareza. Se trata además de un rezago que tiene décadas, y que se expresa tanto en la producción teórica como en la formación de cuadros a lo largo y ancho de la izquierda social y política.

Esta precariedad lleva a que lo más común sea usar la teoría como ideología. Si entendemos a la teoría (marxista, libertaria, al pensamiento crítico en general) como una elaboración abierta que intenta reproducir en “la cabeza” lo que pasa en la realidad, esta nos debería servir de guía para la investigación y la acción, es decir para conocer mejor lo que pasa, y a partir de esto organizar mejor nuestra militancia. Ya se ha dicho que quién “erra” en la teoría indefectiblemente erra en la práctica, mientras aquel que “acierta” en la teoría, puede acertar en la práctica.

Este problema se traduce en algunos vicios recurrentes. Uno de ellos es la canonización de autores, sobre todo si hicieron revoluciones. Así, los textos (los fundacionales o directamente los manuales) se leen como si fueran una biblia, se reproducen de forma dogmática las ideas, y se construye un repertorio de lugares comunes (ideología) que no necesariamente tiene que ver con el movimiento de la realidad. De ahí que algunos intelectuales afirmen que pensamos con ideas zombies, elaboradas para otro tiempo y lugar, pero que aún caminan entre nosotros.

Quiero aclarar que con esto no llamo a no leer a los clásicos, más bien todo lo contrario, deben ser fuente de inspiración y guía, pero no para repetir esquemas, sino para intentar comprender por nosotros mismos qué es lo que está pasando. Y esto por la sencilla razón de que si la realidad es dialéctica, es decir, está en movimiento contradictorio, el pensamiento tiene que seguir ese movimiento para comprenderla.

Un segundo elemento que contribuye a nuestra debilidad, relativa en este caso, tiene que ver con la fortaleza de la burguesía. Es que si hay una clase con conciencia para sí en esta sociedad, esta es la clase capitalista, la que recurre diversos mecanismos para producir y amplificar sus diagnósticos y su agenda estratégica. A veces parece que olvidamos aquella conocida frase Marx de que la “ideología dominante es la ideología de la clase dominante”.

La burguesía tiene a su disposición a un ejército de intelectuales investigando y construyendo consensos, para lo cual recurre a mecanismos mucho más sofisticados y sutiles de lo que aparenta. Así los famosos think tanks, los “tanques de pensamiento” en una traducción literal al español, se encargan de elaborar y difundir la agenda estratégica del capital. Muchos de estos centros de pensamiento se organizan en fundaciones (nacionales o internacionales), sin embargo también existe una pléyade de intelectuales radicados en diversas universidades (públicas y privadas) que contribuyen activamente a elaborar y traducir la agenda del capital.

Así las cosas, la combinación debilidad propia y fortaleza de la burguesía da lugar a una situación más peligrosa aún: la adopción de la agenda del capital por parte de las organizaciones sociales y políticas de los trabajadores. Basta ver la relevancia que tienen los llamados problemas de “inseguridad” o la llamada “crisis educativa” en el propio sentido común hegemónico.

De compartirse este diagnóstico, lo que aparece como necesidad ineludible es asumir el desafío de relanzar el estudio sistemático de nuestras sociedades. De volver a elaborar diagnósticos en torno a cómo funciona la acumulación de capital, a cómo nos “domina la clase dominante” y a volver a debatir y re-pensar colectivamente las hipótesis estratégicas para la acción política en el corto, en el mediano y en el largo plazo. La tarea será ardua, y las carencias no se solucionarán de forma inmediata, pero las respuestas solo aparecen una vez identificados los problemas. Todo esto sabiendo que la política tiene un núcleo irreductible de arte e improvisación, lo que nos exige asumir, siempre, el carácter provisorio de las tesis políticas.

2. Superar el fetiche de la administración

El diagnóstico anterior solo tiene sentido si hacemos carne el desafío de relanzar al socialismo como el horizonte posible y necesario para nuestro tiempo, es decir, si pensamos más allá de la gestión. En un sentido amplio, entiendo al socialismo de forma bastante parecida al que adquirió en sus primeras formulaciones allá por el siglo XIX, cuando expresaba un horizonte político marcado por la posibilidad y la necesidad de superar las relaciones sociales ordenadas por la valorización del capital. Es que el capital no es algo externo que domina a la clase trabajadora, sino que es una relación social histórica mediante la cual realizamos nuestra existencia en el mundo: al final de cuentas sobrevivimos porque vendemos nuestra capacidad de trabajar para poner en marcha la acumulación de capital.

Entendido así, el socialismo no debería formularse en clave mística, sino que por el contrario debe ser dotado de materialidad presentándolo como el horizonte ordenador para la acción política en la sociedad del capital. Se trata además de un ordenador que debe asumir el carácter necesariamente transicional de cualquier proceso de transformación social, por lo que nos tenemos que hacer cargo del complejo ejercicio dialéctico según el cual, lo viejo al mismo tiempo que nos determina, indefectiblemente va a morir… y por tanto de nuestra acción política dependerá que forma adopte lo nuevo.

Desde una interpretación materialista que piense la acción política más allá de la gestión parece fundamental combatir lo que llamo el fetiche de la administración. Según este fetiche(3) la determinación principal de una sociedad son sus gobernantes, de forma que todo el problema de la política se resumiría a los gestores, y por tanto solo alcanzaría con su recambio. No digo que esta dimensión no sea relevante en la medida que es indudable que los gobernantes personifican los trazos centrales de cualquier sociedad, pero sí es fundamental insistir en que son las relaciones sociales de producción capitalistas, y según estas que lugar ocupamos en la división internacional del trabajo, las que deben ser cambiadas.

3. Forjar un nuevo sujeto político antagonista

Los elementos anteriores deben ser aterrizados en una agenda mediata e inmediata para la acción política en Uruguay para no quedar en meras abstracciones. Es evidente que en estas líneas no podré abordar en toda su complejidad del problema, pero sí me interesa ubicar algunos elementos que entiendo fundamentales para militar más allá de la gestión.

Para empezar, y conectando con la idea con que comienza este artículo, es imperioso conocernos ya que ningún programa transformador podrá montarse sobre la precariedad y la improvisación en el conocimiento sobre nuestro capitalismo. La tarea no es sencilla, pero la teoría no es lujo y, aunque pueda sonar antipático en estos tiempos, se nos va la vida en conocer científicamente las peculiaridades del capitalismo uruguayo.

En esta línea propongo tres hipótesis para (re)pensar el Uruguay actual. La primera es que somos hijos de la renta agraria, es decir que son los ciclos de alza y de baja de la renta agraria que portan las mercancías que exportamos (carne, soja, celulosa, lana, lácteos) las que fundamentalmente definen los ciclos de acumulación de capital, y estos ciclos están íntimamente asociados a los ciclos políticos. Basta ver como en los períodos de nuestra historia como el batllismo (1904-1916), el neo-batllismo (1943-1959) y ahora el progresismo (2005-…), están directamente ligados a ciclos de alza en los precios y los volúmenes de los que exportamos, y es esa riqueza extraordinaria, que es renta del suelo, la que permite “financiar” a la burguesía industrial, elevar los salarios y el gasto público, articulando pactos “poli-clasistas” de impronta socialdemócrata. El problema es cuando la renta se va, y nos enfrentamos a la cruda realidad de un capitalismo periférico e ineficiente al que le sobran capitales y población obrera (1960-2002).

La segunda hipótesis es que el Frente Amplio (FA) es el último hijo legítimo de la renta agraria que transitó entre los últimos dos grandes booms rentistas. El FA es producto del agotamiento del Uruguay batllista, un sujeto político estructurado por el descalabro de la industrialización pos sustitución de importaciones, que sobrevivió a la larga noche militar y neoliberal (1973-2004) que vino para desvalorizar la fuerza de trabajo(4), y que llegó al gobierno capitalizando el agotamiento anterior justo en un contexto internacional marcado por un nuevo boom rentista ligado a los altos precios de las commodities y a la baratura del crédito.

Pero, este largo ciclo se está agotando, y con él su expresión política por excelencia: el Frente Amplio. Con esto no auguro su futura derrota electoral, pero sí entiendo que cada vez hay menos margen de acción para proyectos políticos poli-clasistas que puedan resolver el conflicto de clases gracias a un ciclo alcista de la renta agraria que coyunturalmente permite dinamizar la acumulación de capital sin avanzar sobre el salario directo e indirecto.

De este agotamiento deviene mi tercer hipótesis: se está abriendo una ventana de oportunidad para forjar un nuevo sujeto político antagonista que articule las múltiples determinaciones de la clase trabajadora en una nueva herramienta política. Es indudable que este sujeto heredará muchas de las tradiciones del ciclo anterior, y seguramente también algunas de sus principales herramientas político-sociales como el movimiento sindical y el estudiantil, pero también deberá re-inventarse si quiere estar a la altura del tiempo histórico, agregando conflictivamente nuevas dimensiones de la lucha social. Para ser más explícito: poco a poco se están generando las condiciones para hacer emerger un nuevo sujeto político que exprese los intereses generales de la clase trabajadora, la que incluye pero trasciende lo estrictamente sindical, que necesariamente deberá articular a la izquierda realmente existente que hoy habita dentro y fuera del FA.

El desafío para la acción política pasa entonces por leer acertadamente estos movimientos tectónicos, tanto para hilvanar y articular a este nuevo sujeto, como para dotarlo de un programa que, para escapar de la fuerza gravitacional de las soluciones “dentro del sistema”, tiene que asumir como tarea central redefinir el poder político de clase y avanzar en el control popular y Estatal del excedente social.

 

* Artículo originalmente publicado en el nº5 de Revista Compañero (6ª Época, julio 2017), tomando como base la exposición realizada durante la mesa-debate del primer aniversario de Hemisferio Izquierdo.

** Trabajador de la educación superior en la Universidad de República. Integrante del comité editorial de Hemisferio Izquierdo.

Notas

(1) Militante e intelectual francés de la 4ª internacional. Algunos de sus artículos en español se pueden leer en http://www.democraciasocialista.org/?page_id=1963

(2) Es indudable que luego de la dictadura prácticamente la totalidad de la izquierda nacional y regional optó por la vía electoral como forma de acción política principal. Sin embargo, más que una estrategia, esta opción parece más un movimiento táctico sin encuadre general, lo que ha quedado en evidencia una vez que arribaron a espacios de poder en el Estado (ejecutivo y/o legislativo).

(3) Por fetiche entiendo a alguna cosa que parece tener propiedades que en realidad no tiene (un amuleto por ejemplo).

(4) Si la dictadura militar cumplió el rol histórico de bajar el salario directo a sangre y fuego, los gobiernos democráticos posteriores expresaron la necesidad de ajustar el salario indirecto recortando el gasto público y desmantelando servicios ofrecidos por el Estado.

bottom of page