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Lilián Galán*

"Nuestros gobiernos no pueden agotarse en perseguir solo los resultados que nos permitan ganar


Respecto a las consignas dadas para analizar la situación económica de Uruguay, y los cambios o no realizados al modelo económico a lo largo de los periodos de gobierno del FA, entiendo pertinente dejar claro, que las respuestas a todas estas interrogantes no son de carácter económico sino que son esencialmente políticas.

Tampoco es posible abordar el análisis de la situación ni sus escenarios de solución en términos exclusivamente nacionales, deben pensarse como mínimo en términos de la región sudamericana.

Otra condicionante que nos parece crucial al pensar en escenarios que habiliten puntos de inflexión, es poder generar una base social de los cambios con un nivel de conciencia tal, que pueda sostener los acuerdos programáticos necesarios, más allá de los avatares electorales.

Entiendo que debimos trabajar como militantes políticos en primer orden para generar las condiciones necesarias para lograr pueblo organizado que se apropiara de un programa estratégico más allá de lo electoral. Es crucial que las grandes mayorías entiendan que los esfuerzos para cambiar el paradigma capitalista son de largo plazo; si insistimos en tratar de mantener solamente electores le estaremos errando sin lugar a dudas.

Podemos decirlo de otro modo, es necesario que la base social de los cambios esté compuesta por hombres y mujeres que se comprometan con el futuro desarrollo social y no se conformen con ser simples consumidores de líderes que les prometan soluciones a sus expectativas cada 5 años. Esta última afirmación entronca directamente con la necesidad de tener políticas activas de cambio cultural que permita que se construya y vaya reinventando la base social de los cambios, el pueblo.

Ahora bien, ¿Cuál es nuestro ideal de sociedad, queremos un Estado de Bienestar a la europea? ¿Casa propia, auto, aire acondicionado? ¿A qué nivel de consumo mínimo queremos que llegue el decil más pobre? ¿Cuándo el nivel de riqueza del decil más rico deja de ser fruto de un mérito comprobable y solo se vuelve un problema ético del que mejor no se habla?

Hecha la introducción, ¿cuánto de esto hemos logrado? ¿Estamos trabajando para ello? ¿En qué acertamos, en qué erramos, cual es el camino a seguir?

Digamos muy sinceramente que la fuerza política que integro no tiene respuestas únicas a todos los cuestionamientos que planteamos antes, sí tiene un programa único que refleja los acuerdos posibles, y luego tiene un funcionamiento en el aparato estatal, y una expresión en las organizaciones sociales que tejen y destejen alianzas y rupturas en el día a día.

¿Queremos definir el mejor modelo económico? Hace falta mucha más política, y no solo a nivel institucional, o académico, (aunque también es imprescindible). Es necesaria mucha más política en la calle, en el barrio.

Nuestra “base social” de los cambios ideal debería ser capaz de entender que los países están surcados por poderosísimas empresas transnacionales, esto es, por núcleos de actividad económica que operan en ellos con objetivos, criterios y organizaciones homogéneas, con una visión de la producción y el consumo global, para los cuales los territorios son marcos de actuación, con los que se tratará de lidiar el mínimo posible, pero que no son vistos como territorios a desarrollar en sí mismos. Los grandes capitales son los que marcan las reglas de juego, no se identifican con un territorio, no buscan cultivar una relación privilegiada con un solo gobierno; es más crean los gobiernos a la medida de sus necesidades.

Nuestro país a partir de 2005, al igual que los restantes procesos progresistas de la región emerge de una profunda crisis, sustentada en un modelo neoliberal a ultranza, en el que se apostó a que el “mercado” fuera la mejor solución para todo. Claramente detrás de ello estaban las decisiones de las grandes trasnacionales tratando de quedarse con la mayor parte de las áreas de actuación pública que fueran rentables, y aquellas que no lo fueran, igualmente rentabilizarlas.

Desde el año 2002 hablábamos de la idea de Refundación Nacional, gráficamente decíamos que estábamos en un cruce de caminos, y era fundamental un giro sustantivo. Volver a levantar determinados cimientos, hablando lisa y llanamente, de una nación de matriz batllista.

Los uruguayos, al igual que en otros hermanos países de la región, entendieron en la lucha contra las privatizaciones, contra la pauperización del salario, contra la desregulación de las condiciones de empleo, en la tangibilidad de cómo los servicios públicos eran servicios cada vez más pobres y para pobres (educación, salud, la posibilidad de acceder a una vivienda, eran cada vez más migajas y no derechos), que era necesario un cambio.

Creemos sinceramente que los gobiernos progresistas de la región dieron muchos pasos en el sentido correcto, poniendo al menos como sentido común, que el rumbo pueda definirse provisoriamente como aquello que nos aleje de las causas y los efectos del capitalismo más salvaje.

¿Es todo lo que se podría haber hecho? Seguramente no. No se pudo, no se supo, o no se quiso, abrir espacios de participación que propiciaran el desarrollo de experiencias dotadas de sentido de poder popular, ése que podría haber sido un motor mucho más potente de los cambios. Ahora, conviene también tensar este relato y hacer dialogar a varios factores, y hacernos más preguntas.

¿Las clases dominantes, los dueños de la tierra, los dueños de los medios de producción, hubieran aceptado mansamente que se crearan mayores espacios de poder popular? Difícilmente, pero en todo caso nos quedamos a medio camino.

Ganamos las elecciones con un acuerdo electoral amplio y eso no significa la conquista del poder sino del gobierno. La acumulación social para cambios estructurales de otra índole no se construye exclusivamente desde lo institucional, y en todo caso los caminos recorridos en la historia de manera inversa son los que han acumulado mayor capital histórico y político.

¿Cómo hubieran reaccionado los tenedores de nuestra Deuda Externa, ante un modelo abiertamente más socializante?

Nuestras mejores chances de avances estaban y seguirán estando en el Mercosur, y sobre todo en el Mercosur Social. Hoy, de los cuatro países fundadores del Mercosur solo queda Uruguay, con un gobierno calificable de progresista, en los restantes, están sufriendo la restauración neoliberal pura y dura. No obstante, no debieran frenarse los intentos por crear el Mercosur social de los cambios, y esa es una tarea para todos.

Uruguay sigue exhibiendo resultados macroeconómicos satisfactorios en el comparativo de la Región, mirando datos de tasa de crecimiento, o índices de distribución del ingreso, o la calificación de riesgo que se coloca a nuestra deuda que nos permite obtener financiamiento relativamente más barato, y todo esto en un entorno en que los precios de los commodities vienen cayendo. Estos datos no pueden ser celebrados como éxitos del proceso de cambio que buscamos. Solo son datos que aseguran que se condujo al país, dentro de las reglas del capitalismo con margen para crecer y distribuir después de la crisis.

No es nuestra meta, no hacemos política para obtener estos logros, pero que quede meridianamente claro, que este manejo “prolijo” del capitalismo, permitió bajar la cantidad de alumnos por clase en Primaria, construyó escuelas y liceos, pagó mejores jubilaciones, financió el Plan Ceibal, permitió cambiar la matriz de generación eléctrica, nos posiciona como uno de los países con mejor conectividad de datos, y otras cosas que no son menores si las vemos en el día a día de mucha gente.

Todo lo anterior da condiciones materiales y sociales que pueden constituirse en los cimientos de cambios más profundos. No podemos pensar en cambiar la sociedad si al menos no aseguramos que todos los niños del país coman lo suficiente, tengan abrigo y techo, tengan una familia que los contenga. Es con ellos que contamos para construir cambios mayores. Y lejos de pretensiones de demagogia, hablamos de la priorización de una infancia que sigue en gran porcentaje viviendo en condiciones que no son las deseadas para nadie que se pretenda de izquierda.

Hemos invertido en estas cosas, son logros importantes, no aceptamos que se nos diga que solo hemos repartido las migajas, cuando eso lo dice alguien que siempre tuvo techo y comida, y desde la comodidad de su vida resuelta, solo se dedica a protestar por lo que no se ha logrado. Debemos permitirnos también analizar procesos de largo plazo y no caer en el inmediatismo extremo que nos coloniza cada vez más.

Es cierto que en estos periodos del FA avanzó el modelo sojero, se instalaron dos plantas de celulosa en Zonas Francas, se concentró y se extranjerizó la tierra, se ha tensionado como consecuencia de todo este modelo del agronegocio capitalista el medioambiente, y estamos sufriendo las consecuencias.

Los uruguayos que habitamos en las ciudades hemos recibido varias alarmas, cuando han existido dificultades en la entrega de agua potable como consecuencia de contaminación de las fuentes. El equilibrio entre las bonitas cifras de crecimiento económico y las afectaciones al medioambiente no se administran sin tensiones, sin pelea, y por ahora no tenemos la correlación de fuerzas que quisiéramos en este ámbito.

Pero también tenemos que hablar del enorme esfuerzo del Instituto Nacional de Colonización y de sus resultados en estos años; incomparable con todos los años anteriores del INC previo a la llegada del FA al gobierno.

De la creación de la Dirección de Desarrollo Rural en el MGAP, y de lo que eso implica para los pequeños productores familiares, también de la existencia de un Plan Nacional de Agroecología, impulsado desde las organizaciones sociales, y que este vaya logrando apoyo a nivel del Parlamento.

Todas estas acciones pueden ser los gérmenes que cambien el modelo económico en el sentido de beneficio de las grandes mayorías, por las que luchamos. No está escrito el diario del lunes, nunca lo está.

También en lo que pueda entenderse como sector industrial, hemos tenido avances y retrocesos, pero volvamos a un concepto al que referíamos al principio: “empresas transnacionales, operan en los países con objetivos, criterios y organizaciones homogéneas, con una visión de la producción y el consumo global, para los cuales los territorios son marcos de actuación, con los que se tratará de lidiar el mínimo posible”

Cuando cierra una industria en nuestro país, es un fracaso de nuestra política industrial, o es que simplemente somos receptores de datos de decisiones que se toman fuera de Uruguay. ¿Cierran industrias o se re-localizan?, y no solo hablamos de trasnacionales, también de nuestros capitalistas autóctonos.

He aquí el nudo gordiano que tenemos que resolver para cambiar nuestra matriz productiva y dejar de ser un país principalmente exportador de commodities, hecho que nos condiciona a la hora de distribuir, y de aumentar el presupuesto nacional.

Se repite que debemos agregar valor a nuestros productos primarios, y de encadenamientos productivos como un mantra, ¿pero cómo? Pymes, emprendedurismo, desarrollo de tecnología endógena, alianzas políticas con los gobiernos de la región para no terminar compitiendo entre nosotros por la llegada de la Inversión Extranjera Directa. Mucho trabajo para el Ministerio de Industria, para el Ministerio de Relaciones Exteriores, para el Ministerio de Economía, para el PIT CNT, para la UdelaR, para todos los ciudadanos de a pie.

Hay que seguir pensando cuán lejos podemos estar de un consenso al respecto.

Recrear alianzas programáticas que le den un horizonte de al menos 10 años al bloque social de los cambios, en materia de desarrollo industrial, es imprescindible.

Nuestros gobiernos no pueden agotarse en perseguir solo los resultados que nos permitan ganar las próximas elecciones.

Las organizaciones sociales no pueden agotarse en meros reclamos sectoriales, por más válidos y justos que sean, o elevan la mira, o solo serán parte del menú de los más poderosos.

Por último, quisiéramos cerrar la nota haciendo mención a un concepto que mencionáramos al principio: las políticas activas para el cambio cultural. Y lo haremos a partir de una de las políticas del período pasado de alta significación estratégica para lograr un cambio cultural en el bloque social de los cambios. La apuesta a la autogestión como una vía para crear sujetos sociales que potencialmente recrearan relaciones sociales más justas. Nuestra “velita prendida al socialismo”.

Peleamos mucho por encender esa llama y mantenerla, tampoco fueron fáciles los consensos, ni a nivel de gobierno ni de las fuerzas sociales con esta apuesta. Desde algunos actores de gobiernos se pedían garantías como si fueran empresas capitalistas y eficiencia. (¡Eficiencia medida cómo, nos preguntamos! ¿Eficiencia capitalista?)

También al movimiento obrero le costó integrar esta nueva apuesta: ¿son obreros o son patrones los cooperativistas? Hubo dificultades, pero finalmente el PIT CNT también logró integrar esta apuesta de la autogestión en su seno.

En medio de todas esas contradicciones se avanzó, se creó el FONDES, se reestructuró al principio de este periodo de gobierno por ley, con mucha negociación entre visiones diferentes dentro del propio gobierno, pero una vez más apostando a seguir avanzando en todo lo que fuera posible.

Pues bien, la Rendición de Cuentas que acaba de llegar al Parlamento, dice que, quizá hasta el 2020 el FONDES no pueda recibir más aportes de capitalización desde el BROU, porque los Acuerdos de Basilea III que refieren a un conjunto de propuestas de reforma de la regulación bancaria internacional, proponen una serie de iniciativas, promovidas por el Foro de Estabilidad Financiera y el G-20, para fortalecer el sistema financiero tras la crisis de las hipotecas subprime del 2008.

Estas reglas bancocentralistas deberían ser aceptadas por nuestra regulación interna so pena de ser multados a partir de 2018.

Y así las cosas, sino encontramos una respuesta a esta imposición del mundo financiero trasnacional… ¿apagan nuestra velita al socialismo?

¿Qué se viene? ¿Ajuste o ruptura? ¿Puede Uruguay seguir siendo eternamente el país de los cambios amortiguados?

Estamos en medio de un camino trabajoso, lleno de contradicciones, porque mientras tratamos de construir otro rumbo, debemos gobernar en el día a día, con una correlación de fuerzas que nos es adversa y que muchas veces nos pone en la encrucijada de sostener posiciones en el corto plazo que son contradictorias con el rumbo de largo plazo de construcción del socialismo.

El diario del lunes no está escrito, por suerte y a pesar de algunos.

* Lilián Galán es Diputada Nacional por el MPP (Frente Amplio).

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