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  • Eric Blanc*

La revolución olvidada de Finlandia


En el siglo pasado, las historias de la revolución de 1917 se han centrado generalmente en Petrogrado y en los socialistas rusos. Pero el imperio ruso se componía predominantemente de no rusos - y los trastornos en la periferia imperial a menudo eran tan explosivos como en el centro. El derrocamiento del zarismo en febrero de 1917 desencadenó una ola revolucionaria que inmediatamente envolvió a toda Rusia. Quizás la más excepcional de estas insurgencias fue la Revolución Finlandesa, que un erudito ha llamado "la guerra de clases más clara de Europa en el siglo XX".

La excepción finlandesa Los finlandeses eran diferentes a cualquier otra nación bajo el gobierno zarista. Anexado de Suecia en 1809, a Finlandia se le permitió la autonomía gubernamental, la libertad política y, finalmente, incluso su propio parlamento democráticamente electo. Aunque el Zar intentó limitar esta autonomía, la vida política en Helsinki se parecía mucho más a Berlín que a Petrogrado. En un período en el que los socialistas de otras partes de la Rusia imperial se vieron obligados a organizarse en partidos clandestinos y fueron perseguidos por la policía secreta, el Partido Socialdemócrata finlandés (SDP) funcionó abierta y legalmente. Al igual que la socialdemocracia alemana, los finlandeses, a partir de 1899, construyeron un masivo partido de clase obrera y una densa cultura socialista con sus propias salas de reunión, grupos de mujeres trabajadoras, coros y ligas deportivas. Políticamente, el movimiento obrero finlandés estaba comprometido con una estrategia parlamentaria de educar y organizar pacientemente a los trabajadores. Su política era inicialmente moderada: hablar de la revolución era raro, y la colaboración con los liberales era común. Pero el SDP era único entre los partidos socialistas legales europeos de masas que se hizo más militante en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Si Finlandia no hubiera sido parte del imperio zarista, es probable que la socialdemocracia finlandesa hubiera evolucionado de manera similar por el camino de moderación dela mayoría de los partidos socialistas de Europa occidental, en los que los radicales eran cada vez más marginados por la integración parlamentaria y la burocratización. Pero la participación de Finlandia en la Revolución de 1905 giró al partido a la izquierda. Durante la huelga general de noviembre de 1905, un líder socialista finlandés se maravilló ante el alza popular: "Vivimos en un maravilloso período. Los pueblos humildes y satisfechos en soportar la carga de la esclavitud, han dejado de golpe su yugo. Los grupos que hasta ahora han estado comiendo corteza los árboles, ahora exigen pan". A raíz de la Revolución de 1905, los parlamentarios socialistas moderados, dirigentes sindicales y funcionarios, se encontraron ahora en minoría en el SDP. Buscando implementar la orientación del teórico marxista alemán Karl Kautsky, desde 1906 en adelante, la mayor parte del partido buscó tácticas legales y un enfoque parlamentario con una fuerte política de lucha de clases. "El odio de clase debe ser bienvenido, ya que es una virtud", proclamó una publicación del partido. Según el SDP sólo un movimiento sindical independiente podría promover los intereses de los trabajadores, defender y expandir la autonomía finlandesa de Rusia y ganar la democracia política completa. Una revolución socialista acabaría siendo la tarea del día, pero hasta entonces el partido debería reforzar cautelosamente su fuerza y ​​evitar cualquier choque prematuro con la clase dominante. Esta estrategia de la socialdemocracia revolucionaria -con su mensaje militante y métodos lentos pero constantes- tuvo un éxito espectacular en Finlandia. En 1907, más de cien mil trabajadores se habían unido al partido, convirtiéndolo en la mayor organización socialista del mundo en proporción a la población. Y en julio de 1916 la socialdemocracia finlandesa hizo historia convirtiéndose en el primer partido socialista en cualquier país en ganar una mayoría en el parlamento. Sin embargo, debido a los últimos años de "rusificación" zarista, la administración rusa mantuvo la mayor parte del poder estatal en Finlandia. Sólo en 1917 el SDP enfrentó los desafíos de mantener una mayoría parlamentaria socialista en una sociedad capitalista.

Los Primeros Meses La noticia de la insurrección de febrero en Petrogrado fue una sorpresa para Finlandia. Cuando los rumores fueron confirmados, los soldados rusos estacionados en Helsinki se amotinaron contra sus oficiales, según describe un testigo:

"Por la mañana, soldados y marineros marchaban con pancartas rojas en las calles, en procesiones cantando la Marsellesa, o en multitudes separadas, distribuyendo cintas rojas y banderas. Las patrullas de chalecos azules armados iban por todas partes de la ciudad, desarmando a todos los oficiales que, a la menor resistencia o negarse a tomar el emblema rojo, eran asesinados y dejados en el suelo". Los administradores rusos fueron expulsados, los soldados rusos estacionados en Finlandia declararon su lealtad al Soviet de Petrogrado y la policía finlandesa fue destruida desde abajo. El relato de primera mano de la revolución de 1918 de Henning Söderhjelm, escritor conservador, expresión inestimable de las opiniones de la élite finlandesa, lamentó la pérdida del monopolio estatal de la violencia: "Fue política expresa del [SDP finlandés] destruir completamente a la policía, que había sido expulsada por los soldados rusos al comienzo de la revolución, y nunca volvió a aparecer. El "pueblo" no sentía confianza en esta institución, y en su lugar se establecía un cuerpo local para el mantenimiento del orden, una "milicia", cuyos hombres debían pertenecer al Partido Socialdemçocrata". ¿Qué debería reemplazar a la antigua administración local rusa? Algunos radicales impulsaban un gobierno obrero, pero eran una minoría. Al igual que en el resto del imperio, Finlandia fue inundada en marzo por un llamado a la "unidad nacional". Con la esperanza de obtener una amplia autonomía frente al nuevo Gobierno Provisional ruso, un ala de líderes moderados del SDP rompió con la antigua posición del partido y se unió al gobierno de coalición con liberales finlandeses. Varios socialistas radicales denunciaron este movimiento como una "traición" y una violación brutal de los principios marxistas del SDP. Otros líderes clave, sin embargo, aceptaron la entrada en el gobierno para evitar una división en el partido. La luna de miel política de Finlandia duró poco. El nuevo gobierno de coalición fue rápidamente atrapado en el fuego cruzado de la lucha de clases, mientras una militancia sin precedentes estallaba en los lugares de trabajo, calles y zonas rurales de Finlandia. Algunos socialistas finlandeses centraron sus esfuerzos en la construcción de milicias de trabajadores armados. Otros promovieron huelgas, sindicalismo militante y activismo en el lugar de trabajo. Söderhjelm describió la dinámica: "El proletariado ya no suplicaba ni oraba, reclamaba y exigía. Nunca, supongo, el trabajador, especialmente el más rudo, se sintió tan henchido de poder como en el año 1917 en Finlandia". La élite finlandesa había esperado inicialmente que la entrada de socialistas moderados en un gobierno de coalición obligaría al SDP a abandonar su línea de lucha de clases. Söderhjelm lamentó que estas esperanzas se frustrasen: "La muchedumbre rectora se desarrolló con rapidez inesperada. ... En primer lugar, las tácticas del Partido Laborista [eran culpables]. [...] Aunque el Partido Laborista observaseí cierta dignidad en su conducta más oficial, continuaba con celo incesante su política de agitación contra la burguesía". Mientras que los socialistas moderados en el nuevo gobierno -igual que sus aliados los líderes sindicales- intentaron amortiguar la insurgencia popular, la extrema izquierda del partido reclamó consistentemente una ruptura con la burguesía. Vacilando entre estos dos polos estaba la corriente centrista amorfa que daba un apoyo limitado al nuevo gobierno. Y aunque la mayoría de los líderes del SDP en general continuaron dando prioridad a la arena parlamentaria, la mayoría apoyó - o al menos acompañó - la oleada desde abajo. Ante la inesperada oleada de resistencia, la burguesía finlandesa se volvió cada vez más beligerante e intransigente. El historiador Maurice Carrez señala que la clase alta finlandesa nunca se resignó a "compartir el poder con un partido político al que veía como a la encarnación del diablo".​

Polarización de clases La implosión del gobierno de coalición finlandesa comenzó en el verano. En agosto, el suministro de alimentos del imperio se había derrumbado y el espectro de hambre se apoderó de los trabajadores finlandeses. Los disturbios alimenticios estallaron a principios de mes y la organización Helsinki del SDP denunció la negativa del gobierno a tomar medidas decisivas para hacer frente a la crisis. "Las hambrientas masas trabajadoras pronto perdieron toda confianza en el gobierno de coalición", señaló Otto Kuusinen, principal teórico de izquierda del SDP, que fundó el movimiento comunista finlandés al año siguiente. La intransigencia socialista en la lucha por la liberación nacional intensificó aún más la polarización de clase. Los socialistas finlandeses lucharon duro para poner fin a la injerencia del gobierno ruso en la vida interna de su país. Al ganar la independencia esperaban utilizar su mayoría parlamentaria -y su control de las milicias obreras- para impulsar un ambicioso programa de reformas políticas y sociales. Un líder socialista explicó en julio que "hasta ahora nos hemos visto obligados a luchar en dos frentes: contra nuestra propia burguesía y contra el gobierno ruso. Si queremos que nuestra guerra de clases tenga éxito, si queremos reunir todas nuestras fuerzas en un solo frente, contra nuestra propia burguesía, necesitamos independencia, para lo que Finlandia ya está madura". Los conservadores y liberales de Finlandia por sus propias razones también querían fortalecer la autonomía finlandesa. Pero no estaban dispuestos a recurrir a métodos revolucionarios para lograr este objetivo, ni tampoco apoyaron en general el impulso del SDP hacia la independencia total. El choque finalmente llegó en julio. En el parlamento finlandés, la mayoría socialista propuso el proyecto de ley Valtalaki (Ley de Poder), que proclamó unilateralmente la plena soberanía finlandesa. El Valtalaki fue aprobado el 18 de julio. Pero el Gobierno Provisional ruso, dirigido por Alexander Kerensky, rechazó inmediatamente la validez del Valtalaki y amenazó con ocupar Finlandia si su veredicto no era respetado. Cuando los socialistas finlandeses se negaron a renunciar, o derogar el Valtalaki, los liberales y conservadores finlandeses aprovecharon el momento. Con la esperanza de aislar el SDP y poner fin a su mayoría parlamentaria, cínicamente apoyaron y legitimaron la decisión de Kerensky de disolver el parlamento finlandés elegido democráticamente. Se convocaron nuevas elecciones al parlamento, en las que los no-socialistas obtuvieron una estrecha mayoría. La disolución del Parlamento de Finlandia marcó un momento decisivo. Hasta este momento, las esperanzas habían permanecido altas entre los trabajadores y sus representantes de que el parlamento podría ser utilizado como un vehículo para la emancipación social. Kuusinen explicó: "Nuestra burguesía no tenía ejército, ni siquiera una fuerza policial con la que pudieran contar. Por lo tanto, parecía que todo podría justificarse por la legalidad parlamentaria, en la que, al parecer, la socialdemocracia podía ganar una victoria tras otra". Pero cada vez era más evidente para un número creciente de trabajadores y dirigentes de partidos que el parlamento había perdido su utilidad. Los socialistas denunciaron el golpe antidemocrático y criticaron a la burguesía por su connivencia con el Estado ruso contra los derechos nacionales y las instituciones democráticas de Finlandia. Según el SDP, las nuevas elecciones parlamentarias eran ilegales y habían sido ganadas a través del fraude electoral generalizado. A mediados de agosto, el partido ordenó a todos sus miembros que renunciaran al gobierno. No menos importante, los socialistas finlandeses se aliaron cada vez más con los bolcheviques, el único partido ruso que apoyó su reclamo de independencia. Todas las partes se calzaron los guantes, y entonces la pacífica Finlandia se precipitó hacia una explosión revolucionaria.

La lucha por el poder En octubre, la crisis en el imperio ruso había llegado a su punto álgido. Los trabajadores finlandeses de la ciudad y en el campo exigieron con ira que sus líderes tomasen el poder. Los enfrentamientos violentos comenzaron a aflorar en toda Finlandia. Sin embargo, muchos de los dirigentes del SDP continuaron creyendo que el momento de la revolución podría ser aplazado hasta que la clase obrera estuviera mejor organizada y armada. Otros tenían miedo de abandonar la arena parlamentaria. En palabras del líder socialista Kullervo Manner a finales de octubre: "No podemos evitar la revolución por mucho tiempo. La fe en el valor de la actividad pacífica se pierde y la clase obrera empieza a confiar sólo en sus propias fuerzas. Si nos equivocamos acerca del rápido acercamiento de la revolución, estaría encantado". Después de que los bolcheviques llegaron al poder a finales de octubre, parecía que Finlandia sería la siguiente en la línea. Privada del apoyo militar del Gobierno Provisional ruso, la élite finlandesa estaba peligrosamente aislada. Los soldados rusos -estacionados en Finlandia por decenas de miles- generalmente apoyaban a los bolcheviques y su llamado a la paz. "La ola del bolchevismo victorioso llevará a nuestros socialistas agua a su molino, y ciertamente son capaces de comenzar a girar", observó un liberal finlandés. Las bases del SDP y los bolcheviques en Petrogrado pidieron a los líderes socialistas finlandeses que tomaran inmediatamente el poder. Pero la dirección del partido retrocedió. No estaba claro para nadie si el gobierno bolchevique podría durar más de unos días. Los socialistas moderados se aferraban a la esperanza de encontrar una solución parlamentaria pacífica. Algunos radicales argumentaron que la toma del poder era posible, urgente y necesaria. La mayoría de los líderes vacilaron entre estas dos opciones. Kuusinen recordó la indecisión del partido en este momento crítico: "Nosotros, los socialdemócratas, unidos sobre la base de la guerra de clases, nos inclinamos primero hacia un lado y luego hacia el otro, apoyándonos en primer lugar fuertemente hacia la revolución, de nuevo." Incapaz de llegar a un acuerdo sobre un levantamiento armado, el partido convocó una huelga general el 14 de noviembre en defensa de la democracia contra la burguesía, por las urgentes necesidades económicas de los trabajadores y la soberanía finlandesa. La respuesta de abajo fue abrumadora. De hecho fue mucho más allá del llamado de una huelga relativamente cautelosa. Finlandia se detuvo. En varias ciudades, las organizaciones locales del SDP y la Guardia Roja tomaron el poder, ocuparon los edificios estratégicos y arrestaron a los políticos burgueses. Parecía que este patrón insurreccional pronto se repetiría en Helsinki. El 16 de noviembre el Consejo de Huelga General de la capital votó por tomar el poder. Pero cuando líderes sindicales moderados y socialistas denunciaron la decisión y renunciaron al cuerpo, el consejo se retiró ese mismo día. Resolvió que "dado que una minoría tan grande disentió, el Consejo no puede en esta ocasión comenzar a tomar el poder por los trabajadores, sino que seguirá actuando para aumentar la presión sobre la burguesía". El historiador finlandés Hannu Soikkanen ha subrayado que la huelga de noviembre fue una gran oportunidad perdida: "No cabe duda de que este es el mejor momento para que las organizaciones obreras se apoderen del poder, la presión desde abajo es enorme y la voluntad de lucha es mayor ... La huelga general convenció a la burguesía, con pocas excepciones, del agudo peligro de que los socialistas utilizasen el tiempo hasta el estallido de la guerra civil abierta para organizarse bajo una firme dirección". Anthony Upton ha señalado que "los revolucionarios finlandeses eran, en general, los más miserables revolucionarios de la historia". Tal afirmación podría sostener que nuestra historia terminaría en noviembre, pero los sucesos posteriores mostraron que el corazón revolucionario de la socialdemocracia de Finlandia eventualmente prevaleció. Después de la huelga general, los trabajadores frustrados buscaban cada vez más las armas y recurrían a la acción directa. La burguesía se preparó de manera similar para la guerra civil mediante la construcción de su "Guardia Blanca" y recurrir al gobierno alemán para el apoyo militar. A pesar del rápido colapso de la cohesión social, muchos líderes socialistas siguieron participando en negociaciones parlamentarias infructuosas. Sin embargo, esta vez el ala izquierda del SDP endureció su espina dorsal y declaró que cualquier nuevo retraso en la acción revolucionaria sólo conduciría al desastre. A través de una larga serie de batallas internas en diciembre y principios de enero, los radicales eventualmente ganaron. En enero, las palabras revolucionarias del SDP se tradujeron finalmente en hechos. Para señalar el inicio de la insurrección, los líderes del partido en la noche del 26 de enero encendieron una linterna roja en la torre del Salón de los Trabajadores de Helsinki. Durante los días siguientes, los socialdemócratas y sus organizaciones de trabajadores afiliados tomaron el poder con facilidad en todas las grandes ciudades de Finlandia, mientras que el norte rural permaneció en manos de la clase alta. Los insurgentes de Finlandia publicaron una proclamación histórica que anunciaba que la revolución era necesaria porque la burguesía finlandesa, junto con el imperialismo extranjero, había llevado a cabo un "golpe" contrarrevolucionario contra las conquistas obreras y la democracia: "El poder revolucionario en Finlandia a partir de este momento pertenece a la clase obrera ya sus organizaciones. La revolución proletaria es noble y severa, severa para los insolentes enemigos del pueblo, pero dispuesta a prestar su ayuda a los oprimidos y marginados". Aunque el recién establecido Gobierno Rojo intentó al principio trazar un curso político relativamente cauteloso, Finlandia rápidamente entró a una sangrienta guerra civil. El retraso en la toma del poder había costado caro a la clase trabajadora finlandesa ya que en enero la mayoría de las tropas rusas habían regresado a su país. La burguesía aprovechó tres meses después de la huelga de noviembre para construir sus tropas en Finlandia y Alemania. En última instancia, más de veintisiete mil rojos finlandeses perdieron sus vidas en la guerra. Y después de que el ala derecha aplastara a la República Socialista Obrera finlandesa en abril de 1918, otros ochenta mil obreros y socialistas fueron arrojados a campos de concentración. Los historiadores están divididos sobre si la revolución finlandesa podría haber triunfado si hubiera comenzado antes y adoptado un enfoque político y militar más ofensivo. Algunos argumentan que el factor decisivo último fue la intervención militar imperialista alemana en marzo y abril de 1918. Kuusinen dibujó un balance similar: "El imperialismo alemán escuchó las lamentaciones de nuestro burgueses y se declaró dispuesto a absorber la nueva independencia que la República Soviética de Rusia había concedido a Finlandia a petición de los socialdemócratas finlandeses. El sentimiento nacional de la burguesía no sufrió en lo más mínimo por esto, y el yugo de un imperialismo extranjero no fue ningún terror para ellos cuando parecía que su "patria" estaba a punto de convertirse en la patria de los trabajadores, en sacrificar a todo el pueblo al gran bandido alemán siempre que pudiesen mantener para sí mismos la deshonrosa posición de capataces de esclavos".

Lecciones aprendidas ¿Qué debemos pensar de la Revolución finlandesa? Lo más obvio es que muestra que la revolución obrera no era sólo un fenómeno en el centro de Rusia. Incluso en la Finlandia parlamentaria pacífica, los trabajadores se convencieron cada vez más de que sólo un gobierno socialista podría ofrecer una salida a la crisis social y la opresión nacional. Tampoco los bolcheviques eran el único partido en el imperio capaz de conducir a los obreros al poder. En muchos sentidos, la experiencia del SDP finlandés confirma la visión tradicional de la revolución adoptada por Karl Kautsky: a través de una organización paciente y consciente de clase, los socialistas ganaron la mayoría en el parlamento, liderando el derecho a disolver la institución, lo que provocó una revolución socialista. La preferencia del partido por una estrategia parlamentaria defensiva no le impidió en última instancia derrocar el gobierno capitalista y tomar medidas hacia el socialismo. En contraste, la socialdemocracia social burocratizada -que había abandonado la estrategia de Kautsky desde hacía mucho tiempo- activamente mantuvo el gobierno capitalista en 1918-19 y violentamente rompió los esfuerzos para derrocarlo. Sin embargo, Finlandia demostró no sólo las fortalezas, sino también las limitaciones potenciales de la socialdemocracia revolucionaria: la vacilación en abandonar la arena parlamentaria, una subestimación de la acción de masas, y una tendencia a inclinarse ante los socialistas moderados por el bien de la unidad del partido.

Traducción: Fernando Moyano * Eric Blanc es un activista e historiador en Oakland, California. Es autor de. "Marxismo anticolonial: Opresión y revolución en las fronteras zaristas".

Tomado de Revista internacional por la renovación socialista​. En: http://links.org.au/finland-forgotten-revolution-russian-empire-tsarism-independence-general-strike

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