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  • Carlos Ibarra Méndez

Otra perspectiva


Imagen: Carlos Ibarra Méndez


La revolución francesa -el pasaje de la burguesía de clase social subalterna al dominio político e ideológico del conjunto de la sociedad- posibilitada en su momento por los desarrollos técnicos y organizativos que ampliaron la capacidad productiva; revolución política que lógicamente no ocurrió en un día sino en un extendido proceso de acumulación, de triunfos y derrotas, marchas, contramarchas, desbordes y re-encauces; fue precedida, de un largo y profundo trabajo en el terreno teórico por parte de los enciclopedistas.


Las propias revoluciones americanas del siglo XIX provocadas por la crisis económica y política general de la dominación española, heredaron en muchos sentidos el pensamiento revolucionario (burgués-europeo) de la época y contribuyeron de hecho a la consolidación del dominio burgués en el mundo.


Más tarde la revolución rusa se da en un período en que ya se producía en grandes ingenios industriales y se había formado el proletariado industrial también en Rusia. En ese entonces el mundo está en guerra y se desata una crisis del dominio político e ideológico de la aristocracia y del modo feudal de apropiación y producción mientras que la burguesía emergente es aun relativamente débil como fuerza política. Esa revolución colocó, aunque por un corto lapso de tiempo, a la clase obrera rusa en un lugar político determinante hasta la implementación por el propio Lenin de la Nueva Política Económica, pero instaló a nivel histórico-mundial la cuestión del papel del proletariado como clase directriz para la emancipación de sí misma y de toda la sociedad.


Estuvo precedida de los descubrimientos y trabajos científicos y teóricos de Carlos Marx, Federico Engels y en menor medida Lenin, quienes a su vez habían trabajado arduamente para asimilar los importantes desarrollos en prácticamente todos los terrenos de la ciencia de la época.


Asimismo, las sucesivas revoluciones triunfantes en el siglo XX, heredaron múltiples aspectos de aquellas teorías; por ello se entremezclan contenidos, formas y modalidades burguesas con formas y modalidades de ensayos del proletariado, tanto es así que muchas veces las revoluciones con una fuerte impronta proletaria han ido a buscar sostén teórico en las ideas burguesas.


Lógicamente había de ser así puesto que se trataba de países con enorme atraso desde el punto de vista del desarrollo productivo, y con un dominio político-social un tanto en bruto, semi burgués, caudillezco, con formaciones económicas arcaicas y superadas ampliamente por el pujante capitalismo.


Por supuesto no estoy negando ni desconociendo que son las situaciones de crisis las que movilizan todas las potencialidades sociales, pero afirmo que las explosiones sociales no se consolidan ni llegan demasiado lejos sin sustento científico-teórico. La más reciente experiencia revolucionaria americana, entre las décadas de 1950 y 1980, es una dramática demostración de esta falencia.


El próximo auge y los sucesivos enfrentamientos sociales, necesariamente habrán de ser más sólidos en sus resultados, en la medida en que madure lo suficiente, haya permeado y esté instalada en la mente de amplios sectores sociales la comprensión de la historia y el devenir de la sociedad en sus múltiples y complejos aspectos; en la medida en que la preponderancia deje de estar en la mercancía y pase a estar en la condición humana de cada persona; en la medida en que se aborde la problemática general de la humanidad y se dejen de lado los nacionalismos; en la medida por tanto, en que el proletariado deje de esperar de otras clases sociales que asuman su representación y empiece a repudiar la esclavitud asalariada, ya que la burguesía grande o pequeña, cuando se duele de las aberraciones humanas que provoca el modo de apropiación, producción y distribución capitalistas, piensa en “un socialismo” a su medida, sin arriesgar ni cuestionar a fondo sus privilegios sean del tipo que sean, y especialmente sin trascender los eternos lugares comunes y cayendo con frecuencia en el aventurerismo político.


Los diversos procesos económicos, sociales, políticos, no se encuentran en estado puro en la vida, de ello resulta una gran dificultad, aunque no imposibilidad, para su análisis y comprensión. Vaya como ejemplo el terreno económico donde conviven y se entremezclan el capitalismo desarrollado, con el capitalismo ramplón, con formas feudales y aún con la esclavitud lisa y llana.


Los procesos realmente existentes se van decantando en ideas que se fijan y anquilosan en el pensamiento general, luego, se mira esta realidad con la lente de aquellas ideas. Resultado: preconceptos, apriorismo, etc. La vulgarización del pensamiento filosófico, fenómeno que se ha dado particularmente con la dialéctica materialista tiene dos causas de importancia: (i) la ligereza intelectual, la falta de rigor en el modo de abordar cuestiones profundas, y (ii) la deliberada tergiversación por sectores interesados en mantener el dominio sobre otros. Esta vulgarización de la ciencia y la teoría les inutiliza como herramientas adecuadas para llevar a cabo las tareas que le son propias.


América, su élite dirigente, ha importado desde siempre maquinaria, tecnología, productos con alta elaboración, técnicas administrativas, comportamientos sociales, juguetes, fuerzas armadas, discurso y lenguaje político, droga, modelos educacionales, deuda, métodos represivos, corrupción, capitales internacionales, etc.


Dado lo condicionado y por ello mezquino del desarrollo económico y social del continente, a lo que hay que agregar la deliberada división de sus habitantes con la inoculación temprana del racismo, del elitismo y de los nacionalismos como reflejos condicionados, las élites dominantes han logrado debilitar y hasta ahora imposibilitar el surgimiento de una madura y sólida política emancipadora continental.

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