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  • Camila Ramírez

La ideología de no creer


Imagen: Ideologías. Quino

Cuando leí la noticia sobre “los nuevos hombres de Novick” caí en la cuenta de que este fenómeno de “despolitización” de la política está más instalado de lo que pensaba, incluso en un país como el nuestro, con un peso relativamente importante de la tradición política.


Dejar de creer en las ideas y solo votar resultados. Es obvio que no nos podemos quedar solo en las ideas y elegir al demagogo que hable más lindo o al soñador más incapaz, pero ¿qué significa gobernar sin ideología? ¿cuáles son esos “resultados” que aparecen como deseables por sobre tintes políticos? Si consideramos que estos discursos suelen adquirirse por figuras derivadas del mundo empresarial, podríamos decir que básicamente lo que se espera es el crecimiento económico. Se plantea una contraposición entre ideología y eficiencia, acompañada de un concepto de aumentar la productividad apelando a “profesionales” en el terreno.


Obviamente no es algo que haya inventado Novick, aunque nos la quieran vender por una idea TREMENDA; la tecnocracia, esa maquillada heredera de un positivismo machucado y evidentemente caduco, encuentra cada vez más lugar en una población donde la utopía ya no despierta nada. Es una aliada perfecta para la derecha que, frente a una izquierda golpeada en la región, se planta como “eficaz”. Por eso, en parte, están en boga figuras como Novick y, salvando las diferencias (que quizá no sean tantas como querríamos) como Trump en EEUU. Por eso Bordaberry en las elecciones pasadas, cuando le preguntaban si era de derecha, decía "Hoy no hay derecha e izquierda, ese es un concepto ya superado.” Por eso cuando se toman medidas como recortar beneficios a las universidades privadas, se les reclama a los gobernantes que es una decisión “por ideología” como si la política no se tratara también de eso, y se les exige que su respuesta sea en base a números.


El problema de esta política sin intereses es que no existe. Las ideas tecnócratas como base de políticas de gobierno lo que encierran en última instancia es una defensa al sistema económico tal cual es, buscando un crecimiento como fin en sí mismo y sin cuestionarnos cómo ni para quién. Porque el “para quién” ya está instalado y es mejor no cuestionarlo. De hacerlo, sería necesario evidenciar no solo las grandes contradicciones del sistema, sino el respaldo a principios seguramente reprobables por gran parte de la población a esa ideología que dicen no tener. Por eso mejor no creer en nada, porque el capitalismo está naturalizado y no precisa justificación, precisa de actos, de números, de índices que lo respalden, y quién mejor para levantarlos que las personas-que-se-dedican-a-hacer-guita.


Votar por ideología es de gil, mejor venite acá, que no creemos en nada.

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