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  • Buenaventura

Libertad


Imagen: Pawla Kuczynskiego.



Liberales, demócratas y conservadores, herederos de partidos pro-monárquicos, herederos de partidos pro-golpistas, partidos ruralistas, dueños de periódicos amigos de ricos y militares, párrocos y obispos del Opus, organizaciones civiles aristocráticas de esas que se reservan derecho de admisión... Todos defienden por igual el ideal de libertad. He aquí los grandes paladines del mayor de los anhelos del ser humano, los custodios de lo más sagrado de cualquier utopía: dar rienda suelta al deseo, la creación y el disfrute de todos. Consternados entre cada síntoma de disminución de nuestras libertades por parte de sindicatos y gobiernos de izquierda, ponen el grito en el cielo...


Nos cuida la derecha, nos mima. Disfrutan de vernos libres trotando por el parque o alzando la bandera de los treintaytres. Gracias a ellos somos todo lo libres que somos. En la imagen que proyectan, la izquierda es una máquina conspiradora para recrear nuevas formas de autoritarismo. La libertad-bandera, vacía, símbolo, palabrerío hueco. La libertad es buena, solo resta señalar quien atenta contra ella, para que todos sepamos que es malo. Años de machaque para enajenar el concepto.


La libertad-vida, libertad-historia es concretísima y diversa. Quien lucha por la libertad debe lograr ampliar la capacidad de los mas de desplegar su potencia. La derecha defiende nuestra libertad de consumir que es su libertad de vender. Defiende nuestra libertad de vendernos que es su libertad de no trabajar. Defiende su libertad de expresión que es nuestra libertad de repetir su visión de mundo. Defiende la reducción de la jornada laboral que... Naaa!


Los ricos saben cuál es la libertad que desean y luchan por ella sin cuartel. Su mejor arma: el engaño, hacernos creer que en armonioso acuerdo, todos deseamos ser libres por igual. Peor aún, hacernos creer que ya lo somos. Disfrazan su libertad como si fuera la nuestra. Y no hay que ofenderse, no no, eso es de gurí chico. Hay que hacerse grandes y taparlos de una piña nomás cada vez que quieran embaucarnos con libertades ajenas, cuando lo que precisamos es sacarles un buen cacho a ellos para ser, apenas, un poquito más libres nosotros.

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