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  • Luciana Peinado

Ollero del 8M


Ilustración: Tatiana Mesa


Hace poquito menos de un año me arrimaba a la Olla de Palermo con vergüenza pero también muchas ganas de tejer redes de apoyo. En un contexto de incertidumbre y miedo, todos aislados viendo cómo nos hacíamos mierda poco a poco, me arrimé a una olla donde tres mujeres dejaban casi todas sus horas del día para alimentar, además de a sus familias, como siempre, al barrio.


Había individualidades, relaciones de poder y un grupo de hombres que dirigían el local donde cocinábamos que nos terminaron echando. La solidaridad sorteó eso y mucho más. Las redes fueron cubriéndolo todo poco a poco, como el musgo verde en la pared en sombra. Como cuando el agua corre va dejando sedimentos en el suelo, lo colectivo trascendió lo individual.


El contexto también fue mutando. Había que retomar las actividades, había que volver a buscarse la vida porque la pandemia había venido para quedarse. No íbamos a dejar a lxs compañerxs de la fila sin su plato de comida. Seguimos siempre, a pesar de todo. Pero el cansancio del equipo se sentía en el cuerpo, en las manos naranjas y cuarteadas de cortar calabaza, en los hombros de quienes cargan con una responsabilidad que no es suya.


En este año vivimos muchas cosas fuertes. Desde las más dolorosas realidades, como saber que muchas veces las mujeres, y peor, las niñas en situación de calle tienen que prostituirse varias veces en la noche solamente para poder permanecer vivas, incluso delante de sus hijxs. O situaciones de acoso entre quienes sacamos adelante la olla. Porque claro, el compañero es compañero pero también es macho.


Lo de ayer también fue muy fuerte. Este martes 2 de marzo nos juntamos las mujeres olleras a planificar el 8M y el local de Radio Pedal ardió en llamas violetas. En tres horas hicimos pañuelos con una olla y un puño, volantes, tapabocas, banderines y una proclama… El pragmatismo y el alma de las olleras no tienen punto de comparación con nada.


Me encantaría seguir contándoles mucho más, pero la eterna disyuntiva entre el cansancio y las ganas de hacer de este año me llevaron a tener que estar continuamente eligiendo mis batallas. Así que lxs dejo con nuestra proclama:


Somos la colectiva de mujeres de la red de ollas al sur. La red se conformó desde los inicios de la pandemia en torno a merenderos y ollas en la zona centro sur de Montevideo. Las ollas se comprometen día a día, semana a semana, durante todo el año a acompañar la crisis alimenticia, donde se trasciende el tema de la alimentación, son redes de resistencia barriales, donde la solidaridad y el compromiso son centrales entre todas las personas que coincidimos en las ollas, siendo las mismas una llama en medio de la crisis social.


Consideramos que el hecho de juntarnos y construir la red ha sido una acción concreta para fortalecer la vida y la lucha, trascendiendo fronteras y llegando a todos los departamentos. Se centra en la redistribución de los recursos, profundizando en la conciencia de que estamos compartiendo y no asistiendo, apostando a la solidaridad de manera horizontal, acompañándonos en momentos complejos a través de diferentes actividades.


Estamos juntas para luchar y resistir ante la precarización de la vida, entendiendo que mujeres y disidencias somos más explotadas y violentadas. Precarización de la vida es que la gente tenga que ir a una olla para poder comer, es que cada vez sean más, es encontrarte a compañeras en situación de violencia y no saber qué hacer, es que la responsabilidad del cuidado recaiga siempre en nosotras, es la violencia machista vivida cotidianamente en todos los ámbitos Precarización de la vida es la indiferencia hacia las ollas y que los comercios digan que no les demos nada en la puerta, es que empresas utilicen la necesidad como negocio. Precarización de la vida es no saber cuándo vas a comer y que la respuesta del Estado haya sido apoyar las ollas hace dos meses y por dos meses. Son los recortes de los programas estatales cuando más se necesitan.


Porque no estamos solas, juntas somos potencia.



* Luciana Peinado. Ilustradora y diseñadora en la diaria, feminista y militante en la red de ollas populares

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