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  • Alejandro Mariatti

El desempleo, el mercado y la moral



@jonasbendiksen / Magnum Photos


El ropaje que sugiere un empresario en el cuerpo de un trabajador es la expresión ideológica de los nuevos dispositivos para el abordaje del problema del desempleo de larga duración.

En los últimos años hubo un notable desarrollo de una nueva modalidad de atención y comprensión al fenómeno que llamamos desempleo. Hasta mediados de los años setenta, el modelo de desarrollo por sustitución de importaciones, atendió al desempleo de forma clásica (Giddens, 2000). El bienestar clásico según Anthony Giddens (2000) tuvo en la creación de empleo público, una chance de regular el mercado de empleo.


Esta estrategia buscaba la integración y la ampliación de derechos por medio del trabajo, abonando la creación de sistemas mutuales, cajas de auxilio para rubros zafarles, seguros por desempleo y otros beneficios como asignaciones monetarias por tenencia de menores, pensiones y diversas jubilaciones. Esto, sumado a las estrategias macroeconómicas que promovían el crecimiento de determinados rubros, como subsidios (hoy son entendidos como competencia desleal) o el establecimiento de diferentes tipos de cambio, podían de alguna forma amortiguar una economía con mercado interno muy pequeño que sufre una fuerte incidencia externa de la economía mundial. El desmonte de este estado social o clásico, será la tarea del neoliberalismo. La consecuencia inmediata es el desempleo de larga duración. El relato neoconservador, explicará este desempleo como fracaso personal y privado, colándose en el diagnóstico y diseño de la atención al desempleo actual.

Los años noventa, fueron un mojón importante en el avance del neoliberalismo en la región y el fin de las modalidades de bienestar clásico. Sin dudas que las dictaduras cívico-militares fueron el paso previo, necesario, para destruir organizaciones de resistencias, empobrecer a grandes masas de trabajadores y ampliar la deuda de los países dependientes con la banca internacional. Pero, por ejemplo, desde los años noventa hasta 2005 se limitó férreamente la creación de empleo público. Esta había sido una estrategia anterior propia del bienestar clásico. Los empleados públicos pasaron de 261 mil en 1995 a 231 mil en 2005.

En el pasaje de comienzo de siglo Uruguay sufría una crisis industrial con destrucción de puestos de trabajo, sobre todo en la industria manufacturera. La inestabilidad financiera externa con la crisis en Rusia y Brasil tuvo consecuencias para la disponibilidad de préstamos. También, la quiebra del Banco Galicia en Argentina y el fraude en algunos bancos privados nacionales, propiciaron una situación financiera muy delicada. El aumento de la pobreza y el desempleo, se hicieron evidentes. La emergencia, fue tomada por el gobierno progresista en 2005. En la creación de algunos de sus nuevos dispositivos, fue plasmándose una nueva modalidad de atención al desempleo, fundada en la promoción de la “empleabilidad”, para así, aumentar el “capital humano”, colocando todas las fuerzas del abordaje en la capacitación personal, en un trabajo con el propio desempleado y ya no con la creación de los puestos de trabajo. Por un lado, esto tiene sesgo metonímico, de querer explicar una cosa, en este caso, el fracaso en el mercado de trabajo, solamente desde el trabajador. Por otro lado, supone una especie de aprendizajes que serían garantía del futuro éxito.

Esto ya venía siendo implementado desde los años noventa, con la creación de programas volcados a la capacitación laboral como en la DINAE y la JUNAE, en rubros con dinamismo coyuntural, que incluía rápidos aprendizajes en empresas, así como también programas de empleo público transitorio generalmente tercerizados por una Organización de la Sociedad Civil, donde se cobraba sueldo por un trabajo y con la obligatoria asistencia a un curso por unos meses. En ese entonces, el paraguas institucional fue el Ministerio de Trabajo y en un comienzo este avance del paradigma de la capacitación personal fue diseñado para atender a los desempleados recién ingresados al seguro de desempleo, como aquellos que se caían del mercado formal, ampliándose posteriormente a sectores específicos de la población (jóvenes, mujeres, personas en situación de discapacidad,ente otros).


Esta segunda modalidad creció en la gestión de diferentes intendencias municipales y en convenio con Organizaciones no gubernamentales. Fue una de las estrategias para amortiguar las cuantiosas pérdidas por ejemplo en empleos de la industria manufacturera que en los años noventa se vio desmantelada.

A partir del 2005 con la creación del MIDES, se da el nacimiento a un nuevo brazo de programas identificado con la integración laboral incluso por medio de una Dirección que llevaba ese nombre y destinado a atender a una población específica bajo estricta autorización del Índice de Carencias Criticas que funciona como “concepto de pobreza” (Dominguez Uga, 2004). Los nuevos programas, se sumaron a las propuestas arrastradas de los años noventa y continuaron aquella primer experiencia de capacitación para el empleo que describíamos anteriormente. Sin embargo, esta ya no es aquella capacitación técnica en un rubro especifico.

Su propuesta de integración, se concentró más allá de una capacitación que tuviera valor de mercancía vendible. Promovió el tratamiento terapéutico a partir del rescate de una esfera personal, comunitaria, espiritual y moral del desempleado, por ejemplo, en propuestas como Uruguay Trabaja. Es un enfoque motivacional/conductual, con influencia de una psicología positiva, que valora el liderazgo personal, con la convicción de que el desempleado adolece de una carencia sustancial en su fuero íntimo y que esa es la principal barrera para acceder a un empleo. Esta carencia es un aprendizaje previo que sugiere una preocupación moral por su desempleo, una motivación que está en sus valores, en su temple emprendedor, colocando la mirada sobre los hábitos y costumbres, la moral, la estética para la venta, los modales y los valores. La propuesta está diseñada sobre la capacidad emprendedora del desempleado frente a la adversidad del mercado laboral presentado como inmodificable, naturalizado, que naturaliza la desigualdad propia del sistema capitalista, colocándolo como un espacio “natural”, de encuentro donde se desarrollan las relaciones entre libres vendedores. A esta capacitación espiritual, casi religiosa, le llamaremos, activación.


El “paradigma de activación”, promueve una interpretación personal tanto del desempleo en términos particulares, como de la llamada cuestión social en términos generales y, alimenta programas que trabajan desde esa dimensión terapéutica y personal, desde el acompañamiento del técnico en inserción laboral, del terapista comunitario, desde el coaching ontológico o laboral, o como le llamo en MIDES en el programa Uruguay Trabaja, Técnico en Inserción Laboral. Que trabaja desde una lógica de “solución personal”, con “trajes a medida” de reconversión personal, pero, ya no de saberes específicos para un rubro laboral, o para el aprendizaje de un saber que luego del curso tenga valor en el mercado, sino, desde un saber espiritual, desde sus hábitos y costumbres. Da lo mismo que el curso sea de albañilería o de costura, de macramé o de chapa y pintura automotriz, se los aprovechará como un soporte para el tratamiento de un proceso personal.

Parece que el exceso de protagonismo individual vuelve voluntarista la propuesta. Incorpora el concepto de “capital humano”, para poder explicar la importancia de la educación como inversión personal, donde cada uno debe hacerse responsable de las decisiones que toma en el mercado que es tomado como espacio de justicia indiscutible entre seres humanos. En términos concretos, funciona como adecuación a los requerimientos de la flexibilidad laboral y del neoliberalismo. Esta nomenclatura propia del ámbito empresarial, coloca su preocupación en el “nivel de empleabilidad” medido de forma individual, promoviendo en el desempleado una interpretación personal del desempleo y desde el supuesto que hay para la clase obrera una salida de libertad en el marco del capital.

Promueve como solución, la actitud emprendedora y responsable, del desempleado con su propio desempleo, que ahora no es un asunto de clase, sino un problema suyo. La creación de la figura del emprendedor en los programas de asistencia, funciona como la de un “héroe” al que se le adjudica protagonismo cuando todo escapa de su control. Parece un abandono que solo se justifica desde una resignación pública a la regulación de empleo y supone que un valiente llanero solitario resolverá el conflicto, interpretado desde una psicologizada cuestión social.


Pero, esto no ha sido solo una característica de los programas de atención al desempleo sino también de actores políticos contemporáneos que con diagnósticos propios sobre el tema describen la más amplia gama de problemas morales y falta de valores que el asunto convoca. Por ejemplo, para el ex- dirigente sindical Richard Reed la preocupación pasa por la pérdida de valores para el trabajo, “Percibimos que hay una sociedad que ha perdido valores. Se perdieron valores, referencias y objetivos. Se han cambiado los valores históricos por otros más económicos. También se perdió el hábito de estudio. En el escenario de las relaciones laboraleshay un sector que es renuente al trabajo” (Canal 12, 2015). El ex Ministro de Trabajo Ernesto Murro explicaba en torno a la “Cultura del trabajo para el desarrollo”: “(...) tenemos que dar una batalla enorme por esta cultura del trabajo y en contra de la cultura de la holgazanería, de la viveza criolla o la explotación y la arbitrariedad. Tenemos que ir a la defensa de la verdadera cultura de trabajo" (El País, 2015). En el VIII Foro de Capital Humano de 2018, el Ministro se refirió al mismo tema: "Estamos haciendo cosas para un cambio cultural en el país, hacia el trabajo. Creemos que el Uruguay ha perdido cultura del trabajo (...) estamos teniendo un problema de asiduidad, hoy es más fácil que antes decidir faltar" (MTSS 2018). Para la representante de la Unión de Exportadores, Teresa Aishemberg el problema es la "(...) falta de hábitos laborales, desinterés y poca dedicación al trabajo" (El Observador, 2016). O, por ejemplo, Julio César Lestido, presidente de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, dijo que no se avanzó en la estabilidad ni en la “cultura del trabajo” durante los Consejos de Salarios. Esto, sostuvo, “se refleja en la puntualidad, el presentismo y las certificaciones”. “Está faltando la ética laboral”, agregó. Aseguró, en cambio, que esa ética sí se ve en los trabajadores migrantes, que por eso consiguen empleo. (La Diaria, 2018)

Los años noventa significaron un escenario de ajuste con el auspicio del Consenso de Washington, que promovió la cancelación de los Consejos de Salario, el desembarco de nuevos modelos de atención a la pobreza, el avance de las privatizaciones y el desempleo, con clara retórica neoliberal. Su hegemonía se consolido bajo el paraguas de programas portadores del “concepto de pobreza” (Domínguez Uga, 2004) y de “capital humano”. Este nuevo espíritu que distancia la situación de pobreza de los problemas de la sociedad capitalista y la relación capital-trabajo, inviste en ese mismo instante de exclusiva responsabilidad personal al desempleo atendido, convirtiendo el problema en “su” problema privado, casi, doméstico. La preocupación por la austeridad-eficiencia ante el ajuste para la recomposición productiva, intenta independizar al sujeto de las prestaciones estatales, transfiriéndole responsabilidades frente al mercado de trabajo, como lógica que supone un asunto sobre desempeños individuales en la competencia privada, de trayectorias, inversiones y aprovechamiento de las oportunidades del mercado.

El paradigma de la activación estimula una convocatoria a la participación para la propia transformación moral del participante. Aprender a venderse será la clave del empresario de sí mismo. El abordaje que propone es una salida autónoma, atomizada, identifica como capital transversal la predisposición para asumir la flexibilización laboral, puesta en el sujeto como reconversión laboral. Se lo promueve para que emprenda la búsqueda de empleo y la preparación en entrevistas de trabajo, como si se intentara encender algo apagado que explicaría su fracaso. Por eso siguen ganado terreno en la nueva propuesta del gobierno actual algunas propuestas desarrolladas en el gobierno anterior. Allí está Sembrando, igual que estaba la marca ProVas. En plena edad del capitalismo de plataformas y los contratos basura por medio de aplicaciones, desde el Estado, se promueve la subjetividad emprendedora. Parece más sintonía que desencuentro.

El ropaje que sugiere un empresario en el cuerpo de un trabajador es la expresión ideológica de los nuevos dispositivos para el abordaje del problema del desempleo de larga duración como problema privado. También el florecimiento de nuevos roles educativos para su abordaje técnico operativo, en ámbitos como la agencia-empresa de colocación, el Técnico en Inserción Laboral, el coaching o el Terapista Ocupacional. Se ha desarrollado un pequeño rubro laboral en torno al desempleado -como explicación individual y no estructural-, fundado en una explicación psicológica de la cuestión social, con un desempleado que ahora es notoriamente responsabilizado suponiendo que el problema está en él, atendido individualmente, en un abordaje que lo invita a repensarse, para valorar cómo las malas decisiones le perjudicaron en la acumulación de “capital humano”. Solo le resta la reducación de sus hábitos y su moral, acorde con la necesidad del mercado.

En resumen, se promovió el ajuste para la recomposición productiva y el caudal de población que sufrió esta destrucción del empleo fue tratado como si adoleciera de una enfermedad personal, como si portaran un hándicap, una carencia moral. El orden civilizatorio que desembarcó en Uruguay en la década de los sesenta, entre 1958 y 1967 fue el comienzo de un proceso, donde “(...) todas las pragmáticas neoliberales fueron puestas en práctica” (Real de Azúa, 1984: 76). Más adelante en los años noventa a partir del Consenso de Washington se promovió políticas sociales focalizadas. En 2005 se hizo dual el repertorio de atención al desempleo sin sustituir el paradigma, pero aumentando la carga de espacios para su tratamiento. La primera expresión neoliberal de los años noventa, más volcada a unir oferta y demanda en el mercado de trabajo por medio de cursos de específica instrucción en rubros con vacantes, se complementa ahora con esta segunda expresión neoconservadora que prioriza el abordaje personal, jerarquizando la capacitación en hábitos, costumbres y prácticas, dándole un enfoque moralizante y psicologizante al desempleo. A su vez, esta segunda expresión solo puede trabajar con población identificada por el Índice de Carencias Criticas, dualizando la atención a “diferentes desempleados”. Por un lado, aquellos que siguen siendo atendidos en la órbita del Ministerio de Trabajo y por otro, los que son identificados como “población MIDES”.

Por eso se entiende que lejos de suponer que el neoliberalismo es algo que deberá ser enfrentado desde el primer día, es algo que ya se viene enfrentando desde los primeros días de su llegada en los años sesenta del siglo pasado, así como su despliegue en los años noventa y su revitalización en 2005. Pero que, sobre todo, se debe estar atentos a este crecimiento de la retórica neoconservadora, que justifica una atención psicologizada trasladando de la política a la moral, la llamada cuestión social.




Bibliografía y Fuentes


Cancela, W. Melgar, A (1985). El desarrollo frustrado. Ed. Claeh. Montevideo Couriel. A y Liechtenstein. S (1967) El FMI y la crisis económica en Uruguay. FCU Montevideo. Domínguez Uga. V (2004) A categoria “pobreza” nas formulações de política social do Banco Mundial. Revista Sociología Política. Curitiba. 23, p. 55-62. Giddens. A (2000) La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia. Ed. Taurus. Argentina. Jacob, R. (1981) Uruguay 1929-1938: Depresión ganadera y desarrollo fabril. FCU. Montevideo Notaro. J, Canzani, A. (1984) Los asalariados: condiciones de vida y de trabajo. Revista Uruguay Hoy No 2. CIEDUR. Montevideo Real de Azúa, C. (1984) Uruguay ¿una sociedad amortiguadora? Ciesu-Ebo Montevideo. Supervielle. M; Pucci, F. (2008) Capitulo “El trabajo y las relaciones laborales en el siglo XX” Libro: El Uruguay del siglo XX. Banda Oriental y Departamento de Sociología de la FCS UdelaR. Yaffé. J. (2005) Al centro y adentro. Ed. Linardi y Risso. Uruguay. La Diaria, periódico del 22 de agosto de 2018: Diario El Observador (2016) https://www.elobservador.com.uy/perdieron- los- uruguayos-su-cultura-trabajo- n858697 Canal 12 (2015) https://www.teledoce.com/programas/esta-boca-es-mia/la-cultura-del-trabajo-de- los- uruguayo s/ desarrollo.html https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/8/empresarios-opinaron-que- incrementos- salariale s- esta n- a fecta ndo- e l- e mp leo/ (MTSS, 2018) https://www.mtss.gub.uy/web/mtss/noticia-ampliada/- /asset_publisher/hK9T/content/murro- inauguro- foro-sobre-capital- humano Diario El país (2015) https://www.elpais.com.uy/informacion/gobierno- lanzo-estrategia-cultura-

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