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  • Hemisferio Izquierdo

Coronavirus, la plaza y después


Dibujo: Mariana Escobar

Estamos ante algo desconocido, que sólo podemos enfrentar compartiendo lo que conocemos y pensando la novedad. No subestimemos la magnitud del problema. Mientras denunciamos el carácter sistémico de esta pandemia, asumamos que la responsabilidad de cuidarse tiene un sentido comunitario y de solidaridad social. En la medida que podamos hacerlo, adoptemos rigurosamente las medidas de aislamiento. Hagamos fuerza para que más trabajadores/as puedan quedarse en su hogar. Sepamos que algunos podemos aislarnos porque otros sostienen con su trabajo la sociedad. A su vez, a esta altura de los acontecimientos hace días que es evidente que se debe dar un paso más. Desde el Sindicato Médico del Uruguay, hasta diversas organizaciones científicas internacionales reclaman la aplicación de una cuarentena general para frenar la propagación del virus y evitar un desastre de enormes proporciones. Esta medida debe tomarse cuanto antes, combinada con un plan de contingencia social que evite que los efectos económicos de la cuarentena sobre los sectores trabajadores sean tanto o más duros que los epidémicos.

Estemos atentos/as a lo que recomiendan la UdelaR y los/as trabajadores/as de la salud. No salgamos a comprar más cosas que las que necesitamos. Pongamos atención a las necesidades de quienes tenemos cerca, sobre todo quienes tienen menos redes de apoyo o dependen de un jornal que hoy no pueden obtener. Estemos bien alerta a las situaciones de violencia machista: estar más tiempo en el hogar debería ser seguro para todos/as, pero es riesgoso para muchas compañeras, vecinas o familiares. En los últimos 15 días hubo 4 feminicidios. Evitemos los supermercados abusadores. Compartamos bibliotecas y videotecas virtuales de acceso abierto. Juguemos con nuestros hijos/as, que no les llegue ni un poquito de miedo. ¡No tengamos miedo!

Mientras no podamos encontrarnos, estemos comunicados por las redes. No dejemos nunca de tramar movidas colectivas. "Vamos a la plaza", como convocan Los Pasteles, sabiendo que la plaza es cualquier espacio, físico o virtual, que ocupemos en conjunto para decir basta y levantar una verdad. Escuchemos y leamos los medios alternativos e independientes. Estemos atentos/as a todo lo que sigue pasando mientras estamos pendientes del COVID-19. Tengamos las cacerolas a mano por si el gobierno quiere aprovechar la situación para meter la LUC en el parlamento. Defendamos las instituciones públicas y al mismo tiempo tejamos redes de apoyo solidario para lo que viene. Sepamos que aunque “la lluvia cae para todos igual”, no afecta a todo el mundo de igual forma: con esta pandemia muchos/as perderán el trabajo y el sustento, no podrán afrontar el alquiler o las tarifas, no podrán cuidarse, no tendrán debida atención. El plan de contingencia sanitaria debe estar acompañado de un plan de contingencia económica organizado desde un criterio de justicia social. Además de exigir estas medidas al gobierno, las organizaciones sociales y de trabajadores/as estamos llamadas a jugar un rol allí donde el Estado manifiesta su insuficiencia o su falta de reflejos, desde el abastecimiento a la organización de los cuidados. Procurando articular una pragmática de la solidaridad en respuesta al desastre con una propuesta programática superadora del funcionamiento metabólico de la economía, que rebase la coyuntura y pueda, el día después, ser una alternativa de reorganización de la economía al servicio de las necesidades de la comunidad y no del mercado.

El Coronavirus es sólo el disparador de una crisis que es estructural: ecológica, económica y social. El capitalismo destruye la vida y el capitalismo hiperconectado acelera esa destrucción. Detrás de la crisis económica vendrá el ajuste, y habrá que organizarse para que no caiga sobre los trabajadores y trabajadoras. Salgamos de esto aprendiendo que el libre mercado ni es libre ni es compatible con la construcción democrática de una comunidad. Que un malabarista es un malabarista, y que son este mundo y esta forma de vida los que producen mucha inseguridad. Y que aunque este mundo de cada vez menos ricos más ricos y cada vez más pobres más pobres se esté resquebrajando, no está dicho que lo que venga después sea necesariamente mejor. De eso nos tenemos que encargar.

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