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  • Hemisferio Izquierdo

Editorial. "El juego en que andamos"


Ilustración: Federico Murro

“Si me dieran a elegir, yo elegiría

esta salud de saber que estamos muy enfermos,

esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría

esta inocencia de no ser un inocente,

esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría

este amor con que odio,

esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,

que me juego la muerte”

Juan Gelman, “El juego en que andamos”

El “juego electoral” llega a su tramo final, con toda su carga de contienda política, movidas de ajedrez y puesta en escena de los diferentes actores, intereses y proyectos. Allí, dentro del juego-contienda, nos encontramos los y las militantes de izquierda, y es desde ese interior que procuramos pensar. Tanto más en estas elecciones en las que, entre la apuesta progresista al candidato de “centro” y la rearticulación de la derecha en una coalición que viene por todo, se abre un conjunto de problemas políticos y estratégicos de primera importancia. En este número de Hemisferio Izquierdo procuramos asomarnos a esos problemas

Analizando algunos tramos de la campaña, por momento es imposible no pensar en que la etimología de “juego” en latín también remite a “broma”, y algo de eso tienen muchos de los debates e instancias de discusión política que se replican en nuestras pantallas. La contienda electoral se nos presenta como un supermercado cuyas góndolas exhiben un conjunto de ingredientes que dan forma al candidato: imágenes, posturas, frases provocadoras, jingles, cartelería, campañas publicitarias. Elegimos entre las opciones disponibles a un candidato convertido en producto que es el que mejor se ajusta, según se nos insiste, a nuestras necesidades. Candidatos y campañas que se ajustan a los designios de los expertos en marketing electoral, los debates que prescinden de la interacción real y se transforman en monólogos destinados a un público ya convencido, son algunas de las expresiones de esta mercantilización de la política que esconde sus propios mecanismos de funcionamiento, tal como ha sido analizado por Sandino Núñez, uno de los autores que nos ayudan a pensar en este número.

Pero, ciertamente, esto no significa que no haya nada sustantivo que se juegue en las elecciones. Todo lo contrario: negociación colectiva para el trabajo rural y doméstico, aumento en las políticas de transferencias, mejoras en algunos servicios públicos, conquistas en el plano de los derechos, son elementos muy importantes en el próximo parteaguas electoral. El asunto es que tampoco son menores algunas continuidades e incluso profundizaciones con respecto a los noventa: mercantilización de la educación y la cultura, apuesta a soluciones represivas del conflicto social, degradación ambiental, entre otras. Cuando nos detenemos en estos segundos elementos, la discusión en torno a los modelos en disputa, en los términos en los que la plantea el FA, resulta exagerada, e invisibiliza otras disputas.

En el tiempo reciente, los debates políticos en/de la izquierda se han ido acotando (y auto-acotando) de la mano del principio posibilista vuelto ideología. Las posiciones críticas a los límites de la gestión del capital, la tecnocracia, las alianzas, el modelo económico, etcétera, fueron relegadas a lugares marginales o testimoniales, como residuos de una historia que ahora sólo puede existir (pensarse-hablarse) en la forma de guarismos, indicadores y gráficos que comparan el presente con el 2002. Las correlaciones de fuerza, las clases, el poder, la batalla cultural, entre otros problemas, perdieron gravitación como temáticas definitorias de las izquierdas: avanzar en construcciones políticas y sociales más allá del capitalismo. Esa marginalidad de posiciones ha sido el lugar desde donde hemos partido, pero procurando abandonarla rápidamente. Porque la marginalidad ofrece sus beneficios, y hemos querido evitar tanto la nostalgia como el doble relato que reprocha a unos la traición a los principios sagrados, mientras se conforma con la suficiencia moral que daría, per se, enunciarlos. Lejos de esto, hemos buscado ponernos de inmediato en tarea y, en la modesta medida de nuestras posibilidades, ir al encuentro de otros/as compas de diferentes izquierdas, para trabajar en entender las dinámicas actuales del capital y las distintas formas de dominación que se entrelazan. En este camino, con más preguntas que respuestas, no pocas veces ha primado la sensación de desorientación.

La retórica electoral del miedo a la derecha contiene, pese todo, una verdad política ineludible que ha surtido efecto sobre nosotros/as. Tememos la avanzada de la derecha porque sabemos que viene de la mano de un recorte del gasto público y por tanto, de diversas políticas sociales (salud, educación, vivienda), de mayor desempleo y precarización laboral, de privatizaciones y endeudamiento. A la vez somos conscientes de que, de forma más acentuada o más moderada, la derecha golpea con un discurso conservador que tiene a las mujeres, las disidencias sexuales y a la pobreza como los “otros” a eliminar, y que este discurso se traduce hoy en experiencias históricas a nuestro lado, como el Brasil de Bolsonaro. Y es claro que en nuestro país, la alianza Lacalle Pou - Manini Ríos - Talvi, y su anunciado “shock de austeridad” con el apoyo de “la firmeza del general”, abrirá un período de abierta represión antipopular. Esta visión conduce a un decidido rechazo a la coalición de derechas, que cada compa traduce de diferente modo en la decisión electoral.

Por lo demás, en el estado actual de cosas, hay un hecho cuya evidencia se impone. Sea quien sea que asuma el gobierno el próximo período, tendrá que lidiar con un proceso de ajuste para sanear sus equilibrios macroeconómicos. No parece estar en el horizonte de los partidos con miras a ganar la elección una salida que proponga una avanzada para quienes vivimos de nuestro trabajo. Tampoco parece como una condición de posibilidad muy clara el reactivar el crecimiento con un plan de estímulo de la demanda vía inversión pública o incrementos salariales. Sin renta agraria al alza, en el capitalismo uruguayo los “win-win” se hacen casi inviables. Por ello, la tensión que domina el horizonte político es entre transitar hacia un ajuste en las condiciones de vida de la población, o lograr fuerza política capaz de afectar los privilegios de los sectores propietarios. Como esto último no parece estar en agenda, lo más probable es que vayamos rumbo a un escenario de ajuste o a uno de obturación, donde comienzan a acentuarse los desequilibrios macroeconómicos, pero no de superación de los límites estructurales de nuestra formación económica.

Ante esta realidad, son varios los actores populares que están dispuestos a dar pelea. El feminismo es quizás el espacio de radicalidad política que más se ha expresado en los últimos años, logrando politizar el malestar por izquierda y dotar de cierto resguardo político a las compañeras que se han plegado a él. En este sentido, son los hombres de la izquierda extra FA, los que experimentan una mayor orfandad en términos políticos, ya que ninguna experiencia de esta magnitud ha logrado nuclearlos. Los planteos y demandas del movimiento feminista exceden lo electoral (más allá de que lo incluyan), y podrían ubicarse precisamente en el orden de lo que no se juega. No solo porque el propio juego está pautado en términos masculinos, sino porque la materialidad de las desigualdades de género es constantemente omitida, y las tímidas medidas en términos de derechos carecen del presupuesto necesario para ser llevadas a la práctica. A modo de ejemplo, ninguna definición “antipatriarcal” funciona de contrapeso al despojo de los cuerpos de las mujeres, a través de la trata y explotación sexual, que se producirá con la instalación de UPM2. Sabemos además que las mujeres de la clase trabajadora son las más afectadas en los escenarios de crisis y ajuste dada la precarización e informalidad del trabajo femenino y la carga extra de cuidados, y que son el “amortiguador” de la violencia masculina que se incrementa a medida que aumenta el desempleo y empeoran las condiciones de existencia, cobrándose la vida de las propias mujeres.

Otro dinamizador ha sido la lucha por los recursos naturales y el medio ambiente, convocando marchas multitudinarias y evidenciado el carácter destructivo del modelo económico. También los miles de compañeros/as que se han organizado en torno a propuestas como la ley de riego, el No a la baja y ahora en contra de la reforma de ley que propone Larrañaga. También en el sindicalismo, más allá de sus variopintas expresiones, existe un conjunto de experiencias cuestionadoras, constituyendo aportes sustantivos para el conjunto de las clases oprimidas. Parte de la tarea será entonces tratar de tender puentes entre las diferentes formas de manifestar la organización y la resistencia, para la construcción de una estrategia que nos permita superar el estado de cosas actual.

La historia tiene ritmos cambiantes y derivas no lineales. No está escrito en ninguna parte qué puede pasar. Pero el resurgimiento de una derecha política y social fuerte y articulada, homogéneamente neoliberal en el proyecto económico, con creciente presencia de un partido militar directamente vinculado a la última dictadura llama a reunir fuerzas entre los sectores de izquierda, superando divisiones y sectarismos.

¿Qué se juega en estas elecciones? ¿Qué pasará el día después? Gracias a los/as compas que en este número nos ayudan a poner a trabajar estas preguntas. Que el hemisferio de las izquierdas sea un hervidero: ¡pasen y lean!

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