top of page
  • Gabriel Kaplún

“En América Latina, sostener y fortalecer un sector público de medios con características de medios


Hemisferio Izquierdo: ¿Cuál es el papel que juegan los medios de comunicación hegemónicos y las corporaciones mediáticas en un contexto regional de restauración conservadora?

Gabriel Kaplún: Por un lado, creo que hay un papel previo a esta coyuntura conservadora. Esas corporaciones a nivel regional, pero con conexiones globales, siempre han jugado un papel en favor, en principio, del status quo, pero además dentro de los status quo que se han dado en el tiempo en favor de los poderes económicos y políticos hegemónicos, sobre todo los económicos, incluso a veces en disputa con los poderes políticos. Es el caso de Brasil en los años de gobierno del PT, donde los medios hegemónicos, como la gran corporación audiovisual Globo y algunos de los principales proveedores de noticias, como Folha de Sao Paulo y una serie de diarios que aunque su venta no sea tan importante su influencia es muy grande, mantuvieron durante todos estos años una alianza muy grande con los poderes económicos, previo a los gobiernos del PT y durante.

Estos permitieron y admitieron la emergencia de poderes políticos de gobiernos con una predominancia de partidos y de grupos políticos que no eran afines a sus intereses durante todos eso años, pero manteniendo siempre una amenaza velada sobre esos gobiernos. Eso incluso puede explicar por qué algunos de estos gobiernos - el caso de Lula de vuelta es bien sintomático de esto-, no se animaron nunca a una regulación de los medios hegemónicos que limitara alguno de sus poderes y que abriera más la cancha a otros medios de comunicación y a otras alternativas comunicacionales.

El ejemplo brasileño es muy claro y el ejemplo uruguayo también en parte. El ejemplo uruguayo tiene más aristas dudosas, porque no está tan claro qué fue lo que pasó para que en los 15 años de gobiernos de izquierda no terminaran de entrarle a este tema, aunque amagaran mucho más que en Brasil, sobre todo con la Ley de Medios de 2014, que fue de todo ese período quizá el momento o la medida más interesante. A pesar de que se trata de una medida liberal, no estamos hablando de una ley que defiende el derecho a la comunicación de los pueblos, no la catalogaría en esa franja, pero sí como una ley interesante que abría más la cancha y que regulaba mejor a los medios hegemónicos, que les ponía algunos límites.

En Brasil ni siquiera llegó a pasar eso. Los amagues quedaron en amagues. Hubo algunas medidas interesante aisladas, pero nunca llegó a haber una regulación global como se intentó hacer en Uruguay y como se hizo en Argentina. De modo distinto ocurrió en Ecuador y en Venezuela, y de forma bastante diferente en Bolivia, en fin, las experiencias tienen muchos puntos de contacto y son bien diferentes también.

Entonces, ¿qué papel han jugado? En algunos casos, insisto, empezaron a incidir previo a esta coyuntura, incluso como el partido político que no aparecía por la derecha. El caso Argentino quizá fue el más claro, cuando la derecha no terminaba de estar articulada, el grupo Clarín generó la oposición más fuerte al gobierno de los Kirchner, sobre todo al de Cristina Kirchner en su último periodo. En otros casos, lo hicieron aliándose a los partidos o a los poderes económicos establecidos más allá de los partidos de derecha, incluso a veces en cierta discrepancia con esos partidos. Un ejemplo puede ser útil para que no parezca algo abstracto: Brasil y la Federación de Industrias de Sao Paulo. Ahí hay un poder enorme. Todo indicaría que para Globo esa era la referencia, más aún que los partidos de la derecha, a veces fragmentada. A eso me refiero con el lugar que jugaban. Eso no quiere decir que a veces en aras de sus propias reglas del juego establecida, de cierta objetividad periodística, jugaran con un poco más de honestidad, de juego limpio o que tuvieran que admitir sin ganas que había que soportar a un PT gobernando, por ejemplo en Brasil, o menos a unos Kirchner gobernando en Argentina, o a un Correa gobernando en Ecuador; esto depende mucho de cada caso.

Ese papel, ¿cómo se juega? Hay un área que es la información, que es la más conocida y la más visible: qué se informa, cómo se establece la agenda mediática, y a partir de ahí la agenda pública que incide mucho en la agenda política. Esa es una manera de incidir, de jugar un papel en el terreno político y social. Hay otra manera bastante más sutil que es más ideológica y que hace muchos años que se viene analizando con distintas miradas y herramientas, eso que suele denominarse el “sentido común”. Se puede encontrar, por ejemplo, en la ficción audiovisual, que hoy está mucho más desplazada hacia plataformas que no son la televisión abierta pero que no deja de ser ficción audiovisual. La ficción audiovisual establece a veces mucho más el sentido común que la información: quiénes son los malos y los buenos en una serie o en una película puede ser más importante que la información que se retacea o se da, cuáles son los valores que predominan en una serie, en una película, etc. Todo eso es de gran importancia y es más sutil e incide en todos los medios, incluso a veces más allá de los hegemónicos dominantes y centrales de las grandes redes, porque termina teniendo una presencia muy fuerte en todos ellos.

Yo le agregaría incluso un poco más, hay algunas cuestiones como los modos de narrar o la idea misma del modelo de comunicación, -si lo que se trata es de consumir solamente o si también es posible interlocutar, comunicarse en la sociedad- , que los medios refuerzan en general, desde el lado hegemónico, pero no solo en el núcleo empresarial más fuerte sino en el conjunto de los medios. Establecen un sentido común de qué cosas son medios de comunicación; básicamente un aparato para ser oído y visto, y no tanto un aparato para comunicarse entre seres humanos. No solo es la información, no solo son los contenidos, que es lo que suele mirarse primero; en cambio se mira menos la ficción y cómo cuenta, cosas que terminan siendo muy importantes y que trascienden el núcleo principal del sector de medios. Una Globo, un Clarín o una Televisa en México, aunque no dominen el conjunto del sistema mediático, terminan ayudando junto con un sistema global a establecer todas esas cosas como sentido común: qué puede ser dicho y qué no, cuáles son los valores y cómo deben ser narrados y cuál es el modelo de comunicación dominante surge de allí en buena medida, porque va estableciendo hábitos, costumbres que se arraigan con mucha fuerza.

Termina pasando, por ejemplo, que ya no nos parezca posible soportar más que un rato muy breve una narración que no tenga el ritmo ni las reglas de los medios hegemónicos que tiene una matriz global -el cine de Hollywood, hoy el cine de Netflix- y que también son realimentados y reproducidos por los medios nacionales hegemónicos y no tan hegemónicos, pero que siguen esas reglas porque si no perderían audiencia, una vez que el hábito se estableció con mucha fuerza.

Hemisferio Izquierdo: ¿De qué manera podemos elaborar estrategias comunicacionales para enfrentar el avance de las derechas y su construcción de un sentido común reaccionario?

Gabriel Kaplún: Hay problemas de más largo plazo y de más larga proyección hacia adelante que es cómo generar alternativas mediáticas a los medios hegemónicos con o sin derechas dominando el poder político. Por otro lado, está el problema más específico hoy de la derecha volviendo con una enorme fuerza a algunos de los gobiernos regionales.

Para lo primero a mí me gusta bastante lo que hemos ido elaborando con un grupo de trabajo e investigación en la universidad y compartimos con otra gente en otras partes, que consiste en pensar las alternativas mediáticas en torno a cuatro problemas: la propiedad de los medios, la gestión, los contenidos y narrativas, y el modelo comunicacional. Generar alternativas tiene que ver con las cuatro cuestiones.

Para América Latina el problema de la propiedad de los medios es muy importante. Lo es en el mundo, pero América Latina tiene la particularidad de que los medios comerciales, la empresa privada y en particular la gran empresa privada mediática ha sido dominante en el panorama de los medios en todo el continente. Y en cambio, han tenido un lugar muy escaso los llamados medios comunitarios, populares, a veces llamados alternativos, pero también han tenido un lugar muy escaso los medios públicos. Entonces, una primera cuestión alternativa es el fortalecimiento de los medios públicos.

Obviamente en un contexto conservador eso es muy difícil porque a los sectores conservadores latinoamericanos nunca les interesó. A diferencia de lo que pasó en otras zonas del mundo como Europa, donde los medios públicos han tenido y tienen aún un papel tan central que la disputa está en torno a ellos, a cómo juegan ellos. Aunque también es cierto que los actuales gobiernos conservadores de Europa, y ya desde hace muchos años viene pasando, han ido reduciendo el papel de los medios públicos para darle más espacio a los medios privados comerciales. Berlusconi es quizás el caso más conocido.

En América Latina, sostener y fortalecer un sector público de medios con características de medios públicos y no de medios gubernamentales es estratégico. Los gobiernos progresistas de los años anteriores lo intentaron, en algunos casos más, en algunos casos menos, con diferentes grados de acierto. Esa es una estrategia clave, allí donde queda algo convendría defenderlo, reforzarlo y abrir espacio.

Me parece que hay públicos posibles, audiencias posibles, si se hace bien. En caso contrario van a seguir siendo la Cenicienta del sistema de medios, con pobrísimas audiencias y con bajísima competitividad en el mercado mediático. No basta con instalar un canal de televisión público, aunque se lo dote de la infraestructura adecuada y personal razonable, si no genera una estrategia potente para competir en la escena mediática. Y competir diferenciándose.

Digo esto porque hay algunos casos como el histórico de Chile donde compitió no diferenciándose, mimetizándose con respecto al sistema comercial en cierta y buena medida. Si se termina mimetizando, la alternativa no está. Eso se ha discutido mucho entre los expertos en medios públicos para el caso de América Latina.

El sector de los medios comunitarios, alternativos, es otro particularmente clave y en algunos casos, sobre todo en los países más pequeños, también lo es el fortalecimiento del sector independiente audiovisual, como en el caso de Uruguay. Porque son países donde los mercados son muy chicos, donde es muy difícil sostener una producción independiente razonable -esto cuesta incluso en países grandes, pero en los chicos mucho más- y entonces, las alianzas entre medios públicos, cooperativos, comunitarios y producción audiovisual independiente pueden ser claves.

A esto convendría sumarle una producción que está naciendo principalmente en Internet de medios multiplataforma, que tienen una diversidad muy variada de contenidos sonoros, audiovisuales, gráficos, escritos, etc y que tienen posibilidades de acción muy interesantes en el terreno actual, que no son fácilmente clasificables en los parámetros anteriores pero que tienen una muy creciente importancia, en la medida en que están variando mucho los hábitos de consumo mediático y lo que llamamos medio de comunicación, basado en una lógica de programación, está tendiendo a desaparecer o disminuir en la escena mediática. Es algo que preocupa a las organizaciones grandes que han ido buscando soluciones como asociarse con las plataformas de Internet y que empieza a plantearse también en otros medios.

Retomando la pregunta anterior y enlazándola con esta, es importante ponderar que la ola conservadora trae una cantidad de novedades políticas referidas a este tema. Pero más que novedad el recuerdo, el “refresque” de que algunos fenómenos sociales, culturales, ideológicos tenían y tienen una presencia -que era potencial y que ahora se expresa- mucho mayor de la que imaginábamos . Y ahí los diversos progresismos se han quedado cortos. Esto tiene que ver a veces tanto o más que con el qué se dice, con el cómo se dice y cómo se expresan las cosas, cómo se expresan a través de los medios. Y volvemos al la cuestión de las narrativas.

¿Qué potencialidades han tenido las derechas en varios de los casos nacionales? Nuevamente es muy fuerte el ejemplo de Brasil por su potencia en el sentido político, pero también en el cultural. El papel de las iglesias pentecostales, por ejemplo, en la situación actual de Brasil, en el regreso conservador, es muy grande y yo diría que es un papel que tiene que ver con problemas muy de fondo que no son solo comunicacionales, pero que tienen también un fuerte componente comunicacional. ¿Por qué esas iglesias llegaron a tener tanto poder en Brasil? ¿Es un tema de mafia económica? Sí, de hecho lo hay, incluso de dominio mediático: tienen cadenas propias, etc. Pero no es solo eso, yo creo que sus audiencias principales están barrio a barrio, lugar por lugar, cuando le llegan a gente muy desesperada con un discurso que logra esperanzarlos en el terreno estrictamente individual. Un cambio político a largo plazo, las políticas públicas y demás, son de difícil audiencia cuando uno lo que tiene que resolver son problemas inmediatos hoy y alguien parece ofrecer alguna solución simbólica y también material. Cuando todo eso se da, se entiende por qué esas iglesias tienen arraigo lugar por lugar, no solo a nivel más general global y no solo a partir de su poder económico que es enorme, que en parte viene de este arraigo local.

Ese arraigo a su vez tiene formatos propios donde podemos rememorar los problemas mediáticos, como la potencia de sus rituales. La ritualidad perdida de ciertas izquierdas, que tienen un discurso muy racional pero poca ritualidad es parte también de los problemas que a veces se expresan en la escena mediática alternativa. Me parece que hay también que pensar alguno de estos problemas para construir otras narrativas, que tengan más capacidad ritual, más capacidad lúdica, más empalme con mucho de lo mágico que está presente en las culturas populares y que desde la intelectualidad occidentalizada en nuestros países se mira con demasiado desprecio, con poca comprensión. Parece que ahí también hay una mucho por hacer.

Creo también que hay que hacer un esfuerzo muy grande por una comprensión mayor de fenómenos ligados a las tecnologías digitales que no hemos sabido todavía entender del todo. No soy de los que cree que el triunfo de Bolsonaro se explique gracias a whatsapp, me parece una explicación simplista que significaría volver a unas teorías de los medios muy antiguas y que fueron descartadas, del tipo de la aguja hipodérmica, es decir, basta con que te digan algo para que te convenzas, se te inyecta una verdad y te la creés. Nadie hoy en el terreno del análisis serio de la comunicación piensa estas cosas y me parece que hay análisis demasiado simplistas como que whatsapp lo explica todo. Pero efectivamente hay una cantidad de aspectos en torno a los fenómenos que las más recientes expresiones de la tecnología han generado que sí tenemos que poder entender mejor y trabajar mejor para generar alternativas.

¿Es posible generar alternativas políticas donde el debate y la discusión se den de modo digital? Hay varias experiencias en el mundo que han intentado. Quizá para nuestro contexto una de las más conocidas ha sido la de Podemos en España, un partido que debate y decide digitalmente con algunos aparentes éxitos y con otras cosas de éxito un poco dudoso. O gobiernos locales y nacionales que intentan involucrar a los ciudadanos por vías digitales. Me parece que ahí hay mucho por explorar. Así como quienes trabajamos con comunicación desde una mirada progresista tenemos que entender más la magia popular, también tenemos que entender más la tecnología digital. Es una combinación un poco rara pero tenemos que hacer un gran esfuerzo por lograrla. Eso implica trabajar muy fuertemente con ingenieros y antropólogos, sociólogos...Lo socio-cultural-antropológico y lo tecnológico-digital hay que articularlos en la construcción de alternativas.

Hay gente que ya está haciendo estas cosas, en el campo académico o desde el activismo digital. Me parece que ahí hay mucho para explorar. Fenómenos como las elecciones norteamericanas, brasileña o la muy reciente alemana, con resultados distintos que muestran la potencia de estas cuestiones. Menciono la alemana que es quizás el caso “positivo”: en la elección de los eurodiputados de hace dos meses un youtuber con diez millones de seguidores parece haber incidido decisivamente en el retroceso de los partidos más conservadores y en el avance de los verdes. Sirve tal vez como contracara de casos como la influencia de Facebook y Cambrige Analytica en la elección de Donald Trump, por ejemplo. En todos esos temas hay que trabajar mucho más hoy con cabeza muy abierta, tanto a las cuestiones tecnológicas que todavía conocemos poco y que se están explorando, como a los problemas de larga data que tienen que ver con la cultura, con las culturas.

Gabriel Kaplún es Profesor Titular de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República y actualmente vicepresidente de ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación).

bottom of page