Ilustración: Lucas Viñoli Knuser
En nuestro II Manifiesto visualizábamos el crecimiento del malestar social en la subjetividad política de nuestro país. Además, interpretamos que, lamentablemente, quien estaba en mejores condiciones para capitalizar políticamente dicho malestar era la derecha tradicional, al tiempo que la estrategia progresista de “disputar el relato” comparando indicadores de los noventa con la actualidad no ayudaba a salir del atolladero.
De alguna forma, las elecciones internas parecen confirmar dicho pronóstico y son una foto de la primer gran helada del invierno que se nos aproxima, donde la derecha efectivamente sale fortalecida. Si bien estos resultados no reflejan de manera lineal lo que va a suceder en octubre (y noviembre), es claro que hay un notorio aumento en las preferencias mayoritarias hacia posturas más conservadoras que ponen el ajuste sobre las condiciones de vida de trabajadoras y trabajadores como eje central de su programa. Teniendo en cuenta esto, la victoria electoral de la derecha es un escenario que se presenta como probable.
Además, la derecha viene ganando terreno no sólo en cuanto a los votos, sino también en las formas de hacer política que se convalidan, consolidando un largo proceso de mercantilización de la política. En ese sentido, cabe detenerse en el proceso de creciente fragmentación de la “oferta electoral”, que parece ser el correlato de la mercantilización en un contexto de descomposición de las ofertas políticas clásicas que ya no logran aglutinar bajo la misma chapa electoral a sus votantes. Así, la góndola precisa mostrar un menú diversificado de productos elegibles y la ampliación de candidaturas así como el surgimiento de algunos partidos es probable que tengan mucho más de cálculo costo-beneficio que de diferencias ideológicas o estratégicas profundas. Esta es la primera gran victoria del capital que se manifestó en la campaña, previo a cualquier resultado.
El segundo elemento, con los resultados a la vista, tiene que ver con la alta votación del Partido Nacional que, al igual que en las internas pasadas, resultó el más votado. Además de la holgada victoria de Lacalle Pou, que vuelve a demostrar la centralidad que sigue teniendo el linaje oligárquico en la política uruguaya, hay que destacar la aparición en escena de Juan Sartori. Este “outsider” de la política reforzó la imagen de empresario “exitoso” que, a base de una campaña millonaria que implicó entre otras cosas la compra de portales de comunicación y promesas programáticas poco fundadas en la realidad, en menos de un año no solo logró conocimiento público sino que se quedó con el segundo lugar en la interna blanca. El discurso de la gestión más allá de la ideología y sobre todo la visión empresarial de la política, refuerza su potencia en un sector importante de la población.
En suma, con Sartori y Novick a la cabeza se refuerza otra cara del proceso de mercantilización de la política: “billetera mata política”. Los rentados priman por sobre los militantes, las agencias publicitarias por sobre las comisiones de propaganda, la gestión por sobre la ideología, el voto por sobre la organización, entre otros. Por tanto, la realidad nos marca una tarea insoslayable para quienes somos de izquierda: rescatar a la “política” del mercado.
Otro eje de preocupación es el aumento del sentido común conservador, reaccionario y por lo tanto regresivo, reflejado en la consolidación de la proyección política de la casta militar con Cabildo Abierto, configurando una suerte de “bolsonarismo a la uruguaya” encabezado por la figura de Manini Ríos que consiguió casi 47 mil votos. Está claro que el punitivismo y las soluciones de “mano dura” están ampliamente instaladas, lo cual sumadas a la impunidad campante en nuestro país, han servido para legitimar al ex comandante del Ejército como figura política de primer orden.
Por el lado del Frente Amplio parece consolidarse un reagrupamiento del ala de izquierda en torno a la candidatura de Andrade, que aglutinó a parte del electorado que en 2014 votó en las internas por Constanza Moreira. La dicotomía “mujiquismo”- "astorismo” parecería estar cediendo lugar a una nueva geografía interna en el FA, que también se expresa en la creciente aparición de nuevos grupos políticos en torno a figuras políticas y gestores más que en torno a familias ideológicas o a grandes apuestas programáticas. A pesar de esto, la victoria con luz de Martínez refleja la consolidación de las posturas moderadas que ofrecen más y mejor gestión como forma de enfrentar el ajuste en ciernes.
Por su parte, la izquierda extra frenteamplista que viene apostando a lo electoral, sigue sin poder ganar cuotas mayores de visibilidad y representación. Como decíamos más arriba, el malestar, el descontento, el miedo, no solo no entienden de gráficas que miran los noventa, sino que tampoco se ha volcado a otras opciones de izquierda.
En suma, este corrimiento a la derecha parece estar expresando la versión uruguaya (diferida y, a priori, más moderada) del ajuste que en la región se viene procesando desde 2015 con la victoria de Macri y el golpe blando a Dilma Rousseff. Con cartas vistas, podemos analizar el proceso electoral en curso a la luz de cuáles serán las condiciones y la profundidad del ajuste y sobre quienes, y de qué forma, recaerá.
Ante este panorama abierto por las elecciones internas, en esta separata convocamos a algunos/as compañeros/as para dialogar y debatir sobre el tema en torno a las preguntas: ¿qué nos dicen los resultados de las elecciones internas? ¿Qué hacer? ¡Pasen y vean (lean)!