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  • Ramón Gutiérrez Salgués

No da lo mismo lo que pasa en Octubre


Ilustración: Lucas Viñoli Knuser

Uno de los primeros versos que escribí hace ya muchos años lo dediqué a algunos familiares, se titulaba Octubre, mes en que nací y muchos de ellos. De lo que recuerdo, el arranque decía algo así:

“Llegó octubre, mes próspero y paridor,

nos vio nacer, nos mostró el mundo,

mas es enero el mes fecundo,

hijos del verano y hormonal calor”.

Ojalá seamos enero. Las internas dejan una sensación bruta de más responsabilidad coyuntural. La historia no se ciñe a esta elección claro está, pero hay un cruce de caminos evidente que la hace distinta a las dos precedentes ¿Desde dónde nos paramos para analizar las internas? ¿Qué buscamos con dicha reflexión? Entiendo que es un debate fundamental para los que estamos en la trinchera de la militancia social, sin pertenencia orgánica partidaria o sectorial, discutir con profundidad el escenario electoral de octubre y noviembre a la luz de lo que pasa en el mundo, en la región y acá y orientar nuestra acción militante de forma activa hacia dicho escenario. Lo que está en debate es la tarea práctica por delante.

Estamos convencidos que no existen cambios profundos que pasen por otro sitio que no sea el pueblo trabajador organizado transformándose a sí mismo y edificando un lugar mejor. Sabemos también por experiencia que no es lo mismo quién ocupe el ejecutivo y cómo se componga el parlamento. Podemos jurar que todos los cambios son conquistas de un proceso histórico del pueblo organizado y dicha máxima será verdad, siempre que asumamos también que las posiciones institucionales son parte de esas conquistas en la búsqueda de alternativas para la transformación social.

A pesar de entender los análisis de la crisis de representatividad de los partidos por la baja votación, no creo que sume demasiado para nosotros hoy. Es cierto que sirve para defenderse de los que nos atacan por el mismo asunto. Pero sabemos que los que trabajamos por la organización de base (social o política) no la tenemos fácil y que ponernos en posición de representación es una tarea fundamental. Porque sólo asumiendo las contradicciones y moviéndonos con la fuerza que ellas permiten salimos de esas crisis. No hay evidencia de que la baja votación cuestione de forma alguna el statu quo en países de votación libre. Por el contrario, a menor votación más consolidación de los peores rostros del sistema. Es difícil sostener con seriedad que el abstencionismo como crítica (fundada) a la democracia liberal, logrará más fuerza que el escepticismo buscado por la clase dominante. El vacío electoral no implota el sistema, alimenta el círculo aristocrático de toma de decisiones. Ninguna persona seria podrá sostener que crecen las ideas y prácticas libertarias con la fuerza del voto anulado y blanco. Una democracia popular deberá traer cambios institucionales claro está, pero sólo alguien muy necio puede negar el avance que significa que cada uno de nosotros cuente con ese minúsculo pedazo de poder que es el voto popular, para definir representación en el sitio que establece reglas de juego y dispone de parte de los frutos del trabajo social.

Hay distintos elementos fundamentales del reposicionamiento de la derecha: la correlación de fuerzas internacional, el desgaste del FA, la incapacidad de la izquierda extra FA de disputar el significante del “cambio” y el mérito de la derecha que fue mutando hasta encontrar el momento y el abanico de formas que le permiten re-legitimarse y disputar la hegemonía en el aparato del Estado.

Algunos compañeros pondrán todas las baterías en analizar cómo el FA deja la cancha servida para el crecimiento de la derecha y su programa y brindarán información y argumentos solventes. Pero me interesa pensar en las fuerzas propias, en la tarea y la responsabilidad que nos cabe a nosotros.

La izquierda electoral no frentista visiblemente no ha acumulado en absoluto el descontento popular con el FA. Para la masa, la alternativa de cambio es la derecha, lo otro no existe. El “posibilismo” no es una enfermedad del gobierno, es la matriz principal de toma de decisiones de la masa cuando enfrenta conflictos sociales y decisiones políticas. La masa se recuesta contra la fuerza demostrada y eso vale para la lucha social y política. No son votos de afiliación ideológica, ni la adhesión sindical es consciencia de clase, ni marchar por el agua asegura un cambio de cosmovisión radical en la relación hombre-naturaleza. Parte de los votos de estas internas, cambiarán de partido, no tengan dudas, como cambian las nacionales y las departamentales. En cada departamento se juega un partido entre los pesos pesados y la gente intenta decidir dentro de la fuerza que tiene chance de ser vencedora.

Cada uno de nosotros y cada organización debe tener pies de plomo. No da lo mismo para las mayorías quien esté en el gobierno, no da lo mismo para nuestros intereses directos quien esté en el gobierno, no da lo mismo para nuestra capacidad de incidencia en las transformaciones de abajo y de arriba quien esté en el gobierno. Cuando no estamos nosotros (y ese es un dato de la realidad para toda la militancia social y la izquierda no frentista), resta analizar cuál es el mejor papel que podemos hacer para los intereses del movimiento popular como mediación de las mayorías. Qué nos hace más fuertes y nos deja mejor parados para seguir luchando y construyendo.

Ha circulado como idea fuerza una elección tras otra “votamos luchar”. ¿Alguien cree seriamente que el voto lleva implícito la renuncia a la lucha? Aunque la consigna busca algo compartible y es que nadie regale su poder, coloca un paralogismo de falsa oposición (voto vs lucha) que deja sembrada la idea sectaria de que las conquistas que tiene nuestro pueblo son hijas de le lucha de los que anulan el voto, pagan la multa o votan en blanco, o bien que un verdadero luchador no compra el buzón de la democracia burguesa. Con el respeto a los compañeros, que así los veo, ese mensaje en esta elección dinamita fuerza de combate a la derecha, regala energía útil para las necesidades de lucha de nuestro pueblo.

Hay que tener mucha humildad y ser crudos con nosotros mismos y nuestra capacidad de fuerza. No se arenga para sacarse las ganas. Si el objetivo es construir el socialismo, trabajamos para eso y cada acto debe ser meditado y consciente. Las internas dejan otra enseñanza muy tozuda. Los movimientos sociales y las organizaciones populares no son cooptables por nadie. Como todo espacio democrático del pueblo está en disputa y construcción permanente. Hace mucho tiempo que el movimiento sindical no tiene un referente tan claro, tan formado y disputando nada más ni nada menos que para la responsabilidad de presidente. Andrade, que hizo una gran campaña movimentista, no captó ni el 10% del voto de los trabajadores sindicalizados. Carolina Cose, única candidata mujer a la presidencia, no captó en absoluto el voto feminista, calcó la fuerza del aparato del MPP. Vega, lejos estuvo de tener con él los votos ambientalistas. UP que se atribuye la propiedad de la verdadera izquierda, lejos está de captar mínimamente el movimiento anticapitalista. ¡Viva la transversalidad de los movimientos sociales y las organizaciones populares!

HI lanzaba un segundo manifiesto en el que ponía en valor el emergente de la fuerza social de estos movimientos. Es cierto que su capacidad de movilización supera la participación política y son en sí un sujeto social potente que pide síntesis política a gritos. No hay indicios que las fuerzas políticas que los evocan capten activamente su fuerza para la militancia partidaria. Y creo honestamente que seguirán siendo izquierda social transversal. Esto abre una etapa claramente nueva: el problema político en términos dinámicos, de tendencia, para los militantes socialistas, no es la cooptación del movimiento social y las organizaciones populares y su continentación por el FA. Por el contrario, asumiendo que el desborde de estos movimientos es una construcción en avance, la tarea es dilucidar cómo se pasa a la ofensiva en su capacidad de articulación social y programática, sin dinamitar un sustento institucional que permita instituir transformaciones de mayor profundidad en cada uno de sus ejes vertebrantes.

El desafío para nosotros es enfrentar el reposicionamiento de la derecha en octubre y en noviembre. El pueblo organizado no perdona el perfilismo cuando se acomete esta tarea. Hay que cerrar filas. Si la izquierda electoral no frentista no entiende esta máxima, seguirá condenada al aislamiento de las mayorías y jamás vanguardizará la resistencia a la derecha. Si los militantes sociales no entendemos esta máxima, tendremos un escenario pésimo para luchar, con más movilización probablemente, pero a la defensiva.

Algunos leen los episodios de lucha callejera de otros países como ofensiva. Creo que es resistencia digna, pero del momento en que te están comiendo las posiciones. Si uno observa Brasil, que libra una batalla de resistencia a Bolsonaro o Argentina al macrismo, lo que aparece en realidad son países devastados y como alternativa de síntesis política de gobierno, las fuerzas progresistas. No hay ofensiva, hay resistencia y alianzas defensivas.

No sólo no habrá avances, las conquistas, si las hay, serán volver con suerte a recuperar lo que perdieron. No hay indicios de que la ofensiva social y política por más justicia e igualdad venga como reacción al triunfo de la derecha neoliberal (la tesis de cuanto peor mejor). Este fenómeno, “el resistencialismo”, debe colocarse en debate. Es un estado de espíritu que exalta la épica callejera y la protesta. No es que crea en la pedagogía de la lucha como proceso, que se banque las contradicciones de la acumulación de fuerzas (con sus expresiones sociales y políticas de masas organizadas), vive con emoción, con éxtasis, los eventos masivos de manifestación como “los verdaderos” hechos transformadores. El espontaneísmo seduce, se muestra como izquierda pura ante los ojos del militante joven o desprevenido y cuando se convierte en ideología sólo reproduce frustración e impotencia. El resistencialismo adora mirar otros paisajes e idealizar otros movimientos y desprecia las formas de lucha que ha forjado su propio pueblo. Al tiempo, sólo puede vivir a través de la palabra y las redes, exaltando hechos puntuales o trazando relatos románticos de lo que fue o podría ser, se vuelve depresivo y sectario.

Cuando estás perdiendo el partido y te están peloteando y el capitán mete una patada en la rodilla al delantero rival y lo echan, aparece el “luchismo” elogiando grandeza y soñando ofensiva, aunque sea el síntoma de una derrota garantizada. El luchismo lleva consigo una parte de verdad, pero decide a consciencia negar los procesos, la organización social y política, lo pesado, heterogéneo, impuro y contradictorio de la transformación social.

¿Cuál es el verdadero dilema para nosotros? Cuando digo nosotros, me refiero a quienes tenemos un sentimiento de pertenencia forjado en organizaciones sociales y no tenemos ese mismo sentimiento hacia ninguna organización política. ¿Se puede luchar hacia octubre y noviembre sin afirmar una opción? ¿Se puede sólo combatir a la derecha como enemiga principal de nuestros intereses? La experiencia brasilera “ele não” dice que es insuficiente, que hay que combatir a la derecha y ganar al escepticismo como manifestación del vacío útil a los fines de la derecha. Es imperioso afirmar la votación a alguna alternativa de izquierda, es decir, tomarse el trabajo serio de pensar por qué una o más opciones son las mejores alternativas de gobierno en el Uruguay de aquí y ahora. Hay que develar a Talvi, Lacalle, Manini y el fantasma de Mieres, pero hay que ser capaces de convencer de colocar el voto en una alternativa político electoral que represente mejor nuestros intereses.

Creo que para la izquierda electoral no frentista es imperioso pensar alianzas electorales que le permitan disputar más sitios en el parlamento o mantener lo que conquistó. Regalar espacio a la derecha rancia por no bajar el copete y leer la realidad tal como se presenta, sería imperdonable. Dichas alianzas deben pensarse departamento a departamento.

Después de las internas, debería abrirse un período corto, intenso y serio de diálogo político en toda la izquierda social y política. Los más grandes, aquellos que tienen más espalda, deberán ser quienes den el ejemplo. Andrade, en su reciente carta menciona como una explicación posible de una eventual derrota “puede ser por falta de coraje para poner arriba de la mesa todo lo que hay que discutir”. Que esa no sea la razón, hay que encontrarse y discutir y quien se sienta fuerte que negocie y quienes nos sintamos más débiles pongamos el hombro a una lucha que nos trasciende porque viene de lejos y va a continuar después de nosotros.

Vale mucho el papel de cada militante porque sin importar dónde está, el militante es fuerza motora, activa e influyente, sea para promover o para golpear. Una actitud irresponsable y corrosiva por parte de militantes formados de cara a octubre y noviembre, una actitud insulsa como si nada importara, una actitud esquiva, vaga hacia el debate, sólo sumará al caldo de cultivo que exalta la posición de la derecha como alternativa de cambio. No tengo dudas de que nuestra responsabilidad es militar para que las mayorías entiendan que en este caso, la forma del cambio es votar por la izquierda socialista dentro o fuera del FA. No importa demasiado cuál es mi opción particular, he votado dentro y fuera, sino el criterio de lucha transversal que debemos promover. El objetivo práctico debe ser un parlamento lo más a la izquierda posible, porque será la primera parada para librar en mejores condiciones la resistencia al ajuste que viene anunciándose por todos los partidos.

El mensaje para cada compañero y compañera que se sintió o siente militante es que el voto no sea sólo un asunto íntimo, que abra debate político en cada sitio que pueda, que coloque asuntos relevantes en agenda de debate público. Hay que dar esta batalla como una batalla colectiva, porque las consecuencias lo serán. Hay que militar con toda la voluntad para vencer la reforma y derrotar electoralmente a la derecha porque el día después y siempre con el termómetro de nuestras fuerzas reales, tocará seguir luchando. Los avances a nivel social indican que hay fuerza de resistencia y poder instituyente en crecimiento, depende de nosotros seguir abonando ese camino colocando núcleos duros de un programa de transformación social más ambicioso cada vez con mayor espalda popular.

*Ramón Gutiérrez Salgues. Vive y trabaja en la Unidad Cooperaria N°1 de Cololó, Soriano.

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