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  • Cecilia Espasandín*

Clara Zetkin: por los derechos de la mujer, por el socialismo y contra el fascismo


Imagen: Clara Zetkin, fotografía de época.

Tiene sentido traer la figura de Clara Zetkin en el marco del 8 de marzo, no tanto porque ella haya propuesto la conmemoración de este día por primera vez en 1910, sino más bien porque sus escritos y sus acciones testimonian una lucha radical por la igualdad entre hombres y mujeres. A veces, aparece como una figura ambigua, poco feminista, marxista dogmática, comunista acérrima. Si nos acercamos un poco más, surge una mujer muy valiente, que, desde muy joven, sabe enfrentarse a sus propios compañeros y a sus pares mujeres, para defender su concepción socialista democrática.

Clara Eissner nace el 5 de julio de 1857 en Wiederau, actual Alemania. Mientras cursa los estudios de magisterio en Leipzig, entra en contacto con el círculo de emigrados rusos, entre los cuales, el revolucionario Ossip Zetkin. Con él se casa en París en 1882, tras haber sido expulsado por su participación en una asamblea ilegal en Alemania –en pleno período de las leyes de Bismarck contra los socialistas. Con sus 25 años, Clara Zetkin tiene una intensa vida política en París. Conoce a la comunera Louise Michel, a las hijas de Marx–Jenny y Laura-, a dirigentes obreros, como Jules Guesde. Vivencia el ambiente de derrota del movimiento obrero internacional –quebrado por la caída de la Comuna de París en 1871-, así como el resurgimiento de las organizaciones obreras y su ampliación a fines de los años ochenta. Contribuye de manera notable a la fundación de la II Internacional en 1889 en París, con artículos de prensa preparatorios y personalmente, en calidad de corresponsal del órgano de prensa del Partido socialdemócrata alemán (SPD) y delegada de las mujeres socialistas de Berlín. En 1890, cuando se revoca la ley contra los socialistas, vuelve a Alemania. El año anterior había muerto su marido, con quien había tenido dos hijos. Más adelante, se casará con el pintor Georg Friedrich Zundel, de quien se separará años después. En 1891, Zetkin se convierte en redactora del órgano de prensa femenina de la socialdemocracia alemana, “La igualdad”. Desde las páginas del periódico, así como desde sus intervenciones en los congresos anuales del SPD y en los congresos de la II Internacional, Clara Zetkin despliega dos nítidos frentes de batalla: la batalla por los derechos de la mujer y la lucha contra el creciente reformismo en el seno del movimiento obrero.

La cuestión femenina moderna y su diversidad interna

Durante toda su vida Zetkin se ocupa de los derechos de la mujer. Para el Congreso del SPD en Gotha en 1896, pronuncia un extenso discurso sobre el tema (1). Ella recoge de Engels la tesis de que el origen de la opresión social de la mujer coincide con la aparición de la propiedad privada –“una de las primeras y más antiguas formas de dominio clasista”- pero que la cuestión femenina moderna surge con el modo de producción capitalista. Con el avance de la industrialización y el retroceso de la economía doméstica, millones de mujeres debieron volcarse al trabajo asalariado y “entonces empezaron a tomar consciencia de que la falta de derechos hacía muy difícil la salvaguarda de sus intereses”.

En su discurso, Zetkin identifica las particularidades que adquiere la cuestión femenina, según la pertenencia de clase. Para las mujeres de la alta burguesía, la cuestión es “ante todo reivindicar el poder disponer libremente y autónomamente de su patrimonio”. Para las mujeres de la pequeña y mediana burguesía, se trata de obtener la igualdad de derechos en la formación y práctica profesional. Las reivindicaciones feministas burguesas encuentran las resistencias de los hombres, a raíz de la competencia. “Se trata del simple temor a la concurrencia; sea cual sea el motivo que se hace valer contra el trabajo intelectual de las mujeres: un cerebro menos eficiente, la profesión natural de madre, etc., sólo se trata de pretextos”. El movimiento feminista burgués tiene su razón de ser, no solamente en motivaciones económicas, sino también morales y espirituales.

“La mujer burguesa no sólo pide ganarse su propia existencia, sino también una vida espiritual, el desarrollo de su propia personalidad. Precisamente es en estos estratos donde se encuentran aquellas trágicas figuras, tan interesantes desde el punto de vista psicológico, de mujeres cansadas de vivir como muñecas en una cultura moderna; las aspiraciones de las feministas burguesas están plenamente justificadas, tanto en el aspecto económico como desde el punto de vista moral y espiritual”.

Para la mujer proletaria, la cuestión radica en la explotación de su fuerza de trabajo por el capital –en su búsqueda continua de fuerza de trabajo más barata. Atada a la máquina o a la oficina, el modo de producción capitalista la ha transformado en una concurrente desleal, sometida a las peores condiciones de trabajo y raramente pudiendo oponer resistencia. Si pudo conquistar independencia económica respecto al hombre, “como persona, como mujer, y como esposa no tiene la menor posibilidad de desarrollar su individualidad. Para su tarea de mujer y de madre sólo le quedan las migajas que la producción capitalista deja caer al suelo”. Claro está que en Zetkin, como en la mayoría de las revolucionarias de la época, la maternidad y el cuidado de los hijos aparecen como deberes naturales y como derechos que deberían garantizarse. Para las obreras, entonces, la cuestión femenina está estrechamente vinculada a la cuestión social; el objetivo de su lucha no es la libre competencia con el hombre, sino la conquista del poder político por parte de la clase obrera.

“Todo esto no significa que no deba apoyar también las reivindicaciones del movimiento femenino burgués. Pero la consecución de estas reivindicaciones sólo representa para ella el instrumento como medio para un fin, para entrar en lucha con las mismas armas al lado del proletariado”.

La lucha contra el reformismo

Dos años después, en el congreso del partido socialdemócrata alemán de 1898, celebrado en Stuttgart, Zetkin y la joven Rosa Luxemburg, se unen por primera vez para enfrentarse al reformismo en su partido. También juntas se mantienen en el centro del debate contra las tesis revisionistas en los siguientes congresos del SPD y de la II Internacional. Zetkin mantiene la asidua batalla desde el periódico “La igualdad”, hasta que deberá abandonar su redacción en 1917, por no seguir la línea política del partido –ya mayoritariamente revisionista.

La tendencia revisionista, que va adquiriendo preponderancia en el partido socialdemócrata alemán e irradia el movimiento obrero internacional a comienzos del siglo XX, tiene su expresión más nítida en la publicación del dirigente alemán Eduard Bernstein, conocida como Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, de 1899.

Abandonando la tesis marxista de la lucha de clases, Bernstein, “confía en una paulatina, gradual y fragmentaria introducción del socialismo dentro de la sociedad capitalista mediante reformas sociales, creación de sindicatos, cooperativas de consumo, consorcios productivos. Si se mira con atención, este gradual proceso de socialización que tanto le gusta no es tanto un medio para abatir el capitalismo como un medio para reforzarlo, con el aburguesamiento del proletariado” (2).

La postura de Zetkin no está anclada en una defensa dogmática de la ortodoxia marxista. Al contrario, defiende la máxima libertad de crítica, como exigencia vital para el partido socialdemócrata. Si rechaza las investigaciones de Bernstein, no es por considerarlas “como atentados”, “como un delito cometido contra los principios de fondo”; sino porque no explican la realidad y, sobre todo, dan lugar al oportunismo en el seno del movimiento obrero (3). De hecho, la obra de Bernstein tiene el mérito de poner de manifiesto las tendencias oportunistas al interior del partido que, mediante alianzas sin principios con la burguesía, están “siempre a la caza del pequeño éxito de una política del momento”. Contraria a todo intento de ocultamiento de los conflictos internos existentes, Zetkin es partidaria de que salgan a la luz. “Se trata de conseguir una separación muy precisa entre dos concepciones de fondo que se oponen entre sí: no existen ‘herejes’ a los que castigar, ni ‘ortodoxos’ a los que canonizar” (4).

La batalla contra los revisionistas, que Zetkin dirige desde las páginas de “La igualdad”, no se debe a un rechazo a las reformas en sí mismas. El contraste no nace del hecho de que los oportunistas sean partidarios de las acciones reformistas, mientras que los revolucionarios ‘fanáticos y dogmáticos’ rechacen todo tipo de reformas. “El contraste reside más bien en una valoración fundamentalmente distinta de las reformas”. Para los revisionistas, el trabajo por la consecución de las reformas es “un fin en sí, puesto que cada pequeña reforma significa que se ha realizado un pedacito de socialismo”. Para la izquierda revolucionaria, en cambio, el trabajo dedicado a las reformas “es un medio para llegar al fin, sólo es la condición necesaria para que el proletariado alcance el nivel de cultura, de voluntad y de fuerza que le permita la conquista del poder político, gracias al cual podrá sustituir la sociedad capitalista por la sociedad socialista.”

Esta concepción en torno a reforma y revolución puede verse en el análisis de Zetkin sobre el sufragio femenino en 1907. Así como la legislación laboral protege a la clase obrera pero no suprime la relación de dependencia –“su fuerza de trabajo sigue siendo como antes una mercancía” (5)-; el derecho de voto femenino no elimina los conflictos que surgen de las contradicciones sociales entre hombres y mujeres en el orden capitalista, “conflictos que afectan a la mujer como exponente de su sexo”. En defensa del sufragio universal femenino, Zetkin polemiza frontalmente con los compañeros oportunistas de los partidos socialdemócratas que integran la II Internacional –quienes posponen la reivindicación según la previsión coyuntural de los réditos electorales (6). También ella argumenta a favor del sufragio femenino con fines electorales –“para la victoria del socialismo”- pero asienta la reivindicación principalmente en el terreno de los derechos sociales.

La lucha contra el fascismo

En el período inmediatamente posterior al estallido de la primera guerra mundial en 1914, la actividad de Zetkin queda absorbida por la propaganda antimilitarista y antiimperialista. En diciembre de 1914, después de que su partido diera en el Parlamento los votos a favor de los créditos de guerra, Zetkin escribe: “Esta mayoría ya no representa un partido de clase, socialista y proletario, sino que es un partido socio-reformista nacionalista, ansioso de anexiones y de conquistas coloniales” (7). En marzo de 1915, organiza en Suiza una conferencia internacional de mujeres socialistas contra la guerra imperialista –que le valió la prisión por “traición a la patria”. Junto con Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y Franz Mehring, escribe una declaración pública donde se deslinda de las posiciones belicistas del SPD. Con ellos, iniciará la organización de la izquierda de la socialdemocracia alemana que confluirá en la Liga Spartakus y, en 1918, en el Partido comunista alemán. Después de la derrota de la revolución de noviembre y del asesinato de Luxemburg y Liebknecht en 1919, la actividad de Zetkin se funda con la de la Internacional Comunista –formando parte de su comité ejecutivo desde 1921. Después de periódicas estancias en la URSS, se establece allí definitivamente hasta su muerte en 1933.

Escribía sobre el ascenso del fascismo en 1923 (8):

“El fascismo tiene distintas características en cada país. Sin embargo, tiene dos características distintivas en todos los países, a saber, la pretensión de un programa revolucionario, que es hábilmente adaptado a los intereses y reclamos de las grandes masas, y por otro lado, la aplicación de la violencia más brutal”.

Zetkin explica el fascismo desde su fundamento económico, entendiéndolo como expresión ideo-política de una economía capitalista decadente –cuyos síntomas de decadencia se vislumbraban antes de la primera guerra mundial. Para superar la crisis capitalista, la burguesía requiere intensificar la explotación de las masas obreras y para hacerlo, precisa de una nueva organización de la violencia.

Para comprender la naturaleza del fascismo –poco comprendido por el movimiento obrero- Zetkin intenta desentrañar su composición. “Los líderes fascistas no son una casta pequeña y exclusiva; ellos están profundamente extendidos en amplios sectores del pueblo”. El fascismo recluta un contingente considerable en las ex clases medias que la guerra convirtió en proletarios, también en los ex oficiales combatientes, y mismo en grandes círculos de trabajadores que, decepcionados por los líderes reformistas, “desistieron de su fe no solo en el socialismo, sino también en su propia clase. El fascismo se tornó como una especie de refugio para los políticamente desamparados”. Se trata de “un movimiento de los decepcionados y de aquellos cuya existencia está arruinada”.

Desde su posición comunista, formula una auto-crítica a la agitación que no ha logrado penetrar en las masas trabajadoras y que tiene parte de responsabilidad en la deserción hacia filas fascistas. Poniendo el caso italiano, cuestiona al partido comunista por “considerar al fascismo apenas como un movimiento militarista y terrorista sin cualquier base social profunda”. El ascenso de Mussolini fue adherido por amplias masas del proletariado que –tras la derrota de la vía revolucionaria de la ocupación de fábricas- se vieron seducidas por su pretendido programa revolucionario. Luego, las maniobras fascistas de corrupción de los sindicatos y la creación de los escuadrones militantes y sus expediciones de castigo, se pusieron en marcha como medios para desintegrar y aterrorizar al movimiento obrero. Zetkin advertía la necesidad de “estar preparados para cuando el fascismo intente sobrevivir por métodos terroristas” en Italia y Alemania –donde el fascismo también se fortalecía– pues la toma del poder por Mussolini “dio coraje a los fascistas alemanes”.

Coloca la tarea de superar ideológica y políticamente al fascismo, de luchar “por los corazones y las mentes de esas masas”, en los respectivos países. “Los trabajadores deben unirse para esa lucha, independientemente de a cuál partido pertenezcan”. Para las clases trabajadoras es una necesidad vital preparar la autodefensa y formar un frente único. Todavía en 1932, ya enferma y casi ciega, convoca desde el parlamento alemán, a la lucha contra el fascismo de su época.

* Docente del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Integra el Grupo de Estudios del Trabajo.

Notas

1) Las citas en este apartado provienen del “Discurso pronunciado en el Congreso de Gotha del Partido socialdemócrata alemán el 16 de octubre de 1896”. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, pp. 99-110.

2) Zetkin, Clara, “Contra la teoría y la táctica socialdemócratas”, publicado en Die Gleichheit [La igualdad] Periódico en defensa de los intereses de las trabajadoras, Sttugart, 12 de abril de 1899. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, p. 169.

3) Zetkin, Clara, “En vistas al Congreso del Partido en Hannover”, publicado en Die Gleichheit [La igualdad] Periódico en defensa de los intereses de las trabajadoras, Sttugart, 2 de setiembre de 1899. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, p. 179.

4) Zetkin, Clara, “En vistas al Congreso del Partido en Hannover”, publicado en Die Gleichheit [La igualdad] Periódico en defensa de los intereses de las trabajadoras, Sttugart, 2 de setiembre de 1899. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, p. 180.

5) Zetkin, Clara, “En vistas al Congreso del Partido en Hannover”, publicado en Die Gleichheit [La igualdad] Periódico en defensa de los intereses de las trabajadoras, Sttugart, 2 de setiembre de 1899. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, p. 183.

6) Zetkin, Clara [online] “Social-democracy and Womansuffrage”, discurso pronunciado en la Conferencia de Mujeres pertenecientes al partido socialdemócrata realizada en Mannheim, antes de la apertura del Congreso anual de la socialdemocracia alemana, 1906. https://www.marxists.org/archive/zetkin/1906/xx/womansuffrage.htm [acceso 27/02/2019] Traducción propia.

7) Zetkin, Clara, “Carta a Helen Ankersmit”, Wilhelmshöhe, 3 de diciembre de 1914. En: Zetkin Clara, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo. Barcelona: Anagrama, 1976, p. 123.

8) Las citas siguientes en este apartado provienen del artículo de Zetkin, Clara [online] “Fascismo”, publicado en TheLabourMonthly, órgano del Partido Comunista de Gran Bretaña, agosto 1923 (vol. 5, nº 2, pp. 69-78).https://www.marxists.org/espanol/zetkin/1923/agosto/fascismo.htm [acceso 27/02/2019]

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