Ilustración: Fede Murro
Si de algo tenemos convencimiento, es de que estamos ante un tiempo de confusiones, turbulencias, malestares, pero también de luchas, resistencias, conquistas parciales. Este 2018 ha sido una muestra significativa de ello y, por lo tanto, nos propusimos en este último número del año, hacer una lectura del “estado de situación” y esbozar posibles coordenadas para poder superarlo. No como soluciones acabadas y hechas a medidas sino más bien como conjeturas o pequeñas certidumbres, apenas unos pincelazos de un óleo gigantesco a construir.
Para ello, propusimos a compañeras y compañeros poner en discusión el Manifiesto “Agujeros en la Niebla” que lanzamos en mayo de este año. Conscientes de que es una pieza inacabada, que precisa potenciarse con otros aportes y miradas. De esta forma, pretendemos entablar un diálogo, discutir y generar síntesis superadoras; no por una cuestión meramente intelectual, sino porque tenemos el pleno convencimiento de que afinando el análisis, afinamos la acción.
En este sentido, convocamos a compañeras feministas, luchadores sociales y políticos de diferentes países, luchadoras por los bienes comunes y otros que dan la pelea de diferentes ámbitos políticos, sociales y culturales, se pusieron a disposición para que el manifiesto de Hemisferio Izquierdo se eche a andar.
Tesis 0: El pensamiento como momento de la militancia
Hace dos años nos propusimos lanzar Hemisferio Izquierdo a partir de una certeza: no tenemos claro lo que está ocurriendo y las respuestas a las preguntas no las vamos a encontrar solo en los libros.
Hemos buscado convocar a un heterogéneo y prolífico hemisferio de las izquierdas, que desde diversas tiendas y regiones, aportaron su pensamiento, crítica, experiencias de lucha y propuestas. Lo hicimos intentando que, más allá de las imprescindibles convicciones que organizan nuestra militancia, hubiera cada vez más espacio para la pregunta, la duda y la apertura del pensamiento, porque solo de ahí aparecen las respuestas. Nos sigue pareciendo que es habitando las diferencias que podremos combatir mejor a nuestros antagonistas.
Hoy la neblina es aún más espesa que entonces. Y como la realidad es siempre el fin y el inicio de algo, nuestro pensamiento también tiene que saltar de un espacio de entendimiento a otro, logrando visualizar pliegues de realidad antes inadvertidos, jerarquizar nuevos problemas y poner en juego una nueva gramática para leer y comunicar.
Sabemos que es un esfuerzo muchas veces calificado de "teoricista", pero a la complejidad y la incertidumbre solo se les puede oponer un pensamiento complejo y creativo, que luego deberá encontrar sus cauces y formatos para volverse masivo.
No existe divorcio entre pensamiento y acción. El pensamiento no es más que un momento de la acción política que las y los militantes ensayamos para cambiar el mundo. Por eso, la reflexión estratégica precisa desplegarse y cobrar vida en la práctica política cotidiana.
Las fuerzas que atentan contra la vida huelen a desconcierto y debilidad y vienen por todo. Sólo cabe determinar con claridad la velocidad y la dirección de su progresión.
Al tiempo oscuro, fogonazos para alumbrar la noche. Suturar una realidad desacoplada y ubicar el lugar de nuestro golpe. Somos parte del tablero y sin estrategia propia solo resta ser rehenes de estrategias ajenas.
Lanzamos al ruedo estas tesis como aporte para medir coordenadas, relanzar tareas y proyectar la lucha política. Son poco más que algunos titulares, puntas de lanza de un debate que debe seguir ganando espesor y profundidad.
Tesis 1: Estamos ante la crisis de las estrategias de conciliación
A nadie escapa que aquella promesa noventosa de la globalización inclusiva armonizada por opciones políticas liberales y socialdemócratas se está despedazando. El conflicto, el desorden y la incertidumbre se instalan en los nodos principales del capitalismo liberal. En Europa crece el fascismo abierto de la mano del derrumbe de las opciones políticas tipo tercera vía. El Presidente de la primer potencia mundial es un multimillonario xenófobo, misógino y racista. ¿Qué más pruebas faltan para pensar seriamente en el grado de descomposición y desborde de la situación? El colapso estrepitoso del centrismo liberal amenaza con llevarnos puestos a todos. Trump y compañía son los hijos no reconocidos de ese fracaso.
Estamos en un tiempo de inestabilidad sistémica, donde incluso la guerra se instala cada vez con más fuerza como posibilidad y realidad.
América Latina no es ajena a este proceso. La región ya se encuentra de lleno en zona de turbulencias. Los movimientos recientes parecen despuntar al menos dos conclusiones preliminares: por un lado los límites y la crisis de la estrategia progresista; por otro que la democracia representativa en la región llega hasta donde se ponen en cuestión los elementos fundamentales de la reproducción política y económica de los sectores dominantes.
La estrategia progresista parece mostrarse impotente para resolver el nuevo equilibrio de fuerzas y contradicciones que se han desatado al incorporar masas populares al espacio político, económico y social, y por ende al reparto del producto social y el espacio ciudadano.
Estados en quiebra o al borde de la misma, donde el conflicto rebasa crecientemente el tejido institucional, empieza a ser la tónica en América Latina. Mientras la derecha se reorganiza y prepara la salida autoritaria en medio de la quita de derechos, el progresismo sigue atado a la reedición de un pacto ya insostenible.
Tesis 2: Asistimos a un nuevo declive del progresismo uruguayo como modelo de regulación del Estado y la sociedad
El declive del Uruguay progresista se superpone con un proceso de agotamiento de mayor calado. El tiempo histórico que se avecina puede tener la fuerza disruptiva de lo que podría ser el inicio del cierre o declive de todo un ciclo histórico, aquel que inaugura la dictadura empresario-cívico-militar.
La dictadura uruguaya tiene larga sombra y aún se proyecta sobre nosotros, es un claro ejemplo de un pasado activo. Luego del golpe militar y el terrorismo de Estado, el equilibrio social uruguayo ya no fue el mismo. La función socio-histórica del golpe cívico-militar consistió en la desarticulación del poder de clase acumulado por los avances organizativos de los trabajadores hasta los años sesenta y la apertura del cauce histórico para un redisciplinamiento de la clase obrera, ahora un escalón más abajo en materia de derechos, salario y organización política y gremial. Eso transcurrió en la década del 70 y allí se sentaron las bases del Uruguay neoliberal. En 1985, con la recuperación democrática, se cerró la ofensiva abiertamente autoritaria del capital; pero la verdadera transición socio-histórica fue la dictadura.
El período progresista, a base de un boom de la renta agraria, vino a ser una suerte de paréntesis en la deriva neoliberal de la economía política uruguaya. Pasada la ilusión de que el capitalismo uruguayo podía combinar indefinidamente crecimiento e inclusión, queda sobre la mesa la disputa por la distribución social del ajuste.
Los “setentistas” uruguayos, los cuadros más duros del capital, ya están de gira pregonando las bondades de volver a retroceder en derechos para relanzar la acumulación. La precarización de la vida ya no es solo una consecuencia del desarrollo capitalista, ahora es su condición de posibilidad.
Este cuadro de declive del capitalismo uruguayo hace cada vez más inviable la gestión y regulación progresistas del Estado y la sociedad; la fuerza política que encarna esto comienza a agotarse.
Tesis 3: Se abre un nuevo tiempo político, emergen nuevos actores y la clave está en la disputa del malestar
El agotamiento de un ciclo, por más lento que se procese, desestabiliza la geografía política y empieza a reordenar el tablero. Actores antes dominantes se debilitan, e irrumpen, se multiplican y ganan protagonismo nuevos sujetos.
Se está abriendo paso un sentimiento de malestar que necesita ser interpretado y disputado. La derecha política y social ya se está regenerando a partir de la decodificación en clave conservadora de ese descontento creciente. La burocracia, los sindicatos, las políticas sociales, la corrupción, son los nuevos “chivos expiatorios” que el capital y algunos incautos ponen en juego para la disputa del sentido del agotamiento. Mientras tanto, las voces más oficialistas siguen mostrando estadísticas que muestran que en los 90 vivíamos peor.
Intuimos en Uruguay nuevos gérmenes de politización. Parecen venir de un viejo actor de la política uruguaya, una especie de “izquierda social”, hoy con fuerte impronta juvenil. Hay allí un universo político que trasciende las actuales orgánicas de la izquierda y que lleva ventaja en dinamismo y capacidad de impugnación del sustrato más profundo del Uruguay post-dictadura.
Dentro de la izquierda social el feminismo es quizás el fenómeno de mayor magnitud. Con sus movilizaciones multitudinarias y sus paros de mujeres está interpelando a una izquierda acostumbrada a situar el debate en la clase y en sus modos tradicionales de hacer política.
Sin igual masividad pero con gran capacidad militante, irrumpieron en el panorama de la izquierda social los colectivos en defensa de los “bienes comunes”, con una agenda centrada en el cuidado y la soberanía sobre la tierra, el agua y el entorno ambiental en general.
También el movimiento sindical ha mostrado en los últimos años gran capacidad de convocatoria, como evidenció el conflicto de los supermercados de fines de 2016, la re-activación de sindicatos antes dominados por la lógica de oficina y la creación de brigadas solidarias.
Esta búsqueda y dinamismo militante no parece estar presente en la izquierda política. En buena medida sigue organizada en estructuras previas al progresismo. Esas estructuras anquilosadas dialogan con un mundo en el que por momentos pareciera que la política, lejos de ser la esfera transformadora por excelencia, se ha convertido en el arte de apoltronarse. Incluso, se ha vuelto una mercadería más de la góndola: la propaganda se sustituyó por el reclame publicitario, el análisis de situación por el tweet, la lucha por el cambio social por la disputa institucional, el pueblo por el electorado, el compromiso y la praxis por el voto.
Tesis 4: Son necesarias nuevas referencias políticas de masas capaces de rearticular la ofensiva
Los movimientos territoriales, feministas, ecologistas así como el sindical, necesitan articularse. El desafío consiste en descifrar cómo conjugarlos. La existencia de una pluralidad de actores sociales es indudable y el desafío estratégico radica en discernir cómo lo hacemos. Hay allí una tarea central: que lo político-estratégico se amplifique sobre los diversos escenarios de lo social.
El agotamiento del pacto progresista como modo de administrar el conflicto social, manifiesto en el crecimiento del malestar y en el lento nacimiento de nuevos sujetos políticos, son las claves desde las cuales leer los movimientos tectónicos que atraviesa la sociedad uruguaya. El capital ya no puede sostener la reproducción de la sociedad como lo venía haciendo y necesita retroceder un escalón en materia de derechos, salario, empleo, y esto abre un nuevo ciclo.
Ante ello no nos basta ubicarnos desde un lugar parcial y defensivo. La mera politicidad de la resistencia no es suficiente para enfrentar lo que se viene. Una política parcelada es impotente para enfrentar una realidad que es unitaria y la sola defensa de las conquistas no basta cuando lo que está en proceso es el desfondamiento de las bases de esos logros.
Estamos en un punto donde es necesario reabrir una fase de disputa contrahegemónica e inventar otros modos de encontrarnos para producir acontecimientos e ideas ligadas a un sentido radical, alternativo, antisistémico, anticapitalista.
Nuevas referencias políticas de masas son necesarias. Esa tarea exige la re-unificación del pueblo; la articulación de la izquierda en lo social con vocación unitaria y de masas, donde confluyan sus diversas partes, tanto geográficas como sectoriales, en una síntesis que las integre y al mismo tiempo las supere dotándola de mayor potencia.
Para defender las conquistas y avanzar en nuevos derechos, no hay más camino que empezar a cuestionar privilegios. Hay aquí una oposición que podría ordenar nuestro campo discursivo y de acción: privilegios de una minoría vs derechos de las mayorías sociales del Uruguay.
Debemos recuperar la confianza en nuestras propias fuerzas, hemos perdido batallas pero no nos han derrotado. Debemos invertir el desorden, la irracionalidad característica del capital en orden, en pensamiento orgánico que problematice la coyuntura, el momento histórico, que despierte respuestas para un accionar que retome la ofensiva. Debemos ser productores de nuestro pensar y nuestro accionar. Debemos recuperar el optimismo y crear una nueva posibilidad. Es necesario disputar el futuro, construyendo proyecto e identidad en el presente: vivir una vida que valga la pena ser vivida.