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  • Julián Boal*

Formación teatral en tiempo de colapso


Ilustración: Mariana Escobar

El problema, casi insoluble, consiste aquí en no dejarse idiotizar ni por el poder de los otros ni por la impotencia propia

T. Adorno, Minima Moralia

En el encuentro internacional de Teatro del Oprimido realizado en la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) en junio de 2016, una centena de militantes y artistas de Brasil tuvieron la oportunidad de conocer mejor el proyecto de la Escuela de Teatro Político construida por el Movimiento Popular La Dignidad, de Argentina. En esa escuela, profesores de teatro enseñaban formas políticas a alumnos que durante el proceso se iban politizando para fortalecer el frente cultural del movimiento.

Al interés específico por lo cultural se sumaba la admiración por la forma “táctica-organizativa” del Movimiento. En los territorios en los que La Dignidad participa, crea en la población modos de organización que son directamente formas de reproducción de la vida que no están mediadas por el Estado o por el mercado. El Movimiento ayuda en la construcción de poder popular haciendo que los habitantes de los barrios periféricos sean quienes creen las estructuras que precisan para poder vivir; estructuras bajo formas de cooperativas de trabajo. Estas cooperativas pueden ser las más diversas: comedores, servicios para recoger la basura, policlínicas... Esta construcción siempre se realiza teniendo como perspectiva que las cooperativas sean al mismo tiempo lugares de politización. Por ejemplo, existen jardines de infantes que son un programa del gobierno y que están gestionados por el movimiento, que son abiertos a los niños y niñas del barrio e independientemente de que sus familias pertenezcan o no al movimiento, padres y madres son invitados cada dos semanas a asambleas donde se discute el modelo pedagógico de las escuelas. Estas familias pueden también ayudar en la construcción de la escuela, sea reparando algo o ayudando en la limpieza. Pero eso es solamente un ejemplo de cómo funciona una estructura; sería necesario más espacio para explicar cada una de ellas y cómo funcionan, creando lo que podría llamarse un ecosistema de servicios públicos autogestionados.

La población tiene que participar en esas estructuras, en un proceso de co-creación permanente, para así lograr que ya no tengan que conformarse en la pasividad del ciudadano frente a los servicios del Estado, ni en la competencia de todos contra todos impuesta por la necesidad de vender su fuerza de trabajo al precio más alto posible para adquirir al precio más bajo posible las mercancías necesarias para su reproducción.

Muy impresionados con ese modelo, varios militantes y artistas brasileros vinculados al teatro, decidieron hacer algo similar en sus ciudades. De ese encuentro nacieron escuelas en Brasilia, Santa Catarina y en Río de Janeiro. En esta última se enfocará el artículo.

La Escuela de Teatro Popular (ETP) de Río de Janeiro nació en abril de 2017 sabiendo que no podía replicar el modelo argentino. La falta de un movimiento social del tamaño de La Dignidad operando en Río de Janeiro, así como de un movimiento que actuase de la misma manera, provocaba la imposibilidad de hacer de la escuela un espacio de politización que sirviese para la construcción de un frente cultural.

El proyecto fue entonces no hacer la escuela de un movimiento sino una escuela con y para movimientos sociales, en el intento de generar que cada participante se pueda formar en tanto multiplicador para regresar a su espacio de militancia y contribuir con las tareas culturales propias de su movimiento.

La ETP quería ser construida con los movimientos sociales, pero también de cierta forma, contra ellos. En Brasil, los movimientos sociales tienen una larga tradición de uso de lenguajes artísticos. Sin embargo, ese uso tiende, en la mayoría de las veces, a reducir el arte a un momento de diversión y hacer de él un elogio ininterrumpido del pueblo o del propio movimiento, negando desde el principio su capacidad de explorar lo negativo.

La ETP nació apostando a que el arte pueda ocupar un lugar central en tanto herramienta política. Crear una pieza de teatro con vocación crítica presupone: juntar personas con cierta regularidad, en un lapso grande de tiempo para que, en una forma que no respete la división social del trabajo donde cada cual se mantiene dentro de los límites de su especialización, puedan producir colectivamente, inventar escenas que intenten dar cuenta de cómo hoy la opresión se configura. Si este trabajo es hecho con cierta seriedad, puede convertirse en una actividad con un potencial de politización que no puede ser relegado a la diversión del final de una fiesta.

Generalmente, las prácticas artísticas de los movimientos sociales, son extremadamente positivas, colocando solamente en escena personajes sin ninguna falla que se confrontan de forma unilateral con personajes que son la encarnación del mal. Estas prácticas, más allá de mantener un parentesco no reconocido con el realismo socialista estalinista, por más de que digan lo contrario, son extremadamente idealistas. Tomemos aquí un ejemplo concreto muy representativo, realizado por un movimiento por el cual tengo el mayor respeto. En el escenario tres adolescentes discuten sobre ir o no a una fiesta hasta la llegada de la policía que mata aleatoriamente a uno de ellos. La madre entra, se lanza al cuerpo del hijo muerto y luego se levanta declamando un poema que comienza con el siguiente verso: “Soy madre pero no voy a llorar. Yo voy a luchar”.

Esa escena es extremamente idealista em varios sentidos. Idealista en el sentido que muestra una forma falsa de lo real, la muerte de un hijo es traumatizante. Sin contar que hay innumerables condicionantes que imposibilitan concretamente que millares de madres puedan sumarse a la lucha. No se pasa sin mediaciones del luto a la lucha. De lo contrario en Brasil, que tiene 130.000 asesinatos por año, ya hubiese habido hace tiempo una legión de padres y madres levantándose contra la violencia policial. Idealista en el sentido que presenta un ideal, ideal que puede ser entendido como muy represivo. ¿Y si no te conformas con la orden de no llorar? ¿Qué sucede cuando sos una madre que llora por su hijo y no conseguís sumarte a la lucha? ¿Serías aún buena y suficiente para el movimiento? Idealista en el sentido que es subjetivista. Lo que importa en esa escena es la capacidad del sujeto en reaccionar, en tener resiliencia. La sociedad se pierde en el fondo y pierde espesura, todo acaba tomado por la figura de ese individuo heróico, que si miramos bien parece ser un pariente no tan lejano del emprendedor solitario capaz de transformar todos los limones que la vida le da en sabrosas limonadas, vendidas a precios que desafían toda competencia.

Lo que nortea el proyecto político de la Escuela es que el teatro tenga todavía, haciendo una apuesta a lo negativo como fuerza promotora tanto de reflexión como de acción, una capacidad formativa a ser plenamente reconocida por los movimientos sociales.

Concretamente, la ETP comenzó siendo integrada por cinco movimientos sociales diferentes (Movimiento Sin Tierra, Movimiento de Trabajadores Sin Techo, Levante Popular de la Juventud, Calle-Juventud anticapitalista, Movimiento Nacional de Lucha por la Vivienda). Nuestro primer módulo fue sobre la dramaturgia política “clásica” brasilera, o sea aquella que comenzaba con Ellos no usan Black-Tie de Gianfrancesco Guarnieri, primer pieza teatral en tener protagonistas de la clase obrera. Esta pieza fue fundadora de una nueva dramaturgia en Brasil e inició una secuencia donde los escenarios brasileros se politizaron al intentar representar la nación y sus contradicciones en escena. Sin embargo, por ser escrita como un drama, si bien el tema era la huelga, su forma hacía que lo que fuera tratado fueran las relaciones interpersonales dentro de una familia. Lo político del tema, el texto resbala al moralismo impuesto por la forma. El hilo rojo del módulo era entonces cómo los dramaturgos brasileros encararon el desafío de la superación del drama aproximándose a las formas del teatro épico. En el segundo módulo, fuimos directo a la “fuente” y estudiamos Brecht. Nuestra atención estaba principalmente en la forma que el tuvo de abordar la militancia y sus contradicciones, prestando especial atención a las obras que no son las más conocidas como La Madre o La Decisión. En el tercer módulo, en el que aún nos encontramos, trata más del Teatro del Oprimido. Está orientado en intentar la construcción de teatro-foros que no respeten su esquema dramático clásico, todavía muy vinculado al drama. Intentamos crear otros modelos que retraten las contradicciones estructurales haciendo que la opresión, en innumerables casos, no divida la sociedad en una dualidad donde el opresor y el oprimido sean grupos absolutamente distintos y estancos. En otras palabras, más que hacer teatro- foros donde dos antagonistas se confronten sin mediaciones, lo que interesa es intentar percibir cuáles son las contradicciones concretas dentro del campo de los propios oprimidos que hacen que éstos se vuelvan, aunque involuntariamente, los estragos de la opresión. La pregunta de nuestros foros puede ser resumida en una sola: ¿qué es lo que hace a las alianzas tan difíciles?

Brasil se encuentra, desde el golpe de 2016, en una tormenta que parece no tener fin. El deterioro de la vida es palpable, más en la ciudad de Río de Janeiro, capital fallida de un estado fallido por políticas de exoneraciones masivas a empresas. Según datos oficiales (1), la extrema pobreza se triplicó en un año. Río de Janeiro también fue el escenario de ejecución de Marielle que sirvió para justificar, en una ironía de mal gusto extrema, la intervención militar contra la cual ella había luchado. La Ciudad Maravillosa también vio las llamas consumiendo el Museo Nacional.

Pero aún así, en un cuadro que parece de ruinas, nuestra Escuela insiste en construirse. Los participantes sufren en su piel las opresiones contra las que luchan, en el escenario o fuera de el. Muchos de nosotros vivimos en las ocupaciones, urbanas o rurales. Los estudiantes que están con nosotros no están ajenos a la degradación de la vida que se manifiesta tangiblemente en ellos (“mi padre ya me avisó que no iba a pagar mis estudios. A mi hermano le pagó, pero con la situación del local, voy a tener que trabajar en vez de estudiar” me dijo recientemente uno de ellos).

La apuesta inicial no se realizó. No somos una escuela de los movimientos, somos un grupo de militantes de varios movimientos sociales con una actuación que puede considerarse grande visto nuestro tamaño. Nos reunimos por lo menos una vez por semana, hacemos representaciones en las ocupaciones, en vestibulares (2) populares, en debates políticos, en las calles durante las marchas, ofrecemos talleres para movilizaciones sociales. En este año, nuestro gran evento será la organización de una Feira Carioca de Opinión, homenaje a los 50 años de la Feria Paulista de Opinión (3) y, principalmente, denuncia contra el mantenimiento de la dictadura a través de las elecciones de las que probablemente seamos testigos. Durante dos días, nuestro evento reunirá doce colectivos teatrales que responderán teatralmente la mesma pregunta de hace 50 años atrás: ¿Qué pensás del Brasil de hoy?

Somos activos.

Sin embargo, es verdad que esta situación nos atraviesa. Nuestros participantes tienen que trabajar, estudiar, militar y tantas otras cosas más. Río es una ciudad inmensa con pésimo transporte público. Los domingos, algunos pasan más de cuatro horas transportándose para participar de la Escuela. El asesinato de Marielle pesó mucho en todos, pero especialmente en los jóvenes que habían apoyado su campaña. Aunque comencemos con los juegos teatrales, la sensación de estar en un paisaje de niebla sin ver ninguna perspectiva no nos abandona.

¿Por qué entonces seguir? ¿Por qué creer que el escenario puede hacer una diferencia en este tiempo en que el poder parece prescindir hasta de la hipocresía? Además del hecho de que nos gusta reunirnos, encontrarnos con el público, ¿qué justifica, de hecho, nuestra existencia? Para estas preguntas no tengo una respuesta definitiva. Solo una apuesta a la esperanza paradójica que somos capaces de crear. Nuestras escenas, por más atormentadas que sean, a veces consiguen ser bellas. En esa belleza veo la prueba de que aún somos capaces de pensar, de sentir y de representar en un sistema hecho para devastarnos. Y si esa capacidad todavía resiste en nosotros, muchos de nosotros, siendo aquellos que ya deberíamos estar molidos por esta máquina hace tiempo, tal vez tengamos todavía intacta nuestra capacidad de destruir lo que nos destruye. Por más amargas que sean nuestras obras, nuestra presencia en escena manifiesta, por momentos, que el horror aún no nos cubrió completamente. La cortina del teatro no se cerró sobre nosotros, nuestro mundo insiste en ser más ancho que nuestra miseria. Es por ese pequeño brillo que seguimos, a contramano de la barbarie.

* Profesor, investigador teatral y dramaturgo. Doctor por la Escuela de Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). Practicante reconocido de teatro del oprimido. Fundador y coordinador de la Escuela de Teatro Popular (conjuntamente con Geo Britto) e integrante del Instituto Augusto Boal.

Notas:

(1)http://www.jb.com.br/index.php?id=/acervo/materia.php&cd_matia=910074&dinamico=1&preview=1, visto em 18/10/18.

(2) Vestibulares son cursos que preparan la prueba de ingreso para cuaqluier universidad pública brasilera

(3)http://enciclopedia.itaucultural.org.br/evento239993/primeira-feira-paulista-de-opiniao, visto em 18/1018.

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