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Desorientaciones de la revolución informacional: elementos para recomponer el mosaico

  • Alfredo Falero*
  • 20 jun 2018
  • 10 Min. de lectura

Ilustración: Steve Cutts (tomado de http://www.stevecutts.com)

Desorientaciones sociales

En un capĆ­tulo de la recordada serie Star Trek Next Generation ā€œThe gameā€ (temporada 5, episodio 6, 1991), uno de los protagonistas principales (el primer oficial de la nave espacial) accede a un adictivo juego que se conecta directamente con su cerebro y a partir de Ć©l termina expandiĆ©ndose por casi toda la tripulación de la nave espacial. El juego en cuestión estimula el centro del placer del cerebro pero afecta sus funciones llevĆ”ndolo casi al desastre. Obviamente el guión no puede permitir que esto ocurra, pero el punto es que en esa coyuntura la inteligencia para resolver problemas que ostenta habitualmente la tripulación –comenzando por el personaje del capitĆ”n de la nave (construido como de alta capacidad analĆ­tica para tomar decisiones y que interpreta convincentemente el actor Patrick Stewart) -se altera, se inhibe. Casi todos se comportan como tontos adictos a la nueva tecnologĆ­a que proporciona ā€œel juegoā€ y del que no pueden escapar.

Cada uno podrĆ­a colocar su ejemplo preferido de alguna serie o pelĆ­cula para ejemplificar mĆ”s o menos lo mismo. Porque la pregunta de fondo que se desprende es si la sociedad en buena medida no se estĆ” comportando frente a las nuevas tecnologĆ­as como tontos con sofisticación tecnológica, sujeta –sin ser plenamente consciente- a un nuevo, expansivo, desenfrenado totalitarismo digital, sin que pueda componer un cuadro general de lo que estĆ” ocurriendo. Desde ya que esto es una generalización simplificada pues el funcionamiento de las sociedades es mucho mĆ”s complejo y diverso de lo que parece a primera vista. Pero permite plantear el tema para excavar un poco.

Y recurriendo a la comparación histórica, lo que se encuentra en primer lugar es que toda revolución tecnológica provoca una intensa reorganización de la economía y de la sociedad. A la vez toda revolución tecnológica es producto de las fuerzas que desencadena la propia sociedad. Así que tal como ocurrió con la revolución industrial y el advenimiento de la mÔquina de vapor, de los ferrocarriles, de la electricidad, también la revolución informacional actual (existen otras designaciones) provoca mutaciones sociales de vasto alcance. Y por supuesto desorientaciones sociales, mucho mÔs que en anteriores oportunidades, pues justamente unos de los centros claves del cambio actual son los procesos cognitivos y la actividad mental individual y colectiva.

Los cambios son percibidos por la sociedad como notoriamente significativos, sin antecedentes, porque afectan la vida cotidiana: desde la compra de productos hasta movilizarse, desde la bĆŗsqueda y obtención de información a la mĆ­nima operación bancaria, todo pasa por el uso de pantallas, por la exigencia de lo digital y por tanto requiere de su conocimiento. Esto a la vez genera necesidad de aprendizaje constante y de estar actualizado, lo cual tambiĆ©n provoca paralelamente el temor de quedar por afuera, de no estar a la altura del desafĆ­o de lo nuevo y es una faceta de esa percepción social de aceleración constante, imparable y abarcativa. Y tambiĆ©n de la angustia, de la fatiga infinita de la ā€œsociedad del cansancioā€ que plantea el filósofo de moda, Byung-Chul Han (2017).

Sin embargo, superada la sensación de proximidad con tal diagnóstico, es imprescindible bucear para visualizar el iceberg en su real dimensión. Es cierto que actualmente la sociedad en general tiene mĆ”s familiaridad con el tema que hace unos aƱos atrĆ”s, intuye a travĆ©s de internet y de los medios masivos de comunicación que algo mĆ”s pasa y pasarĆ”, que algo se le escapa. SegĆŗn el capital cultural, cientĆ­fico y polĆ­tico de los sectores sociales (1), hace conexiones mĆ”s o menos razonables o totalmente disparatadas, mĆ”s o menos cientĆ­ficas o mĆ”s o menos esotĆ©ricas, mĆ”s o menos apegadas a patrones liberales heredados (sea lo que sea no cambia que en el fondo la clave es el esfuerzo individual mĆ”s allĆ” del lugar que toca nacer) o mĆ”s o menos ā€œprogresistaā€ (ese esfuerzo individual debe ser acompaƱado de ā€œoportunidadesā€ en la ā€œsociedad del conocimientoā€). Pero en general, para unos y para otros resulta difĆ­cil completar el mosaico, entender el cuadro como un todo.

Aquellos que ejercen algĆŗn cargo de gestión estatal o polĆ­tico en general se apoyan, ademĆ”s de sus habituales asesores de confianza, en alguna bibliografĆ­a, preferentemente aquella que consideran en lĆ­nea con las percepciones oficiales y globales. La ayuda puede venir por ejemplo de algĆŗn libro escrito por un asesor empresarial de las regiones centrales de acumulación que de pistas, datos concretos o tendencias de fĆ”cil digestión. AsĆ­ por ejemplo, alguien puede poner de moda la expresión ā€œcuarta revolución industrialā€ y la expresión entonces serĆ” repetida alegremente. Manejar expresiones simbólicamente complacientes es clave para entrar en las agendas de organizaciones globales, en proyectos internacionales de alguna cosa con buen presupuesto y viajes, en diĆ”logo con potenciales inversores, en suma, en todo lo que hace a la reproducción acrĆ­tica del Estado desnacionalizado actual.

El problema es que el Estado sigue siendo al mismo tiempo un gran productor de patrones sociales de percepción. Entran dentro de éstos las formas de razonamiento, la capacidad de abstracción, los temas que aparecen y los que desaparecen, la capacidad de articular planos de anÔlisis o de evitar que se plasmen tales articulaciones. Por ejemplo, la pobreza puede ser asociada con un proceso estructural de desigualdad social o con la mera actitud individual hacia la vida (tirando a la basura en un segundo mÔs de cien años de investigación sociológica). Ciertamente que el Estado no es el único en producir estos patrones de percepción, existen grandes intereses privados que lo hacen mÔs o menos sofisticadamente según los casos. Las nuevas tecnologías a disposición se agregan como un medio importante pero de extrema fugacidad para difundirlos.

Por otra parte, se puede decir –sin entrar en la complejidad de sectores sociales y regiones- que lo que mĆ”s fluye y atrapa es un conocimiento necesario para moverse, prĆ”ctico, instrumental y rĆ”pido. Como cuando se accede a una pĆ”gina en internet. En lo posible nada de reflexión profunda que ademĆ”s implica tiempo y esfuerzo mental. AsĆ­ que mĆ”s allĆ” de una mayor familiaridad con algunos cambios globales, de la noticia sobre alguna novedad cientĆ­fica y algunas intuiciones de tendencias (debe insistirse, siempre depende del espacio social que se mueve la persona), emerge un contexto perfecto para el florecimiento de algunos reduccionismos analĆ­ticos en los patrones de percepción habituales. Esto es lo que se propone considerar a continuación.

Reduccionismos analĆ­ticos

Existen de diversa naturaleza, se van consolidando y dificultan la comprensión de la realidad social. En cuanto a los alcances de la revolución informacional en curso, se proponen tan solo tres de ellos y casi en forma de titulares de tales simplificaciones explicativas con la perspectiva de que esta operación puede ayudar a comprender un cuadro mÔs general y al mismo tiempo promover la identificación de grietas de lo alternativo.

Reduccionismo digital de redes. No se puede caer en una visión por lo cual el problema o la solución pasa casi exclusivamente por las redes sociales y la revolución digital. Naturalmente que lo que antes se denominaba como TICs (tecnologías de la información y la comunicación) es parte sustantiva de lo que ocurre. Es igualmente cierto que los desarrollos informÔticos transversalizan todo. Pero la revolución en curso tiene otros componentes claves anclados en grandes centros de investigación como de biotecnología y nanotecnología.

En un sentido amplio y sin entrar en mayores debates teóricos, el conocimiento cientĆ­fico y tecnológico se sustenta, condensa y codifica en información lo que permite su aplicación. Su producción siempre supone visualizar las complejas redes e intereses empresariales que estĆ”n detrĆ”s. Por ejemplo, el manejo de la información genĆ©tica bien puede decirse que potencialmente contribuirĆ­a (subrayando el ā€œcontribuirā€) a acabar con el hambre como tambiĆ©n se puede argumentar que replantea enormes y desconocidos riesgos planetarios y de la salud humana. Ensamblar componentes quĆ­micos del ADN para fabricar computadoras biológicas, medicinas o fuentes alternativas de energĆ­a, sugiere producir y manejar información. Por ello la información en este sentido no sustituye a la producción, es una condición de la misma y mucho mĆ”s importante que antes. Derivado de este razonamiento, la expresión que se prefiere para caracterizar los cambios en curso es de revolución informacional.

Ejemplos similares se podrían colocar con la nanotecnología y el manejo de la materia a escala de Ôtomos y moléculas (algunos prefieren hablar de revolución cuÔntica en una de cuyas culminaciones estÔ la nanotecnología), con los desarrollos de inteligencia artificial y un largo etcétera. La aplicación cada vez mÔs rÔpida del conocimiento generado, lleva a mutaciones en Ôreas enteras de producción que generan desorientaciones igualmente masivas de la fuerza de trabajo -mÔs y menos calificada- necesidad de rÔpida actualización, sensación de que todo es transitorio, mayor incapacidad de planificar a mediano plazo, estar atento para renovarse y requerimiento de nuevos aprendizajes. Cuando es posible, esto puede llevar al apartamiento de la dinÔmica. Pero también genera marginalidad pues las desigualdades se exacerban. América Latina conoce bien el tema.

Reduccionismo economicista y consumista. Este puede construirse de diversas formas pero implica en general pensar que los cambios son una cuestión meramente de la economĆ­a como esfera autonomizada de la sociedad a la cual solo resta adaptarse (la idea de lo ā€œimparableā€, de no preguntar y subirse). Todo aparece como si no hubiera sectores sociales influenciando y estimulando polĆ­ticas en distintas escalas y tomando decisiones en función de sus intereses.

Ahora bien, el foco que se quiere colocar aquĆ­ es cuando se equiparan los cambios implicados por la revolución informacional con aquellos restringidos a la esfera del consumo y las posibilidades de conectar gente que busca con gente que ofrece. Es decir, la innovación tecnológica aplicada al consumo y la llamada ā€œeconomĆ­a colaborativaā€. De este modo UBER y AIRBNB entre otras, pueden ser vistos de forma seductora como estimuladores de la cooperación, destructores de corporativismos y monopolios (lo cual es posible, pero tambiĆ©n genera otros), producto de emprendedores que desafĆ­an lo establecido, espacios que habilitan que cada uno puede crearse su propio empleo y asĆ­ por el estilo.

En el fondo se modelan un conjunto de prÔcticas con consecuencias sociales: generan desempleo por un lado y empleo informal de nuevo tipo por otro y las empresas protagonistas acumulan un valioso conjunto de información que es una fuente notable de control social. Frente a esto, la generación de prÔcticas alternativas pueden sonar como propias de tecnófobos, nostÔlgicos o utópicos pero del siglo XIX.

Reduccionismo global. Seguramente la revolución informacional es global. Pero salvo cuando afecta la cotidianeidad, la idea de lo global puede verse como algo alejado, exterior, abstracto o una curiosidad. Pero la escala global se debe a que hay agencias u organismos con presencia transnacional (una nueva institucionalidad se ha venido creando en tal sentido), gobiernos y empresas transnacionales (a través de ejecutivos, accionistas y asesores) y Ômbitos de encuentro entre todos ellos como los que describe Andy Robinson sobre Davos (2014) que la promueven.

Las nuevas tecnologĆ­as abrieron enormes posibilidades al juego de las finanzas globales. Esto tambiĆ©n significa volatilidad, inestabilidad e incertidumbre (Falero, 2017). En aquel trabajo (ā€œcuando la inestabilidad se vuelve dominaciónā€) se hacĆ­a referencia a una cifra que no estĆ” de mĆ”s volver a recordar aquĆ­: con datos de 2015, si se consideraban las 100 mayores entidades económicas, 69 eran empresas y 31 eran Estados. Es una tendencia creciente que requiere tener presente la conexión entre ambas entidades. Ejemplo: cuando se escriben estas lĆ­neas, se conoce la noticia que Bayer recibió luz verde por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos para fusionarse con Monsanto. Un nombre de asociación negativa –no solo por los organismos genĆ©ticamente modificados- que seguramente se eliminarĆ” para construir otros patrones de percepción mĆ”s amigables sobre lo que allĆ­ se produce.

TambiĆ©n se presentan formas nuevas de extractivismo y transferencias a las regiones centrales de acumulación (en relación a las ā€œclĆ”sicasā€ como la deuda externa o las ganancias de las transnacionales). MĆ”s allĆ” que el mundo de las aplicaciones y los algoritmos no son un producto exclusivo de Sillicon Valley, la investigación y desarrollo (I+D) se sigue concentrando principalmente en regiones centrales de acumulación y en el aspirante a recambio de centro hegemónico del sistema que es China.

Se puede decir que existe un extractivismo informacional. En un trabajo sobre el caso uruguayo y las zonas francas de nuevo tipo (lo que hoy se acostumbra llamar ā€œservicios globalesā€; Falero, 2011) ya se analizó esta dinĆ”mica encubierta. Pero tambiĆ©n existen otras formas de transferencia como cuando se habla de biopiraterĆ­a, del papel de los derechos de propiedad intelectual o incluso de lo que se ha llamado extractivismo epistĆ©mico con la apropiación de saberes de pueblos diversos (2).

AdemÔs, si por un lado se observan fÔbricas que combinan robots, interconectividad, digitalización, impresión 3D, entre otras novedades, no debe olvidarse que en regiones periféricas o semiperiféricas todavía se encuentran fÔbricas con alta concentración de fuerza de trabajo. Como en Bangladesh, donde las condiciones laborales pueden ser realmente patéticas o cercanas a la esclavitud. Pero ya se sabe: ¿a quien le importa lo que sucede en Bangladesh?.

Reflexiones finales

Del trayecto realizado, cabe volver en el final sobre algunos puntos centrales. Si se permite cierta generalización abusiva, las sociedades tienen cada vez mĆ”s dificultad para la reflexión y para establecer mediaciones analĆ­ticas consistentes y muchas veces se comportan ciegamente dóciles aunque pueden pensarse transgresoras. No parece ser nada ingenuo que cuando mĆ”s se precisan herramientas como las que proporcionan la filosofĆ­a y las ciencias sociales, que permitan pensar lo impensado, que habiliten la capacidad de selección y reflexión, mĆ”s se enfatiza en su inutilidad educativa frente a los requerimientos del ā€œmercado de trabajoā€ o se las procura acotar a meras suministradoras de datos. La dominación funciona maravillosamente cuando es el propio estudiante que exige solo lo prĆ”ctico instrumental.

En segundo lugar, puede concluirse que los cambios en curso estimulan patrones de percepción falsos o reduccionistas (también debido a lo anterior). Dentro del reduccionismo digital y de redes se debe evitar confundir capacidad de conexión con construcción de lo colectivo. Y por supuesto tener presente que la revolución informacional en curso es muchísimo mÔs que lo digital.

A partir del reduccionismo economicista-consumista se debe alertar, por ejemplo, del falso protagonismo y libertad que puede llevar a creer que genera el mundo de las aplicaciones. Estas no son una amenaza al ā€œmercadoā€ capitalista. Son un ā€œmodelo de negociosā€ del mismo. Y un ejemplo que permite ver las conexiones que existen entre los intereses globales y lo que le ocurre cotidianamente a las personas. No hay futuros alternativos sin tener en cuenta esta articulación.

Finalmente, cabe insistir que no se trata de fenómenos superficiales. Lo que ocurre afecta profundamente en tĆ©rminos cognitivos y de comportamiento, es tecnológico y tambiĆ©n profundamente social. Pero tambiĆ©n se trata de procesos contradictorios que van generando grietas. Puede parecer excesivamente optimista, pero lo alternativo asoma -irĆ” asomando- conflictivamente aquĆ­ y allĆ”. La historia ofrece evidencias en ese sentido. Pero para que suceda es condición volver a recuperar la capacidad analĆ­tica para no ser dominados por el ā€œjuegoā€.

* Alfredo Falero es Doctor en SociologĆ­a, docente e investigador de la Universidad de la RepĆŗblica de Uruguay

Notas:

(1) Se maneja capital en el sentido de Pierre Bourdieu (por ejemplo, 2007), es decir, de distribución desigual que tienen los agentes en función de trayectorias y espacios sociales.

(2) Podría decirse que una de las debilidades mÔs marcadas de las teorías del capitalismo cognitivo que han ayudado a comprender lo que sucede actualmente, es no captar adecuadamente las nuevas formas en que se expresan las transferencias de excedentes que se dan entre regiones periféricas y regiones centrales de acumulación.

Referencias bibliogrƔficas:

Bourdieu, Pierre (2007) [1980] ā€œEl sentido prĆ”cticoā€, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores.

Byung-Chul Han (2017) ā€œLa sociedad del cansancioā€, Barcelona, Herder Editorial.

Falero, Alfredo (2017) ā€œCuando la inestabilidad se vuelve dominación: desafĆ­os para el campo popularā€, artĆ­culo en Hemisferio Izquierdo: https://www.hemisferioizquierdo.uy/single-post/2017/05/12/Cuando-la-inestabilidad-se- vuelve-dominaci%C3%B3n-desaf%C3%ADos-para-el-campo-popular

Falero, Alfredo (2011) ā€œLos enclaves informacionales de la periferia capitalista. El caso de ZonamĆ©rica en Uruguayā€, Montevideo, Udelar - Biblioteca Plural.

Robinson, Andy (2013) ā€œUn reportero en la montaƱa mĆ”gica. Como la Ć©lite económica de Davos hundió el mundoā€, Buenos Aires, Editorial Ariel.

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