top of page
  • Santiago Alzugaray*

Ciencia, tecnología y desigualdad social. De la construcción de agenda a las políticas


Ilustración: Diego Rivera (mural The Detroit Industry, 1932-33)

Este texto procura discutir la relación entre la construcción de ciencia y tecnología, y la desigualdad social. El foco estará puesto en los procesos mediante los que se definen los caminos por los que transita el desarrollo de ciencia y tecnología, como momentos particulares en la producción y reproducción de la desigualdad. Las concepciones sobre el cambio científico y tecnológico son de particular importancia a la hora de analizar estos procesos. Sobre el final se discuten las implicancias de todo lo analizado sobre las políticas de ciencia y tecnología, en particular en aquellas que busquen la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, con sistemas sociales y productivos sustentables.

Las nociones de cambio científico y cambio tecnológico, tanto académicas como de sentido común, suelen poner un gran peso en las dinámicas internas del campo del que se trate. La ciencia y la tecnología, según estas nociones, cambian1 por factores internos al campo científico o tecnológico: preguntas o problemas que surgen de las dinámicas propias del campo, inquietudes y capacidades de los investigadores o innovadores, paradigmas, revoluciones, revolución permanente, método científico, evolución cuasi natural de las ideas o de las tecnologías.

Otras nociones, sin descartar completamente lo anterior, ponen foco en las relaciones sociales que construyen, moldean, a la ciencia y la tecnología: alianzas, redes, exclusiones, relaciones de poder, intereses económicos. Este tipo de relaciones se dan tanto entre científicos, en tanto parte de la sociedad en la que habitan, como entre científicos y otros actores de la sociedad.

Aseverar que la ciencia y la tecnología son construcciones sociales no equivale a cuestionar su veracidad o validez en tanto relato sistemático que pretende dar cuenta de la realidad. Una casa es una construcción social. Hay muchas alternativas para construir una, y estas alternativas están mediadas por factores profundamente sociales: la valoración de los espacios comunes y privados, la relación humano-naturaleza, las prácticas culinarias, el parentesco, nociones de seguridad, materiales, conocimiento sobre construcción, y la lista podría continuar. Sociedades distintas construyen casas diferentes, todas reales, todas verdaderas y todas casas. Lo que se espera de la casa es distinto, según un conjunto de parámetros, fruto de configuraciones culturales diferentes. El concepto casa también evoluciona en la historia; con muy pocos años de distancia un mismo continuo cultural puede esperar cosas distintas de la construcción habitacional, y aun así reconocer como casa eso que en la historia ha cambiado. El énfasis, al hablar de construcción social, está puesto en los procesos que llevan a esa construcción que todos identificamos como conocimiento científico o tecnología y esto permite entender mejor el producto que surge del proceso.

La ciencia y la tecnología, a la vez que son construidas mediante interacciones sociales, moldean y modifican esas interacciones. Construyen sociedad tanto como la sociedad construye ciencia y tecnología. La separación en esferas discretas, sin embargo, es meramente analítica; no existe una frontera, no se puede pasar de “la ciencia” a “la sociedad” o viceversa. La ciencia y la tecnología son sociedad.

En las sociedades complejas contemporáneas la ciencia y la tecnología contribuyen en gran medida con la construcción de imaginarios colectivos. Establecen los límites de los posible, de lo real, de lo verdadero, colaboran con la construcción de escenarios de futuro, son utilizadas como herramientas de cambio social en muy diversos modos. Se puede decir entonces que tienen poder performativo, no solo construyen realidad, sino que además construyen futuro. El poder que otorga el control sobre estos medios es, por tanto, enorme.

Es importante señalar además que se debe prestar atención tanto a la producción de conocimiento como a su distribución. Producción de sentido y producción de poder están profundamente interconectadas, se apoyan mutuamente. Un proceso crucial en esa producción de sentido-saber-poder es la definición misma de por qué caminos y hacia qué objetivos se transitará en la construcción de conocimiento.

Un evento fundamental en los procesos de construcción de ciencia y tecnología es el de la definición de prioridades, el momento en que se define qué preguntas son válidas y pertinentes, cuáles es posible responder, qué problemas son los que se debe solucionar, lo que incluye a su vez la construcción misma del problema. El proceso de construcción de agenda para la ciencia y la tecnología en un campo dado es un espacio privilegiado para aproximarse a las relaciones e interacciones sociales que contribuyen a definir su trayectoria de cambio.

Se podría decir que existen dos niveles de construcción de agenda, un nivel macro, de alcance global, que estructura (y es estructurado por) relaciones entre grandes conglomerados económico-políticos a nivel mundial (las dinámicas generales de los campos científicos y tecnológicos corresponden a este nivel), y otro micro, local, en el que las interacciones interpersonales son más evidentes. Estos dos niveles suelen tener interconexiones en ambos sentidos.

La idea de que los caminos por los que transita el desarrollo del conocimiento científico y la tecnología están fuertemente condicionados, como tendencia general, por relaciones de poder es central en la idea que este texto pretende transmitir. La alianza más duradera establecida por la ciencia y la tecnología a nivel macro se ha dado, durante siglos, con la producción; en particular con la producción industrial y los intereses militares. Rápidamente esa alianza se extendió a muy diversos campos de la producción de bienes y servicios hasta abarcarlo prácticamente todo.

Estas tendencias generales y hegemónicas generan espacios de ciencia no hecha. El concepto no refiere a la ignorancia como valor absoluto, sino a aquella que es fruto de los diversos mecanismos de incidencia en las dinámicas de conformación de agendas de investigación, a su vez atravesadas por distintas expresiones del poder (económico, político, cultural, de género, etc.). Es ausencia de conocimiento producida activamente por la desigual distribución de poder en la sociedad, y que va en detrimento de los intereses de aquellos que menos poder tienen.

Un apunte evidente pero no por ello menos relevante es que este concepto va de la mano del sub-financiamiento de líneas de investigación alternativas o distantes de los centros de poder (un claro ejemplo es la supresión de centros de investigación en humanidades y ciencias sociales en los países centrales, o postergaciones históricas de conocimientos y tecnologías orientadas a la creación de sistemas sustentables) e incluso, con cierta frecuencia, de la persecución o proscripción, por mecanismos más o menos explícitos, de científicos que buscan responder preguntas incómodas, o de tecnologías contrahegemónicas.

En un sistema de ciencia, tecnología e innovación (CTI) como el uruguayo, la ciencia no hecha en los países centrales será a su vez muy probablemente ciencia no hecha a nivel local. Si el sistema promueve por sobre todas las cosas la publicación en revistas arbitradas extranjeras (fundamentalmente en idioma inglés), los temas de interés a nivel local serán en general los pautados por la agenda de investigación en los países centrales, y por tanto también los espacios de ignorancia políticamente construidos. Existen instrumentos de política y tradiciones institucionales a nivel nacional que van en contra de esa tendencia, pero que viven en constante tensión con el sistema de incentivos dominante.

Por otra parte, la ciencia-hecha en países centrales puede llevar a la existencia de ciencia-no-hecha en países periféricos. Respuestas a problemas desarrolladas en contextos de relativa abundancia de recursos pueden no ser válidas en contextos de relativa escasez, pero la existencia de respuesta puede derivar en que la pregunta no sea formulada o reformulada en el contexto local por los mismos motivos que llevan a la existencia de ciencia no hecha en términos absolutos.

Sin embargo, el reconocimiento del desconocimiento no implica que este pueda ser resuelto: no toda ciencia no hecha es factible; no toda pregunta no hecha tiene respuesta posible. No obstante, también esto puede deberse a el subfinanciamiento de líneas de investigación o a limitaciones de la técnica actual: la formulación de una pregunta no hecha puede llevar al reconocimiento de la incapacidad de obtener una respuesta, y por ende sentar las bases para la construcción de esa capacidad primaria.

Lo dicho en estos últimos párrafos sobre la construcción de conocimiento también es perfectamente válido para el desarrollo de tecnologías, procesos similares operan sobre su desarrollo.

Estas tendencias generales y hegemónicas son disputadas por fenómenos también globalizados, y en algunos casos locales, de distinto signo. Existen tendencias en la ciencia y en el desarrollo tecnológico que apuntan a la construcción de caminos alternativos a los dominantes, pero suelen permanecer en los márgenes.

Llegado este punto es importante situar al conocimiento científico y la tecnología como factores de construcción y reproducción de desigualdad social muy potentes, tanto entre regiones y países, como entre sectores sociales en un territorio determinado. Tanto el acceso desigual al conocimiento, como las desigualdades en el control sobre su producción y distribución generan a su vez desigualdades subsidiarias. El control del conocimiento otorga ventajas políticas, financieras y existenciales a quienes lo ostentan; contribuye a sostener y reproducir las instituciones y relaciones que producen y reproducen la desigualdad.

El conocimiento científico es, a su vez, un recurso con retornos incrementales a su uso; cuanto más conocimiento se tiene y usa, más conocimiento se produce y demanda. Es también un recurso fundamental para el desarrollo, incorporación y uso de tecnologías.

Puede discutirse si la ciencia y la tecnología en sí mismas son factores de desigualdad, o si los procesos sociales, económicos, políticos y culturales en los que se desarrollan construyen las relaciones desiguales. Desde la perspectiva que aquí se presenta se busca no caer en una perspectiva esencialista sobre la ciencia y la tecnología. Las relaciones sociales que las construyen permanecen imbricadas en su existencia misma, moldean a una y otra en su desarrollo, evolución y funcionamiento, y son moldeadas luego por los productos de esos procesos.

También es importante señalar que aquí se toma una definición multidemensional de desigualdad, vinculada fundamentalmente a la distribución de poder en la sociedad y a las construcciones culturales sobre lo que se considera justo/injusto, equitativo/inequitativo. Es un proceso -dinámico- de construcción social.

Observar y analizar la forma en que se conforman agendas construcción de conocimiento y de desarrollo tecnológico, en retrospectiva o de forma sincrónica, implica necesariamente adoptar alguna definición de agencia, y en esta perspectiva también requiere de una problematización del poder. Asumir la existencia de una agenda o de agendas de construcción de conocimiento y de desarrollo tecnológico como supuesto de base implica enfocar la mirada en las agencias, individuales y colectivas, que dan forma a esos caminos por los que transita la investigación y el desarrollo tecnológico.

Muy sintéticamente, este análisis toma como base un concepto de agencia orientado por objetivos construidos culturalmente, que incluye las acciones intencionalizadas de los sujetos y colectivos, pero que también tiene en cuenta las acciones de rutina y acciones no racionales.

Un concepto de agencia no centrado en acciones racionales intencionadas individuales, más rico y diverso y a la vez menos etnocéntrico (o eurocéntrico), habilita la incorporación al análisis de las consecuencias no deseadas de las acciones, de los contextos (culturales e históricos), y de las fuerzas colectivas. La agencia es, entonces, una relación dinámica entre las prácticas individuales, y las estructuras generales de la sociedad, la cultura y la historia. El concepto está íntimamente vinculado al de “capacidad de transformación” que es lo mismo que decir que está estrechamente relacionado con el concepto de poder.

En este sentido, pueden definirse dos campos de significado para el concepto de agencia, uno relacionado con la intencionalidad y la prosecución de proyectos definidos culturalmente, y otro con el poder y la actuación de los sujetos en el marco de relaciones de desigualdad, de asimetría y de fuerza.

Es importante destacar que al analizar la conformación de agendas de investigación y desarrollo tecnológico no estamos ante un campo ‘tradicional' de lo político, pero sí eminentemente político; los sujetos no necesariamente identifican sus prácticas como políticas, ni reconocen influencias políticas en sus actos. Las razones por las que un tema se investiga (o no), o las que llevan al desarrollo (o no) de una nueva tecnología son múltiples, pero las relaciones de poder además de ser un factor en sí, atraviesan a todos los otros en mayor o menor medida.

En suma, la construcción de ciencia y tecnología responde a procesos complejos, dinámicos, cambiantes, en los que no puede establecerse límites fijos entre un “adentro” y un “afuera”, ni se puede, teleológicamente, analizar los procesos a partir de su producto final.

Si el análisis de la ciencia y la tecnología comienza con una concepción estática de estas, como elementos reificados, sedimentados, aproblemáticos y naturalizados, las conclusiones no podrán escapar a esas nociones. Tampoco podrán las propuestas de política científica y tecnológica. Esta especie de naturalización de la ciencia y la tecnología lleva a considerar que existen caminos únicos para su desarrollo, y por ende a considerar los productos como fruto de una evolución natural. Concepciones de este tipo pueden dar lugar a políticas científico-tecnológicas en las que solo se contemple la generación de conocimiento y el desarrollo tecnológico de acuerdo a las dinámicas internas del campo específico, y de demandas de aquellos que tienen capacidad de expresar una necesidad. Se puede hacer una analogía con las ideas de libre mercado; las mejores ideas prevalecerán, y se relacionarán en una dinámica de oferta y demanda de conocimiento.

La identificación de procesos que llevan a trayectorias científico-tecnológicas que potencian la desigualdad social y a sistemas no sustentables debería ser prioridad en políticas de ciencia y tecnología de gobiernos que busquen la construcción de sociedades más igualitarias. La detección de este tipo de procesos podría llevar al diseño de instrumentos que apunten a revertirlos, o al menos a generar procesos alternativos, más igualitarios y sustentables desde sus puntos de partida. De esta forma, la identificación de espacios de ciencia no hecha debería ser también prioridad.

La democratización del acceso al conocimiento, de su producción, y del desarrollo de tecnologías debería ser fundamental para este tipo de políticas. Agendas construidas de forma participativa, que incluyan las voces de todos los actores implicados en un área determinada, podrían contribuir a la generación de conocimiento y tecnologías que, en vez de ser factores de producción de desigualdad, busquen en cambio la eliminación de barreras sociales.

Estas alternativas no tienen por qué ser contrapuestas con el desarrollo de agendas no orientadas (por la política) de ciencia y tecnología, o con agendas orientadas por las dinámicas de la producción. Estos tipos de agendas son de enorme importancia tanto para las dinámicas de construcción de conocimiento y desarrollo tecnológico, como para las economías nacionales. El desarrollo activo de agendas alternativas implicaría simplemente reconocer un problema, sus consecuencias, y generar la posibilidad de emergencia de caminos alternativos a los dominantes. Implicaría abandonar las nociones de neutralidad y naturalidad de la ciencia y la tecnología, para poder actuar en las relaciones de poder que contribuyen a orientar las agendas. Significaría reconocer uno de los factores que producen y reproducen desigualdad social y sistemas no sustentables, y actuar en consecuencia(2).

* Santiago Alzugaray es antropólogo y docente de la Unidad Académica de la CSIC-Udelar. Actualmente cursa estudios de doctorado en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina (IDAES-UNSAM). Su tema de investigación en el marco del doctorado se centra en la construcción de agenda de investigación en arroz en Uruguay.

 

Notas:

(1) Se evita decir que “evolucionan” o “avanzan” para no cargar de valor la afirmación.

(2) Este texto se inspira en conceptos de varios autores, entre los que destacan: David Hess, Sheila Jasanoff, Charles Tilly, Sherry Ortner, Giles Deleuze y Felix Guattari, Wiebe Bijker y Trevor Pinch, Judith Sutz y Rodrigo Arocena, Luis Reygadas, Andrew Stirling, Melissa Leach y otros. No se incluyen referencias bibliográficas para facilitar la lectura, pero tanto las referencias como los textos están a disposición de los lectores interesados.

bottom of page