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  • Analía Flores*

Tenemos que hablar

Collage: Matías Larrama

Mi escritura es colectiva, son reflexiones y apuntes que surgen de análisis en conjunto con compañeras y compañeres de encuentros cotidianos, asambleas, conversatorios y grupos de estudio.

En el marco del 8 de marzo nos recordamos diversas y en no tan distintos frentes, siendo conscientes que nuestra lucha contra el patriarcado se articula con aquellas luchas contra opresiones que nos atraviesan o atraviesan a otras. Se hace urgente entonces debatir criterios, estrategias y posicionamientos a la hora de tejer redes colectivas y horizontales para no caer en lo peor del revisionismo, idealismo y aislamiento. Un mundo sin opresión y explotación de cualquier clase no solo es necesario, sabemos que es posible.

Se desestima la praxis revolucionaria de las mujeres, muchas veces por no encajar en el modelo académico, pero recuperamos nuestros saberes, tenemos presente que la retórica de los hombres tiene grandes vacíos respecto a nuestra realidad. Recibimos premios y castigos por nuestro cuerpo, deseos y docilidad. Se nos prefiere sin agencia, sumisas, despersonificadas, ausentes de voz y carácter. Estas lógicas nos fueron impuestas como normales, naturales y necesarias, a través de una educación adiestrante por parte de familias, iglesias, imperios, formas de gobierno y grupos sociales de diferentes culturas pero de bases verticales, es decir, patriarcales. Desde que nacemos se nos construye desde la subordinación. Nos es quitada la capacidad de elegir autónomamente sobre todos los aspectos de nuestra vida. Nos hacen creer que valemos si somos productivas, ya sea para el mercado, el consumo masculino y para una clase trabajadora patriarcal. Esto moldea nuestros deseos hacia una heterosexualidad obligatoria.

Quienes nos oponemos a acotar nuestros deseos a los intereses de los hombres se nos quiere invisibilizar, y aún hoy cuesta decir "soy lesbiana", no solo como una orientación desual sino como una postura política, para romper con la violencia y la competencia entre lesbianas y mujeres, para destruir la heteronorma. Prefiero politizar mi ser lesbiana para ser crítica y apuntar a no reproducir la violencia propia de las lógicas heterosexuales y románticas, donde los conceptos de propiedad privada y los roles de mujer y hombre (como sinónimos de pasivo y activo) siguen existiendo.

No quiero creer que vivo en el paraíso de arcoíris. Todavía en esta región no ven a las relaciones lésbicas como algo completo en sí mismo por la ausencia de un hombre, nuestras familias aun nos siguen marginando y dándonos la espalda por quien somos, y nos aceptan más en la medida que construimos nuestras relaciones monogámicas, románticas y con un modelo de familia patriarcal donde no hay diálogo real y las violencias suelen encubrirse, los hombres nos acosan y nos ven como un fetiche si ven muestras de afecto lésbicas en la vía pública, nos siguen acusando de estar enfermas, de la falta de articulación con movimientos feministas en los que suelen problematizar sólo las relaciones heterosexuales, porque la izquierda difícilmente se replantea el heteropatriarcado.

El movimiento lgtb+ que en su momento llego a tener caminos emancipatorios, hoy fue cooptado en parte por discursos fascistas y capitalistas que nada tienen que ver con nosotras. ¿Cómo darle de comer a quienes simplemente aceptan nuestra existencia para rédito político y económico pero que en un descuido nos perseguirían y desaparecerían? ¿Cómo llegan a existir sectores de una comunidad lgtb+ de ultra derecha? La falta de memoria y de crear espacios colectivos en todos los barrios hace que las nuevas generaciones tengamos un sesgo en la historia de la lucha por nuestra liberación.

En el presente, hay mejoras respecto a nuestros derechos pero todavía falta mucho por problematizar sobre que relaciones afectivas queremos y sobre qué relaciones económicas queremos. La pobreza y la falta de recursos sigue azotando a nuestra comunidad (no homogénea por supuesto), la falta de un discurso colectivo que contemple la cuestión de clase pone bajo la alfombra las consecuencias que tiene sobre nosotras el capitalismo y la represión. Necesitamos un movimiento que le haga frente y problematice la opresión para que ninguna de nosotras vea el suicidio como mejor opción, mientras quienes nos estigmatizan y condenan a la desigualdad sigan ganando poder.

Si me acerqué al feminismo es por las redes y contención que me dio, pero también por el millón de incertidumbres y preguntas sobre si éste es el mundo que quiero habitar o si quiero construir uno nuevo.

La mirada de lo "personal es político" no solo me hizo cuestionar mis relaciones con las mujeres, disidencias y con los hombres, sino también con la tierra y los animales. Un movimiento que lucha contra la opresión hacia otros animales de otras especies y el extractivismo tiene mucho que ver con el feminismo. Porque también discute el antropocentrismo, la idea que todo gira en torno al hombre humano. Problematiza sobre que no es nuestra capacidad de razonar aquello que nos distingue de el resto de las especies ni nos da el permiso para explotar todo, propio del pensamiento judeocristiano. No todas ni todos las humanas tienen la capacidad de razonar, ni se estaría contemplando la lucha de las personas neurodivergentes (término inicialmente acuñado por la comunidad de personas autistas) así que esto tendría que ser moralmente irrelevante. Pero lo que nos iguala es nuestra capacidad de sintiencia, interés en vivir. A la hora de posicionarnos políticamente tendríamos que adoptar una actitud imparcial. Las emociones a lo largo de la historia hasta hoy suelen ser algo asociado a lo femenino, algo a anular, a no tener en cuenta, se viene mejorando sobre la deslegitimación de la violencia opresiva, pero seguimos sin tener consideración hacia ciertos sujetos en nuestra lucha, ya sea por su orientación sexual o especie.

«Hasta donde puedo recordar, el origen de mi revuelta contra los poderosos fue mi horror por las torturas infligidas a los animales». -Louise Michel, maestra anarquista y activa revolucionaria en la Comuna de París.

Tenemos que hablar de todas estas cuestiones, por las cuales muchas de nosotras luchamos para que se visibilicen y problematicen, desde una mirada de izquierda para discutirle también en la práctica al liberalismo y al capitalismo que suelen reapropiarse de cuestiones como el feminismo, el antiespecismo y el ecologismo para vaciarles de contenido. Sabemos que es polémico porque "la patria se hizo a caballo", porque la explotación de las mujeres y los animales fue el surgimiento de la propiedad privada y es la base del extractivismo, el sistema de agro actual. Estos movimientos tienen una historia y prácticas potenciales para mover estructuras opresivas, solo un necio o alguien que desee mantener privilegios puede negarlo.

Como abordó una compañera en su nota La izquierda al diván en este mismo portal (1): hay que avanzar en romper los cercos que nos ponemos y ver las convergencias estratégicas, percibir las luchas contra la opresión atendiendo sus particularidades como potencias transformadoras.

 

* Nació en 1999 y actualmente es estudiante de Educación. Es militante lesbofeminista y participa en distintos frentes por el socialismo con una perspectiva libertaria y contra el extractivismo, es integrante de la Coordinación Estudiantil antiespecista, del Paro Internacional de mujeres, lesbianas y trans, y de la Colectiva Feminista antiespecista Uy.

Notas

1. https://www.hemisferioizquierdo.uy/single-post/2017/11/21/que-lo-pol%C3%ADtico-estrat%C3%A9gico-se-amplifique-sobre-diversos-escenarios-de-lo-social

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