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  • Por: Hemisferio Izquierdo

Las palabras no entienden lo que pasa, pero nos interpelan. Nuestro homenaje al Che.


Ilustración: Mariana Escobar

Es en esta vida que coexisten lo bello y lo precario. Que un portal como Hemisferio Izquierdo se haya embarcado en la aventura de un concurso literario no entraña contradicciones. Analizar la realidad solo desde la perspectiva política o económica es totalmente insuficiente y cae en el error de subestimar el recurso poético o el tono dramático como herramienta de lucha.

El arte es profundamente político e ideológico, y si bien puede posicionarse desde un discurso lavado, conservador y elitista tenemos la convicción de que pensado desde otro lugar, logra articular deseos revolucionarios, genera pensamiento crítico, conmueve.

Es por eso que defendemos la poesía, las palabras (esas palabras que no entienden lo que pasa) las defendemos de ser mercancía, las defendemos haciéndolas nuestras y conjugándolas en tiempos de emancipación y transformación.

No hay nada de mágico en el número 50. Pero medio siglo tras la caída del Che en combate, parecía una cifra que valía la pena no dejar pasar por alto. Diez lustros que nos mataron al Che, ¿de cuánta ternura nos habrán privado? ¿qué revoluciones no han tenido lugar por su ausencia? ¿cuántas injusticias se han perpetuado por su falta? Imposible saberlo, la historia no conoce de conjeturas improbables ni nosotros tenemos la bola de cristal para aventurar que otros presentes pudieron habitarnos. Pero por sobre todo, la sensatez nos inhabilita a pensar que con la sola “querida presencia” del Che, los males de este tiempo hubieran perecido. Además, la historia la hacen los pueblos y es indudable que muchas luchas, incluso revoluciones, nacieron tomando al Che como bandera luego de su asesinato.

Pero su simple y mera humanidad, el hecho de que pudo haber sido cualquiera de nosotras o de nosotros, no debe hacernos olvidar también de su grandeza. Si hubo alguien, que en una multiplicidad de aspectos vivió el Siglo XX con códigos de conducta de un ser humano con un desarrollo superior de la conciencia, con una templeza de espíritu y generosidad superlativas, como venido de otra sociedad que todavía seguimos soñando construir y por la que combatimos, ese fue el Che. Pero esas virtudes no deben llevarnos a hacer de su figura una estatuilla a la que rendir culto, aprender a quererlo, es reconocer sus contradicciones, sus faltas, sus errores, su humanidad.

Recordar su caída en combate, su historia, su entrañable transparencia, es también hacer revivir en cada luchadora y cada luchador del ahora su gigantesco legado. Por que esta época, en que la Revolución no está de moda, en que reivindicar el socialismo parece una patología digna de tratamiento psiquiátrico, decir “acá estamos”, “seguimos peleando”, “nada ha sido en vano”, vale mucho la pena. Y claro que la lista de revolucionarias y revolucionarios, de mujeres y hombres que han dado la vida por un mundo mejor es interminable y no hay afiche ni póster que pueda contenerles en su inmensidad, pero es más que evidente que el Che tiene todavía la capacidad de evocarlos a todas y todos con su mera semblanza. Como si toda la grandeza del mundo cupiese en su boina y todos los males se esfuman en su habano.

Por eso el Che. Porque la Revolución sigue siendo un anhelo y una necesidad. Porque el mejor antídoto para la alienación, el consumo superfluo y la apatía que rigen nuestro presente sigue siendo construir hombres y mujeres nuevos, para que la ternura sea el móvil último de todas nuestras acciones cotidianas.

Y en eso de cuidar los detalles cotidianos, es que quisimos recordar que el Che, cuando cayó en combate, tenía en su haber un cuaderno de poesías. Suyas y ajenas. Él era consciente que no sólo se cura con medicina y que no sólo se combate con metralla. Sin dudas, la buena literatura nos remeda el alma y la cabeza. Sin dudas, la poesía es un arma cargada de futuro que Guevara también supo empuñar. También por eso un concurso literario.

Hasta aquí los fundamentos primeros. Después, vino el jurado, que ha jugado un rol fundamental. Se conformó con compañeras y compañeros que nacieron después de la reapertura democrática o que, en los últimos estertores de la dictadura estaban ensuciando pañales o jugando un picadito en algún baldío del barrio. Porque el concurso es también una excusa de hacernos cargo como generación de los desafíos que nos tocan y de las luchas que damos y, mucho más aún, de las que no hemos podido dar. Sin dudas, a luces vistas, la elección fue un acierto: el jurado armó las bases, nombró el concurso en homenaje al poema de Salvador Puig y mostró un compromiso absoluto con la causa. En su pienso, en su difusión, habitó cada detalle.

Incluso, nos convencieron de la necesidad de que la publicación de las obras literarias fuera bajo licencia Creative Commons como una forma de proteger la actividad creativa de los autores y al mismo tiempo, que pueda abrirse a la comunidad y se apropien libremente de ella. Este tipo de licencias, a diferencia de la concepción privativa del copyright, respeta la autoría pero también permite que otros puedan usar la obra, modificarla, reinterpretarla o simplemente compartirla con otros, ampliando las fronteras de las obras y de los artistas, y generando más conocimiento libre de restricciones. En un contexto de privatización creciente de la cultura, y en el marco de un homenaje a uno de nuestros revolucionarios más notorios, parecía importante contar con las licencias Creative Commons1 y con las ideas que las sostienen.

La respuesta de lectoras y lectores de Hemisferio Izquierdo dio cuenta de que toda la apuesta previa fue acertada. Participaron del concurso 124 personas de diversas nacionalidades. América del Sur, con la excepción de las Guyanas, Surinam y Paraguay participó toda en este homenaje al Che. Se hizo cargo de que las palabras no están entendiendo lo que pasa y que hay pistas a rastrear en el guerrillero heroico aún. También llegaron aportes de Honduras, Guatemala, El Salvador, México y Cuba, completando un contingente nada despreciable de aportes provenientes del sur del Río Bravo. Para nuestra sorpresa, también participó un texto de un habitante de Estados Unidos, dando cuenta de que Guevara ha llegado a los rincones más inhóspitos y resiste como topo en galerías y cráteres profundos.

Más allá del continente americano, las respuestas al concurso también se hicieron notar. En particular, varios aportes de lo que conocemos como España, destacándose Valencia, Catalunya y el País Vasco. También escribieron de Alemania y para el mayor asombro de todas y todos, de la mismísima República Checa. Por último, no tan sorprendente dada la importante colonia uruguaya que allí se radica, también hubo textos provenientes de Australia.

Para fines de este mes, publicaremos los resultados del concurso y se abrirá una nueva etapa de difusión. De todas formas, no queríamos dejar pasar este tan especial 8 de Octubre sin compartir, desde el hemisferio de las izquierdas, un poco de buen arte en torno a la figura del Che. Para ello, nos acompaña un poema de Amado Storni que nos hizo llegar generosamente un lector, el “Tango del Che” del “Cristo” Olivera y "Ritual Pagano" del jugador de fútbol y poeta Agustín Lucas.

A disfrutar la lectura y a seguir insistiendo: ¡Hasta la victoria siempre!

(1) www.creativecommons.uy

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