Imagen: Rocío Piferrer
La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos evidenció el descontento con su situación laboral de los trabajadores manufactureros del “cinturón del óxido”. La promesa del candidato Trump de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA en inglés) fue un factor clave que invirtió el tradicional voto demócrata de los estados del Medio Este. Paradójicamente, esta renegociación ha sido también una de las reivindicaciones históricas de la izquierda en México. El presente artículo analiza la precarización laboral en un contexto más amplio que el TLCAN: el periodo neoliberal. Se muestra que la mayor parte del proceso de precarización laboral tuvo lugar en el periodo de ajuste estructural que siguió a la crisis de rentabilidad de la década de 1970 y que concluyó a mediados de la década de 1990, cuando se implementa el TLCAN. Durante la vigencia del TLCAN, el proceso de precarización laboral se ha ralentizado, especialmente en Estados Unidos, dónde sólo la Gran Recesión deterioró nuevamente las condiciones laborales. En la siguiente sección, se describen las características generales del neoliberalismo en la economía mundial como contexto de las políticas anti-laborales que condujeron a la precarización laboral. En la segunda sección, se analizan las particularidades de la reestructuración neoliberal en Estados Unidos y México, poniendo énfasis en sus asimetrías. En la tercera sección, se describe la precarización laboral en las etapas de ajuste estructural y de vigencia del TLCAN. Finalmente, se presentan las conclusiones.
La reestructuración neoliberal de la economía mundial
La onda larga expansiva de posguerra, basada en la modalidad de acumulación de capital fordista-taylorista-keynesiana, estuvo caracterizada por mejoras generalizadas en las condiciones materiales de vida de los trabajadores, incluidos los de México y Estados Unidos. Sin embargo, esta tendencia vio su fin con la crisis estructural de rentabilidad de 1973-1982 que puso fin a la onda larga expansiva como consecuencia de la caída tendencial de la tasa de ganancia que se manifestó en las décadas de 1960 y 1970 a lo largo y ancho de la economía mundial. Las políticas anti-laborales implementadas en México y Estados Unidos en las últimas décadas se insertan dentro de la reestructuración neoliberal de las condiciones generales de valorización y acumulación del capital en una escala global.
A nivel global, la reestructuración neoliberal se comenzó implementado en la década de 1970 por las cruentas dictaduras de Chile, Uruguay, Perú y Argentina, dónde los ideólogos y políticos impulsores de la contrarrevolución neoliberal modelaron sus tempranas formas económicas, sociales, políticas e ideológicas. La implementación del neoliberalismo en Estados Unidos y Reino Unido en la década de 1980 le otorgó su forma final y reforzó su expansión a la mayor parte de las economías del mundo con la activa participación de los organismos económicos internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
El neoliberalismo adquirió sus características globales como consecuencia de la debilidad de la clase trabajadora frente al capital, el renovado dominio relativo de las formas financieras y especulativas de valorización del capital, el creciente poder de las empresas transnacionales y el reforzamiento de la hegemonía política de Estados Unidos, a pesar de su declive económico relativo. El neoliberalismo se implementó mediante políticas económicas desreguladoras que se caracterizan por sus dimensiones anti-laboral, globalizadora y financiarizadora, altamente interrelacionadas entre sí. En su conjunto, estas dimensiones engendraron otra importante característica de neoliberalismo a escala mundial: la debilidad de la acumulación productiva del capital.
La dimensión anti-laboral estuvo encaminada a recuperar los decaídos niveles de la tasa general de ganancia mediante la reducción de los costos salariales de producción. Se implementó mediante políticas de desregulación y flexibilización laboral que han conducido a la precarización neoliberal de las condiciones de trabajo, de remuneración y de reproducción de los trabajadores a escala mundial; asimismo, han tenido como consecuencia una marcada concentración regresiva del ingreso y la riqueza. La dimensión globalizadora tuvo como objetivo la apertura de nuevos espacios geográficos de valorización del capital y se instrumentó mediante la eliminación de las barreras a la libre circulación internacional del capital en sus formas productiva, comercial y financiero-especulativa. La dimensión financiarizadora estuvo orientada a la reactivación de las formas y espacios de valorización financieros en respuesta al bajo nivel de la rentabilidad productiva y se implementó mediante la desregulación sistemática de las actividades financieras y especulativas.
Aunque la precarización laboral a escala mundial está directamente relacionada con la dimensión anti-laboral, se ha visto reforzada por las otras tres dimensiones del neoliberalismo mediante mecanismos que se retroalimentan entre sí. El deterioro salarial ha inhibido la aplicación generalizada de innovaciones tecnológicas ahorradoras de trabajo vivo y, por tanto, los incrementos en la productividad; este deterioro salarial e inhibición de la inversión productiva fue especialmente relevante en los espacios locales y nacionales de acumulación de capital con salarios más bajos y/o de menor observancia de los derechos laborales en los que se relocalizaron los eslabones de las cadenas de valor intensivos en el uso de fuerza de trabajo, incluyendo a México, como consecuencia de la dimensión globalizadora. A su vez, la globalización neoliberal ha contribuido a la destrucción de formas no-capitalistas de producción por la vía del despojo y de la apertura al mercado mundial de los países del bloque “socialista”; la incorporación de centenares de millones de trabajadores al ejército industrial de reserva mundial ha agudizado la competencia entre los trabajadores y ha fortalecido las consecuencias de las políticas anti-laborales. Por último, la dimensión financiarizadora, además de reforzar la inhibición de la inversión productiva, ha abierto los mercados financieros a los trabajadores como medio de acceso al consumo mediante el crédito y al ahorro mediante los planes de pensiones privatizados, lo que ha convertido a los ingresos salariales en una fuente de ganancia financiera y a su expropiación financiera en una causa adicional de la precarización laboral(1).
Las asimetrías de la reestructuración neoliberal: Estados Unidos y México
Las asimetrías en el neoliberalismo entre Estados Unidos y México se deben, en primer lugar, a la posición que ocupan ambos países en la economía mundial. Por un lado, Estados Unidos ha comandado la reestructuración neoliberal como consecuencia de su hegemonía económica, política y militar, así como por el poderío de sus empresas transnacionales. Por otro lado, la inserción de México al mercado mundial durante el neoliberalismo ha sido subordinada debido al menor tamaño y desarrollo de su economía, que pertenece a la periferia. En segundo lugar, las asimetrías obedecen a los rasgos específicos de la reestructuración neoliberal en función de la particular correlación de fuerzas económicas y políticas entre clases y fracciones de clase. En el caso de Estados Unidos, el hecho histórico más relevante fue la victoria electoral de Ronald Reagan y su implementación de políticas desreguladoras, especialmente del mercado de trabajo: control salarial, disciplina laboral y mercantilización de las esferas de la reproducción del trabajo (vivienda, educación, salud, pensiones, etc.). En el caso de México, el grupo de poder más cosmopolita, financiarizador, anti-popular y autoritario salió victorioso en la “disputa por la nación” que culminó en el fraude electoral de 1988, lo que implicó la instrumentación de políticas neoliberales en México de naturaleza radicalmente desnacionalizadora, desindustrializadora, anti-laboral y anti-democrática, algo que se refrendó con el nuevo fraude electoral de 2006.
Estados Unidos jugó un papel hegemónico en el proceso de desregulación internacional de los movimientos de capital productivo y mercancías como país sede de la mayoría de las empresas transnacionales más grandes y como el mayor consumidor en términos absolutos. Sus empresas transnacionales comandaron la estrategia de relocalización de las plantas productivas hacia países periféricos con bajos costes laborales unitarios, preservando las áreas de gestión, administración, e investigación y desarrollo en el país. Como país periférico de gran tamaño y que comparte una gran frontera, México se convirtió en una importante economía receptora de las plantas productivas de empresas transnacionales de Estados Unidos y otros países con miras a la exportación de vuelta al gran mercado del norte, lo que determinó el carácter subordinado de su inserción en el mercado mundial.
Por consiguiente, la globalización neoliberal ha dado lugar a una nueva división internacional del trabajo y a nuevas especializaciones productivas internacionales en las cadenas globales de valor en las que Estados Unidos y México han jugado papeles radicalmente distintos. Para Estados Unidos, la globalización neoliberal supuso una transformación de la estructura productiva que ha visto reducir el tamaño de los sectores manufactureros e industriales en favor de los sectores de servicios, especialmente los servicios de gestión y financieros, de alto valor agregado y dependientes de la innovación tecnológica. Para México, ha supuesto una especialización en procesos productivos intensivos en el uso de mano de obra y una reestructuración productiva basada en la maquila de exportación, altamente dependiente de los bajos costes laborales como herramienta competitiva. Las asimetrías en la reestructuración productiva neoliberal han supuesto importantes diferencias en los procesos de precarización del trabajo, que se analizan a detalle en la siguiente sección.
La relación productiva y comercial entre México y Estados Unidos se instrumentó mediante la política de apertura externa que alcanzó su punto álgido con la entrada en vigor del TLCAN en 1994. En Estados Unidos, se verificó una reducción de la producción de bienes a ritmos superiores que su consumo, lo que se ha traducido en un fuerte déficit comercial de la balanza comercial de bienes, que no es contrarrestado por el comercio de servicios. Parte de este déficit comercial es explicado por el comercio con México, que alcanzó un superávit comercial con este país del 10% del PIB, explicado por la exportación de petróleo y la industria maquiladora. No obstante, la subordinación a las estrategias de relocalización de las cadenas globales de valor de las empresas transnacionales implicó una alta elasticidad de las importaciones con respecto a las exportaciones y una persistencia del déficit comercial como rasgo estructural de la economía de México durante el neoliberalismo.
Aunque el déficit comercial estructural es una característica común a ambos países, las implicaciones que tiene sobre sus economías son distintas, debido a la relación de hegemonía y subordinación entre ellos y a las características particulares que asume el proceso de financiarización neoliberal en cada país. En Estados Unidos, el déficit comercial se explica por un factor doméstico y otro externo. Por un lado, se relaciona con tasas de ahorro internas negativas y un incremento del endeudamiento del sector de los hogares y el sector público. Por otro lado, se relaciona con la extraordinaria capacidad de captación de ahorro internacional dada su posición hegemónica y su papel de emisor del dólar como cuasi-dinero mundial. A pesar de transitar a una posición de inversión internacional negativa en el neoliberalismo, el bajo coste que debe pagar, muy inferior a las tasas de retorno de reciben los capitales que exporta, mitiga los efectos negativos del déficit sobre su macroeconomía. En cambio, la necesidad de financiar el déficit comercial mediante la captación de capital foráneo le confiere a la financiarización en México un carácter subordinado: las políticas monetaria, cambiaria y fiscal se deben orientar a la creación y preservación de condiciones de rentabilidad para los capitales financieros, lo que se traduce en altas tasas de interés, sobrevaluación del tipo de cambio, sobreacumulación de reservas internacionales y equilibrios fiscales aun en condiciones recesivas.
Las asimetrías de la reestructuración neoliberal en Estados Unidos y México se plasmaron también en condiciones diferenciadas de valorización de los capitales y del proceso de acumulación de capital. Los esfuerzos neoliberales de recuperación de la tasa general de ganancia tuvieron un efecto limitado en Estados Unidos, pero fueron infructuosos en México. En Estados Unidos, estuvieron basados en una recuperación destacada de la productividad del capital, sobre todo hasta la crisis de 2000-2001, lo que evidencia una modernización de la planta productiva, especialmente en el sector servicios. En México, la necesidad de salarios bajos como herramienta competitiva se tradujo en un fuerte incremento de la participación de las ganancias en el ingreso que, sin embargo, se vio compensada por la dinámica negativa de la productividad del capital resultante de que la reestructuración del aparato productivo no es esencial para la continuidad del proceso de acumulación.
Así, aunque ambos países comparten la debilidad del proceso de acumulación productiva del capital característica del neoliberalismo, ésta es más intensa en el caso de México, donde una menor parte de las ganancias es dedicada a la inversión productiva, incluso a pesar el auge de la inversión extranjera directa. Esto implica una mayor preferencia por las formas de valorización financiero-especulativas en México, lo que es acorde con las mayores tasas de interés internas y los altos diferenciales entre las tasas activas y pasivas que han caracterizado la financiarización subordinada neoliberal. La debilidad de la acumulación productiva del capital ha tenido en ambos países efectos negativos sobre el crecimiento de la actividad económica y del empleo, relativamente mucho más importantes para México si se compara con el crecimiento de la onda larga expansiva de posguerra. Además, la financiarización subordinada ha supuesto una mayor fragilidad macroeconómica para México y una mayor profundidad de las crisis recurrentes, algo que sólo ha afectado a Estados Unidos de forma análoga en la Gran Recesión(2).
La precarización laboral neoliberal en México y Estados Unidos
La reestructuración neoliberal implicó la implementación de severas políticas anti-laborales en ambos países que, empero, tuvieron efectos distintos en función de las características específicas de su respectivo proceso de reestructuración neoliberal. El nuevo patrón de división internacional impuso a los países que, como México, se especializan en la atracción de inversión extranjera en industrias intensivas en mano de obra la necesidad de la aplicación de políticas más agresivas de contención salarial para mantener la ventaja competitiva internacional. Como consecuencia, el salario real manufacturero en México se redujo prácticamente a la mitad entre su pico a mediados de la década de 1970 y el final de la crisis de 1994-95. Esto se debió a la debilidad de la posición de los trabajadores, la elevada inflación y, de forma preponderante, la política estatal de contracción del salario mínimo real a partir de 1976-1977, profundizada desde 1981-82 (Gráfica 1).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (2007-2016), Encuesta Industrial Mensual (1970-2006), Indicadores sobre Precios e Inflación, INEGI, y Comisión Nacional de Salarios Mínimos para México; y la History of Federal Minimum Wage Rates Under the Fair Labor Standards Act, 1938-2009 de la Wage and Hour Division (WHD) del United States Departament of Labor y las Current Employment Staistics de la Bureau of Labor Statisctics (BLS) para Estados Unidos.
En cambio, el salario real manufacturero en Estados Unidos tuvo una reducción de menos del 8% entre 1978 y 1991, a pesar de que la política de reducción del salario real fue muy agresiva en ese periodo, lo que refleja presiones competitivas más débiles para la reducción de los salarios (Gráfico 1). De hecho, el ajuste estructural al salario fue mayor para el conjunto de los trabajadores de producción del sector privado, alcanzando un 16% entre 1973 y 1995. En realidad, los efectos de la reestructuración productiva en Estados Unidos se aprecian mejor en la regresión en la distribución del ingreso, puesto que el incremento de los salarios de las altas capas salariales, vinculados a la gestión corporativa, ha compensado la reducción de los trabajadores de la producción. Es importante destacar que el ajuste estructural a los salarios reales tanto en México como en Estados Unidos tuvo lugar antes de la operación del TLCAN y no como consecuencia de éste.
La implementación del TLCAN coincide en Estados Unidos con el auge cíclico de la economía de Estados Unidos, conocido como el “boom de Clinton”, y en México con la recuperación de la crisis de 1994-95. En ambos países se produjo una reversión de la tendencia a la pérdida de poder adquisitivo del salario manufacturero, a pesar del estancamiento en los salarios mínimos reales. La recuperación de los salarios reales manufactureros fue más importante en México, aunque sólo lograron recuperar algo más de la mitad del poder adquisitivo perdido, a diferencia de Estados Unidos donde ha alcanzado los niveles máximos previos (Gráfico 1). En este país, los salarios reales del conjunto del sector privado tuvieron una recuperación mayor, pero no han llegado a alcanzar los niveles máximos anterior.
No obstante, la reversión de la reducción salarial no implicó el fin del proceso de precarización laboral neoliberal, que retomó nuevos aires a partir de la crisis de 2000-2001, especialmente en México, y que se agudizó con el estallido de la Gran Recesión en 2007. Esta precarización se puede analizar a partir del análisis de las jornadas laborales precarias, definidas como aquellas excesivamente largas (más de 48 horas semanales) y excesivamente cortas (menos de 15 horas semanales). En el caso de México, la reducción de las jornadas laborales precarias se limitó al periodo 1997-2002, volviéndose a incrementar hasta alcanzar niveles superiores a los iniciales en la suma de ambas. En Estados Unidos, las jornadas laborales precarias mantuvieron una tendencia a la baja en el periodo, solo revertido por el crecimiento de las jornadas laborales excesivamente cortas como consecuencia de la Gran Recesión. En general, este indicador muestra una mayor precariedad laboral en México que en Estados Unidos, dado que las jornadas laborales precarias son aproximadamente un 50% superiores (Gráfico 2).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INEGI, y la Current Population Survey de la Bureau of Labor Statisctics (BLS) y de la Census Bureau.
Otros indicadores de la precarización laboral se relacionan con la desocupación abierta (desocupados que buscan empleo), la desocupación encubierta (desocupados que no son registrados como tales porque, al estar convencidos de que no encontrarán empleo, no lo buscan y, por tanto, no forman parte de la población económicamente activa) y de subocupación (que buscan más horas de trabajo o un trabajo adicional). La situación de desempleo y subempleo se deterioró en México incluso más tempranamente, desde la crisis de 2000-2001, no mejorando con la salida de esta crisis cíclica. En contraste, en Estados Unidos, el débil auge cíclico de la década de 2000 permitió una recuperación parcial de estos indicadores. La Gran Recesión tuvo un impacto negativo en Estados Unidos mayor que en México, pero la recuperación posterior ha sido más importante en este país. Excepto para la tasa de desempleo abierto, los indicadores de desempleo y subempleo muestran también una mayor precariedad del trabajo en México (Gráfico 3).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, INEGI, y la Current Population Survey de la Bureau of Labor Statisctics (BLS) y de la Census Bureau.
Conclusiones
La precarización de las condiciones laborales de la gran mayoría de los trabajadores de Estados Unidos y México es fundamentalmente resultado del ajuste estructural en respuesta a la crisis de rentabilidad y tuvo lugar antes de la implementación del TLCAN. A partir de esa fecha, el proceso de precarización laboral ha sido más agudo en México que en Estados Unidos, fruto del carácter subordinado de la modalidad neoliberal de acumulación en México. En el contexto de la renegociación del TLCAN, la reivindicación de los trabajadores a ambos lados de la frontera debe ser romper de forma radical con la política económica neoliberal en un contexto de solidaridad obrera internacional. Más allá, la reversión de la precariedad laboral requiere necesariamente un proyecto económico alternativo, anticapitalista, que tenga como centro el desarrollo pleno de las condiciones de reproducción, no del capital, sino de los trabajadores de ambos países.
* Profesores investigadores del Área de Sociedad y Acumulación Capitalista del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.
Notas:
(1) Mariña Flores, Abelardo y Cámara Izquierdo, Sergio (2010), Un análisis más amplio del neoliberalismo y sus dimensiones a escala global se encuentra en Sergio Cámara Abelardo Mariña, “Naturaleza y perspectivas de la actual crisis: una caracterización marxista de largo plazo”, en Política y Cultura, núm. 34, otoño 2010, UAM-X, México, pp. 7-31; y en Sergio Cámara, “Génesis, naturaleza y crisis del capitalismo neoliberal: Una perspectiva estructural”, en Revista ECA. Estudios Centroamericanos, Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", El Salvador, vol. 67, núm. 729, pp. 195-212.
(2) Un análisis más amplio de las particularidades de la reestructuración neoliberal en México se encuentra en Abelardo Mariña y Sergio Cámara, “Las especificidades de la crisis mundial en México. Una historia de integración subordinada a la globalización neoliberal”, en José Valenzuela et. al (coord.), Crisis neoliberal y alternativas de izquierda en América Latina II: México, El Barzón ANACC, México, 2015, pp. 15-38. Para el caso de Estados Unidos, se encuentra en Sergio Cámara, “La gran recesión en Estados Unidos: Causas estructurales y detonantes cíclicos”, en Juan Pablo Mateo (coord.), Capitalismo en recesión. La crisis en el centro y la periferia de la economía mundial, Madrid, España: Maia, 2015, pp. 105-135. Un análisis que engloba a ambos países se encuentra en Sergio Cámara, “Rentabilidad y transformación estructural neoliberal en México y Estados Unidos”, Análisis Económico, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, vol. XXIV, núm. 56, 2009, pp. 175-202