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  • Nakatani y Moura*

Capital ficticio y crisis del capital


Imagen: Matías Larram​a (2017)


En este breve texto, buscaremos responder, aunque de modo introductorio e incipiente, las dos preguntas formuladas por los editores de Hemisferio Izquierdo: "En la actual fase del capitalismo global parece determinante la acumulación de enormes masas de capital ficticio. Buscando precisión conceptual, ¿Cómo podemos definir esa categoría central del marxismo? "; Y "¿Estamos inmersos en una crisis global del capital? ¿Cuál es su naturaleza? ".

La respuesta a la primera pregunta puede ser constatada a través de dos gráficos[1] elaborados con datos del Bank of International Setlements (BIS): en ellos, se puede ver que los derivados presentaron un crecimiento significativo a principios de la década del 2000, y explosivo a partir de (sobre todo con el empuje de la "titulización" de las deudas estatales y privadas, o la transformación de las deudas en activos financieros de todo tipo, ampliamente transados en los mercados financieros internacionales, lo que coincidió y catapultó el boom en los mercados inmobiliarios, sobre todo de los EE.UU., que estuvieron en el epicentro de la más reciente crisis económica mundial). En términos de “valores nocionales”, en medio de muchas oscilaciones, los derivados alcanzaron los 672 billones de dólares en el primer semestre de 2008, retrocedieron con los impactos de la crisis económica mundial, llegando a 582 billones de dólares en el primer semestre de 2010, para luego volver a crecer, alcanzando los 707 billones de dólares en el primer semestre de 2011, y alcanzar un pico histórico en el segundo semestre de 2013, con 710 billones de dólares. A partir de ahí, se observa una importante tendencia a la baja hasta el diciembre de 2016, cuando alcanzan el nivel más bajo desde 2007, 368 billones de dólares[2]. A efectos comparativos, según el Banco Mundial (2017a), el PIB mundial en 2008 totalizaba 63,3 billones de dólares, en dólares corrientes, saltando a US $ 73,2 billones en 2011, 78,6 billones de dólares en 2014. Después de un retroceso en 2015, se estima que se elevará a 80 billones de dólares en 2017. El valor de mercado de las acciones transadas a escala global, en dólares corrientes, alcanzó el pico pre-crisis de 88,4 billones de dólares en 2007, cayendo a 58,2 billones de dólares en 2012, y elevándose al pico histórico de 99,7 billones de dólares en 2015 (BANCO MUNDIAL, 2017b).

Gráfico 1: Magnitud total de los derivados en “valores nocionales” (billones de dólares)

Fuente: Elaboración propia con datos del BIS (2017).

Gráfico 2: Magnitud total de los derivados en “valores brutos de mercado” (en billones de dólares)

Fuente: Elaboración propia con base a datos del BIS (2017).

No son sólo los derivados quienes constituyen la masa de capital ficticio; este puede ser conceptuado sucintamente como un título jurídico negociable en los mercados financieros, cuyo precio está constituido por la capitalización de un flujo de ingresos esperados, calculado sobre la base de tasas de interés corrientes (MARX, 1986, p.11). El capital ficticio es una forma derivada de la forma capital portadora de intereses, pero que se aparta de ella en aspectos fundamentales: en el caso del capital portador de intereses existe un quantum efectivo de valor que es prestado, y que garantiza al propietario la percepción de un ingreso en función de la "abstinencia" del uso inmediato de ese monto, de acuerdo con la demanda por crédito y con las condiciones de inversión productiva. Aquí el capital se "rebaja" a la forma-mercancía, y en la condición de mercancía-capital se lanza a los mercados en busca de una "valorización" que supuestamente o inmediatamente depende de la mera propiedad del capital, y no de la valorización del valor propiamente dicha. En la forma capital ficticia, por el contrario, no existe un valor efectivo: son los referidos títulos jurídicos que adquieren un movimiento propio en los mercados secundarios a escala mundial; no es el capital que se rebaja a la forma mercantil, sino los propios flujos esperados de renta que se convierten en mercancías. Así, el concepto de capital ficticio incluye también las distintas formas asumidas por la deuda estatal - anclada sobre todo en la expectativa de recaudación futura -, así como las acciones de las empresas - "duplicados de papel de capital real" (MARX, 1986, p.20) que adquieren autonomía dentro del juego bursátil, y buena parte del capital bancario, que consiste justamente en títulos de deuda estatal y privada, además de acciones (MARX, 1986, p.13).

La autonomización del capital en relación a sus contenidos particulares y a su propia sustancia, el trabajo abstracto, alcanza aquí niveles elevados y explosivos. Para los capitalistas individuales, el capital ficticio no sólo constituye una parte importante de su cartera, sino que aparece como una forma de la riqueza abstracta real. Así, las vicisitudes de los mercados secundarios impactan fuertemente en las decisiones de los capitalistas; repercuten sobre toda suerte de precios y tasas (de commodities, intereses, cambio, etc.); y constituyen una poderosa palanca de concentración y centralización de capital. En sentido similar, se ve que el desarrollo del capital ficticio atiende al ímpetu del capital por acelerar su tiempo de rotación y su movilidad, y así contribuye a la igualación de las tasas de ganancia y la distribución de la fuerza de trabajo a escala mundial. Además, algunas formas de capital ficticio responden, al menos en su origen, a la protección contra riesgos, crecientes en un contexto de inestabilidad y de la transnacionalización de la producción. Por esos motivos, a pesar de tratarse de un no-capital y de no participar directamente de la valorización del valor, la importancia del capital ficticio en el seno de la dinámica global de la acumulación de capital no puede ser soslayada, y, de la misma forma, su naturaleza y movimiento resultan incomprensibles fuera de una perspectiva de totalidad.

En cuanto a la segunda pregunta podemos afirmar que la crisis mundial desencadenada en 2007 no ha sido aún superada y se continúa expresando a través de la gigantesca super-acumulación de capital, en particular en sus formas ficticias. A diferencia de las grandes crisis anteriores, la necesaria desvalorización del capital no está ocurriendo principalmente por la acción directa de los Bancos Centrales y de los Departamentos del Tesoro en diferentes Estados Nacionales. Los primeros asumieron la función de recuperación de los capitales ficticios a través de la monetización de títulos privados desvalorizados y los segundos a través de la expansión de las deudas públicas en títulos.

Así, por su carácter eminentemente especulativo, la profusión de capital ficticio continúa engendrando una fuerte inestabilidad económica, que se expresa en la sucesión de burbujas especulativas y de crisis financieras que pululan por el mundo en las últimas décadas. Sin embargo, lejos de ser la causa última de las crisis que sacudieron el mercado mundial en ese período, se trata antes de una expresión de las miserables condiciones de reproducción del capital a escala global (KLIMAN, 2012; NORFIELD, 2012; CHESNAIS, 2016). La bonanza de la acumulación de capital en los "años dorados" del capitalismo activó algunas de sus tendencias inmanentes, como la elevación de la composición orgánica del capital (relación entre los medios de producción -capital constante - y la fuerza de trabajo - capital variable), y la caída de las tasas de ganancia (la relación entre la plusvalía globalmente producida y el capital social total), y, por consiguiente, de la acumulación (véase KLIMAN, 2012, ROBERTS, 2016, JONES, 2014, JONES, 2014). En medio del referido movimiento de transnacionalización del capital, y ante la contundente restricción de las posibilidades de inversión productiva a tasas aceptables de lucro, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de 1960, el capital progresivamente se lanzó a los mercados financieros, promoviendo cambios institucionales y legales en el sentido de incrementar su libertad de movimiento y la opacidad de sus maquinaciones, dando lugar a una avalancha de "innovaciones financieras". Con la llamada revolución microelectrónica, este proceso se ha reforzado en un contexto de prominencia de la dimensión financiera de la acumulación y de la constitución de grandes conglomerados transnacionales, que reúnen gigantes de la industria, el comercio y las finanzas (CHESNAIS, 2016), donde se acelera la búsqueda de beneficios ficticios inmediatos, en detrimento de las inversiones productivas, reforzando las dificultades de la reproducción ampliada del capital.

A partir de la reciente crisis económica mundial se hizo visible la puesta en práctica de "causas contrarrestantes" a la caída de la tasa de ganancia, entre las que se podría mencionar: la reducción de las cargas estatales sobre el gran capital, sea en su figura física o jurídica; el incremento de la jornada laboral y su intensificación, pari passu a la "represión salarial" (incluyendo la eliminación de formas de salario indirecto, en particular concernientes a las políticas sociales); la destrucción de modos "autóctonos" de producción y distribución, progresivamente subsumidos a la acumulación capitalista; la privatización de recursos naturales, incluyendo el patrimonio genético, además de empresas y servicios estatales; el militarismo y las "guerras de rapiña"; el cercamiento de los conocimientos técnico-científicos y de toda clase de producción cultural bajo la forma de patentes; entre otros mecanismos que conforman lo que Harvey (2004) conceptuó como "acumulación por desposesión".

Ninguno de estos “efectos contrarrestante”, incluso en su conjunto, han demostrado la capacidad de revertir la tendencia a la caída de las tasas de ganancia y de acumulación. Luego, las formaciones sociales capitalistas se encuentran inmersas en una crisis de super-acumulación que responde a las contradicciones fundamentales de la forma capital en sus manifestaciones contemporáneas. Por lo tanto, no se derivan de causas externas, como defiende el mainstream económico, y tampoco de una insuficiencia o incluso de inexistencia de la regulación o intervención estatal, como quieren los reformistas. Por el contrario, se vuelven patentes los límites de la creciente movilización del Estado en el sentido de evitar el colapso económico, con monumentales políticas de salvamento, y de activar la acumulación de capital, a través de la creación de capital ficticio y de la redistribución de la renta en favor del gran capital, y por consiguiente, en detrimento de la población trabajadora[3].

En suma, es en ese contexto que se vuelve inteligible el recrudecimiento de la barbarie capitalista, incluyendo la miseria, el belicismo, la xenofobia, la intolerancia, el fanatismo; combatirla es la más imperiosa de las tareas.

Traducción del portugués: Hemisferio Izquierdo

* Paulo Nakatani y Gustavo Moura de Cavalcanti Mello son profesores del Departamento de Economía e del Programa de Pos-grado en Política Social, ambos de la Universidade Federal do Espírito Santo, Brasil.

Notas

[1] Los gráficos se diferencian por medir la magnitud de los derivados de dos modos distintos; El primero por medio de sus "valores nocionales", que corresponden a los precios de los activos subyacentes (su "valor" de cara), lo que implica "doble conteo", ya que los operadores en los mercados secundarios compran protección para cubrir las garantías que vendieron. El segundo modo de medición se realiza por los llamados "valores brutos de mercado", que corresponden al costo de sustitución de todos los contratos a los precios actuales de mercado. Los derivados son títulos jurídicos que determinan pagos futuros vinculados a la trayectoria de los precios de otro activo que le es subyacente (como um commodity, un índice bursátil, una tasa de interés o de cambio, otro derivado, o un conjunto de activos financieros "empaquetados" etc.), o a la ocurrencia de determinados fenómenos (como un evento climático), y que se comercializan en mercados específicos, adquiriendo allí "vida propia", por así decir. En estas transacciones el activo subyacente no cambia de manos, no ocurre un cambio de propiedad, son apuestas sobre los precios futuros, por lo tanto, constituye un gigantesco casino.

[2] En "valores brutos de mercado", la trayectoria guarda similitudes, pero el pico histórico se da en el segundo semestre de 2008, con 35 billones de dólares; con el segundo punto más alto ocurrido en el segundo semestre de 2011, con 27 billones de dólares, presentando desde entonces una tendencia expresa a la caída.

[3] Es el caso de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España, que expresa una ofensiva neoliberal a escala mundial (véase, por ejemplo, la crisis de la deuda soberana, por ejemplo, SOTIROPOULOS, MILIOS y LAPATSIORAS, 2013, y NORFIELD, 2012)

Referencias bibliográficas

BANCO MUNDIAL. Gross Domestic Product, 2017a. Disponible en: http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD.

______. Stock traded, 2017b. Disponible en: http://data.worldbank.org/indicator/CM.MKT.TRAD.CD.

BIS (Bank of Internacional Setlements). OTC derivatives statistics at end-December 2016. Disponível em: https://www.bis.org/publ/otc_hy1705.pdf. Acceso en 25/05/2017.

HARVEY, D. O novo imperialismo. São Paulo: Loyola, 2004.

MARX, K. O Capital: crítica da economia política. Livro I, Tomo I. Coleção Os Economistas. São Paulo: Nova Cultural, 1996.

______. O Capital: crítica da economia política. Livro I, Tomo II. Coleção Os Economistas. São Paulo: Nova Cultural, 1996.

______. O Capital: crítica da economia política. Livro III, tomo V. Coleção Os Economistas. São Paulo: Victor Civita, 1986.

NORFIELD, T. Derivatives and capitalist markets: the speculative heart of capital. Historical Materialism, v.20(1), 2012, p.103-132.

SOTIROPOULOS, D. P.; MILIOS, J.; LAPATSIORAS, S. A political economy of contemporary capitalism and its crisis – demystifying finance. Londres: Routlledge, 2013.


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