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  • Por: Hemisferio Izquierdo

"Las organizaciones políticas que no trascienden las obsesiones palaciegas, la multiplicación d


HI: Brecha se define como un medio de "izquierda independiente". ¿Qué significa ese posicionamiento? ¿Cómo se plantea su misión intelectual y política un semanario definido de ese modo?

Rosario Touriño (RT): El colectivo de Brecha ha definido su noción de independencia en relación a cualquier organización político partidaria, incluso de aquellas que se definen de izquierda. Esto es, el semanario procura dejar en claro que a pesar de suscribir una serie de valores o posturas que forman parte del pensamiento de izquierda, no tiene vínculo alguno ni apoya a ningún partido político de esa filiación, como sería el caso del Frente Amplio y la Unidad Popular. Es cierto que la discusión sobre el "ser de izquierda" hoy está en permanente construcción, y seguramente si se cotejaran los debates o sentidos comunes propios de 1985 con los actuales, se incluirían hoy asuntos que probablemente no estarían con tanto énfasis en el universo izquierdoso en aquellas fechas fundacionales. Pienso sobre todo en las luchas más recientes protagonizadas por la izquierda social: como la despenalización del aborto, la visibiilzación de la violencia de género junto a otros aspectos reivindicados por los feminismos, los derechos de los colectivos LGTB o la legalización del autocultivo de la marihuana. Una de las tradiciones que Brecha como colectivo periodístico ha priorizado —antes y ahora— es la investigación sobre violaciones de los derechos humanos en la dictadura, pero también las que se cometen en democracia (situaciones en las cárceles, encierro adolescente, explotación sexual de menores de edad o violaciones de los derechos laborales, entre otros, son un hilo conductor entre los ochenta y esta década y media del siglo XXI). Otro posicionamiento que ha marcado también a Brecha desde su inicio no sólo ha sido la investigación de episodios de corrupción durante los distintos gobiernos, sino también la pesquisa y la reflexión sobre el poder económico y las diferentes expresiones del capitalismo: concentración de la propiedad, monopolios, conflictos de interés, exoneraciones fiscales al gran empresariado, estructura de los lobbies más influyentes. En materia internacional, el semanario también ha reflejado una postura antiimperialista y una preocupación permanente por el latinoamericanismo y la integración plena de la región, también como forma de lograr un desarrollo más soberano y economías que superen sus matrices de capitalismos periféricos. Y por último, ha sido al mismo tiempo uno de sus ejes permanentes la reivindicación de una agenda ambientalista, como otra de las formas de develar las facetas más crudas del sistema, pero también como opción para un desarrollo sustentable.

En, en este sentido, Brecha entabla una independencia y soberanía periodística frente a todo poder político partidario establecido y todo agente económico, lo cual no quiere decir adoptar, como vimos, una postura neutral u "objetiva" frente a la realidad. Quizás para sintetizarlo, el semanario procura siempre pararse desde el lado más vulnerable o débil de un conflicto y contribuir a mostrar los "mapas que duelen" en la sociedad uruguaya y en el mundo.

HI: ¿Cuales son las dificultades que existen actualmente para hacer periodismo desde una posición de izquierda independiente?

RT: Obviamente, esta postura crítica y no alineada genera costos para un medio de comunicación alternativo y cooperativo, ya que aún -a pesar de las diferentes estrategias de financiamiento basadas en la venta de ejemplares en papel y las suscripciones- una de sus formas de sustento económico sigue siendo la publicidad. Antes del triunfo del Frente Amplio en 2005, Brecha era objeto de discriminación por parte de los gobiernos de turno pero tras doce años de la administración del FA se sigue constatando (y sufriendo) la falta de mecanismos transparentes y equitativos para distribuir la pauta oficial. El FA no ha querido regular el asunto (hay un proyecto de ley que duerme en el Parlamento) por lo cual se está sujeto a la discrecionalidad y arbitrariedad de los funcionarios de confianza de las diferentes reparticiones (quienes muchas veces son también asesores de los propios ministros, sujetos de crítica como conductores de las políticas públicas). Ha sido usual notar importantes cantidades de publicidad en medios que han tenido posturas editoriales claramente alineadas con el oficialismo, por ejemplo. Además la irritación o la discriminación suele ser a veces particularmente intensa con medios a los que se tiende a considerar aliados, pero a los que ahora se les achaca el estar “haciéndole el juego a la derecha”. Por todas estas razones, uno de los grandes desafíos de un medio como Brecha es el permanente combate por la sustentabilidad y la consolidación de fuentes de trabajo dignas, de modo de nutrir una redacción periodística que pueda mantener un periodismo de calidad y con agenda propia.

Estos factores que mencionamos siempre han sido los puntos débiles, pero la explosión de la era digital genera mayores incertidumbres que afectan a la prensa y a los medios de modo global y sectorial. Las dificultades de sustento hoy son un desvelo para medios "tradicionales" de pequeño porte, pero también para los más grandes (claro que en este último caso, las reservas de capital, las condiciones de crédito y la posibilidades de implementar acuerdos o fusiones estratégicas son mucho más propicias). La era del periodismo digital —el sociólogo Ignacio Ramonet comparó la irrupción de internet con la del meteorito que cambió el ecosistema y terminó con los dinosaurios— generó una atmósfera de mucha imprevisibilidad, pero también de oportunidades. En este contexto, es un momento en que los medios independientes deben ensayar un modelo con la coexistencia de variadas plataformas (edición impresa, portal, redes sociales, comunidad de lectores, y el desafío multimedia) sin resentir la calidad, pero a su vez en el que la investigación propia y la riqueza de la mirada cobran otra dimensión. Es un panorama para nada sencillo, ya que implica generar recursos para el mantenimiento de todos esos escenarios y sus correspondientes fuentes de trabajo, en un marco de contracción de la torta de ingresos, como decíamos, sectorial. Hasta el momento, no se ha demostrado en la mayoría de los países que los recursos que ingresaban a los medios tradicionales hayan migrado de manera equivalente a las plataformas digitales. Ese es uno de los puntos claves, a lo que se suma la existencia de los gigantes de Sillicon Valley, hoy fusionados, como Google o Facebook quienes suponen una fuente de captación enorme de ingresos publicitarios y que constituyen una amenaza para algunas de las reglas habituales de las economías mediáticas nacionales o locales.

No es una originalidad, como para casi todo, la independencia periodística y filosófica necesita el oxígeno de una base material sustentable.

HI: En la actualidad, por diferentes razones y circunstancias, a las izquierdas les resulta muy difícil proponer y abordar temas relacionados con las vías para la superación del capitalismo. ¿Qué elementos o nudos problemáticos deberían formar parte de un programa de pensamiento estratégico de transformación profunda del Uruguay actual?

RT: Es una pregunta que trasciende el objetivo de un medio periodístico, aunque es evidente que esa es una preocupación permanentemente reflejada en sus páginas. Brecha desde siempre ha pretendido contribuir al debate político, filosófico y cultural, pero también como habíamos señalado antes no se considera un agente neutro y como medio de comunicación también asume su rol político (en el sentido aristotélico del término) en el ágora. La investigación y la crítica son del mismo modo líneas que intentan contribuir a visualizar colectivamente caminos para esa transformación profunda, lo cual no implica la construcción de un pensamiento único.

A título personal, considero que la superación de un sistema neoliberal (un modo de vida, al decir de David Harvey, que valora el intercambio del mercado y a la competencia como “una ética en sí misma, capaz de actuar como un guía para toda la acción humana”) también pasa por la construcción de formas económicas alternativas, de autogestión, de cooperación, con otras reglas de relacionamiento social. La multiplicación y extensión de estos formatos (como ha pasado en regiones de España como el País Vasco que quedaron mejor blindadas frente a la crisis europea de 2008) podría ser un camino para ir construyendo otro entramado. Quizás el desafío es que este sea cada vez más sólido y autosuficiente, y no dependa de una constante asistencia estatal.

Considero también que el ambientalismo, el feminismo y el internacionalismo son dimensiones que pueden enriquecer fuertemente la agenda de las izquierdas sociales de modo de ir procesando esa transformación. A partir de esas elaboraciones —que creo no pueden aplicarse aisladamente en un país sin conjugar alianzas sociales y ciudadanas que trasciendan fronteras— se podría ir modificando una matriz que en lugar de distribuir de modo más equitativo la riqueza, la concentra cada vez más y deja en los márgenes a las poblaciones más vulnerables (mujeres, niños, desocupados, refugiados). Un desarrollo que no se base en el extractivismo de los recursos naturales, en una acumulación funcional al despojo, en exoneraciones fiscales desproporcionadas que llevan a que el peso de los ajustes recaiga sobre las capas medias y bajas (la propia directora de la Cepal reconocía el año pasado que América Latina tiene que rever su esquema impositivo y gravar más a las grandes ganancias en vez de seguir compitiendo por quien aplica menos impuestos a las grandes multinacionales para atraer inversiones, fenómeno llamado "race to the bottom"). Es interesante ver como coinciden en este punto no sólo los nuevos movimientos políticos de izquierda que nacen en Europa o en el Tercer Mundo, sino también figuras de un pensamiento económico moderado como Joseph Stiglitz o Enrique Iglesias. Este grado de consenso mínimo podría dar la pauta de que ya no bastan las políticas focales y que si no se modifican elementos más profundos de la estructura económica y la distribución de la riqueza no se podrá superar la enorme brecha de desigualdad entre ricos y pobres, en Uruguay y en la región.

Para poder avanzar por esos senderos, el liderazgo no puede recaer sobre los gobiernos de izquierda sino que es desde abajo que deberían poder permearse las estructuras. Las organizaciones políticas que no trascienden una política marcada por las obsesiones palaciegas, la multiplicación de una burocracia funcional y el ganar elecciones por el mero hecho de mantenerse en el poder están condenadas al desgaste y a pegarse de frente con las aristas de sus propios límites. Y quizás ese sea una de los principales dilemas del asunto.

* Rosario Touriño es Directora y Redactora responsable del Semanario Brecha: http://brecha.com.uy/

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