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"Las revoluciones que nos faltan". Entrevista a Claudia Korol*

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Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Cuál es la importancia de que socialismo y feminismo se encuentren en el horizonte estratégico de las luchas populares?


Claudia Korol (CK): Las luchas populares en nuestro continente tienen un horizonte limitado si no buscan al mismo tiempo todas las emancipaciones.


A partir de la conquista -que continúa con nuevas modalidades- nuestros territorios vienen siendo arrasados, saqueados, colonizados, controlados, destruidos en su biodiversidad. Otro tanto sucede con nuestros cuerpos -especialmente los de las mujeres-, que agregan a los genocidios vividos y sufridos, la constante de la amenaza, el acoso y la violencia sexual, identificados como actos sistemáticos de ejercicio del patriarcado.

La colonización ha establecido un modelo patriarcal capitalista, funcional a los intereses ayer de la corona, hoy de las corporaciones transnacionales y de los gobiernos de Occidente, que reproducen su hegemonía de manera violenta, a costa de nuestra miseria.


Es por eso que en los esfuerzos de descolonización y emancipación, necesitamos conjugar al mismo tiempo las luchas anticapitalistas y antipatriarcales. Y para ser más precisas, a los movimientos socialistas y a los movimientos feministas. No como una suma de corrientes organizadas, sino como un ejercicio que vuelve más completo y complejo el proyecto popular de liberación.


El capitalismo, el colonialismo, el patriarcado, se refuerzan en su dominación mutuamente. El capitalismo incrementa su acumulación, su tasa de ganancia, valiéndose del trabajo invisible de las mujeres, no reconocido y no remunerado. Saca más ganancias debido al trabajo precarizado de mujeres y de migrantes. Se enriquecen a costa de la exclusión de las mujeres de la propiedad de la tierra. Se “engorda” a partir de la brecha salarial entre mujeres y hombres. Se “vale” del trabajo racializado que esclaviza a mujeres y a hombres provenientes de otros países, o de pueblos originarios y negros, y los somete a condiciones letales de trabajo, negándoles los derechos sociales ganados por los pueblos. El capitalismo excluye, expulsa de los territorios periféricos, y luego criminaliza y somete en los centros. Las mujeres migrantes, racializadas, tienen como destino diversas formas de esclavitud doméstica, de maquilización del trabajo, o son víctimas de las redes de prostitución y trata.

La división sexual del trabajo, junto a la división racial del trabajo, tributan a la división social del trabajo sobre la base de la destrucción de los cuerpos de las mujeres, y ésto se transforma en superganancias para las burguesías nacionales y transnacionales.


Es por ello que estimular los desencuentros entre las luchas feministas, socialistas, de los pueblos indígenas y negros, ha sido muy beneficioso, y un objetivo político cultural del poder neocolonial, que alimenta los mitos que nos fragmentan hasta el infinito, introyectando en el pueblo de modo sistemático el machismo, el racismo, la xenofobia, la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, que conducen a enfrentamientos de pueblo contra pueblo.


Es necesario señalar también, que algunos modos del pensamiento socialista y feminista resultan funcionales a esa fragmentación. Por ejemplo, la idea de que hay luchas principales y secundarias. Que todas las demandas que no se puedan leer de manera directa como lucha capital-trabajo, son “secundarias”. En esta clave, se relegan las demandas de las mujeres, pueblos originarios y negros, diversidades sexuales, en pos de resolver las luchas supuestamente “principales”, que serían las de la clase obrera contra la burguesía; sin percibir que al interior de la clase obrera la cultura colonial, racista, patriarcal, opera para dividir sus fuerzas y restar energías. Sin comprender que mujeres emancipadas, pueden integrar de modo más creativo y eficaz las organizaciones populares anticapitalistas. Y que finalmente estas posiciones, lo que llevan es a reproducir el machismo y el patriarcado dentro de los sindicatos, partidos de izquierda y movimientos sociales que adhieren a esas creencias “casi religiosas”.

Los fundamentalismos religiosos, eje de la cultura patriarcal, son un elemento fundamental para “naturalizar” las opresiones sobre la vida y los cuerpos de las mujeres. Tanto como los grandes medios de comunicación, y las políticas educativas monitoreadas por el Banco Mundial.


Pero es necesario advertir que estos fundamentalismos conservadores, atraviesan también a las culturas de izquierda. Sucede entonces que gobiernos que se presentan como izquierdistas o progresistas, han venido negando sistemáticamente el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestros cuerpos.

También sucede que desde algunas posiciones feministas hegemónicas, se construye una agenda “de mujeres”, que busca la integración de las mujeres de modo subordinado en el sistema de dominación. Estas políticas, que son estimuladas por los organismos internacionales y sus “tecnócratas de género”, resultan muy funcionales para consolidar la hegemonía política del capital; no sólo porque subestiman la diversidad de intereses que hay en el propio sujeto mujeres, sino porque lo que proponen aleja a las mujeres trabajadoras de las alianzas necesarias con otros sectores populares, y relega o niega simplemente la necesidad de una transformación revolucionaria de la sociedad, para terminar con todas las opresiones.


El feminismo socialista, en nuestro continente, necesita crecer desde las mujeres del pueblo, desde los movimientos populares, las disidencias sexuales, los colectivos rebeldes. Desafiar las lógicas posmodernas que exacerban el individualismo, la fragmentación, los acontecimientos sin historia, los sujetos sin memoria colectiva. Es un feminismo callejero, de denuncia, pero también de reorganización de la vida, desde nuestros cuerpos abrazados, solidarios, rebeldes.



HI: Dices que Latinoamérica debe construir feminismos populares anticapitalistas, antipatriarcales y anticoloniales. ¿Cuáles crees que son los caminos hacia ello?


CK: Creo que los propios movimientos populares han venido encontrando caminos. En varios países de Nuestra América van naciendo experiencias de movimientos populares mixtos que se han definido como antipatriarcales, y buscan modos de que esta definición no sea sólo un par de palabras en el aire, sino una profunda transformación de los actos, de las prácticas, de los vínculos.


En algunos casos los procesos no han abarcado todavía al conjunto del movimiento, pero lo interpelan. Esto es a partir de que las mujeres, y en algunos casos también las disidencias sexuales, se han venido organizando en su interior y exigiendo cambios de los mismos.


Conocemos experiencias desde Guatemala hasta Brasil, desde Colombia hasta Argentina, en las que movimientos indígenas, piqueteros, campesinos, de trabajadores y trabajadoras, vienen haciendo el recorrido de reconocerse como antipatriarcales, luego de grandes debates internos y búsquedas colectivas. En otros casos, son los propios movimientos de mujeres los que han crecido tanto, que se vuelve imposible mirar hacia otro lado cuando denuncian la violencia machista, patriarcal, la misoginia, la lesbofobia, transfobia, homofobia. En Argentina, los Encuentros Nacionales de Mujeres, han ido logrando esa fuerza colectiva que se proyectó imparable en el Ni Una Menos y en el Paro Nacional de Mujeres del 19 de octubre pasado.


El aspecto fundamental, en todos los casos, es insistir en la pedagogía feminista, socialista, como instrumento de debate en el movimiento popular, a partir de hechos concretos. Se trata de una revolución cultural, que exige de una pedagogía de masas, en la que lo personal sea percibido como político, y las políticas puedan transformar lo personal. En este sentido, el feminismo popular combina de manera creativa la pedagogía crítica de la vida cotidiana, con una perspectiva antisistema de carácter estructural.


El feminismo popular, anticapitalista, antipatriarcal, anticolonial, tiene como punto de partida, como forma y método básico de acción, el acompañamiento a las víctimas de las opresiones, para que puedan salir de ese lugar de víctimas, y asumir que las violencias que sufren no son dramas estrictamente individuales, sino resultado de sistemas que se han creado históricamente sobre la base de las mismas. Que para salir de la opresión, no alcanza con decisiones individuales aisladas, sino que éstas tienen que ser sostenidas por redes de solidaridad y de confianza, que al mismo tiempo vayan creando la posibilidad de integrarse en una lucha más amplia contra esos sistemas.


Son feminismos que nacen en el barrio, en la empresa, en las casas, en los colegios, en las universidades, en el diálogo entre mujeres en la olla popular, en el comedor comunitario, en la huerta, en el movimiento, pero que pueden pensar el mundo en clave internacionalista.

Por ello, pueden generar movimientos tan radicales como el Paro Internacional de Mujeres del 8M, que es un modo de alfabetizar en un nuevo internacionalismo de cuerpos y territorios que buscan liberarse colectivamente. Enfrentando tanto las violencias que se suceden en el interior de las casas, hasta las que provocan las diversas guerras, invasiones, militarismo y control de la vida que establecen los grandes poderes mundiales, y que sistemáticamente tienen a los cuerpos de las mujeres como botines de guerra.


Nuestros feminismos populares, buscando la descolonización de territorios y cuerpos, borran las fronteras impuestas por los imperios. Sus acciones, no son sólo movimientos defensivos ante las agresiones del poder capitalista patriarcal. Nos mueve el deseo de cambiar al mundo, de ser felices, de poder realizar en este tiempo, las revoluciones que nos faltan.


* Fue militante estudiantil secundaria. Integró la dirección de la Federación Universitaria de Buenos Aires, y de la Federación Universitaria Argentina. Participó en las brigadas juveniles de solidaridad con Nicaragua, que estuvieron en la cosecha del café. Participó en las brigadas juveniles de solidaridad con Chile durante la dictadura de Pinochet. Autora de los libros Rebelión, reportaje a la juventud chilena; El Che y los argentinos; Feminismo y Marxismo, diálogo con Fanny Edelman; Chile, entrevista a Gladys Marín. Como educadora popular, participa en proyectos de formación política con movimientos campesinos, piqueteros, y organizaciones de mujeres. Coordina el equipo de educación popular de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM). Participa junto a Néstor Kohan de la coordinación de la Cátedra de Formación Política Ernesto Che Guevara de la UPMPM.Es corresponsal de ADITAL (Brasil), Punto Final (Chile), Jornal Brasil de Fato (Brasil), Radio Rebelde (Cuba), el periódico de las Madres de Plaza de Mayo (Argentina) y Enfoques Alternativos (Argentina). Es secretaria de redacción de la revista América Libre.

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