- Magdalena Milsev
El Nuevo (des)Orden Mundial: Algunas claves del anti-globalismo anti-género anti-vacunación.

Ilustración: Ramiro Alonso
Las hay ateas y religiosas, con y sin alienígenas, con y sin sensibilidad ecológica. Las hay de élite y populares, algunas centradas en el pasado, otras en el futuro, las hay sionistas y antisemitas. Parecería que hay casi tantas “teorías conspirativas” como sujetos que las creen. Sus amplios canales de difusión, así como sus múltiples formas de adopción y re-significación hacen que sean objeto de mutaciones, interconexiones y solapamientos.
Dentro de este variado repertorio, la que ha resultado particularmente predominante es la del llamado “Nuevo Orden Mundial”, encontrando entre sus adherentes a votantes de distinto signo político, fieles de diversas espiritualidades y credos, y ateos. ¿Qué plantea esta “teoría”? ¿Cómo surge? ¿Quiénes son sus seguidores? ¿Qué nos dice de las sensibilidades contemporáneas?
De acuerdo con esta “teoría”, las transformaciones en materia económica, política y social, al ser asociadas al neoliberalismo y la globalización, responderían a los designios de una élite corrupta que estaría operando mediante la presión de organismos internacionales, la manipulación mediática, el adoctrinamiento en las instituciones de educación, y los activismos de equidad de género y étnico-racial, con el fin de minar los Estado-naciones alrededor del mundo, e instaurar un gobierno único global.
En los últimos años las reivindicaciones sociales –especialmente las feministas y LGBT+ - han sido el objeto privilegiado de la sospecha conspirativa, dada la centralidad de los debates en torno a los derechos sexuales y reproductivos. Sospecha que, con la pandemia, ha trasladado su foco de atención a las medidas sanitarias. Encontrándose que, pese a las diferencias entre los fenómenos a los que se dirigen las ansiedades y preocupaciones, lo que resulta constante son las tematizaciones en torno al cuerpo, la reproducción de la especie, “la libertad”, y el control.
Ahora bien, a pesar de sus aspiraciones anti-globalistas, el discurso conspirativo del Nuevo Orden Mundial -de ahora en adelante “NOM”- lejos está de ser una creación “teórica” vernácula o regional. Esta surgió en la mayor potencia económica y centro mismo de la globalización – Estados Unidos – encontrando sus orígenes en asociaciones de ultraderecha que en las décadas del cincuenta y sesenta denunciaban lo que consideraban “el uni-mundismo socialista” de la ONU, y se encargaban de acusar de comunistas y traidores a distintos referentes políticos norteamericanos (Spark, 2000).
Durante los años noventa, los discursos del NOM resurgen con fuerza en el marco de las transformaciones geopolíticas post- Guerra Fría, el rápido desarrollo tecnológico, la degradación medioambiental, y el final de un milenio. Pudiendo distinguirse versiones seculares y religiosas de esta nueva modalidad de la teoría del NOM, si bien es de destacar que todas ellas resultan derivados - más o menos explícitos - del pensamiento apocalipticista/milenarista de matriz cristiana protestante (Stewart y Harding, año).
Esta divergencia en los ámbitos de difusión del “NOM”, se replica en los diversos contextos en los que se reproduce, viéndose muy claramente en el caso uruguayo, donde los discursos que conjugan lo “anti-globalista” con lo “anti-género”, “anti-izquierda” y “anti-plandemia”, encuentran entre sus principales referentes a actores religiosos y seculares cuyos discursos se reproducen y retroalimentan – redes sociales mediante – de forma compleja, pese a sus diferencias.
El “NOM” en el ámbito religioso
Las raíces religiosas de la teoría del NOM se encuentran en la breve referencia al “Anticristo” encontrada en el Nuevo Testamento (ej. 1 Juan 2:18), quien según el relato emergería en el Final de los Tiempos para engañar a los fieles. Como los pasajes de las Escrituras proveen poco detalle sobre este personaje, los creyentes se han tomado la libertad de elaborar sobre la idea, surgiendo así dos perspectivas principales: la del intento de identificar individuos concretos con el Anticristo; y la de asociar la figura del Anticristo con alguna organización o institución a través de la cual este impondría su voluntad, lo que ha llevado al profuso desarrollo del concepto del NOM en este contexto (Barkun, 2003).
Como los milenaristas comenzaron a especular acerca de la naturaleza de dicha organización, el énfasis fue puesto menos en la identidad del Anticristo y más sobre el carácter de dictadura global que establecería (ídem.), siendo así demonizados grupos asociados a ideas globalistas o globalizantes, tales como distintos organismos internacionales – ONU, FMI, BM -, asociaciones con tendencias políticas diversas, consideradas por esta perspectiva, homogéneas en sus objetivos – la masonería, “la izquierda”, los feminismos, etc-, y, especialmente, figuras de la élite internacional – Bill Gates, la familias Rockefeller y Rothschild– consideradas las principales instigadoras de las conspiraciones. Siendo todos estos aspectos compartidos con la rama “secular” del conspiracionismo.
En conjugación con tal pensamiento, se comenzó a concebir los sucesos de Medio Oriente como una suerte de “reloj” apocalíptico que viene a dar cuenta de la cercanía del Final de los Tiempos (lo que ha acercado a estos religiosos al sionismo en su defensa del Estado de Israel), y a asociar a distintos desarrollos tecnológicos con la “marca de la Bestia” mencionada en el Libro de Revelaciones, la marca que se ha afirmado tendrá que portar cualquiera que quiera comprar o vender durante el reino del Anticristo (Barkun, 2003). Llevando esto a una especulación extensiva, sobre los posibles elementos que constituirían tal marca: los códigos de barras, las tarjetas de débito y crédito (entiéndase en este contexto a los discursos anti- bancarización entre ciertos evangélicos uruguayos) y los microchips (entiéndase en este contexto a los discursos anti-vacunas, que en su idea sobre el chip no son una novedad).
El “NOM” en el ámbito secular
En el contexto secular, por su parte, los “teóricos” conspirativos se han enfocado en el desarrollo de teorías de la historia, pasando a entender a las conspiraciones como los motores o causas de los cambios políticos y económicos (Barkun, 2003). Entrando así en una relación de clara oposición con las interpretaciones procesuales de los fenómenos sociales propias del ámbito académico y de los colectivos que históricamente han reivindicado causas rechazadas por estos grupos.
Estas formas de conceptualizar las transformaciones sociales no resultan novedosas. De hecho, comienzan a proliferar a fines de s. XVIII, cuando la élite conservadora buscaba dar explicación a la “indeseada” Revolución Francesa, y en esta línea, creaba el relato conspirativo más famoso, replicado hoy por quienes en tono popular dicen enfrentarse a la “élite globalista”: el de los Illuminati[1].
Es de destacar entonces que este conspiracionismo secular comparte en gran medida los mismos tonos y formas del religioso. Ya que, como se dijo, ambos responden en última instancia al pensamiento judeocristiano y su concepción lineal del devenir histórico, que adquiere un carácter apocalipticista-catastrófico según el contexto. En este sentido, ambos se alimentan de los mismos “pánicos morales” y ansiedades en torno al cuerpo, ya sea en términos de una “naturaleza humana” o de un “diseño divino”, reivindicando un orden considerado en riesgo; apareciendo así casi indistintamente en estos la apelación a ciertos “fundamentos”: el biologicismo, la familia patriarcal tradicional, “la libertad individual” – la propiedad – y “los valores”.
Teniendo presente estos aspectos en común, cabe señalar que el conspirativismo secular presenta en relación al religioso al menos dos claras diferencias: en primer lugar, no se trata esta de una visión mesiánica del devenir histórico, en tanto no se vislumbra una resolución “feliz” a futuro con el regreso de Cristo. Según esta versión, todo empeora cada vez más hasta llegar a un mundo profundamente distópico al mejor estilo orwelliano. Y en segundo, a diferencia de lo que sucede en el ámbito evangélico, los conspirativos seculares lejos de ser sionistas –los asocian a la élite financiera y la globalización- en su devenir acusatorio suelen caer en expresiones de odio antisemita hacia la colectividad judía en general.
Sopesando la teoría del NOM
La creciente desigualdad y distancia entre las esferas de decisión y “el pueblo”, el peligro de los monopolios tecnológicos y de información, la contaminación de los recursos naturales, el enriquecimiento inescrupuloso de las farmacéuticas: más allá del carácter marginal, anti-sistema y belicoso que pueden llegar a adoptar, los movimientos aglutinados en torno al relato del NOM expresan preocupaciones dignas de ser atendidas por otros actores del espectro político y de la sociedad en general, resultando por demás problemático que la enunciación de estas cuestiones quede asociada a personajes “pintorescos” como si de un mero delirio paranoide se tratara.
La casi total marginación de estos asuntos - que hablan, en última instancia, sobre las posibilidades de una existencia digna y justa en sociedad - y su apropiación o captación por parte de este tipo de actores, resulta problemática por otro motivo: la histórica afinidad entre la racionalidad conspirativa - siempre atenta a identificar enemigos – y las distintas formas de fascismo[2].
En este sentido, es destacar que el discurso antiglobalista contrario al NOM, lejos de actuar sobre los billonarios de los que habla – estos viven cómodamente a varios miles de kilómetros – acrecientan la fragmentación social y el nivel de conflictividad a nivel nacional, llevando al enfrentamiento entre sujetos de clases medias y bajas. Dinámica en la cual resulta particularmente perniciosa la constante búsqueda de chivos expiatorios, fenómeno social sintomático de contradicciones más profundas que en la lógica conspirativa son totalmente simplificadas y pasadas por alto.
En este sentido, cabe tener presente las condiciones bajo las cuales el pensamiento conspirativo prospera: las crisis económicas, el desempleo y las consecuentes frustraciones que esto conlleva, sumado a las transformaciones y reconfiguraciones de las relaciones sociales y de las formas de comunicarnos, donde la rápida evolución de los medios digitales y el cambio en los modelos políticos causan una proliferación de contraposiciones ideológicas (Leone, Madisson y Ventsel, 2020). A lo que cabe agregar, la misma globalización que tanto denuncian, y las reacciones de extremo nacionalismo con las cuales se vinculan.
Las teorías conspirativas son respuestas a la confusión y aparente desorden en un mundo que se presenta incierto. Son expresiones de una racionalidad en crisis, que reacciona buscando orden y sentido ante el caos, sirviéndose para ello de recursos de sentido disponibles en la memoria colectiva. Son manifestaciones de miedo, que no solo vienen a constituir una respuesta a peligros reales, sino también a construir discursivamente nuevos objetos de peligro, teniendo presente que el miedo se construye socialmente a través de los significados que una colectividad adopta al modelarse a sí misma (Lotman, 2009 en Leone, Madisson y Ventsel, 2020).
Cómo establecer un diálogo con tales discursos y mesurar sus potenciales riesgos en una sociedad de aspiraciones democráticas, considerando a la vez, los válidos temores que los mismos nos señalan, serían algunos de los desafíos a transitar a la brevedad, teniendo presente lo que la experiencia histórica nos dice sobre los períodos en los cuales las interpretaciones conspirativas han prosperado.
Bibliografía y referencias
Barkun, M. (2003) A culture of conspiracy. Apocalyptic visions in Contemporary America, University of California Press Berkeley and Los Angeles, California
Leone, M.; Madisson, M-L.; Ventsel, A. (2020) Semiotic approaches to conspiracy theories, En: Butter & Knight (eds.) Routledge Handbook of Conspiracy Theories, Taylor & Francis Group London and New York.
Stewart, K. & Harding, S. (1999) Bad endings: American Apocalypsis, In: Annu. Rev. Anthropol. 285-310.
Spark, A. (2000) Conjuring Order: The New World Order and Conspiracy Theories of Globalization, En: The Sociological Review, Vol. 48, Issue 2, pp. 46-62
[1] Los Illuminati de Baviera fueron una sociedad secreta de antecedentes masónicos fundada en 1776, activa por pocos años en Alemania, y disuelta alrededor de 1787. Para aquellos con una tendencia a pensar conspirativamente, sin embargo, la misma inexistencia de esta organización la volvió un objeto de sospecha privilegiado, ya que, de acuerdo a esta lógica, su “aparente” inexistencia es una señal de su poder (Barkun, 2003).
[2] Se recomienda leer a Tesoro, P (2020) Extrema derecha y teorías de la conspiración. Breve historia de una afinidad, En: https://latrivial.org/extrema-derecha-y-teorias-de-la-conspiracion-breve-historia-de-una-afinidad/