Más allá de los antecedentes históricos que se remontan a 1918, cuando Enriqueta Compte y Riqué propone la creación de una Facultad de Pedagogía y el reclamo más o menos persistente de los sindicatos de lograr que el título de docente en nuestro país tuviera reconocimiento universitario, el tema comienza a debatirse con mayor consistencia e intensidad en el año 2006 con la propuesta de la creación de una Universidad Autónoma de Educación por parte de la ATD de Formación Docente. La Ley 18437 crea el Instituto Universitario de Educación en el 2008, aunque nunca llega a implementarse. Más adelante aparecen proyectos de Universidad Nacional de Educación, pero la discrepancia entre los partidos políticos por la autonomía y el cogobierno hace imposible la obtención de mayorías especiales para la creación de un nuevo Ente Autónomo, así queda en suspenso la creación de una Universidad de Educación (UNED).
Dijimos desde el comienzo de este proceso que la Universidad de la Educación podía convertirse en un caballo de Troya para la formación docente. Dentro del caballo brioso que dice: "seamos universitarios pues es lo único que puede devolvernos el prestigio social perdido", viene una reforma curricular. Desde el comienzo la simultaneidad de estos cambios resultaba contradictoria. ¿Por qué realizar un cambio curricular antes de crear la Universidad de Educación? ¿Qué otra función puede ser más propia de la autonomía universitaria que la de elaborar, discutir y aprobar sus propios planes de estudio?
Sin embargo el Consejo de Formación en Educación (CFE), órgano desconcentrado de la ANEP se empeñó en cambiar desde la raíz el Plan Único de Formación Docente, elaborado participativamente, con aciertos y errores en el año 2008. Si esto apareciera como necesario para los directamente involucrados, lo racional hubiera sido, partir del Plan vigente, identificar los problemas en su concepción o en su implementación y mejorarlo aprovechando la experiencia acumulada en la última década por docentes y alumnos.
¿Por qué este empeño que se parece al empecinamiento? Buscando el cangrejo debajo de la piedra, nos encontramos cuándo no, con las “recomendaciones” del Banco Mundial que plantea la necesidad de introducir cambios en la matriz fundacional de formación docente para “superar la profesionalización incipiente” y modernizarla (48:.2015)
Para quienes estamos en conocimiento de los más de 130 años de historia de la formación de maestros uruguaya, que provee de docentes titulados en un 100% a la Educación Inicial y Primaria de nuestro país y de los ya 70 años de formación específica para profesores de enseñanza secundaria con la creación del Instituto de Profesores Artigas por Antonio Grompone, la afirmación del Banco Mundial sobre una incipiente profesionalización nos debate entre la risa y la indignación. Pero a nuestras autoridades no, actúan por obediencia debida ante las agencias internacionales de crédito.
Así, en el año 2015, el nuevo Consejo de Formación en Educación inicia el proceso solicitado por el organismo económico internacional rector de los destinos de la educación mundial al servicio del capital multinacional. Los cambios en la formación docente deben orientarse, como el resto del sistema educativo a la adecuación-subordinación a los requerimientos de la economía actual, del capitalismo emocional, de la sociedad del conocimiento y la información, de la cuarta revolución industrial. Donde la variabilidad del mercado, la profunda afectación de la actividad laboral por los procesos de virtualización y robotización, los nuevos requerimientos hacia el trabajador (capacidad innovadora, comunicación, cooperación de cerebros, flexibilidad, manejo de la emociones), exigen con urgencia cambios en la educación. Formar por competencias, establecer un curriculum de 3 a 18 años que de continuidad al proceso, formar el carácter positivo, preparar para resolver situaciones nuevas, son parte de las exigencias hacia la educación del siglo XXI.
En los noventa, las reformas neoliberales también pretendieron adaptar a los seres humanos al mercado pero no transformaron la Formación Docente. Así las resistencias de los docentes obstaculizaron la instalación completa de una educación con fines económicos y formadora de capital humano. Los neoliberales se dieron cuenta así de lo que Foucault sostuvo hace décadas, si no se transforma el pensamiento, las reformas son fagocitadas por las formas preexistentes del pensamiento. Y por ello resolvieron encarar, sin más dilaciones, la reforma de la formación docente y reformar el pensamiento de los docentes desde su formación de grado.
Pero, como ni los organismos internacionales ni las autoridades nacionales tienen confianza en que los colectivos de Formación Docente, tomados en forma amplia responderán a las exigencias "bancomundialistas", el Consejo de Formación en Educación creó una compleja ingeniería de participación que le permitió legitimar lo exigido por el Banco.
En setiembre de 2015 elabora una hoja de ruta que da cuenta de esta creación. Mecanismos superpuestos con los existentes (salas locales y nacionales, departamentos, asambleas técnico docentes locales y nacionales) a los que encomienda la elaboración de la nueva propuesta curricular. Ellos son: una Comisión de Enseñanza y Desarrollo Curricular, Comisiones Locales y Nacionales de cada una de las carreras que se dictan en el CFE, con participación de lo que ellos llaman “órdenes” aunque no estén organizados ni funcionen como tales. Es parte de nuestro juego del “como si fuéramos universitarios” pero sin capacidad resolutiva. Estas comisiones contarán con asesoramiento de expertos nacionales o internacionales, sus representantes serán electos por sus pares pero no tendrán que consultar ni responder al colectivo de sus representados. Para mayor garantía de lo que se va a obtener, el CFE elabora documentos guía de la discusión de las comisiones sobre: Identidad y perfiles de egreso, Organización curricular e Ingreso, evaluación y requisitos para la obtención del título. Finalmente y amparado por las funciones institucionalmente encomendadas, será el CFE quien resuelva sobre los documentos elaborados, que serán homologados por CODICEN. Estos documentos del Consejo, orientadores del debate, resultaron ser punto de partida innegociable del cambio curricular: centrarse en los aprendizajes de los estudiantes y en la necesidad de desarrollar competencias complejas, ponerlas en juego para la resolución de problemas concretos de la práctica, formar docentes autorreflexivos (ya no reflexivos del contexto), creditizar todos los espacios curriculares, semestralizar todos los cursos con flexibilidad de los trayectos, que promueva la navegabilidad y la movilidad horizontal de los estudiantes, pero eliminando el tronco común para toda formación docente que consagró el plan vigente y evaluación de los desempeños esperables.
El análisis de este discurso, entendido como un todo de significación que incluye las condiciones sociales e ideológicas de su enunciación, es el de las agencias internacionales que orientan con fines económicos la educación mundial. Un discurso tecnocrático con pretensión de renovación o modernización de la educación, de adecuación a las nuevas exigencias del capitalismo cognitivo, presente en los documentos de las recomendaciones para Uruguay en el quinquenio por parte de la OCDE y del Banco Mundial. Discursos también de los grupos de presión apoyados por los capitales y las empresas privadas de educación, que aspiran a sacar tajada del mercado del conocimiento y la información. Al estilo de los “Libros Blancos” en Europa, el Libro Abierto de Eduy 21 también reproduce las directrices internacionales.
Este proceso de adecuación y subordinación de la educación (en este caso superior) a la lógica de la economía tiene su origen en Europa en lo que se ha dado en llamar Proceso de Bolonia y se remonta a 1998. En él han participado administraciones públicas, universidades, empresas, agencias de garantía de calidad, organizaciones internacionales y la Comisión Europea. Este proceso ha creado un Espacio Europeo de Educación Superior competitivo y convergente a través de la unificación de la enseñanza en un “euro académico” materializado en el crédito. La creación de un sistema internacional de créditos hace fácilmente cuantificables y comparables las diferentes titulaciones, sin tener en cuenta la similitud del conocimiento adquirido. Procura con ello, promover la navegabilidad entre titulaciones, universidades y países. Tiende a crear un nuevo mercado del conocimiento que profundiza la mercantilización de las maestrías y los doctorados imprescindibles para acceder y mantenerse en un mercado laboral cada vez más competitivo. Promueve también la recapitalización de la Universidad revisando profundamente sus vías de financiación mediante el avance y aumento de las tasas o matrículas, el pago de los postgrados y las inversiones de las empresas privadas a cambio de los productos y resultados que obtienen. Centrarse en los aprendizajes de los estudiantes y su concreción en las destrezas, habilidades y competencias que logran demostrar en comportamientos observables a través de evaluaciones continuas, es otra de las características que adoptan las reformas de las universidades europeas.
No requiere demasiado análisis, constatar las similitudes entre las propuestas nacionales para la formación docente y las directrices economicistas internacionales. Cabe consignar también, que nuestra Universidad ya se ha plegado a este proceso, sin que se haya constatado una mejora de la formación de los universitarios en las últimas dos décadas. Pero deja, igualmente, a nuestra Formación Docente más aislada en su resistencia. Sin embargo la infinita posibilidad de los intersticios y grietas en los sistemas educativos que en apariencia se presentan como monolíticos muestra que la resistencia es posible. A pesar de la ingeniería de pseudo participación creada por el CFE, los documentos terminados de los nuevos planes han merecido objeciones y rechazos en numerosas instancias (salas nacionales, salas locales, actividades estudiantiles, ATD locales). No obstante, estas manifestaciones de desacuerdo fundado y explícito el Consejo de Formación en Educación ha seguido adelante, haciendo oídos sordos al malestar generado y elevando a CODICEN los nuevos planes para su aprobación y puesta en práctica en el 2020.
Es prueba del malestar en la comunidad educativa de Formación Docente, la recolección de más de 3000 firmas de docentes, estudiantes y egresados, reunidas en el plazo de dos semanas, que fueran elevadas al organismo rector solicitando la suspensión de la aprobación de los nuevos planes.
¿Hay de qué preocuparse?
Si cumpliendo con exigencias externas y con los tiempos políticos, el CODICEN aprueba los planes 2020 para Formación Docente desatendiendo las manifestaciones de los directamente involucrados en diversos espacios, habrá que preocuparse del futuro de la formación docente y sobre todo del futuro de la educación en general, porque los docentes continúan siendo pilares fundamentales de las instituciones educativas. De su formación depende en buena manera la marcha de la educación inicial, primaria y media de nuestro país.
No esperemos maestros y profesores mejor formados con la dilución de las disciplinas en confusos campos del saber, ni procesos de conocimiento bien adquiridos con espacios curriculares comprimidos en semestres que se efectivizan en trimestres de clases reales. Mucho menos esperemos que la aparente libertad del estudiante de elegir en la oferta educativa lo lleven más lejos que el intercambio de cursos por la moneda de cambio del crédito, independientemente del contenido formativo del curso.
Este proceso, por el contrario, nos acerca a la figura del docente técnico, con débil formación pedagógica, que solo aplica políticas educativas pensadas por los expertos y decididas con centralidad política. Se tiende a una deshistorización y una despolitización de los procesos educativos que inevitablemente conspiran contra la comprensión de los fenómenos sociales complejos a los que los futuros docentes deberán enfrentarse.
Quienes hemos sido críticos de este proceso de Reforma Curricular defendemos una Formación Docente que proporcione y estimule a futuros docentes a adquirir los conocimientos específicos a transmitir al más alto nivel disciplinar, actualizado, reconociendo su provisoriedad, el proceso de su producción y la posibilidad de su transformación.
También defendemos la presencia en la formación de los docentes de la reflexión sobre la educación en toda su complejidad como proceso histórico y socialmente condicionado a través de la pedagogía, la didáctica, la epistemología, la historia, la filosofía, la sociología y la psicología de la educación. Que asegure además una práctica docente acompañada de la reflexión sobre el contexto social que las herramientas teóricas hacen posible.
La resistencia es posible, docentes, estudiantes y egresados deben continuar su análisis, su elaboración de documentos y llegar a las autoridades para hacerles comprender que sin los directamente involucrados ninguna reforma es posible. Una vez lograda esta etapa nos ocuparemos del mejoramiento y corrección de los planes vigentes con participación genuina, sin descartar la experiencia acumulada en la última década y recuperando las ricas tradiciones de formación docente que contribuyeron al prestigio del sistema educativo nacional, con el compromiso por la construcción de una sociedad con justicia.
*Maestra, Licenciada en Ciencias de la Educación. Prof. De Pedagogía y Filosofía de la Educación en IINN e IPA.
Bibliografía:
Banco Mundial “Uruguay desafíos y oportunidades 2015-2020
Comisión de Carrera de Profesorado Propuesta de Plan de Profesorado 5.8.2019
Plan de Estudios de la Formación de Maestros de Primera Infancia (versión definitiva 16.8.2019)
Propuesta 2017 Plan de Estudios de la Formación de Maestros