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  • Miguel Stédile**

Fake News y Whatsapp, armas de destrucción masiva*


Ilustración: Noticias calidas, Pawel Kuczynski.

En su primera entrevista para La TV Globo, oficialmente como candidato, Jair Bolsonaro acusó al Partido de los Trabajadores (PT) de distribuir un llamado “kit gay” para escuelas públicas. La acusación no era nueva y formaba parte de una serie de videos, inclusive del propio Bolsonaro, y de mensajes transmitidos por aplicativos que “denunciaban” una supuesta “adoctrinación sexual” de niñas y niños indefensos por los gobiernos petistas y por el ex-Ministro de Educación Fernando Haddad, probable adversario de Bolsonaro. Asociada a eso, un montaje fue compartido 52 mil veces en el que Haddad afirmaba que cabía al Estado definir el sexo de los recién nacidos. Todos los episodios fueron desmentidos innumerables veces – el tal “kit” no era más que un libro francés sobre educación sexual en general que ni siquiera fue distribuido para las escuelas – pero se volvió ejemplo de la táctica de diseminación de fake news y del uso de redes sociales en la disputa política brasilera, capaces de alterar sensiblemente el proceso electoral.

El modus operandis es aparentemente simple. Varias noticias falsas son distribuidas por falsos portales o canales de youtube a través de Whatsapp. El candidato Bolsonaro legitima las mentiras, reproduciéndolas en sus canales o discursos. La izquierda intenta desmentirlas, pero el estrago ya está hecho. Entre los temas comunes de las fake news en la campaña electoral de 2018 estaban la manipulación de imágenes, como partidos de fútbol que eran presentados como manifestaciones favorables a Bolsonaro, falsos apoyos de celebridades, acusaciones de agresión de la ex-esposa de un candidato o de que el marido de la ex-ministra de Medio Ambiente deforestaba ilegalmente la selva amazónica.

Tampoco es una táctica nueva. Durante las discusiones del Brexit, la campaña que alertaba que “76 millones de turcos entrarían al Reino Unido a través de la Unión Europea”, canalizó hacia la inmigración las frustraciones con la economía británica. Detalle: la UE no tiene discutido la entrada de Turquía al bloque. Ya en el caso caso brasilero, durante el impeachment de la presidenta Dilma, a Universidad de San Pablo constató que tres de cada cinco de los reportajes más compartidos sobre o tema a través de facebook eran falsos.

La Operación de diseminación de fake news no es espontánea e involucra un poderoso aparato. Un reportaje de la revista Época identificó una agencia que inició los trabajos para Bolsonaro dos años antes de la elección. Eran formados grupos de Whatsapp de acuerdo al perfil – jóvenes, mujeres, religiosos, etc. La mayoría sin la autorización de los usuarios, lo que sugiere que el candidato adquirió datos ilegalmente o con la participación de alguna empresa de Big data, como en el escándalo del uso de datos de Facebook por la Cambridge Analytica en el Brexit.

El funcionamiento de estos grupos en el aplicativo sigue el modelo descrito por Andrew Korybko en su libro “Guerras Híbridas”. Al estudiar las llamadas “Revoluciones coloridas”, como la Primavera Árabe, Korybko percibió la utilización de banderas genéricas (como la defensa de la democracia, de la libertad o contra la corrupción) como mecanismo para sumar personas que no necesariamente estarían de acuerdo con el núcleo ideológico de la manifestación. Los manifestantes eran organizados en círculos de acuerdo con el grado de confianza en la jerarquía de la manifestación y de adhesión a los objetos reales de la protesta.

Los grupos Bolsonaristas eran divididos en tres: aquellos de disparo masivo en que la interacción entre los participantes no está permitida y donde el administrador envía el contenido y las orientaciones sobre su reproducción; los llamados “grupos de ataque”, en los que también no hay interacción y las orientaciones del administrador se refieren a links que deben ser atacados por los participantes, como reportajes y páginas de adversarios; y por fin, los grupos mayores, con más de un administrador y onde era posible la interacción.

Los mensajes agresivos, igualmente, no eran el eje central de actuación. Según el reportaje, los mensajes deben tener humor y superficialidad, “deberían ser simples para quedar en la cabeza de las personas”.

Tanto la Revista Época, como el diario Folha de São Paulo, denunciaron que el envío masivo de estos mensajes utilizaba empresas y chips extranjeros de la India, Pakistán, Arabia Saudita y Estados Unidos. Más allá de eso, la contratación de estos servicios por empresarios que apoyaron la campaña de Bolsonaro constituiría un fraude electoral, ya que el financiamiento privado no está permitido en Brasil y sus costos no fueron registrados por la campaña del actual presidente. A pesar de las denuncias, el proceso permanece inerte en el Tribunal Superior Electoral brasilero.

Sería simplista intentar justificar la elección de Jair Bolsonaro y la derrota de la izquierda brasilera apenas por las fake news y el uso masivo de mensajes instantáneos. O peor, si tomamos apenas este elemento como principal, corremos el riesgo de creer que el uso de las mismas herramientas y métodos “con la señal invertida” para la izquierda producirán los mismos resultados. No se trata también de ignorarlo, pues involucra cuestiones políticas más complejas.

En primer lugar, los métodos utilizados remiten a las técnicas y bases de la doctrina fascista. Ahora, el fascismo es un fenómeno de la fase imperialista del capitalismo monopolista de Estado, expresándose a través de una política favorable a la creciente concentración del capital. Este movimiento político oculta bajo una máscara “modernizadora” - en el caso de Bolsonaro, el dicho “cambiar todo lo que está ahí”, así indefinidamente - un contenido social conservador, con un pragmatismo radical sustentado por mitos irracionales. Se expresa además en un culto a la acción combinado con el rechazo a la razón, donde este predominio de la acción es antes que nada la negación a pensar o reflexionar. Como afirma Eco (2016), “Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con el fin de limitar los instrumentos para un raciocinio complejo y crítico”. Para evitar la reflexión, es necesario combatir y omitir las contradicciones. Sin embargo, para “garantizar y preservar la identidad contra el riesgo desintegrador de la contradicción” (CHAUÍ, 1978,46), es necesario conceder simultáneamente “identidad al sujeto (el brasilero) y al objeto (la nación brasilera) por encima y más allá de las contradicciones”. Según Eco, en el fascismo, los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y “el pueblo” es concebido como una cualidad, una entidad monolítica que exprime “la voluntad común”. “Como ninguna cantidad de seres humanos puede tener una voluntad común, el líder se presenta como su intérprete. Habiendo perdido su poder de delegar, los ciudadanos no actúan, son llamados apenas (...) para asumir el papel de pueblo” (ECO, 2016).

Por fin, si el fascismo está dirigido por la burguesía capitalista financiera, tiene por otro lado la clase media como base social. Según Eco (2016), el fascismo se alimenta de la frustración individual o colectiva. En este caso, encuentra terreno fértil en la clase media – clase frustrada por naturaleza, una vez que jamás podrá realizar su anhelo de ser burguesía. Para Chauí (1978, p.590), la heterogeneidad de la composición, la ambigüedad ideológica, la “desposesión” económica, el miedo de la proletarización y el deseo de ascenso, hacen de la clase media no solamente una clase conservadora, sino visceralmente reaccionaria. El riesgo de la proletarización, de una caída social y económica, es el gatillo que acciona – a través del discurso crisis institucional, política, económica, social – la adhesión de las clases medias al fascismo.

No es difícil identificar estos atributos en el reciente movimiento conservador brasilero. Cavalcante (2015) resalta as características ideológicas en los grupos que protestaron por el Impeachment de la Presidenta Dilma Roussef entre 2015 y 2016: un anticomunismo, frecuentemente nacionalista, que vincula los gobiernos petistas a una estrategia internacional “bolivariana”; la idea de que estos gobiernos “produjeron” una lucha de clases entre “ricos y pobres”, cuando la verdadera lucha debería ser entre “todos nosotros pagadores de impuestos” contra el “Estado que nos expropia”, en un raciocinio que asocia la ineficiencia en la gestión pública, la corrupción y el aumento de los gastos sociales y que converge para una defensa del liberalismo: es el Estado grande y protector que crea individuos parasitarios, ineficientes y dependientes de becas y asistencialismos.

En este movimiento peculiar, la contradicción entre capital y trabajo está parcialmente borrada y sustituida por un sentimiento de superioridad del trabajo no manual conquistado por mérito individual, especialmente en las funciones técnico-científicas, potenciado por la herencia esclavista, reproducida por la defensa de valores meritocráticos y privilegios de clase “naturalizados”, combinados con una aversión conservadora a la masa “ignorante y perezosa”, “complaciente” con la corrupción o “comprada” por el gobierno (CAVALCANTE, 2015, p.180).

Segundo, estos mecanismos tecnológicos, como alertó Korybko, están al servicio de la actual disputa geopolítica en que los Estados Unidos intenta revertir o impedir la influencia de China y de Rusia sobre América Latina y Europa, buscando reconquistar el espacio económico y político perdido en las últimas décadas, beneficiándose para eso de la “remoción” de gobiernos hostiles a los intereses norte-americanos.

Por fin, otra dimensión necesaria para el debate es el de la propia tecnología. El investigador bielorruso Evgeny Morozov, en su más reciente libro “Big Tech”, alerta que las nuevas tecnologías están matando a la política. En su análisis refinado y denso, Morozov demuestra que estas tecnologías son una especie de sanción del neoliberalismo, en que el ciudadano es sustituido por el individuo, produciendo un “encogimiento de nuestra imaginación política”, donde el fin de la privacidad por el mercado de algoritmos y datos lleva al fin de la gobernabilidad por las instituciones como las conocemos. No se trata en forma alguna de una distopía, como vimos en los ejemplos de las elecciones brasilera, norte-americana y del Brexit.

No es sorprendente que sea así, sorprendentes son las expectativas de radicalización de la democracia por la tecnología. Al final, el acelerado desarrollo técnico y tecnológico de los últimos siglos resulta directamente de la necesidad del capitalismo en producir ininterrumpidamente mercancías buscando incesantemente la reducción de sus costos. De forma más simplista, todo aplicativo o tecnología tiene por detrás una fuente de financiamiento o la lógica de mercado a su frente.

Esto no significa que la lucha política deba prescindir del uso de tecnologías, en la misma proporción que atribuir solamente a estas el éxito de movimientos o partidos, de izquierda o derecha, es exagerado. Y tal vez sea justamente en las calles que se encuentre nuevamente la salida, construyendo nuevas culturas políticas que impidan la transformación de ciudadanos en individuos, reconectando los sentidos de comunidad a través de la solución concreta de los problemas estruturales.

* Traducido por Hemisferio Izquierdo

** Miguel Stédile es historiador e integrante de Front – Instituto de Estudios Contemporáneos.

Referencias

BASTOS, Manoel Dourado, STÉDILE, Miguel Enrique, VILLAS BÔAS, Rafael Litvin. Indústria Cultural, a antessala do fascismo brasileiro in: Perseu, n.º16, São Paulo: Fundação Perseu Abramo, 2018.

CAVALCANTE, Sávio. Classe média e conservadorismo liberal. In: VELASCO E CRUZ, Sebastião, KAYSEL, André e CODAS,Gustavo. Direita, volver!: o retorno da direita e o ciclo político brasileiro. São Paulo: Editora Fundação Perseu Abramo, 2015. p.177-196.

CHAUÍ, Marilena. Apontamentos para uma crítica da ação Integralista Brasileira. In: CHAUÍ, Marilena, FRANCO, Maria Sylvia Carvalho. Ideologia e mobilização popular. Rio de Janeiro: Centro de Estudos de Cultura Contemporânea, Paz e Terra, 1978.

ECO, Umberto. 14 lições para identificar o neofascismo e o fascismo eterno. In: www.operamundi.com.br. Acessado em 21 de fevereiro de 2016.

FERREIRA, Gabriel; SOARES, João Pedro. Como funciona a máquina de WhatsApp que pode eleger Bolsonaro. In: Revista Época. https://epoca.globo.com/como-funciona-maquina-de-whatsapp-que-pode-eleger-bolsonaro-23180627utm_campaign=pilulas_eleitorais_032&utm_medium=email&utm_source=RD+Station. Acceso en: 24 de Octbre de 2018.

MOROZOV, Evgeny. Big Tech - A ascensão dos dados e a morte da política. São Paulo: Editora Ubu, 2019.

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