Hemisferio Izquierdo: ¿Cuál es el lugar del feminismo en el proceso de restauración conservadora que se está experimentando en la región, con el resurgimiento de las derechas y la aparición de intelectuales de lo "políticamente incorrecto" que se acoplan al discurso reaccionario?
Primero que nada me gustaría caracterizar la situación en la que nos encontramos. La etapa histórica que nos toca vivir es bien conocida: el capitalismo que busca seguir desarrollándose en todos los rincones del planeta. En particular, en Latinoamérica, los monopolios que manejan el mundo a través de sociedades anónimas, invierten en los países -llamados dependientes- a través de la conocida <<inversión extranjera directa>>, lo que genera crecimiento en la economía local, al menos desde el punto de vista fiscal. Sin embargo, luego de un tiempo buscan extraer sus ganancias, lo cual repercute en lo que percibimos como crisis inherentes al sistema, que no es más ni menos que los capitalistas que buscan invertir donde tienen asegurada una mayor tasa de ganancia. La clase trabajadora que vive de vender su fuerza de trabajo, queda completamente rehén de esta situación y es quien paga los costos de este modelo.
Este lugar que se le asigna a nuestro país -y al resto de la región-, no fue cuestionado por los gobiernos progresistas, y en definitiva, el rol de país dependiente y exportador de materias primas no sólo no fue modificado, sino incluso se profundizó.
El modelo llevado adelante por el progresismo, o los que lo representan en nuestro país, el Frente Amplio, no ha resuelto en catorce años los principales problemas de la población: trabajo, vivienda, salud, educación, seguridad, entre otros. Esta situación genera mucha desilusión en el pueblo, que depositó en el progresismo sus expectativas de cambio, y es un hecho que esta situación la ha resumido la derecha, tal cual podemos ver en Argentina y Brasil.
Le cabe una gran responsabilidad a los gobiernos que no enfrentaron el orden establecido, sino que valiéndose de las aspiraciones de cambio con las que los votó el pueblo, se encargaron de gestionar de manera eficiente el mismo estado capitalista. Es decir, a pesar de tener un discurso <<de izquierda>>, las políticas que se llevaron adelante profundizaron el modelo que se venían desarrollando los gobiernos anteriores, y en particular, que beneficia al capital sobre el trabajo, a los ricos por sobre la clase trabajadora.
En esta coyuntura se vuelve imprescindible el rol de la izquierda consecuente, y con ella del feminismo de clase, y la necesidad de presentarse como una salida alternativa para el pueblo a este sistema injusto.
La realidad si bien es injusta, no es estática, y actuando sobre ella es la única forma de cambiarla. En este sentido, la unificación de las luchas del pueblo trabajador son una necesidad urgente.
El feminismo de clase tiene un rol insustituible, al ser la herramienta de entendimiento y lucha para que la mitad del pueblo pelee por su emancipación. Al día de hoy, trabajar por organizar a las mujeres trabajadoras es una tarea no sólo vigente, sino como decía antes, imprescindible.
Pelear por una vida digna, por el fin de la explotación y la opresión es nuestro objetivo. En particular para las mujeres, esto significa no sólo organizarse y pelear contra el sistema capitalista, sino además contra el patriarcado, que sostienen relaciones económicas de explotación sobre las mujeres como la doble jornada laboral, y de opresión, a través de la violencia estructural que llega al extremo del feminicidio.
La importancia del feminismo de clase, en esta coyuntura, radica entonces en brindar una alternativa de organización independiente que enfrente de manera combativa y tenaz el ajuste que las clases dominantes están, y van a seguir, aplicando sobre nuestros pueblos, y muy especialmente, sobre las mujeres trabajadoras.
A menos que un gobierno decida enfrentar los intereses del capital, el ajuste es inminente. Para mantener el grado inversor y reducir el déficit -como nos plantea el Banco Mundial que hay que hacer-, se buscará recortar el gasto social, sobre todo la educación, salud, las políticas de vivienda, se aumentarán las tarifas para continuar haciendo caja, porque el gobierno necesitará aumentar los ingresos pero no querrá aumentar la recaudación sobre el capital, y de esta forma seguiremos siendo las mujeres y los hombres trabajadores quienes pagaremos el costo de este modelo.
Esta es la razón por la cual es fundamental la unidad de la izquierda consecuente e independiente, y en ella las organizaciones feministas con perspectiva de clase, porque la única forma de vencer el ajuste es luchando.
HI: En un momento de reemergencia de los feminismos, ¿cómo elaboramos mecanismos de respuesta y solidaridad entre mujeres ante las múltiples manifestaciones de la violencia machista?
Antes que nada me parece fundamental argumentar por qué las organizaciones de mujeres son importantes. Si bien el origen de la explotación que vivimos las mujeres es económico, y lo que fundamentalmente nos divide como seres humanos, es nuestro rol con respecto a los medios de producción, no podemos dejar de ver que en este esquema las mujeres sufrimos además la opresión vinculada al lugar que hemos ocupado en la sociedad, vinculado a la división sexual del trabajo. A partir del surgimiento de la propiedad privada y con ella la herencia, la mujer comenzó a ser un objeto más que le pertenece al hombre, y de forma generalizada, el rol de la mujer pasó a estar vinculado a las tareas de reproducción -maternidad y cuidados- y no a las de producción, que pasaron a ser fuertemente masculinas.
En este sentido, es evidente que las mujeres tenemos problemáticas específicas que no sufren los hombres aunque sean de nuestra misma clase social, y por esto se vuelve fundamental la existencia de organizaciones cuyo trabajo esté dedicado a nosotras. Un ejemplo claro de esto, es el acceso a la participación política -tanto gremial, social, etc.- que debido a todas las tareas que hoy en día siguen siendo <<patrimonio>> de las mujeres, se ve muy restringido. Y aún cuando logramos sortear estos aspectos y participar, normalmente nos cuesta hacernos parte de las discusiones, dar nuestros puntos de vista, discrepar, liderar luchas. Por esto se vuelve imprescindible que existan organizaciones de mujeres, así como mecanismos específicos dentro de las organizaciones mixtas, para luchar contra esta realidad de discriminación tan profunda.
Es evidente también que la organización de mujeres permite pelear por reivindicaciones justas como exigir al gobierno que otorgue un presupuesto adecuado para la protección de las mujeres y la correcta prevención de la violencia, que se desarrollen soluciones habitacionales para que las mujeres en situación de violencia puedan refugiarse con sus hijos, que se generen puestos de trabajo que permitan a la mujeres independizarse económicamente y alejarse de sus agresores.
Asimismo, las organizaciones de mujeres generan perspectiva de lucha en común, empatía, nos identificamos como compañeras, y podemos desarrollar herramientas propias de protección y prevención contra la violencia que vivimos. Podemos no sólo unirnos para exigir que se cumplan nuestros derechos, sino desarrollar desde nuestras organizaciones mecanismos concretos que nos permitan transformar nuestra realidad.
Esto tiene especial importancia porque no podemos depositar todas nuestras ilusiones en el estado, ya que por su carácter burgués, sus intereses coliden directamente con las necesidades de las grandes mayorías.
Podemos exigir y utilizar la propaganda para difundir las ideas del feminismo, pero no podemos creer que todos los problemas de las mujeres se van a solucionar por la vía legal o parlamentaria, o incluso política, los grandes cambios los han logrado juntos las y los trabajadores.
Aprovecho aquí para discrepar con un término muy acuñado por el feminismo actual, la sororidad, que plantea la solidaridad entre mujeres por su condición de tales. Debo plantear fuertemente que no comparto este término tal cual se plantea. Sí reivindico la solidaridad de clase, la necesidad de unión con quienes sufren las injusticias de este sistema, pero me paro en la vereda de enfrente de las mujeres burguesas -explotadoras- así como de muchas mujeres del ámbito político con quienes no comparto absolutamente nada. Son las mismas que votan leyes de presupuesto que recortan inversión pública, las mismas que defienden políticas económicas de desindexación salarial, las mismas que se llenan la boca hablando de la lucha de la mujer y cuando votan la ley de violencia contra las mujeres (Nº 19.580) se <<olvidan>> de otorgarle los recursos necesarios para su puesta en marcha.
Si bien considero que todas las mujeres deben pelear contra la opresión que sufrimos en general, no puedo dejar de diferenciar a las mujeres trabajadoras que vivimos una realidad radicalmente distinta a las burguesas.
El machismo impregna toda la sociedad y sus acciones, pero sus raíces son económicas. Podremos lograr mejoras parciales, podremos culturalmente pelear por construir relaciones interpersonales basadas en el respeto mutuo, pero hasta no destruir las bases mismas de la desigualdad, los cambios no serán suficientes. En este sentido planteo firmemente que la pelea debemos darla para cambiar las raíces de este sistema que nos explota y oprime, la guerra no es de sexos, sino que la lucha es de clases. Que no se malentienda, no vamos a esperar a cambiar todo para exigir protección y cambios reales hoy, pero sí debemos tener presente que las conquistas están limitadas por el sistema mismo. El capitalismo no es un sistema donde la mayoría pueda vivir bien, no es en este sistema donde todas seremos libres realmente.
* Nací en Malvín Norte, tengo 30 años y soy la más chica de mis hermanos. Soy estudiante de ingeniería química y trabajadora. Desde hace casi una década dedico gran parte de mi tiempo a la militancia, primero gremial en mi centro de estudios, luego en el movimiento de mujeres dentro del Colectivo Mujeres en Lucha y recientemente en un sector político dentro de la Unidad Popular, llamado Compromiso Socialista.