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  • María Delia Cuneo

Pensar el fascismo


Dibujo: Sebastián Santana

Pensar el fascismo hoy, lleva inevitablemente a ubicar la mirada desde una historicidad latinoamericana, desde el origen, momento de la conquista hasta el derrumbe de la propuesta progresista. Tampoco puede estar ajena la construcción patriarcal de este mundo y sus modos.

El "contrato social" del que escribieron Locke, Hobbes y Rousseau está precedido de un contrato sexual en que los varones pactan la propiedad de las mujeres, ellos quedan constituidos como categoría social dominante y ellas como genérico subordinado (Pateman).

La resolución social desde ese pacto que nombramos patriarcado asimila : hombre a Yo social, racional, constructor de la polis y la cultura, dejando a la mujer en el lugar de la otredad, la oscuridad, lo irracional, la naturaleza. La mujer como inmanencia, el varón como trascendencia, constituyen la relación de la masculinidad dominante con su entorno que legitima todo acto de conquista sobre cuerpos y territorios cuya razón de ser es estar bajo dominio.

El patriarcado usa la violencia como única dimensión de la política, política como sinónimo de acto violento donde el yo vence a lo otro, tomado siempre como antagónico y enemigo.

Esta construcción ontológica, no solo ha violentado nuestros cuerpos de mujer y negado la posibilidad de un pensamiento propio surgido de nuestra experimentación, se ha regido como única y universal en un derecho de conquista sobre cuerpos y territorios.

Por eso al deconstruir los actos y discursos que sobre la conquista de nuestro territorio se han hecho, podemos ver la unión entre la razón patriarcal y la necesidad expansiva y de acumulación de riqueza que caracterizó esa etapa histórica del capital.

La conquista no solo representó un acto de violencia y saqueo sin igual, impuso como único sistema de verdad la racionalidad civilizada y occidental, fue su consolidación extractivista la que propuso una racionalidad y una subjetividad funcional, en ese mundo de fascinación y terror. Fascinación por la riqueza que se acumulaba y terror por la muerte que causaba. Surgió una institucionalidad colonial, un andamiaje, jurídico, religioso, epistemológico y subjetivo, necesario para ocultar la tortura y la muerte de este acto fundacional de nuestra modernidad colonizada.

Un régimen de verdad única, un horizonte de progreso y desarrollo sin fin ocultan el saqueo y la división del mundo entre imperio y periferia.

Los hechos desencadenantes de la acumulación originaria no son acontecimientos del pasado que signan el origen del capitalismo, sino que se trata de un modus operandi que revela la lógica intrínseca, constitutiva y constituyente del capitalismo, las formas de expoliación y saqueo constituyen un continuo del capitalismo a lo largo de sus diversas faces históricas. En nuestro continente las sucesivas etapas de acumulación capitalista, han sido acompañadas del discurso colonial que disfraza y oculta el modo extractivista constitutivo del capital.

Cada etapa de reorganización y acumulación del capital ha requerido artilugios normativos y discursivos para hacer posible y sustentable los ajustes, y ocultar los dispositivos coercitivos que constriñen cuerpos y subjetividades para su funcionalidad, como ejemplo, en la etapa de transición hacia el capitalismo solo un despliegue de institución y un ejercicio de violencia pudieron lograr que el trabajo dejara de ser visto como esclavitud y fuera considerado virtud y así deseado. En nuestra historia, el extractivismo de la mano de la colonización que es forma extrema de violencia hacia la naturaleza y también hacia las personas se ocultó bajo el discurso del desarrollo y el progreso, canto de sirena que hasta hoy justifica el desangre de nuestros territorios y la destrucción de las bases materiales que sustentan la vida.

La reorganización capitalista sin mayores fisuras ni oposición requieren de una primera avanzada que asegure la reproducción del propio sistema manteniendo el orden instituido, sin desestabilizar las asignaciones que el poder distribuye para que todo funcione como un delicado mecanismo invisible; este mandato recae principalmente sobre nosotras mujeres y se despliega en varios sentidos, por un lado la institucionalización de la maternidad, la donación de nuestra progenie al reino de los padres, para la manutención del sistema, la división sexual de la sociedad, el disciplinamiento de nuestros cuerpos para la disponibilidad sexual de los varones en lo privado en la institución matrimonial y en lo público la prostitución. Los sistemas de dominio necesitan crear estructuras materiales y simbólicas, tanto para su reproducción como para el enmascaramiento de los mecanismos sobre los que sostiene su dominio.

En nuestro continente la división sexual de la sociedad que supone la primacía de varones sobre mujeres se oculta tras discursos de naturalización y esencialidad y articulan con el discurso de la colonialización que justifica la violencia de la conquista sobre territorios caracterizados de irracionalidad y naturaleza reproductora-productora. Esto ha sido el sustento de un relato que ha expropiado nuestra historia , despojándonos de nuestra memoria e identidad.

Esta historia ha sido también trasversalizada por luchas y resistencias que en cada etapa han puesto de manifiesto múltiples opresiones y han construido prácticas emancipatorias. Después de cada intento de romper estas lógicas, la reacción patriarcal se dejó sentir. A continuación de la liberación sexual de los sesenta, encaramada en la aparición de movimientos sociales contrahegemónicos y un pensamiento que cuestiona el destino de dependencia de nuestros territorios, la reacción autoritaria de la mano de los regímenes del terror, volvió a dejar a la mujer en su destino doméstico y la libertad sexual quedó depositada exclusivamente en los varones.

Después de la aparición del feminismo radical de los setenta, sobreviene una dura campaña anti feminista en los 80 coincidente con gobiernos como los de Reagan y Bush en Estados Unidos. En los noventa se hace visible el discurso reactivo contra las mujeres coincidente con la aplicación de políticas económicas neoliberales. Así la reacción capitalista neoliberal y patriarcal se desarrollan al mismo tiempo que la lucha de las mujeres contra opresiones específicas y que tienen el efecto de hacer visibles contradicciones constitutivas del capitalismo patriarcal.

La era progresista

El capitalismo de crecimiento ha muerto. El socialismo, que se le parece como un hermano gemelo, nos refleja la imagen deformada de nuestro pasado, no la de nuestro futuro (André Gorz Ecologia y Libertad,1977).

Ver y comprender hasta qué punto el capitalismo no puede funcionar sino a expensas de la explotación extractiva de las economías coloniales es también entender hasta qué punto la explotación de la tierra es en si misma la explotación de los cuerpos.

En la encrucijada del capitalismo/colonialismo los gobiernos progresistas nacidos de las luchas populares y de resistencia contra el neoliberalismo han caído en la ceguera colonial de las fantasías desarrollistas. Se apostó al crecimiento y se confundió revolución social con redistribución, indudablemente creció el PBI, de mano de las inversiones, y en algunos caso, el empleo, el salario y el consumo, pero este crecimiento que no rompe con la dependencia, no nos ha alejado del capitalismo sino que nos ha hundido mas en el.

Nuestro crecimiento no solo no nos alejó del capitalismo sino que fue funcional a su reactivación e intensificación.

Ahora que vienen tiempos de ajuste y recesión vale recordar que el neoliberalismo no es apenas privatizaciones, ajustes , recortes de salarios y políticas sociales, el neoliberalismo es una fase del capital cuya característica central está dada por procesos de acumulación por despojo (Harvey) es decir la intensificación de las dinámicas de mercantilización mediadas por múltiples recursos de violencia.

Así pues, vivimos tiempos de agudización y explicitación de las violencias y los violentamientos expropiatorios En este escenario y de la mano de luchas cuestionadoras del sistema patriarcal pero mixturadas con luchas territoriales que no son otras que las luchas por los medios de sustentar la vida, el movimiento de mujeres, el feminismo radical, pone en evidencia las relaciones coloniales, capitalistas, patriarcales que articulan las múltiples opresiones y violencias que sufrimos las mujeres y la tierra como base material de la vida y por ende todos los seres en sus relaciones sociales.

Sobre ese horizonte emancipatorio es que el poder actúa, en un doble movimiento. Al igual que en otras etapas de acumulación, la utilización de dispositivos de ocultación del despojo; la ilusión del progreso y el desarrollo, la anestesia del consumo; suman ahora la violencia descarnada, que vuelve a poner los cuerpos y territorios en el lugar asignado par asegurar la permanencia del sistema.

Extractivismo extremo, el agotamiento de las formas tradicionales de explotación, la era de la transgénesis y de la intervención mercantilizada sobre las estructuras microscópicas de la vida (nanotecnología) así como las geo-ingenierías. Cuerpos disciplinados que vuelvan a refundar el pacto entre varones del reparto de la sexualidad de las mujeres, para la reproducción, revitalizando los dispositivos de la heteronormatividad en las instituciones de la maternidad y la familia, así como la prostitución y la trata como parte de la industria del sexo.

Es el escenario entonces donde se desarrollan las tensiones sobre las luchas radicales anticapitalistas y antipatriarcales y la reacción termidoriana del sistema.

Identificar los orígenes de la dominación, así como los eslabones que la reproducen y complejizan nos ayuda a desarmarla. El desafío de este conjunto de pensamientos, experiencias e intuiciones es materializarse en territorios concretos que al crecer dentro del mundo lo hagan estallar.

Autores consultados:

Rosa Cobo profesora de Sociología de Genero en la Universidad de

la Coruña

Horacio Machado Araoz profesor de Sociologia en la Universidad Nacional de Catamarca

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