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Martín Delgado Cultelli*

La Occidentalidad al Palo. Euro-centrismo, indianidad y pensamiento crítico en el Uruguay

Ilustración: Sebastián Santana

En el presente artículo se tratará de abordar la construcción del imaginario nacional, destacando su rol racista y el problema de que las izquierdas y el pensamiento crítico no han querido interpelar dicho imaginario. Proponemos pensar al Uruguay desde una realidad indígena y latinoamericana para poder ver caminos de descolonización en la sociedad más moderna y euro-céntrica del continente.

El Uruguay ha sido descrito por mucho tiempo como una “penillanura suavemente ondulada”, sin grandes contradicciones geográficas y con características constantes a lo largo del territorio. Esta imagen del territorio se traslada a la realidad social siguiendo una ecuación biologicista. El Uruguay es un país de grandes consensos sociales, sin demasiadas contradicciones sociales, con una democracia liberal ejemplar, con estabilidad económica, donde la lucha social sólo puede pensarse en términos político-partidarios y en menor medida sindical y de género, y donde la población pertenecería a la civilización occidental.

Un país con una demografía de origen español e italiano mayoritariamente, con algunos núcleos importantes de poblaciones originarias de otros lugares de Europa, con una población afro minúscula y sin población indígena. La característica de ausencia de población indígena así como de mestizaje de indios con europeos, sería la garantía por la cual no habría conflictos étnicos en el país (por eso solo se puede pensar en términos político-partidario y de clase), habría una democracia liberal consolidada y una economía estable. Este relato también se diferencia del resto del continente: la blanquitud uruguaya sería lo que garantice su excepcionalidad en el contexto latinoamericano. Al mismo tiempo, el carácter indígena, mestizo y afro del resto del continente es lo que determina el subdesarrollo. Esta cosmogonía profundamente uruguaya, caracterizada por la frase “La Suiza de América”, es en realidad un relato autocomplaciente de las clases medias y altas basado en una teleología racista.

Este relato de la excepcionalidad uruguaya (Rodriguez, 2017) construido en la primera mitad del siglo XX, si bien puede ser cierto para determinados sectores de clase media urbana, no es para nada la realidad de muchos sectores subalternos. Comenzando porque más del 35% de la población tiene mestizaje indígena -cuyo mestizaje no solo debe tener connotaciones biológicas sino también culturales- (Sans, 2017). Siguiendo porque el 12% de la población del país se auto-identificó como afro o indígena en el último censo nacional, mostrando cómo en muchas regiones del norte del país las poblaciones indígenas y afro-descendientes auto-reconocidas representan más de un 25% de la población. Esas regiones del norte del país al mismo tiempo son las que tienen mayores NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). Es decir, si se pretende algún tipo de proyecto emancipatorio, hay que pensar en la interseccionalidad con las etnicidades afro e indígenas. Por último, porque hay muchos colectivos de pueblos originarios y afro-descendientes que estructuran su lucha no en términos de clase social (aunque por supuesto toman en cuenta la variable importantísima de la clase) sino en términos de libre determinación, reconstrucción identitaria comunitaria o de combate al racismo y a la colonialidad. Una parte del campo popular que no siempre es reconocida por los sectores mainstream de las izquierdas. También debemos mencionar que geográficamente, el Uruguay tampoco es un “penillanura suavemente ondulada”, y las actuales concepciones geográficas hablan de una diversidad de ecosistemas y ambientes. Sin embargo, seguimos pensandonos como homogéneos.

Muchos pensaran que la utopía liberal de la “Suiza de América” murió cuando militares y neoliberales clavaron sus bayonetas en el Estado de Bienestar batllista en los 70. Ojalá hubiera sido así. Pero la realidad es que el progresismo ha revivido esta utopía liberal. Versiones actualizadas de la Suiza de América se pueden ver en youtube, como por ejemplo la entrevista realizada al Pepe Mujica cuando viajó al País Vasco siendo presidente, o la visión que imparte el canal español VisualPolitik sobre la realidad uruguaya. También se puede ver en la visión que tiene la Cooperación Internacional Europea sobre el Uruguay, sosteniendo incluso que en el país no habrían violaciones a los derechos humanos (¿es posible en el sistema capitalista no violar los derechos humanos?). Incluso se actualiza cuando parte de la izquierda habla de la realidad regional, sosteniendo que Uruguay sigue teniendo un gobierno progresista más o menos estable y no las monstruosidades del neoliberalismo radical y autoritarista que ha copado casi todo el continente, y esto debido a las virtudes de una izquierda uruguaya iluminada y prístina (sosteniendo que las otras experiencias continentales serían inferiores a la nacional).

Esta cosmogonía actualizada una y otra vez es un gran problema si queremos construir una izquierda latinoamericanista y/o internacionalista (como la que hubo en los años 30 o en los 60 del siglo XX). Es que la construcción de Occidente como la única referencia posible, nos dificulta construir lazos de solidaridad. Sobre este punto hay innumerables ejemplos, como la poca cantidad de personas que se movilizaron contra la embajada de Perú en el 2009 por el Baguazo (la masacre brutal de indígenas amazónicos perpetrada por Alan García para desarmar el “paro amazónico” y permitir la entrada de las petroleras a territorio indígena), o en la embajada de Chile en el 2010 por la huelga de hambre de los presos políticos mapuches de la CAM (Coordinadora Arauco Malleco), en el Consulado de Honduras en el 2016 cuando mataron a Berta Cáceres (antes de que se volviera un icono mainstream de la izquierda), en apoyo a los diálogos de paz de Colombia y contra las matanzas a líderes sociales, o en el trato desigual que recibió el caso del asesinato de Rafael Nahuel con respecto a Santiago Maldonado (siendo que el contexto estructural de ambas muertes fue el mismo, sin embargo uno era blanco y el otro mapuche). Estos son tan solo algunos de los ejemplos en los cuales he participado y he visto no solo la desidia de la sociedad dominante sino de la mayor parte del campo popular. Y si es dolorosa la poca solidaridad con el resto del continente, peor aún es si nos vamos a otros continentes por fuera de Europa. Uno de los grandes desafíos que afrontan las solidaridades con Palestina y el Kurdistan, es romper con el imaginario Orientalista (como lo describía el gran intelectual palestino Edward Said) que tiene la civilización occidental y es reproducido por la sociedad uruguaya. ¿Cómo establecer solidaridad con los pueblos de Medio Oriente si se los ve como sujetos atrasados, machistas, tradicionalistas, religiosos y potenciales terroristas? Y ni hablemos de África, un continente que es absolutamente negado.

Para entender la negación constante y el trato problemático de la sociedad dominante hacia los pueblos originarios y la etnicidad, es preciso entender cómo se construyó la sociedad uruguaya, su Estado y las particularidades de su capitalismo y colonialismo. El tipo de colonialismo que se gestó en nuestra región fue tardío, debido a la ausencia de metales preciosos y a las características de los pueblos originarios, al momento de la llegada de los europeos, agricultores incipientes y nómades pampeanos. Dicho colonialismo se centró en el apoderamiento y explotación de la tierra por colonos y la expulsión y/o asimilación de los grupos indígenas. Esto es lo que autores como Verdesio (2014) han denominado como colonialismo de colonos o colonialismo de poblamiento. Es así que se empiezan a fundar poblados y se empiezan a repartir tierras entre los colonos europeos, y aquí es donde nace la matriz estructural del capitalismo y la sociedad uruguaya. Dichos colonos-soldados-terratenientes iban a defender las tierras hispanas tanto de los portugueses como de nosotros, los indígenas. Al mismo tiempo van a producir productos agrícolas bajo lógicas de rentabilidad capitalista y de exportación a los grandes centros de consumo global. La combinación entre blanquitud, usos de la tierra de forma capitalista y agro-exportación serán las bases del sistema dominante.

La independencia no supuso para nada el fin de la colonialidad del poder en la región (Quijano, 2000), sino que incluso esta se profundizó aún más. Es así que el naciente Estado uruguayo desarrolla toda una política de exterminio hacia los pueblos originarios a mediados del siglo XIX. El hito más simbólico de esta política fue sin lugar a dudas la masacre perpetrada contra los Charrúas a orillas del arroyo Salsipuedes en la actual frontera de los departamentos de Paysandú y Tacuarembó, en 1831. La Masacre de Salsipuedes y las Campañas del General Rivera contra la Nación Charrúa se podrían también clasificar como un “Genocidio Constituyente” según la caracterización de genocidio que realiza Feierstein (2007). Según el investigador argentino, los genocidios se pueden dividir en cuatro tipos: constituyente, colonial, poscolonial y reorganizador. Los genocidios constituyentes son aquellos “cuyo objetivo, en término de relaciones sociales, es la conformación de un Estado-Nación, lo cual requiere del aniquilamiento de todas aquellas fracciones excluidas del pacto social, tanto poblaciones originarias como núcleos políticos opositores al nuevo pacto estatal”. Si concebimos a Salsipuedes y las posteriores matanzas cometidas por el Estado contra los Charrúas y demás grupos indígenas como un genocidio constituyente, podemos entonces entender la fuerte negación de los pueblos originarios en el Uruguay. Es posible comprender que, pese a que los charrúas participaron en las luchas de independencia, el pacto social gestador del Estado es el acuerdo entre Argentina, Brasil y Gran Bretaña, y que en ese pacto no participaron ni fueron concebidos los pueblos originarios. Esto es reafirmado por la Constitución de la República que no hace ninguna mención a los pueblos originarios. Todo el sistema político, social y económico construido a partir de 1830 niega a estos pueblos, siendo esta una construcción tan fuerte que ha penetrado en amplios sectores del campo popular y de la izquierda.

Prácticamente ningún grupo social o político, tanto de los sectores más institucionales como de los menos, plantea un reconocimiento y reparación a los indígenas actuales, en la línea de los derechos internacionalmente consagrados para estos pueblos. El occidentalismo uruguayo sigue siendo absolutamente hegemónico. La negación del indígena constituye al Uruguay y a la uruguayés.

El proceso de construcción de estas imágenes autocomplacientes está relacionado con la construcción de un Estado-nación moderno hiperintegrado y profundamente racista que había logrado conquistas democráticas pero no había hecho un proceso de descolonización. La construcción de los países del Cono Sur es, en oposición a la del resto de Latinoamérica, caracterizada por tener amplias masas indígenas, afros y mestizas y por la inestabilidad política. Este proceso que describe Quijano para el Cono Sur (Quijano, 2000) fue generando una hegemonía, un consenso dominante por el cual todo lo relacionado a lo indígena queda absolutamente excluido. En este sentido debemos pensar en los sectores dominantes que se han beneficiado del consenso hegemónico por el cual los pueblos originarios hemos sido borrados (Dal Maso, 2016).

Teniendo en cuenta esto es que uno puede entender cómo la emergencia de una identidad indígena genera más crispación en determinados sectores que una marcha por 18 de Julio. Al mismo tiempo plantea la dificultad de pensar en proyectos emancipatorios que contemplen la diversidad cultural, y el hecho de que amplios sectores de la izquierda no entiendan las diferencias entre multiculturalismo, plurinacionalidad, interculturalidad y descolonización es prueba de ello. Como también lo son las críticas al multiculturalismo basadas en prejuicios racistas y no en un conocimiento sobre la diversidad cultural. La afirmaciones de aquellos que intentando explicar el fenómeno Trump, minimizan los efectos de sus discursos y prácticas racistas y xenófobas, sólo pueden venir de sujetos dominantes que nunca fueron “El Otro”, nunca estuvieron atravesados por lógicas racialistas y nunca cuestionaron sus privilegios de sujeto caucásico-occidental dominante.

Las izquierdas se merecen un debate profundo sobre el tema de la diversidad cultural en sus proyectos emancipatorios, y si se precian de revolucionarias tienen que dar la batalla cultural por los imaginarios nacionales. Tienen que repensar el nosotros. Tienen que repensar los relatos sobre quiénes son los dominantes. Sino, por más progresismo que haya, se terminará alimentando a la bestia racista y derechista. En ese sentido es que debe haber una descolonización del pensamiento crítico en Uruguay. Debemos pensar que Occidente no lo es todo, sino que es tan solo una de las expresiones civilizatorias de la humanidad. Si no hay descolonización, no es una verdadera revolución.

* Activista indígena con larga trayectoria tanto en Uruguay como en el continente. Actual Vice-presidente del Consejo de la Nación Charrúa (CONACHA). Colaborador en medios alternativos como Zur-Pueblo de Voces y La Izquierda Diario. Estudiante de Ciencias Antropológicas.

Bibliografía:

DAL MASO, J. 2016. El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel. IPS Ediciones. Buenos Aires.

FEIERSTEIN, D. 2007. El Genocidio como Practica Social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Fondo de Cultura Economica. Buenos Aires.

QUIJANO, A. 2000. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Taller de Gráficas y Servicios. Argentina.

RODRIGUEZ, M. E. et al. 2017. Reemergencia indígena en los países del Plata: Los casos de Uruguay y de Argentina. Conversaciones del Cono Sur. Vol. 3 Núm. 1. https://conosurconversaciones.wordpress.com/volumen-3-numero-1/

SANS, M. 2017. Identidad Perdida: discordancia entre la “identidad genética” y la autoadscripción indígena en el Uruguay. Conversaciones del Cono Sur. Vol 3. Num. 1. https://conosurconversaciones.files.wordpress.com/2017/09/conversaciones-del-conosur-3-1-sans.pdf

VERDESIO, G. 2014. “Un fantasma recorre el Uruguay: la reemergencia charrúa en un ‘país sin indios.’” Cuadernos de Literatura Vol. 18, Nº 36.

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