Ilustración: Diego Rivera (mural The Detroit Industry, 1932-33)
Es evidente el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social en el modo de producción capitalista al punto que la capacidad productiva del trabajo se ha expandido como nunca antes en la historia humana a través del desarrollo del conocimiento científico. Este artículo se propone profundizar en las determinaciones generales de aquellos individuos cuyo trabajo refiere directamente al avance en el control de las fuerzas naturales, su objetivación en la maquinaria y el desarrollo en el control del proceso de trabajo. Es decir, aquellos individuos que portan en su subjetividad las capacidades propias de la expansión del conocimiento científico y, con ello, del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social. Para ello iniciaremos reproduciendo sintéticamente las determinaciones generales del modo de producción capitalista(1) como forma histórica específica del desarrollo de las fuerzas productivas, nos preguntaremos sobre la necesidad en este modo de producción del desarrollo del conocimiento científico para luego ahondar en las determinaciones y en el carácter de clase de los sujetos concretos de dicho desarrollo.
El modo de producción capitalista es una forma histórica de organizarse el proceso humano de metabolismo social donde el trabajo total de la sociedad se realiza dividido en fragmentos privados e independientes entre sí. La capacidad productiva del trabajo, esto es, la potencia humana para apropiarse del medio y transformarlo en un medio para sí, se encuentra portada en las subjetividades productivas de los individuos que forman parte de la sociedad, sin embargo, su potencia no es un atributo de este carácter individual del trabajo, sino de su carácter social. Al organizarse el metabolismo social a través de trabajos privados e independientes entre sí, tanto la asignación de la fuerza de trabajo total de la sociedad (portada en las distintas subjetividades productivas) a los distintos trabajos necesarios para la reproducción de la sociedad, como la asignación de lo que cada individuo va a consumir no se encuentra portada en relaciones personales directas. Es a través de la relación entre los productos del trabajo, que se relacionan en el intercambio a través de su carácter de valor bajo la forma de mercancías, que se logra dicha unidad. Esta relación social objetivada lleva en sí la necesidad de expandirse con cada ciclo de producción. El capital, es decir, la relación social objetivada en constante expansión, se constituye como el sujeto de la producción social y su objeto inmediato no es la producción de valores de uso para la vida humana sino la producción de más valor.
Esta reproducción en escala ampliada se encuentra portada en la producción de plusvalía, es decir, de más valor. La fuente de la plusvalía es la fuerza de trabajo, que en el modo producción capitalista necesita ser portada por individuos doblemente libres. Esto es, individuos que no se encuentren sujetos a relaciones de dependencia personal en cuanto a su participación en la producción social y que no se encuentren atados a ningún medio de producción especifico. Estos individuos cuentan con su fuerza de trabajo pero sin los medios de producción para ponerla en funcionamiento. Deben venderla (la fuerza de trabajo toma la forma de mercancía) entonces a aquellos propietarios de los medios de producción. En el modo de producción capitalista cada individuo queda clasificado según como participa en la producción y el consumo sociales. Como dijimos anteriormente, esta relación está establecida a través de los productos que cada cual tiene para relacionarse, es decir, a través de lo que cada cual personifica. Aquellos individuos cuya participación en la producción y el consumo queda asignada por la venta de su fuerza de trabajo quedan clasificados como obreros. Por su parte, aquellos individuos que poseen los medios de producción necesarios para poner en funcionamiento la fuerza de trabajo y que compran esta última para poner en acción la producción, quedan clasificados como capitalistas.
Como dijimos, la necesidad del capital de expandirse constantemente se realiza a través de la producción de plusvalía. La forma más potente de dicha producción es a través de la generación de plusvalía relativa que implica la revolución constante de las condiciones de producción. Es decir, el modo de producción capitalista lleva en su propio funcionamiento la necesidad de desarrollar constantemente las fuerzas productivas del trabajo social.
Marx analiza en El capital (1998) como la transformación constante en las condiciones materiales del trabajo social en la manufactura se encuentra portada en el desarrollo de la subjetividad productiva. Luego destaca que el capital necesita superar los límites que la pericia manual y el conocimiento práctico inmediato de los trabajadores le imponen al proceso productivo. Este límite se supera con el sistema de maquinaria y gran industria. Las capacidades manuales productivas del obrero de la manufactura aparecen crecientemente objetivadas en el sistema de maquinarias. Como tendencia general, el trabajo muerto (maquinarias e insumos) reemplaza crecientemente al trabajo vivo en el proceso de producción. Para ello, Marx reconoce la necesidad del avance en la ciencia y destaca como el capital se apropia de ese avance. En este desarrollo el conocimiento científico aparece objetivado en la maquinaria, pero no profundiza en la manera que ese desarrollo científico se produce. Marx remarca las consecuencias de este proceso en los obreros de la gran industria que quedan envueltos en un proceso de constante degradación como apéndices de la maquinaria. Este proceso de degradación implica la universalización de ciertos atributos productivos necesarios para producir con el sistema de maquinaria.
En los Grundrisse (1989) Marx le da un interés particular al desarrollo de la ciencia que aparece como producto de un trabajo en general, e incluso llega a remarcar que el capitalista no es el individuo que porta necesariamente en su persona la capacidad para desarrollar conocimiento científico. Sin embargo no explicita quién es ese sujeto. Estos desarrollos diferentes, aparentemente contradictorios, son tomados por distintos autores con conclusiones opuestas. La cuestión de la degradación constante es tomada por Braverman (1974) quien al referirse a aquellos sujetos que se encuentran en un proceso de expansión de sus atributos productivos se refiere a las “nuevas clases medias”. Por otro lado, el desarrollo de los Grundrisse es tomado por las teorías del “trabajo inmaterial” (Virno, 2007) donde el “intelecto general” sería una nueva etapa del modo de producción capitalista superadora de la gran industria e incluso de la subsunción real del trabajo al capital(2).
La crítica a esos planteos y el análisis de las diferencias entre el desarrollo realizado por Marx en los Grundrisse y El capital exceden este trabajo(3). Sin embargo podemos decir que en los momentos que Marx escribe ambos textos reconociendo la necesidad del desarrollo del conocimiento científico pero no identificando al sujeto concreto de ese desarrollo, dicho proceso recién se estaba advirtiendo. A esta altura del desarrollo y con la ventaja de enfrentarnos a formas concretas un siglo y medio más desarrolladas avancemos en reconocer, entonces, quién es el sujeto concreto en cuya subjetividad productiva se encuentran las capacidades para avanzar en el control de las fuerzas naturales, su objetivación en la maquinaria y en el avance en el control del proceso productivo a través de una conciencia científica.
Empecemos por la forma en que el sujeto en cuestión adquiere, en términos generales, sus capacidades productivas. Hoy en día esas capacidades se adquieren, en la generalidad de los casos, a través de la educación formal. Instituciones educativas de todos los niveles, desde el preescolar hasta el posgrado, tienen estructurado un proceso de producción de capacidades productivas en los estudiantes. Cuanto más alto avanzamos en el grado educativo, más fuertemente aparece la estructuración científica de esta producción. Los encargados de lograr que los estudiantes generen esas capacidades productivas, los docentes, son trabajadores asalariados ya sea de la educación pública o privada. Los mismos estudiantes, particularmente en los grados universitarios, se están preparando para vender, o lo hacen mientras dura su proceso educativo, su fuerza de trabajo.
Por su parte, la producción de conocimiento científico necesita ser realizada de manera colectiva y general. Como personificación de su capital privado e independiente, el capitalista es un sujeto aislado y el capital total de la sociedad no puede limitar su expansión a esa situación. Crecientemente la producción de conocimiento científico, se ha desarrollado como una rama especifica de la producción. Sean de carácter público o privado, en estas instituciones o empresas son trabajadores asalariados con las capacidades productivas necesarias para realizarlo, los que producen el conocimiento científico.
Asimismo, en la generalidad de las ramas de la producción, la organización del proceso de trabajo, la comercialización de las mercancías y la coacción al obrero colectivo crecientemente deja de ser asumida por el capitalista. Por el contrario, es realizada por trabajadores asalariados con una conciencia científica acorde a la magnitud y complejidad que han alcanzado los procesos productivos que superan la capacidad subjetiva del capitalista para poder controlarlos.
Como dijimos anteriormente, en el modo de producción capitalista los individuos quedan clasificados según como se relacionan socialmente a través de las mercancías que personifican. Los obreros tienen asignada su participación en la producción y consumo sociales a través de la venta de su fuerza de trabajo. El modo de producción capitalista ha llegado a un grado de desarrollo en el cual son miembros de la clase obrera los sujetos que tienen a su cargo el avance en el control de las fuerzas naturales, su objetivación en el sistema de maquinaria y en la organización del proceso de producción. Son así órganos especializados del obrero colectivo. De hecho, en términos generales, estos obreros son producto de la acción política y sindical de la clase obrera a través de la lucha por la venta de la fuerza de trabajo por su valor. Solo a través de la reducción de la jornada de trabajo, de la regulación de las condiciones laborales, del acceso a la educación, la salud y determinados consumos necesarios, es que pueden generarse en estos individuos los atributos productivos referidos.
En efecto, Iñigo Carrera (2008) plantea esta cuestión analizando que el capital a través de la producción de plusvalía relativa en la gran industria determina a la clase obrera de tres formas específicas. En primer término, necesita degradar la subjetividad productiva de los obreros que operan crecientemente como apéndices de la maquinaria haciendo un trabajo cada vez más simplificado. Por otro lado, a través del crecimiento del capital constante (maquinaria e insumos) a expensas del capital variable (fuerza de trabajo) determina crecientemente a miembros de la clase obrera como sobrantes para las necesidades del capital. Por último, necesita expandir cada vez más las capacidades productivas de los miembros del obrero colectivo que se encargan del desarrollo del conocimiento científico y de la organización científica de la producción. El trabajo y el consumo de este último tipo de obreros están determinados por los atributos productivos que necesita desarrollar, generando la apariencia de no pertenecer a la clase obrera.
El contenido de este proceso es el desarrollo, como tendencia general, de un cambio creciente en la naturaleza del trabajo humano. Este va dejando de ser la aplicación directa de la fuerza humana de trabajo sobre la herramienta para modificar el objeto de trabajo. Y pasa a ser, cada vez más, el gasto de fuerza de trabajo en el control de las fuerzas naturales, objetivándolas en la maquinaria, para modificar automáticamente el objeto de trabajo.
A diferencia de lo que plantea Braverman con la descalificación general de la clase obrera, o a teorías como el fin del trabajo o de la clase obrera, nos encontramos que el capital avanza en este cambio de naturaleza del trabajo humano a través de un proceso complejo de universalización y diferenciación al mismo tiempo de los atributos productivos de la clase obrera. Las consecuencias políticas de no reconocer (ni que ellos mismos lo hagan) a aquellos con una subjetividad productiva capaz de avanzar en el conocimiento científico y en la organización científica de la producción como miembros de la clase obrera van desde no reconocer que la contradicción propia de la compra/venta de fuerza de trabajo y consumo productivo de la fuerza de trabajo se metió al interior del obrero colectivo, hasta no poder reconocer que la clase obrera controla crecientemente la totalidad del proceso de producción social. Por lo tanto, avanzar en ese reconocimiento se vuelve central para la organización de la acción política de la clase obrera.
* Licenciado y profesor en sociología (UBA), estudiante del doctorado en ciencias sociales (UBA) y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Notas
(1) Estas determinaciones serán expuestas de una manera muy sintética por una cuestión de espacio, para un desarrollo completo de las mismas ver Marx (1998) e Iñigo Carrera (2008).
(2) Una crítica interesante a estos planteos puede encontrarse en Lastra (2016).
(3) Para un desarrollo completo de esta cuestión ver Starosta (2012).
Referencias
Braverman, H. (1974). Trabajo y capital monopolista. México DF. Editorial Nuestro Tiempo.
Iñigo Carrera, J. (2008). El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia. Buenos Aires. Imago Mundi Editores.
Lastra, F. (2016). La diferenciación de la fuerza de trabajo y su expresión en América Latina. Evidencias en la Argentina de la posconvertibilidad. Tesis de maestría (Maestría en Ciencias Sociales del Trabajo). Universidad de Buenos Aires.
Marx, K. (1998). El Capital, critica de la economía política. México DF. Siglo XXI editores.
Marx, K. (1999). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). México DF. Siglo XXI editores.
Starosta, G. (2012). El sistema de maquinaria y las determinaciones de la subjetividad revolucionaria en los Grundrisse y El Capital. En “Relaciones económicas y políticas. Aportes para el estudio de su unidad con base en la obra de Karl Marx.” (Gastón Caligaris y Alejandro Fitzsimons compiladores). Universidad de Buenos Aires.
Virno, P. (2007). General Intellect. Historical Materialism 15(3).