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  • Renato Dagnino*

Brasil: una política cognitiva para el país que queremos


Ilustración: Banana (Antonio Henrique Amaral).

La política cognitiva(1) (de educación y de ciencia, tecnología e innovación) coherente con la magnitud de la transformación que deseamos supone un análogamente significativo e imprescindible giro analítico-conceptual.

El marco analítico-conceptual que emerge de la problematización y desconstrucción de aquel hoy hegemónico(2), formulado por el neoliberalismo y su innovacionismo(3), apunta diagnósticos, desafíos para el futuro y cursos de acción bien distintos de los hasta ahora formulados. Ellos están sintetizados abajo tratando de modo genérico, con alto nivel de agregación y abstracción, los aspectos más importantes de una política cognitiva a la altura del Brasil que queremos(4).

Entre los elementos del diagnóstico de situación a escala global, resaltan:

1. La dinámica tecnocientífica global es crecientemente motorizada por las empresas transnacionales que cada vez más controlan lo que aún se denomina investigación científica y monopolizan lo que aún se designa por desarrollo tecnológico(5);

2. Esa dinámica, en la que la "ciencia" y la "tecnología" se interpenetran sistemáticamente, es responsable del deterioro programado, obsolescencia planificada, consumismo exacerbado, militarización imperialista y degradación ambiental, y por el consiguiente agravamiento de la desigualdad económica y de la injusticia social(6);

3. A diferencia de la visión ideológica hegemónica propalada por la élite científica, hay argumentos lógicos e históricos, y evidencias empíricas suficientes para demostrar que no existe una "ciencia" buena, verdadera y éticamente neutral pasible de ser usada, mediante el desarrollo de tecnología, para el "bien" o el "mal"(7);

4. También contrariando lo que enfatiza esta visión acerca de la conveniencia en colocar el resultado desincorporado de la investigación universitaria al servicio de la competitividad de la empresa, la evidencia empírica global muestra que esto no beneficia - ni cognitiva ni económicamente - ninguno de estos dos actores(8);

5. Los resultados sociotécnicos adscritos a la dinámica tecnocientífica global, aunque pudieran ser apropiados por la clase obrera, no serían capaces de materializar nuestro proyecto político y de impulsar el estilo de desarrollo que queremos(9); ni siquiera, el mantenimiento de la orientación neodesarrollista mediante la cual se ha intentado en los países periféricos amenizar el salvajismo de nuestro capitalismo(10).

En el caso de Brasil, se destacan más elementos de diagnóstico a escala nacional:

1. Aquí, aunque la importancia del resultado desincorporado de la investigación universitaria para las empresas es también muy baja, la diferencia es que ellas no aprovechan a nuestros postgraduados para innovar(11);

2. Esa situación, nada tiene que ver con el supuesto retraso de los empresarios "brasileños" (la mayoría de los cuales, que operan en ramas de alta intensidad tecnológica, son de multinacionales que en sus países hacen I&D para innovar)(12);

3. Al contrario de lo que afirman los interesados ​​en subestimarlo o los que desconocen la realidad, no ha sido históricamente pequeño en comparación con los países de capitalismo avanzado, el recurso asignado por el Estado a la CTI; lo que sí es mucho menor en relación al PIB, es el gasto privado(13);

4. Más que en los países de capitalismo avanzado, nuestros casos exitosos de desarrollo tecnocientífico ocurrieron donde no era posible robar, copiar o comprar tecnología; y fueron financiados o fueron iniciativa del Estado(14);

5. Al contrario de lo que ocurrió con otras políticas, cuya reorientación implicaba alto riesgo a la gobernabilidad de la coalición que ocupaba el ejecutivo desde 2003 hasta el golpe en curso, la política cognitiva no logró una ruptura cualitativa en relación a una trayectoria en que las actividades de enseñanza e investigación financiadas con el fondo público se mantuvieron distantes de los intereses y demandas cognitivas embutidas en las necesidades materiales de las mayorías(15);

6. Agrava este escenario estructural del contexto periférico de la CTI la escasa probabilidad de que la franja adicional a los 30 millones de trabajadores formales, que constituye el contingente de los 160 millones de brasileños en edad activa, pueda ser "incluida" en la economía formal para vender su fuerza de trabajo y generar ganancias para la clase propietaria;

7. Repetir la estrategia de generación de empleo y salario viabilizada por la inversión privada (que corresponde al 90% del total) implicaría la concesión de beneficios-legales e ilegales- adicionales a los que ya disfruta el empresariado (9% del PIB de servicio de la deuda pública, el 14% de evasión fiscal, 10% de corrupción, 18% de compras públicas) y el mantenimiento de una estructura impositiva y de remuneración del capital igualmente insostenibles.

Con respecto a los desafíos para el futuro que el marco analítico-conceptual contra-hegemónico y el diagnóstico realizado identifican como foco de la política cognitiva, se destacan por su magnitud económica, relevancia social, importancia para la soberanía, seguridad y autonomía del país, y la consecución de la gobernabilidad de una futura coalición cambiante, los siguientes:

1. Del "lado de la oferta" cognitiva, hay que cambiar la orientación de la investigación y de la formación de personal en las instituciones públicas, hoy pautada por el corporativismo de la élite científica y por el (des)interés de las empresas locales, que bordea la anorexia cuando se trata de absorber el personal formado. Se debe privilegiar la adecuación sociotécnica de la tecnociencia convencional (concebida en busca de la ganancia en el marco de la dinámica tecnocientífica global) buscando la ampliación, cognitiva y económicamente sustentable, de las iniciativas en curso de generación de trabajo e ingreso basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción, en la autogestión y la solidaridad(16);

2. Del "lado de la demanda" cognitiva, hay que tener en cuenta que al impulsar esas iniciativas mediante la concesión de subsidio - en una intensidad semejante a la que está vigente para las empresas, pero de tipo adecuado a sus características (englobando desde el fomento a su organización independiente y el apoyo crediticio y tributario, hasta la asignación del poder adquisitivo del Estado) - se estará capacitando para desarrollar, en conjunto con instituciones públicas de enseñanza e investigación, procesos de adecuación sociotécnica que atiendan a sus especificidades e intereses;

3. Es esencial deshacer la impresión de que sería contradictorio, en medio del descalabro nacional (y global) en que vivimos, y dada la necesidad de mantener el foco en derrotar el golpismo y retomar de inmediato el desarrollo, proponer una perspectiva tan radical para la elaboración de una política cognitiva como la que aquí se propone. Pero, dado que uno de sus resultados sería una tecnociencia capaz de viabilizar la Economía Solidaria mediante el desarrollo de la Tecnología Social, es fácil comprender como esta perspectiva es coherente con el proyecto político transformador.

4. Es marcada la adhesión de la selección de estos desafíos para el futuro la crítica a la experiencia en muchos aspectos fracasada de construcción del socialismo real por estar basada en una tecnología jerarquizada, segmentada, controladora, de gran escala y funcional a la propiedad privada de los medios de producción (es decir, capitalista) se hizo necesario que un burócrata la pusiera en operación. Al proyectar su poder tecnocrático a otras esferas de la vida social, terminó llevando al socialismo soviético a la degeneración burocrática.

5. Mirando hacia el futuro, es evidente que la dualidad Economía Solidaria - Tecnología Social no se restringe a algo que sólo disminuye el sufrimiento de la clase obrera. Se propone un socialismo fundamentado en la autogestión, en la propiedad colectiva de los medios de producción, en una concepción "más allá del capital" en las cuestiones ambientales, de género, etc. y, por ello, demanda un radical giro analítico-conceptual en la práctica de los científicos y tecnólogos críticos.

Evidenciada la inocuidad y hasta la inconveniencia de favorecer a los empresarios en la asignación de los recursos disponibles para actividades de investigación, y que la élite científica que controla la política de ciencia, tecnología e innovación (PCTI) no se predispondrá a satisfacer las demandas cognitivas y las políticas-fin que nos interesan (y que abarcan en cascada las políticas sectoriales y sociales referentes a aquellos planes, condicionantes y oportunidades hasta llegar a las metas estratégicas globales), se proponen cuatro cursos de acción centrales.

El primero, es el de precisar esas demandas cognitivas hasta el punto de hacer que sean transformadas en objeto de esas políticas y acciones de gobierno (relacionadas a los planes económico, social y político, y a los condicionantes y oportunidades planteados por las cuestiones ambientales y de dotación de recursos naturales) hasta el punto de hacer que sean transformadas en agendas de investigación y formación de personal de las instituciones públicas.

El segundo es, en el transcurso de ese proceso, involucrar y reforzar el poder de los integrantes de la comunidad de investigación situada en las universidades e institutos de investigación públicos dispuestos a identificar e implementar esas agendas mediante las condiciones humanas, materiales y financieras que se hagan necesarias(17).

El tercer curso de acción es identificar entre las más importantes acciones de gobierno (en especial las relacionadas a la infraestructura) aquellas que pueden llevarse a cabo a través de la movilización del potencial de los 3/4 de la población en edad de trabajar que las empresas no tienen condiciones o voluntad de emplear y que pueden encontrar oportunidades de trabajo e ingreso, protegidos en parte de la explotación capitalista, en la Economía Solidaria. Para ello, debe ser fomentado, en el ámbito de la sostenibilidad cognitiva de los emprendimientos solidarios procesos de adecuación sociotécnica de la tecnociencia proveniente de la dinámica tecnocientífica global y de desarrollo de Tecnología Social. Realizados con la participación de las instituciones públicas, ellos deberán recibir financiamiento en calidad y cantidad compatibles con la importancia de este curso de acción para la implementación de nuestro proyecto político de transformación de la sociedad brasileña(18). En el ámbito de la sostenibilidad económica de esos emprendimientos, debe estar articulado a la PCTI(19) el apoyo mediante subsidio directo a la organización y consolidación de sus cadenas de producción y consumo de bienes y servicios, y la asignación del compras estatales para que a ellos tenga acceso a la población.

El cuarto, evitando el seguidismo (al mismo tiempo fácil, inconsistente e inconsecuente) de arrollar genéricamente como prioridades las fronteras tecnocientíficas emergentes de aquella dinámica global, es apoyar, en las instituciones públicas, su monitoreo y la realización de actividades de investigación y formación de personal (con especial énfasis en las tecnologías de la información) específicamente orientadas a la aplicación de la PCTI.

* Roberto Dagnino es Profesor titular del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la UNICAMP (Universidade Estadual de Campinas), Brasil.

 

Notas

(1) La dimensión del desafío que deben enfrentar coaliciones políticas transformadoras en los planos económico, social y político, y los condicionantes y oportunidades planteados por las cuestiones ambientales y de dotación de recursos naturales, exigen de nosotros una conducta semejante a la que adoptan los países de capitalismo avanzado para impulsar las metas de su "sociedad del conocimiento". El neoliberalismo, por entender que una empresa innovadora sería para tanto suficiente, y que, además, vía desbordamiento, ella posibilitaría el desarrollo social, agregó a lo que se denominaba política de ciencia y tecnología el término innovación. A medida que esta expectativa se fue frustrando, la política de ciencia, tecnología e innovación (PCTI) pasó a ser tratada en conjunto con la política de educación, ya que, debido a que funcionan como políticas-medio, son las responsables de viabilizar las políticas-fin que abarcan, en cascada, políticas sectoriales y sociales referentes a aquellos planes, condicionantes y oportunidades hasta llegar a las metas estratégicas globales. En nuestro caso, las políticas de ciencia, tecnología e innovación y de educación, en especial la de educación superior (que, en nuestra sociedad elitista, pauta los demás niveles), a pesar de seguir formalmente separadas debido a nuestra arquitectura institucional, deberán ser pensadas como un todo sistémico. Esta conducta permitirá suavizar la falacia del desbordamiento, que entre nosotros es aún menos verosímil. Y, también, la lógica perversa que pone la competitividad de las empresas "brasileñas", y no la solidaridad con la mayor parte de los brasileños que pagan los impuestos que la financian, como foco de nuestra política cognitiva.

(2) El término hegemónico se utiliza aquí en el sentido gramsciano, ya que existe un consentimiento de la izquierda al adoptar el marco analítico-conceptual (oriundo de la cultura instaurada por el capitalismo neoliberal) que hace que las relaciones entre la tecnociencia y la sociedad sean entendidas por ella de modo poco coherente con su proyecto político. De esta forma, aunque ese último permanezca vigente informando la cultura de la izquierda como la matriz que orienta las políticas públicas que ella elabora, el marco analítico-conceptual que ella utiliza para interpretar esas relaciones y actuar sobre ellas mediante los instrumentos metodológico-operativos (también neoliberales) que emplea tienden a producir un resultado que socava la contribución que la política cognitiva, como política-medio, podría y debería proporcionar a las políticas-fin de esta tributarias que ella implementa para perseguir sus metas estratégicas de cambio.

(3) Tratando más específicamente de la universidad, he usado la metáfora de los cuatro caballeros del apocalipsis para referirme al conjunto formado por el cientificismo, el productivismo, el innovacionismo y el emprendedorismo, que la están llevando al suicidio corporativo.

(4) Por eso no se particularizan las diversas actividades que suelen ser hechas en la noción de política de CTI, como formación de personal, investigación básica, investigación aplicada, desarrollo tecnológico, etc .; o áreas, como tecnología industrial básica o agropecuaria; o atributos de supuesta importancia, como tecnologías "de punta" o "altas" (como si existieran tecnologías "rotas” o “bajas"). Ni siquiera el campo de la Tecnología de la Información, que de tan significativo fue desde hace tiempo viene siendo explicitado en documentos que tratan de la política cognitiva.

(5) Es cada vez más inadecuada la diferenciación que aún es recurrente entre investigación científica y desarrollo tecnológico. De hecho, los dos recortes - espacial y temporal - tradicionalmente empleados para distinguirlos y separar ciencia y tecnología no son sólo obsoletos frente a la realidad observada (el 70% del recurso aplicado en investigación en el mundo se gasta en empresas y el 30% restante, realizado en el ambiente público, está claramente sometido a sus intereses). Mantener esa separación limita la acción de los gobiernos; sobre todo de aquellos que se orientan al cambio social y económico. Razón por la cual se adopta aquí el concepto de tecnociencia para dar cuenta y enfatizar esa convergencia. Esta dinámica tecnocientífica global es crecientemente motorizada por las empresas transnacionales que cada vez más controlan lo que todavía se denomina investigación científica y monopolizan lo que todavía se designa por desarrollo tecnológico (el 70% de aquel recurso aplicado en investigación por las empresas se gasta en transnacionales; luego, la mitad del gasto en investigación se realiza en estas empresas). Esta dinámica es, por lo tanto, lejos de ser universal o neutral como insiste la elite científica, crecientemente motorizada por las empresas transnacionales que cada vez más la controlan.

(6) Aunque sea hoy más evidente esta interpenetración, es plausible afirmar que ella ya existía cuando las sociedades denominadas primitivas, que no delimitaban lo que entendían como arte, astronomía, prácticas agrícolas y de riego, construcción, saneamiento, mejora genética, medicina, religión, artesanía etc. - saberes compartidos por todos sus integrantes que el capitalismo pasó a denominar ciencia y tecnología- pasó a expropiar esos conocimientos, seleccionar, codificar y monopolizar, y, en un contexto sociotécnico interactivo e iterativo colocar sistemáticamente al servicio de la acumulación de capital.

(7) Esta visión presumida ha sido cuestionada en los países de capitalismo avanzado y también en América Latina desde los años 1970, originando el campo de los Estudios Social de C&T o Estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad. Su vertiente radical, al dedicarse a la deconstrucción de los mitos de la neutralidad y del determinismo, presentes, incluso, en la concepción marxista ortodoxa, viene encontrando creciente aceptación en la comunidad de investigación latinoamericana del campo.

(8) Sobre la relación universidad-empresa, es necesario tener en cuenta que, a diferencia de lo que declaran los interesados ​​en sobreestimarla o que desconocen la realidad, es en todo el mundo muy pequeña la importancia del resultado desincorporado de la investigación universitaria para la empresa. Basta considerar que, en los EE.UU., por ejemplo, y esta es una buena manera de evaluar esa importancia, sólo el 1% del gasto en investigación de empresas se asigna en universidades e institutos de investigación. Lo que no quiere decir que el resultado de la investigación en la universidad integrado en el personal formado al realizarla, no sea esencial para la innovación y la competitividad de las empresas estadounidenses: más de la mitad de los maestros y doctores allí formados en ciencias duras son contratados por ellas para realizar investigación. Casualmente, dado que ese gasto es aproximadamente igual al que cuesta la universidad estadounidense, es también de apenas el 1% de lo que ella necesita para mantener lo que ella recauda con contratos de investigación con la empresa. Por supuesto, hay excepciones; la más notable es del MIT, donde el valor de esos contratos alcanza más del 15% de su costo.

(9) Esta afirmación deriva del análisis de estudiosos marxistas contemporáneos que atribuyen la degeneración burocrática de la experiencia soviética al empleo de una tecnología capitalista -segmentada, jerarquizada, controladora, diseñada para asegurar la propiedad privada o estatal de los medios de producción, pero no la colectiva, de larga escala, etc. - que habría inviabilizado la construcción del socialismo.

(10) Persiste en el ámbito de la izquierda, la idea de que la simple combinación, fertilización o aggiornamiento del saber tradicional, ancestral, empírico o popular con el conocimiento tecnocientífico (entendido como científicamente verdadero y tecnológicamente eficiente), que debe ser "divulgado" y "extendido" para el hombre común, sea suficiente para generar formas de producción de bienes y servicios adecuados a su proyecto político. La noción de Adecuación Sociotécnica fue concebida buscando deshacer esa idea que, aunque atractiva y aparentemente justa y democrática, es simplista y puede ser para él perjudicial. Incorporando criterios adicionales a los tecnoeconómicos que dieron origen, por ejemplo, a la ingeniería inversa latinoamericana que se conoció como "tropicalización", fue concebida para denotar un proceso inverso -de deconstrucción, y reconstrucción y recontaminación con otros valores e intereses de clase - al de la construcción sociotécnica que originan en el ambiente de la propiedad privada de los medios de producción, del control, de la heterogestión, de la alienación, etc., la tecnociencia capitalista.

(11) A pesar del subsidio que hace más de seis décadas viene siendo dado a la relación universidad-empresa, su importancia para la estrategia innovadora de la empresa es, también, muy pequeña. De las empresas innovadoras "brasileñas", sólo el 7% accede a universidades e institutos de investigación en busca de resultados de investigación; de ellas, el 70% considera de baja importancia esa relación. También es similar a la importancia de los contratos de investigación con la empresa para el financiamiento de la universidad. En la Unicamp, que sería nuestro MIT dado que es probablemente donde es más elevada esa importancia, su peso en el presupuesto no llega ni al valor medio (1%) existente en EEUU. Lo que es absolutamente distinto es la relevancia del resultado de la investigación universitaria, incorporado en el personal formado para las empresas. Entre 2006 y 2008, cuando las empresas aumentaron su producción y ganancia y cuando el aumento del salario debería inducirlas a la innovación, formamos aquí 90 mil maestros y doctores en "ciencias duras". De estos profesionales, que, como en el exterior, son aquí formados para realizar investigación en empresas, sólo 68 fueron contratados para hacer I&D en empresas.

(12) La ancestral dependencia cultural y la adopción de un modelo eurocéntrico de organización social características de nuestro país, hace que prácticamente todo lo que se fabrica aquí en el "Sur", en la periferia del capitalismo, ya haya sido producido en el Norte. Y que las empresas con perfecta racionalidad económica prefieran innovar a través de la adquisición de tecnología ya desarrollada; en especial la incorporada en máquinas y equipamientos, como afirman el 80% de las innovadoras.

(13) Esto no implica, como insiste la elite científica que hegemoniza nuestra PCTI, que hay que seguir tratando de convencer a los empresarios "atrasados" a hacer (y gastar más en) I&D aprovechando los resultados de las investigaciones que hacen y el personal que forman para convertirse en innovadores y competitivos. Por un lado, porque su baja propensión a innovar es explicable por el bajo precio (y hasta hace poco decreciente) de la fuerza de trabajo y la capacidad que están mostrando de reducirla cuando él, al aumentar, amenaza su expectativa de lucro. Y su aversión a la investigación ha sido una respuesta racional a las señales de mercado de una economía estructuralmente periférica que internaliza bienes y servicios cuya tecnología ya puede ser comprada. Por otro lado, porque si se volvieran innovadores, su mayor beneficio muy difícilmente vendría a trasbordar y beneficiar a la clase obrera. El escenario global y la fortaleza con que la clase propietaria viene destruyendo los derechos de los trabajadores y condenando decenas de millones de brasileños a la marginalidad están señalando la necesidad de una inflexión de nuestra PCTI.

(14) Desde finales del siglo XIX, cuando el combate a la plaga del café y a la fiebre amarilla dieron origen al Instituto Agronómico de Campinas y lo que vino a ser el Instituto Oswaldo Cruz, o cuando la inexistencia de tecnología para viabilizar el agronegocio derivó en la Embrapa y la para extracción de petróleo en aguas profundas dio origen a los programas de investigación en Petrobras, en otros, el desarrollo tecnocientífico posee siempre al Estado como protagonista fundamental. En realidad, y el esfuerzo desplegado para la formación de personal y la investigación que resultó en la Embraer, en la Telebrás, en la Eletrobrás, etc., muestran que cuando una élite de poder económico o político presiona a través del Estado para que se desarrolle la tecnociencia demandada por sus intereses, ella es generada. Pero en todos estos casos, y Brasil no es una excepción, sobre todo si se trata de la periferia del capitalismo, no fue el sector privado, sino el Estado que lo posibilitó.

(15) La política cognitiva mantuvo, incluso, su sesgo de una política-fin cuya meta histórica practicamente se ha resumido a una acumulación de conocimiento segregado en las llamadas ciencias duras orientado por la dinámica tecnocientífica mundial presidida por las grandes corporaciones. No adquirió el carácter de política-medio que debería atender, en el plano cognitivo, mediante una necesaria ganancia de su efectividad, las políticas-fin orientadas a satisfacer los intereses y necesidades de los trabajadores. Al contrario de lo esperado, su actor que es en el mundo entero dominante -la comunidad de investigación-, pero que es, en países periféricos como el nuestro, hegemónico, adoptó la meta suplementaria de la Competitividad. Derivada de la receta neoliberal globalizante, esa meta que pasó, desde finales de los años 1990, a marcar el discurso de la política cognitiva, fue paradójicamente mantenida y ampliada por aquella coalición. Con el propósito pragmático declarado de hacerla más útil, la élite científica la orientó a atender lo que, corporativamente, propalaba ser el interés de las empresas que, para llegar a ser competitivas, iban a innovar mediante la realización de I&D y, finalmente, vía desbordamiento, promover el desarrollo. Aumentaron drásticamente los recursos asignados a la I&D y a las demás actividades innovadoras en las empresas y se reforzó la idea, invalidada por la evidencia mundial, de que el aumento de la relación universidad-empresa, a través de la investigación universitaria orientada a compensar sus debilidades y la creación de incubadoras de empresas de base tecnológica creadas en las universidades para beneficiar a profesores y alumnos, podrían contribuir a la competitividad de las empresas. Pero la expectativa de que desearan por la vía explotada por las empresas ubicadas en los llamados sectores de punta de los países avanzados, donde su ganancia depende de la I&D, ya que no pueden recurrir a la compra de nuevas tecnologías o de equipamientos que las traigan incorporadas, fue frustrada. Las empresas aquí ubicadas, por disponer de esa alternativa, innovan y alcanzan altas ganancias (como sugiere el hecho de que nuestra tasa de interés es una de las más altas del mundo), mediante la adquisición de nuevos equipamientos e insumos.

(16) Colocar, como es imperativo, la meta estratégica de generación de trabajo y renta y de la solidaridad en un nivel por lo menos equivalente a la de generación de empleo y salario y de la competitividad impone la realización de actividades de CTI capaces de suplir las demandas cognitivas derivadas de las políticas públicas sectoriales y sociales (incluidas las de tipo compensatorio) y de otras grandes metas de coaliciones transformadoras. Y es evidente que la generación de un conocimiento tecnocientífico específico cuyo desarrollo necesita ser especialmente orientado requerirá un cambio en el componente de política-medio de la PCTI. Esto no debe implicar que se pueda prescindir, y ni sería sensato así pretender, del potencial de investigación y formación de personal instalado en nuestras instituciones públicas de enseñanza e investigación y operado por sus profesores e investigadores. De ese potencial deberá brotar un monitoreo consciente y criterioso de las llamadas tecnologías emergentes (que emanan de la dinámica tecnocientífica global controlada por las multinacionales y por los objetivos estratégicos de las grandes potencias) pero que pueden, sobre todo si apoyados en procesos de adecuación sociotécnica que involucran a l@s trabajador@s, generar soluciones (que serán necesariamente originales e intensivas en conocimiento) para los grandes problemas nacionales. Esta acción de monitoreo y de investigación se enlaza con el componente de política-fin de la PCTI que, aunque no debe recibir la prioridad que ha tenido hasta ahora, no puede ser descuidado.

(17) Este curso de acción resulta de esa comunidad, a diferencia de lo que ocurre en los países avanzados donde ella es sólo dominante en el proceso de elaboración de la PCTI, ser aquí en la hegemónica. Por ser ella la responsable de la formulación, implementación y evaluación de la PCTI, es imprescindible hacer esfuerzos para estrechar el diálogo con aquellos que, siendo simpáticos a nuestras posiciones, estén de acuerdo en concebir (una vez que sólo ellos, por combinar conocimiento tecnocientífico y voluntad política pueden hacerlo de manera adecuada) agendas de investigación y enseñanza coherentes con aquellas demandas cognitivas y que además incorporan el conocimiento ancestral y popular que poseen L@s trabajador@s.

(18) La colocación de esos arreglos como socios de las instituciones públicas de enseñanza e investigación en procesos de adecuación sociotécnica y desarrollo de Tecnología Social, y de actividades de extensión y formación de personal, implica que la PCTI deberá crear mecanismos apropiados, en calidad y cantidad, para viabilizarlos.

(19) Desde las iniciativas de autogestión surgidas en la incepción del capitalismo, pasando por los momentos en que ella, favorecida por el control obrero y en un contexto de propiedad colectiva de los medios de producción, se hizo presente en la Comuna de París, en la Guerra Civil española etc., llegando hasta nuestras cooperativas de recolectores, vuelve a la escena el cuestionamiento acerca de su viabilidad. En el límite, existe aquel asociado a un rasgo cultural de sociedades "acostumbradas" al capitalismo que se manifiesta diciendo que los cooperados o quieren ser dueños o quieren tener patrones. Después de dos décadas de la experiencia brasileña conocida como Economía Solidaria, que por haber salido de la agenda política antes de que terminara el primer gobierno del PT no fue exitosa, es tiempo de ser más ambiciosos y realistas. Antes de seguir invalidándola y minimizando su importancia, deberíamos experimentar algo nuevo. Si extendemos a sus integrantes los derechos que conquistaron los trabajadores formales, es muy probable que muchos más brasileños optarían por insertarse en ella.

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