Foto: Lia Pinheiro Barbosa
El (re)nacer en la noche como Mujeres Indígenas Zapatistas Insurrectas
El rostro amordazado en negro logra dejar libres los ojos y algunos cabellos que guardan la nuca. En la mirada el brillo de quien busca. Una carabina M-1 terciada al frente, en posición que llaman "de asalto", y una pistola escuadrada a la cintura. Sobre el pecho izquierdo, lugar de esperanzas y convicciones, lleva las insignias de Mayor de Infantería de un ejército insurgente que se autodenomina, hasta esa madrugada helada del primero de enero de 1994, Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Bajo su mando está la columna rebelde que asalta la antigua capital del suroriental estado mexicano de Chiapas, San Cristóbal de Las Casas. El parque central de San Cristóbal está desierto. Sólo los hombres y mujeres indígenas que comanda son testigos del momento en que la Mayor, mujer, indígena tzotzil y rebelde, recoge la bandera nacional y la entrega a los jefes de la rebelión, los llamados "Comité Clandestino Revolucionario Indígena". Por radio, la Mayor comunica: "Recuperamos la bandera. 10-23 en espera". Las 02:00, hora suroriental, del primero de enero de 1994. Las 01:00 horas del año nuevo para el resto del mundo. Diez años esperó ella para decir esas siete palabras. Llegó a las montañas de la Selva Lacandona en diciembre de 1984, con menos de veinte años de edad y toda la historia de humillaciones a los indígenas en el cuerpo. En diciembre de 1984, esta mujer morena dice "¡Ya basta!", pero lo dice tan quedo que sólo ella se escucha. En enero de 1994 esta mujer y varias decenas de miles de indígenas ya no dicen sino gritan "¡Ya basta!", lo dicen tan fuerte que todo el mundo los oye...(1)
Fueron 12, las mujeres que decidieron tomar el mando y conformar las fileras del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), como capitanas, tenientes, subtenientes, mayor y subtenientes. Al gritar, el ¡Ya Basta! en aquella madrugada del 01 de enero de 1994, llevaban consigo la dignidad rebelde de centenas de otras Mujeres Indígenas Zapatistas Insurrectas.
Pasados 34 años, desde los tiempos de la clandestinidad, las Zapatistas construyen su trayectoria política en las armas y en las palabras y son las anfitrionas del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, que reunió, en el Caracol IV – Torbellino de Nuestras Palabras - Morelia, en Chiapas, México, a más de 2.000 Zapatistas de los cinco Caracoles y alrededor de 5.000 mujeres de 34 países, de los 5 continentes y 27 estados mexicanos. Del 7 al 10 de marzo de 2018, estuvimos en ese territorio rebelde y autónomo, a escuchar y a mirar cómo entretejemos nuestras luchas como mujeres que somos y desde el nosotros femenino de las Zapatistas (Vrijea, 2000).
Encuentro Internacional de las Mujeres que Luchan: múltiples voces y un solo corazón
Foto: Lia Pinheiro Barbosa
En el amanecer del 08 de marzo de 2018, despertamos con las mañanitas revolucionarias cantadas por las compañeras Zapatistas de “Dignidad y Resistencia”, grupo musical del Caracol II – Resistencia y Rebeldía por la Humanidad – Oventik. Los corridos revolucionarios cantados por ellas animaban a todas las que allí estábamos y anunciaba el devenir de las próximas horas, días y calendarios en nuestro caminar como mujeres que luchamos: “!aquí son puras rebeldes que cantan!”. Sí, éramos puras rebeldes las que cantábamos, emocionadas y conmovidas con la belleza, el cuidado y sensibilidad en cada detalle desde nuestra llegada al Caracol. La sonrisa era el lenguaje común que unía nuestros corazones.
Al darnos las bienvenidas, en la apertura del Encuentro, por la voz colectiva de las Zapatistas escuchamos lo que representa la dialéctica de la guerra en los cuerpos de las mujeres(2): “nos están matando”…y por ser “mujer, ser indígenas, ser pobres y ser Zapatistas”. Ante la histórica política de muerte del patriarcado y del capitalismo sobre nuestros cuerpos, las Zapatistas enuncian la potencia epistémica, ontológica y política de la dignidad rebelde al decirnos que “la rebeldía, la resistencia, la lucha, también es una fiesta”. En el (re)encuentro de nuestros dolores, de nuestras rabias, de nuestros pensamientos y, sobre todo, de nuestra alegre rebeldía como mujeres que luchamos en este gran Encuentro Internacional, ¿Qué aprendizajes traemos en nuestro caminar sentipensante para fortalecer nuestras luchas políticas como mujeres, en los diferentes calendarios y geografías en el enfrentamiento del patriarcado y de la hidra capitalista? Aquí algunos apuntes sobre mis aprendizajes.
La estética de la resistencia
La dimensión del arte es parte fundamental en el proceso de conformación de la identidad sociocultural y política Zapatista y se expresa en los múltiples espacios del quehacer educativo-político del Zapatismo. Durante el Encuentro Internacional Mujeres que Luchan, vimos el arte de la rebeldía, la estética de la resistencia (Barbosa, 2015) entretejido en los trajes y bordados, en los murales, en la poesía, en el teatro, en los performances y en las canciones. Una de las canciones que más cantamos en los días del Encuentro, de autoría del grupo musical “Dignidad y Resistencia”, se llama “La capacidad de las Mujeres”:
El valor de las mujeres, les digo que es
Que podemos hacer también los trabajos
Que necesitan nuestros pueblos
En el 94 por las armas de la mano,
Guerra contra el olvido sin importar consecuencias
Y entregarnos para la vida
Si no hay mujeres, no hay revolución
Si no es para la Madre Tierra, no hay ser viviente
Educando a los niños, constructores de la nueva humanidad
Para que el mundo viva la paz
Libertad, democracia, justicia e igualdad
Formándonos para la salud y la de la Madre Tierra
Haciendo vida sana, sabiendo trabajar
Con salud vale la pena
Nuestra capacidad va más allá de la creencia
Y no hay ser inferior
Somos mujeres y hasta gobernar el pueblo podemos
Las canciones compuestas por las Zapatistas abarcan todos los territorios autónomos y son un recuento musical de su trayectoria de lucha. Muchas de ellas son firmadas como autoría colectiva y dedicadas a la memoria de sus mártires y a las fechas históricas emblemáticas en el calendario del Zapatismo. En ese gran encuentro, la lucha se hizo (3) canto en la voz de las Zapatistas y en otras voces que impulsaron cánticos de resistencia, de denuncia, de luchas políticas, de dignidad que brota del corazón (4). El campo teatral también constituyó otra expresión de la palabra de las Zapatistas para contarnos de su lucha histórica. Todos los Caracoles presentaron piezas teatrales para denunciar la violencia sobre los cuerpos de las mujeres: la violación, la desaparición forzada, la trata de mujeres, el robo de órganos, entre otras expresiones de la histórica violencia en contra de nuestros cuerpos. No obstante, también presentaron teatralmente el proceso de movilización y organización de su propia lucha como mujeres zapatistas, desde los tiempos de la clandestinidad, y los grandes ejes del proyecto autonómico Zapatista: Gobierno Autónomo Zapatista, Educación Rebelde y Autónoma Zapatista, Salud Autónoma, Justicia Autónoma, Trabajos Colectivos, Agroecología y el diálogo con la solidaridad nacional e internacional.
El teatro como lenguaje, como un lugar de refracción (Boal, 2009) fungió como un importante espacio de confrontación política en el marco de la lucha de las mujeres, al poner en la escena problemáticas históricas y cotidianas sensibles a los ojos de aquellas que asistíamos al teatro y sentimos en la piel y en el pensamiento qué representa ser mujeres en un mundo en que la lógica del patriarcado determina sobre nuestros cuerpos y posición social. De esa manera, la estética de la resistencia de las Zapatistas ejerció una pedagogía de la estética (Barbosa, 2015) al poner en movimiento otras epistemologías, otras rutas para la construcción de sentidos, de la memoria, de cómo construimos nuestra subjetividad política como mujeres que “sentimos igual la violencia y la muerte que nos hace el capitalismo”.
Esta estética de la resistencia constituye una de las principales formas de (re)educarse en nuestra praxis política, al fortalecer nuestra capacidad creadora, en dónde nuestra lucha se haga canto, poesía arte escénico e iconográfico, entre otras manifestaciones del arte insurgente, rebelde y subversivo que hemos vivenciado de forma sentipensante durante los días del Encuentro Internacional Mujeres que Luchan. Una mística de la resistencia que representa la realidad vivida de la lucha política; que articula la construcción de nuestra identidad y subjetividad política y que nos permite forjar un arte subversivo hecho Palabra, Imagen, Sonido, Silencio, siempre articulando un Ser-Estar, un Sentir-Pensar, es decir, un posicionarse de forma corazonada en clave Zapatista: cuerpo, mente y corazón (Barbosa, 2014).
Aprender a escuchar y a mirar
Si bien en el primer día del Encuentro nos dedicamos a escuchar y a mirar la palabra corazonada de las Zapatistas, en los otros días fueron ellas las que nos escucharon y nos miraron en las diferentes actividades teatrales, musicales, de performance, de lectura, de escritura, de pintura, de plática, de baile, audiovisuales, de diálogo entre otras expresiones de nuestra palabra, pensamiento y formas de lucha que hemos llevado para compartirles. En ese sentido, es fundamental destacar que, en la perspectiva de la cosmovisión, cultura y lengua Maya, el escuchar, el mirar y el hablar tienen igual importancia, es decir, poseen una relación dialéctica, de escuchar y sentir desde la perspectiva del otro (Lenkersdorf, 2008).
El escuchar y el mirar de las Zapatistas nos dejó como aprendizaje que nuestra lucha como mujeres debe romper con el privilegio epistémico del feminismo, que determina el sujeto y los cuerpos del feminismo (Chirix, 2013). Al escucharnos, las Zapatistas se volvieron en un espejo hacia nosotras; en su silencio nos decían: detrás de nosotras, están ustedes, es decir, que nuestra lucha como mujeres nos toca a todas, que el dolor es mundial, porque el patriarcado es el principio de la moral social y política que rige el capitalismo como sistema-mundo. Por lo tanto, todas sentimos en nuestros cuerpos y en nuestros pensamientos la violencia del patriarcado hacia nosotras. Y en ese ejercicio de miradas y escuchas, las Zapatistas ejercieron el respeto hacia todas las expresiones de lucha de las mujeres, tornándonos horizontales en nuestras diferentes expresiones del feminismo y de las luchas de mujeres allí presentes. ¡Nadie se sintió excluido!
En diálogo con la Comandanta Mirian, ella me dice: “Después de 10 años del Encuentro de las Zapatistas, decidimos realizar otro encuentro, porque es importante reunirnos, aunque seamos diferentes. Porque hay veces que solo quedamos en nuestra casa, en nuestra comunidad y no sabemos lo que pasa afuera, afuera de México, pues.” En ese conocer que se construye escuchándonos, las Zapatistas ejercen su autonomía epistémica al posicionarse como sujetos políticos que reivindican también ser escuchadas en sus tiempos y formas de lucha como mujeres. Así me dice la compañera Berenice, de la Junta de Buen Gobierno del Caracol I – Madre de los Caracoles, Mar de nuestros sueños – La Realidad: “Nosotras no usamos la palabra feminismo, porque de por sí siempre hablamos lucha de las mujeres. Y hay diferentes palabras para decir lo mismo, porque entendemos que es lo mismo, pero lo decimos de nuestra manera, que es diferente.”
La teoría y la praxis revolucionaria como Mujeres Zapatistas
Foto: Lia Pinheiro Barbosa
En las palabras de apertura del Encuentro, la palabra colectiva de las Zapatistas destacan: “no solo los hombres, también hay mujeres de las ciudades que nos desprecian, que porque no sabemos de la lucha de mujeres, porque no hemos leído libros donde las feministas explican cómo debe ser y tantas cosas que dicen y critican sin saber cómo es nuestra lucha”. La palabra colectiva de las Zapatistas evidencia la carga simbólica y material del racismo epistémico, que a menudo atraviesa la labor teórica de “emancipar a las mujeres” y que, en realidad, está susceptible de reproducir un colonialismo epistémico, que se expresa en un etnocentrismo intelectual, de imposición de una teoría que se pretende universal y que demarca, bajo categorías del occidente, por veces a-históricas, cuáles son los elementos que definen una lucha que, necesariamente, debe de ser denominada feminista, quiénes de hecho son feministas o cuáles luchas puede ser consideradas verdaderamente feministas.
Y cuando las Zapatistas dicen “crecí en la resistencia y rebeldía Zapatistas de nuestras abuelas, mamás y hermanas mayores […] Aquí nacimos. Aquí crecimos. Aquí luchamos. Aquí vivimos,” ponen en relieve la dimensión de la praxis revolucionaria que no se aprendió tan sólo en las palabras de un discurso o de un libro, sino que tomando las armas y construyendo la autonomía en sus territorios. De ahí que reafirman que el grito de ¡Ya Basta! es el inicio del camino, cueste lo que cueste. En esa dirección, las Zapatistas nos enseñan que son mujeres que construyen su teoría y praxis revolucionarias sobre su lucha como mujeres, que se traduce en un luchar como se vive y un vivir como se lucha. La Ley Revolucionaria de Mujeres, de 1993 y primera ley de la Justicia Autónoma Zapatista, los documentos, comunicados, la asunción de los cargos y de los trabajos colectivos demuestran un proceso continuo de construcción de la praxis revolucionaria, insurgente, rebelde y autónoma de las Zapatistas, que mucho nos aporta para la comprensión de que la lucha de las mujeres está vinculada a un proyecto político amplio, de carácter anti-patriarcal, anti-capitalista.
En ese contexto, es fundamental que descolonizar el feminismo y fortalecer los feminismos y las luchas de las mujeres en una perspectiva popular, que sea útil para los pueblos y sus procesos políticos, como reiteradas veces nos enseñan las compañeras Zapatistas y también otras, a ejemplo de las mujeres de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), de la Vía Campesina Internacional, en su aporte del Feminismo Campesino y Popular, o aún de las compañeras del Feminismo Comunitario (5).
Ser bosques de mujeres
Foto: Lia Pinheiro Barbosa
Al posicionar su autonomía epistémica, las Zapatistas nos enseñan en corazón epistémico de su concepción política de lucha como mujeres. En sus palabras:
Sabemos que en ese bosque, en ese monte, hay muchos árboles que son diferentes. Y lo sabemos que hay, por ejemplo, ocote, pino, hay caoba, hay cedro, hay bayalte y hay muchos tipos de árboles. Pero también sabemos que cada pino y cada ocote no es igual, sino que cada uno es diferente. […] Bueno, aquí estamos como un bosque o como un monte. Todas somos mujeres. Pero lo sabemos que hay de diferentes colores, tamaños lenguas, culturas, profesiones, pensamientos y formas de lucha. Pero decimos que somos mujeres y además que somos mujeres que luchan. Entonces somos diferentes, pero somos iguales.
Ser bosques de mujeres es romper con los riesgos de fragmentación de nuestras luchas; es respetarnos en nuestras diferencias, pero también tener unidad política para combatir el enemigo común que es el patriarcado y el capitalismo en nuestros territorios, sea en el campo o en la ciudad. Es evitar un enmarque teórico como un veto o un medidor de nuestra capacidad de lucha y más bien fortalecer un diálogo de saberes en que aprendamos entre todas de los legados de las teorías y praxis política revolucionarias históricamente erigidas por las mujeres que entretejen cotidianamente sus caminos de resistencia.
Nuestra lucha es por la vida
El ¡Ya Basta! de las mujeres Zapatistas fue, antes que todo, un grito por la vida, la vida de sus hijos que aumentan las cifras de la mortandad infantil indígena en México; un grito por las vidas que portan en sus vientres, permanentemente amenazados por la guerra de baja intensidad (GBI) y la brutal violencia sobre los cuerpos de las mujeres indígenas, a propósito de la Masacre de Acteal, en 1997, y la orden de matar las semillas, en referencia al asesinato de las embarazadas. En su desafío diario en defensa de la vida, las Zapatistas buscan fortalecer sus alianzas con las mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI), en la reafirmación de sus cuerpos como territorios de resistencia, bien como en la permanente denuncia de la GBI y el feminicidio como crimen de Estado.
Conmovedor fue la lectura de la carta de una de las madres de Ayotzinapa que participó en el Encuentro, seguido por el contaje progresivo del 1 al 43 en nuestras voces, en solidaridad con todas las madres que tienen a sus hijos desaparecidos. Por otro lado, luchar por la vida explicita la naturaleza del proyecto político de los Zapatistas y, en especial, de las Zapatistas: un mundo en que se pueda vivir, sin miedo de ser mujer. Y la Comandanta Mirian me cuenta:
Entonces decidimos hacer el encuentro para hacer florecer semillas, para fortalecer a nosotras, para mostrar a nosotras, las mujeres, tenemos el valor y sabemos solitas, así como los hombres también pueden solitos. Las más jóvenes, pues, están mejor porque ya saben leer, escribir, nosotras no sabíamos leer, escribir, hablamos poco la cartilla, pero hoy ellas ya saben y tienen otras tareas porque ahora tienen que saber de la lucha de las mujeres más allá de Chiapas, de México, en otros lados.
En ese proceso de hacer florecer semillas vemos la trascendencia teórica, política y epistémica de LUCHAR POR LA VIDA, tarea revolucionaria de las mujeres Zapatistas, de las mujeres del CNI y de todas nosotras que allí estuvimos, o mismo aquellas que no pudieron estar. Este fue nuestro acuerdo colectivo corazonado, mantenernos vivas, ser semillas a florecer fortalecidas por el humus de la memoria histórica de las resistencias, al recuperar la palabra histórica de aquellas que nos antecedieron, como palabras-semillas y en un movimiento dialéctico que se asemeja al concepto aymara ñawpaj manpuni, que se refiere a un “mirar hacia atrás que también es un ir hacia adelante (Cusicanqui, 1984), es decir, en retornar al pasado, con una proyección de futuro que se conjuga en el presente.
Ser luces en el camino de otras mujeres
En la IV Declaración de la Selva Lacandona, dice el EZLN: “Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos, la luz.”
En la estética de la resistencia, en la noche del 08 de marzo de 2018, todas las Zapatistas encendieron una luz y nos dejaron el siguiente mensaje:
Esta pequeña luz es para ti. Llévala, hermana y compañera. Cuando te sientas sola. Cuando tengas miedo. Cuando sientas que es muy dura la lucha, o sea, la vida. Préndela de nuevo en tu corazón, en tu pensamiento, en tus tripas. Y no la quedes, compañera y hermana. Llévala a las desaparecidas. Llévala a las asesinadas. Llévala a las presas. Llévala a las violadas. Llévala a las golpeadas. Llévala a las acosadas. Llévala a las violentadas de todas las formas. Llévala a las migrantes. Llévala a las explotadas. Llévala a las muertas. Llévala y dile a todas y a cada una de ellas que no está sola, que vas a luchar por ella. Que vas a luchar por la verdad y la justicia que merece su dolor. Que vas a luchar porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en otra mujer en cualquier mundo. Llévala y conviértela en rabia, en coraje, en decisión. Llévala y júntala con otras luces. Llévala y, tal vez, luego llegue en tu pensamiento que no habrá ni verdad, ni justicia, ni libertad en el sistema capitalista patriarcal. Entonces, tal vez, nos volvamos a ver para prender fuego al sistema. Y entonces, hermana y compañera, ese día que será noche, tal vez podremos decir contigo: bueno, pues, ahora sí vamos a empezar a construir el mundo que merecemos y necesitamos.
¡Si no hay mujeres, no hay Revolución!
¡Que vivan todas las mujeres del mundo!
¡Que muera el sistema patriarcal!
* Socióloga brasileña, doctora en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Docente en el Programa de Pós-Graduação em Sociologia, de la Universidade Estadual do Ceará (UECE). Investigadora del Programa Alternativas Pedagógicas y Prospectiva Educativa en América Latina (APPeAL-UNAM). Es autora de numerosos trabajos sobre educación y movimientos sociales, entre otros, el libro "Educación, resistencia y movimientos sociales: la praxis educativo-política de los Sin Tierra y de los Zapatistas" (Ciudad de México: LIBRUNAM, 2015). Correo electrónico: lia.pbarbosa@gmail.com
Notas:
1. 12 Mujeres en el Año 12 (segundo de la guerra). Disponível em: http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1996/1996_03_11.htm.
2. Todas las citas de las voces de las Zapatistas en este escrito fueron extraídas de los apuntes en mi cuaderno durante los días en el Encuentro Internacional de las Mujeres que Luchan. Algunas son parte de las palabras de apertura y clausura del encuentro.
3. Cómo la letra de la canción Flor de la Autonomía, de Marisol Yañez.
4. Idem.
5. Ambas se hicieron presentes con una delegación en el Encuentro Internacional Mujeres que Luchan.
Referencias Bibliográficas:
Barbosa, L.P. (2015). Educación, resistencia y movimientos sociales: la praxis educativo-política de los Sin Tierra y de los Zapatistas. México: LIBRUNAM.
Barbosa, L.P. (2014). Educación y lucha autonómica en la Voz Zapatista: aportes de la Pedagogía del Sentir-Ser, Sentir-Pensar y Sentir-Saber. Revista Educación y Cultura – Dossier Movimientos Sociales y Educación, nº 105, p. 21-27
Boal, A. (2009). Teatro del Oprimido. España: Alba.
Chirix, E. (2013). Cuerpos, poderes y políticas: mujeres mayas en un internado católico. Guatemala: Ediciones Maya’ Na’oj.
Lenkersdorf, C. (2008). Aprender a escuchar y a mirar. Enseñanzas maya-tojolabales. México: Plaza y Valdés Editores.
Vrijea, J. M. (2000). “Las mujeres indígenas como sujetos políticos”. Revista Chiapas, n.9: 35-59.