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  • Robinson Salazar Pérez *

Colombia: la paz vino vestida de luto


Imagen: "El desfile", Fernando Botero (2000).

La Paz en Colombia fue y aun persiste como un proceso en construcción que devino de las aproximaciones de dos contingentes o cuerpos armados que decidieron poner fin a un conflicto bélico por más de medio siglo, con raíces profundas que fueron ramificándose a través de los años, producto de las condiciones de inequidad, injusticias, control y concentración excesivo de las tierras en áreas productivas, la negación del diálogo por parte de los gamonales con los actores reclamantes de derechos y espacios de ejercicio de libertad, voz y participación política. Asimismo, la ineficaz actuación de los gobiernos por construir mediaciones o espacios de acercamiento que conllevaran a un pacto social y acuerdos políticos posibilitadores de convivencia y ejercicio pleno de democracia.

Los años transcurrieron y la confrontación tuvo ribetes de guerra de exterminio alarmantes, 5.5 millones de víctimas quedaron en el sendero del conflicto armado, de los 87 pueblos indígenas, 34 están en riesgo de exención, el 10% de la población aborigen están viviendo fuera de sus territorios por desplazamientos a consecuencia de la cruzada bélica, 2,683.355 es la suma de homicidios, de esa cifra 1,163.218 son menores afectados por la conflictividad. A todo ello agregamos 4,586 atentados en los últimos diez años, 400 mil refugiados, 500 mil delitos sexuales por violación, 3,000 falsos positivos, 3 millones de hectáreas abandonadas y 5 millones 800 mil desplazados por despojos de sus pertenencias y 2,087 masacres comunitarias [1].

Ante un espectro de dolor, venganzas, miedos, persecuciones y muertes, es extremadamente difícil dar armado y andamiaje a un proceso de paz, aun mas si incorporamos en el análisis la firma de un acuerdo forzado por las circunstancias en que la guerra cambió las rutinas, los enfrentamientos tuvieron otro curso, la admisión de nuevas tecnologías en el uso de las armas alteró la concepción geopolítica y estratégica de los combates, donde no hubo la necesidad de mantener batallones armados en el terreno de la confrontación, los drones remplazaron los aviones y aminoró el riesgo de los pilotos, el control territorial no fue básico para avanzar y ejercer dominios estratégicos para acorralar al enemigo, los vuelos con GPS para guiar misiles, tecnología termográfica para ver y detectar las amenazas en las noches, niebla, incendios, humo y densa selva a través de las cámaras térmicas con aditamentos de luz infrarroja imperceptible que brinda información especial de "ver" en la oscuridad el calor proveniente del cuerpo humano, en este caso del enemigo y así mejorar ostensiblemente el tiro al blanco y fulminar al contrario.

El acrecentamiento del arsenal tecnológico del ejército colombiano fue mayúsculo, el uso de armas y complementos explosivos para guerra convencionales fue rebasado, teniendo en cuenta que por parte del gobierno siempre se negó la posibilidad de que existiera un estado de guerra, sino la existencia de grupos armados terroristas o comunistas; sin embargo, el ejército colombiano con la plena asesoría norteamericana rompió el marco de la confrontación toda vez que en una guerra convencional está excluido el uso de armas de destrucción masiva porque el propósito de ella es debilitar o destruir las fuerzas militares del enemigo, reducir hasta donde sea posible la capacidad de seguir combatiendo y doblegar a su dirigencia política a rendirse.

Los combates en los últimos 3 años antes de firmar la paz, tuvieron signos de Guerra No Convencional, por parte de las fuerzas armadas del gobierno y la estrecha colaboración del Pentágono y el Comando Sur de EE.UU., agregando armamentos y bombas GBU 12 Paveway II de 500 libras, regulados por láser, GPS o tecnología intersensorial (INS). Cabe señalar que "La Guía de Identificación de Armamento de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) señala que las bombas GBU 12 solamente pueden ser transportadas por aviones A7, A10, B52, F111, F 117, F15, F16, F/A 18 C/D, F14 y A6, no obstante el Ministerio de Defensa colombiano aseguró que en el operativo "Fénix" y otros eventos que se suscitaron para eliminar a los principales dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo o FARC-EP se usaron aviones Súper Tucano, tesis invalidada por la OTAN, según sus manuales de guerra donde explica que estas naves no se incluyen entre las que pueden llevar bombas GBU 12.

La desventaja tecnológica de las FARC-EP frente al enemigo, el ejército colombiano, era evidente, aun cuando en el avance por controlar territorios apareció súbitamente un impasse en ambos bandos, si bien el equipamiento de la infantería con tecnología les permite actuar reduciendo costos humanos de personal altamente capacitado con años de inversión en su capacitación, llevar a cabo una acción bélica monitoreado desde centros estratégicos de comunicación e información les impide ocupar terreno donde está el enemigo; el bando contrario construye trincheras y zonas de seguridad para evitar ser localizado y eliminado mediante el uso de tecnologías bélicas. De esta manera surge un nuevo escenario en las operaciones de las hostilidades, en cuanto una de las partes confrontadas puede presionar, desgastar incluso causar destrucción, pero no puede ocupar el territorio y hasta los primeros 17 años del Siglo XXI la invención tecnológica no ha sustituido a la infantería en la ocupación de territorios. Entonces el impasse llega con vestigios de un cese al fuego y firma de armisticio.

Esta nueva circunstancia fue la clave para arribar a un Acuerdo de Paz, los dos bandos tomaron conciencia del perfil de la guerra y la necesidad de un cese al fuego que tuvo resonancia sorpresiva e inusitada ante la postura taxativa de la guerrilla de las Farc al anunciar que a partir del 20 de diciembre de 2016 adelantaba un "cese unilateral al fuego y hostilidades indefinido".

Fue una decisión inteligente por parte los insurgentes, meter un pie en la mesa de negociación y desarmar la ofensiva gubernamental, además, sacar del diálogo futuro a los enemigos ocultos de la paz y otros no tan ocultos que intentarían desvirtuar ese cese unilateral al fuego por razones de intereses creados dentro del escenario de guerra, esto es, sectores y actores ligados al paramilitarismo, tráfico de drogas, ocupantes de tierras de desplazados, mafias de esmeralderos, legiones ganaderas de las sabanas del Magdalena, Córdoba, Bolívar, Sucre y Valledupar, el sur del país y otras empresas de soporte financiero que exigen pago de cuotas a cambio de seguridad vinculados a las carteles locales y regionales de narcotraficantes.

Las acciones de los paramilitares, narcotraficantes, extorsionadores, actos armados de asalto, secuestros, hostigamientos entre otros son parte de la economía colombiana infiltrada por las actividades ilícitas del paramilitarismo, muchas empresas entraron a ser parte fundamental en la estructura financiera de esta organización criminal, tal como se puede ver en el siguiente fragmento de un artículo publicado por la revista Semana: "recibieron vacunas de todas las bananeras del país y no sólo de la multinacional Chiquita Brands Inc. También sostiene que muchos empresarios colombianos los alentaron a continuar adelante y que los bancos les ayudaron a lavar dinero [2].

Esos actores y sectores políticos y económicos aun existen, tienen presencia en alcaldías, gobernaciones, en las cámaras legislativas y escaques estratégicos en la economía nacional, actúan como fuerza paralela en el gobierno, en algunas partes del país co-gobiernan o simplemente dirigen los destinos de un municipio o estado. Los grupos paramilitares son sus "fuerzas del orden", cometen homicidios, extorsionan y aportan a campañas electorales, por tanto, son el enemigo número 1 de la paz y quienes boicotean desde las esferas camarales los puntos operativos en el Congreso de la República donde se intentó tramitar una reforma Constitucional para crear 16 Circunscripciones Especiales destinadas a darles representación política en la Cámara de Representantes a quienes han sufrido por la guerra en el país.

El proyecto se hundió porque no se lograron las mayorías para aprobar la conciliación de la iniciativa, el uribismo y los representantes del partido conservador unieron esfuerzos y votos suficientes para cerrar paso a las FARC y mantener vigente la funcionalidad del paramilitarismo y las jugosas ganancias que arroja el negocio de la guerra en el país andino.

De dónde deviene el luto

Un punto ineludible en la guerra y después en el pos conflicto es la famosa T del terror y el Cordón Sanitario en el territorio nacional instaurado a mediados de la década de los 80 del Siglo XX. La génesis de la T del terror tuvo su incubación en una región conservadora rancia, con ligas fuertes con el paramilitarismo, blindada por la ideología guerrerista y opositora a todo intento de reforma y alteración del orden económico, conocida como el Eje Cafetalero y donde la famosa T se fortaleció con la aparición del paramilitarismo en la zona, quienes en grupos ya organizados y con visión estratégica elaboraron un mapa en la franja de contención para que las fuerzas insurgentes encontraran un frente refractario en el aspecto ideológico, cortar el flujo de avituallamiento entre los frentes insurgentes y una fuerza de militar para responder y atacar cualquier asomo de presencia de las FARC.

El dibujo geoestratégico sobre el mapa territorial de Colombia es una T que consistió en "un cordón sanitario anti guerrilla correspondiente a una línea imaginaria que partía del Golfo de Urabá y comprendía el Sur de Córdoba, zona minera de Antioquia, Sur del departamento de Bolívar, Sur del Cesar alrededor del Municipio de San Alberto, hasta el Catatumbo en la frontera con Venezuela. La línea perpendicular a ella corría desde el Municipio de San Alberto Cesar hasta el nororiente del Departamento del Tolima pasando por Barrancabermeja, Puerto Boyacá, La Dorada y Honda" [3].

Justo en esa T del terror existen los asentamientos más acérrimos del conservadurismo del país, fue donde se obtuvieron la mayor cantidad de votos que se opusieron a la convocatoria de paz que lanzó el gobierno de presidente Juan Manuel Santos a los colombianos para que manifestaran su apoyo o rechazo a los acuerdos de paz firmados entre su gobierno y las FARC, arrojando un resultado que no favoreció las intenciones del gobierno ni de los insurgentes, el 49,78% de los votantes optaron por el Sí, mientras que el 50,21% lo hicieron por el No.

La imagen es muy elocuente, precisamente la zona de influencia del paramilitarismo y narcotraficantes es la concentradora y cuna de la oposición a la paz, dueños de grandes extensiones de tierra, ligados a las exportaciones e incubadora de la guerra entre 1948-1958 entre liberales y conservadores, donde la élite política salió ilesa pero el pueblo ofrendó 300 mil muertos y 2 millones de desplazados cuando Colombia apenas contaba con 11 millones.

Plebiscito por la paz resultados del 2 de octubre de 2016. Fuente: http://www.eluniversal.com.co/colombia/la-periferia-perdio-ante-el-centro-del-pais-236882

Medellín, Arauca, Risaralda, Florencia, Yopal, Montería, San José del Guaviare, Neiva, Villavicencio, Cúcuta, Armenia, Pereira, Bucaramanga, Ibagué y Puerto Carreño votaron por la opción del NO; en el lado opuesto, la periferia Leticia, Barranquilla, Bogotá, Cartagena, Tunja, Popayán, Valledupar, Quibdó, Inírida, Rioacha, Santa Marta, Pasto, Mocoa, San Andrés y Providencia, Sincelejo, Cali y Mitú apoyaron el Sí.

Ahora bien, los hacendados han construido, mediante el apoyo de los medios de comunicación, relatos discursivos, narrativas urbanas y comunitarias, pos verdades y leyendas inauditas, un imaginario del enemigo con características de bárbaro atroz, deshumanizado, proclive a la destrucción de comunidades, violador de mujeres, enemistado con la democracia, autor y promotor de la pobreza, miseria y odios sembrados a lo largo y ancho de la nación que ha provocado millones de muertes y hacen sangrar al país por la densa capilaridad de su extenso cuerpo de 1.141.748 Km2.

Es en la franja conservadora donde han eliminado a la mayoría de los líderes comunitarios que reivindican la paz y exigen resarcir sus derechos, propiedades expropiadas por el paramilitarismo y los terratenientes, quienes al amparo de políticos corruptos y gobernantes deshonestos han brindado protección a los usurpadores y aplican la ley al modo que no beneficie a los grupos y comunidades reclamantes.

Mapa de localización de los 137 asesinatos de líderes y activistas sociales en Colombia de enero a noviembre de 2017/ Fecha de publicación del artículo original: 30/11/2017 http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=22163

De nueva cuenta el mapa refleja en dónde perpetran los crímenes, Antioquia, Valle del Cauca, Cauca y Nariño concentran el mayor número de asesinatos a líderes sociales, nótese que dos departamentos son sede de la 2da y 3era ciudad del país (Medellín y Cali) después de Santa Fe de Bogotá.

El luto de la paz lo visten los actores reclamantes, en cambio los agentes económicos y potentados dueños de tierras y negocios insertados en la economía nacional y de exportación son todos aquellos que promueven el odio, la venganza, el destierro de los insurgentes, la no participación de los ex guerrilleros en la política nacional, instigadores de la intransigencia, conspiradores de la paz y exigentes de acechar e inquirir cárcel para el enemigo o adversario que se antepone a los intereses de la casta política colombiana.

Mientras no exista un plan editado y consensuado para desmantelar los grupos paramilitares, desestructurar la densa urdimbre entre políticos y gobernantes con los grupos mencionados y un desarme bajo observación de los organismos internacionales especializados en el tema, los gremios de Tolima, la franja del Catatumbo, el Magdalena medio, Córdoba, Sucre, Bolívar y otros territorios se vestirán de luto por los cientos y hasta miles de víctimas que la paz no pudo defender por las deficiencias de un proceso complejo que tiene más adversarios en los medios de comunicación y las redes sociales que defensores preocupados por no morir bajo las balas de los grupos armados "paranarcomilitares".

Colombia heredó un ejército para la guerra

Finalmente, la guerra en el país andino heredó al ejercito una estructura orgánica con despliegue militar en zonas neurálgicas y especiales para contener al enemigo. Cuenta con 31 Brigadas desplegadas por el territorio nacional, son unidades militares que adelantan operaciones en la capital de cada departamento y los municipios colindantes; además un Centro de Educación Militar con alta tecnología para la capacitación, asesores foráneos, manejo de tecnologías e información estratégica. Centro Nacional de Entrenamiento en la base Tolemaida, Escuela de Misiones Internacionales y Acción Integral, Escuela de las Armas y Servicios, Escuela de Inteligencia y Contrainteligencia, Escuela de Comunicaciones, Escuela de Logística, una Brigada de Logística n. 1, con varios centros receptores y de apoyo logístico a batallones de combate; se agregan las Brigadas Especial Contra El Narcotráfico, Especial de Ingenieros Militares, Especial de Comunicaciones, Brigada Logística N02 en Apoyo Directo, Fuerza de Despliegue Rápido - FUDRA, Brigada Contra el Narcotráfico, Grupos Gaula, Agrupación de Fuerzas Especiales Antiterroristas, Brigada de Fuerzas Especiales, Grupo Griam, entre otras, todas ellas enlazados y con vínculos informativo que posibilitan acciones rápidas, coordinadas y de despliegue táctico de manera inmediata.

Colombia, de acuerdo con el “Global Firepower Index” (Índice global de potencia de fuego, en español) cuenta con casi medio millón de soldados, Miembros activos: 444.520 personas. Reserva: 62.000 personas. Vehículos blindados de combate: 1.345. Aeronaves: 493. Buques: 32. Presupuesto militar: 12.145 millones de dólares. datos del año 2015. Por lo anterior concluimos que es uno de los 3 primeros ejércitos mejor preparados en América Latina, con pertrechos para combatir en conflictos de envergadura compleja, asesorado por equipos humanos especializados de Israel y EE.UU., fiel a la doctrina del Comando Sur y actor estratégico en los ejercicios militares en la región suramericana principalmente de la Amazonía y áreas irregulares de la geografía de América Latina.

En conclusión, es un ejército apto y calificado para combatir, la insurgencia con la mayor tecnología que existe en América Latina, los vínculos necesarios con equipos especializados de Israel y EE.UU, fogueado en los ejercicios de anfibios, terrestres, zonas montañosas bajo la coordinación del Comando Sur del coloso del norte, entrenado para combatir con "enemigo" externo, "terroristas" "narcotráfico", diferendos territoriales y estratégicos en zonas fronterizas y ante todo es parte del anillo de seguridad de las bases militares que los Estados Unidos tiene sembradas en la región andina y norte de Suramérica.

 

*Robinson Salazar Pérez es sociólogo, director de la Red de Investigadores Latinoamericanos por la Paz y la Democracia

www.insumisos.com; salazar.robinson@gmail.com

Notas

[1] Salazar Robinson, 2017, Colombia en trance: Miedos, venganza y resabios de la violencia en el posconflicto. en Revista Questiones de Ruptura, Vol. 1, No 1, Enero-Junio 2017, pp.23-39

[2] González Posso Camilo, Informe de para economía y narco paramilitares en 2008, en Punto de Encuentro nº 52, diciembre, 2008, pp. 3-5. Leído el 2 de diciembre de 2017 en http://centromemoria.gov.co/wp-content/uploads/2014/12/Informe-de-paraeconomia-y-narcoparamilitares-en-2008.pdf

[3] Pedraza S. Hernán, 2015, Geopolítica de la estrategia paramilitar, revista Arco Iris, leído el 02 de diciembre de 2017 en http://www.arcoiris.com.co/wp-content/uploads/2015/10/Geopolittica-de-la-esrategia-paramilitar.-Hernán-Pedraza.pdf

[3] Pedraza S. Hernán, 2015, Geopolítica de la estrategia paramilitar, revista Arco Iris, leído el 02 de diciembre de 2017 en http://www.arcoiris.com.co/wp-content/uploads/2015/10/Geopolittica-de-la-esrategia-paramilitar.-Hernán-Pedraza.pdf

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