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Hemisferio Izquierdo

"La ambiciosa finalidad de una educación al servicio del pueblo, necesita de la cotidiana const


Ilustración: Natalia Comesaña

Hemisferio Izquierdo (HI): En pocos años hemos pasado del "debate educativo" al discurso de la "crisis de la educación" que centra su análisis en que, más allá de los aumentos de recursos, la educación no ha mejorado en absoluto y no se encuentra a la altura de los desafíos del Uruguay del Siglo XXI. ¿Qué tan atinado es el discurso de la "crisis educativa"? ¿Cuáles son los principales desafíos que tiene por delante el sistema educativo en Uruguay?

María Ingold (MI): En cuanto a la primera pregunta (¿Qué tan atinado es el discurso de la "crisis educativa"?), entiendo que la idea de crisis puede tener múltiples usos, y la consideración respecto de si resulta o no atinado hablar de “crisis educativa”, depende del sentido en que se use la idea. Cuando hablar de crisis permite aclarar y comprender mejor el movimiento de la realidad actual, su uso sería atinado. No lo sería, en cambio, cuando se recurre a esta idea para ocultar la verdadera esencia de las cosas.

En términos del modo de producción, las crisis son inherentes al capital; no hay capitalismo sin crisis. István Mészáros y José Paulo Netto explican esto con profundidad y claridad. Inicialmente, las crisis aparecen como episodios donde se altera el funcionamiento del sistema. Luego, comienzan a mostrarse como algo cíclico, y cada vez más recurrente; la reproducción del capital genera crisis, pero el capital se recupera y sale fortalecido de ellas, produciendo un capitalismo cada vez más agresivo. Desde la década del 70, la crisis se torna algo crónico. Se dice que la crisis contemporánea es ya una crisis sistémica, una crisis civilizatoria. El desarrollo de las fuerzas productivas ha sido enorme y el capital ve afectada su capacidad de obtener lucro, por lo que busca colonizar otras esferas; mercantiliza la salud, el ocio o la educación, por colocar solamente algunos ejemplos. El capital no renuncia al lucro; si no lo obtiene a través de la producción de bienes, lo conseguirá por otras vías, particularmente, tomando lo público por asalto, sea por medio de las privatizaciones de servicios públicos, a través de la apropiación privada de bienes comunes, resistiéndose a pagar tributos al Estado y exigiéndole a éste subsidios y privilegios para garantizar su reproducción, entre otras múltiples formas. En este sentido, parece atinado hablar de “crisis educativa”. Si estamos asistiendo a una crisis civilizatoria, es evidente que la educación también forma parte de ella. El avance de la mercantilización y privatización de la educación es una muestra clara de la ofensiva del capital para salir fortalecido de la crisis. Este proceso, aunque con diversas formas e itinerarios, es un fenómeno planetario (vale la pena tener en cuenta la investigación promovida por la Internacional de la Educación y realizada por la Universidad Autónoma de Barcelona, titulada: “La privatización educativa en América Latina: Una cartografía de políticas, tendencias y trayectorias”, Abril de 2017). La educación se vuelve hacia el lucro, de forma inmediata, cuando se transforma en un negocio privado, y de forma mediata, cuando se dedica a la capacitación técnico-instrumental de personas competentes para el sistema (que no cuestionen sus bases y que trabajen y/o consuman para la reproducción del capital y no para la satisfacción de las necesidades humanas), dejando a un lado la formación del pensamiento y el espíritu crítico y la producción y transmisión de conocimientos valiosos para la emancipación humana.

Sin embargo, en este tiempo de profunda despolitización y de hiper-fragmentación del pensamiento, la idea de “crisis educativa” es utilizada con frecuencia en otro sentido. Se habla de “crisis educativa”, reduciendo la crisis a la educación, sin establecer relación alguna con la totalidad, con los aspectos económicos, políticos, sociales, culturales. Como si la educación constituyera un campo aislado, capaz de explicarse y responderse por sí mismo, como un círculo cerrado. Este uso de la idea, es el uso que convierte a las crisis en la excusa perfecta para los ajustes. Las crisis constituyen así, la oportunidad ideal para justificar la adopción de las llamadas “medidas antipáticas indispensables”, uno de los tantos eufemismos utilizados para referir a las políticas que favorecen el avance del capital sobre el trabajo, profundizando la explotación. Este uso de la idea de crisis, descarta el todo y se queda con la parte, poniendo la mirada únicamente en el hecho de que hoy por hoy, la educación tiene más recursos que antes. No muestra que tales recursos, si bien son más que antes, no alcanzan para cubrir las necesidades del sistema educativo. Tampoco muestra que tales recursos, no son de la magnitud que podrían ser si las decisiones políticas fueran por la vía de recortar privilegios a los capitales privados para favorecer a la educación. Entonces, la educación recibe más recursos que antes, es cierto, pero recibe menos recursos que los necesarios y menos recursos que los posibles. Este discurso tampoco muestra cuál es, en términos sustantivos, de contenidos, la educación que recibe hoy más recursos que antes, sólo muestra cifras, si es posible estandarizadas a nivel internacional. Este uso de la idea de crisis, busca impedir el debate, puesto que el debate abre posibilidades para la construcción de explicaciones más capaces de avanzar en la comprensión de la verdadera esencia del movimiento de la realidad considerada como un todo (trascendiendo los micro-fenómenos), y eso trae problemas para el sistema porque genera condiciones para el cuestionamiento de sus fundamentos.

En cuanto a la segunda pregunta (¿Cuáles son los principales desafíos que tiene por delante el sistema educativo en Uruguay?), no tengo la respuesta. Lo que puedo compartir es una hipótesis de trabajo. Según esa hipótesis, el gran desafío del sistema educativo es abordar la cuestión de la función social del conocimiento: el conocimiento, la educación, ¿para qué y para quiénes?. El desafío es devolver a la cuestión educativa su carácter profundamente político. La educación puede estar al servicio del pueblo o puede estar al servicio de las clases dominantes. Ahí está el foco de la disputa: en los intereses a los que responde la educación. Entonces, el enorme desafío es superar la atomización de la discusión (muchas veces reducida a la creación de más unidades, planes y sub-programas para atender lo singular) y abordar las bases constitutivas y estructurales del sistema en su totalidad. La propia idea de que “la educación no se encuentra a la altura de los desafíos del Uruguay del Siglo XXI”, en realidad no dice demasiado. La cuestión no es meramente cronológica o espacial (Uruguay, Siglo XXI), la cuestión es netamente política; la cuestión es en qué medida la educación se encuentra a la altura de las necesidades de reproducción del capital y en qué medida se encuentra a la altura de las necesidades humanas, y a cuál de esas dos alturas queremos que se encuentre.

HI: El discurso de la "crisis educativa" ha venido acompañado de una suerte de "culpabilización docente", que ubica a éstos, y principalmente, a los sindicatos de la educación, como los principales responsables de los problemas educativos. ¿Cuáles son los desafíos de los sindicatos de la educación hoy?

MI: Respecto de la introducción a la pregunta, entiendo que el asunto de la “culpabilización docente” es una forma más de esa despolitización a la que hacía referencia antes. Esa mirada fragmentaria que piensa a la educación como un círculo cerrado capaz de explicarse por sí mismo, encuentra la causa de la “crisis educativa” dentro de la propia educación: en sus docentes. Nada más conveniente para el capital que la difusión de este tipo de explicaciones que reducen los problemas a una cuestión de voluntad, invisibilizando la necesidad de grandes transformaciones objetivas, y poniendo en el centro de la escena a lo subjetivo y singular (las ganas que cada uno/a le pone, la actitud proactiva, el compromiso, la vocación, etc). Nada más conveniente para el capital que ubicar la responsabilidad en los/as trabajadores/as, a quienes necesita explotar sin mayores cuestionamientos. Este tipo de pensamiento no es algo exclusivo de la esfera educativa. En materia de políticas sociales, por ejemplo, la dinámica es muy similar: se coloca la responsabilidad en los individuos, y la pobreza se explica por la biografía de las personas que la viven, juzgando que el problema no es la sociedad de clases, sino los hábitos o las conductas de las personas que se encuentran en situación de pobreza. De esta forma, se despotiliza la pobreza, no se cuestiona la explotación, y el círculo de la pobreza se cierra sobre sí mismo: la pobreza es responsabilidad de los pobres, y las políticas responden a eso. Del mismo modo, en la educación, se invisibiliza la totalidad, y se coloca la responsabilidad en sus trabajadores/as, corriendo el foco de la cuestión, para un lugar que no afecte la reproducción del capital, para un lugar que garantice dicha reproducción y habilite las políticas de ajuste, sin mayores resistencias.

En cuanto a la pregunta en sí misma (¿Cuáles son los desafíos de los sindicatos de la educación hoy?), una vez más, no tengo la respuesta. Todo lo que tengo es la hipótesis que puede resultar verdadera o no, de que el punto está en reabrir el debate y repolitizar la cuestión educativa. El desafío sería retomar el debate para contribuir a la construcción de explicaciones más sustantivas respecto de la “crisis educativa”, explicaciones que superen el posibilismo y vayan al corazón de la cuestión, recuperando la idea de totalidad y evidenciando cómo el sistema educativo no es un círculo cerrado, sino que está en directa relación con la economía, con la política, con lo social, con lo cultural, etc. La “crisis educativa” está en directa relación con los actuales procesos de concentración de la renta, de la propiedad y del poder político, que se producen a escala local, regional y planetaria, y que evidencian cada vez más cómo la reproducción del capital es incompatible con la vida humana. Si el problema es tan grande y complejo, queda claro que las soluciones improvisadas y simplificadoras no darán resultado. Esta forma de ver el problema, impone la necesidad de establecer conexiones: si se conectan los temas, es imprescindible que se conecten los sujetos. En este sentido, resultaría fundamental para los sindicatos de la educación fortalecer sus alianzas con el conjunto de los/as trabajadores/as organizados y con el conjunto de los/as estudiantes organizados, para pensar y disputar la política educativa.

HI: ¿Cuál es y cuál debería ser la estrategia sindical para contribuir a resolver los problemas educativos del país?

MI: Una vez más, no tengo respuesta para esta pregunta, puesto que decir cuál debería ser la estrategia sindical, es competencia de los sindicatos, y en tanto que organizaciones, ese tipo de definiciones implican construcciones colectivas, por lo que de ninguna manera una persona individual podría dar respuesta a esta pregunta. De modo que, en este aspecto, puedo simplemente compartir algunas valoraciones personales que, por otra parte, no tienen nada de novedoso.

En primer término, la iniciativa que han tomado los sindicatos de la educación, en conjunto con la Internacional de la Educación, de poner sobre la mesa el tema de la privatización y la mercantilización de la educación, parece acertar en un nudo crítico. Develar los distintos modos, aparentemente diversos, en que se produce el mismo proceso a lo largo y ancho de América Latina, habilita la construcción de alianzas que trascienden las fronteras nacionales, pero también permite pensar más allá de lo micro, y contribuir a la comprensión del funcionamiento del capital y del rol protagónico que toma el Estado en su propia privatización. El desafío radica en que la discusión de este tema no quede encapsulada dentro de los sindicatos de la educación, sino que pueda llegar al conjunto de la sociedad.

En segundo lugar, la formación de las bases, de los/as trabajadores/as de la educación, en cuestiones relativas a la economía política y a la política económica y su vinculación con el funcionamiento del sistema educativo, constituye otro de los puntos claves, en el que algunos sindicatos de la educación están tomando acciones muy interesantes, desde hace ya algún tiempo. Esta apuesta a la formación tiene potencial para convocar a la participación y alimentar el debate, al tiempo que contribuye a considerar los aspectos salariales y de condiciones de trabajo, en relación a cuestiones macro-económicas y de política más general.

Como tercer punto, uno que ofrece enormes dificultades y es la necesidad de crear formas de comunicación que permitan reconstruir los lazos entre los/as trabajadores/as de la educación y los/as estudiantes y sus familias, sin la mediación de las instituciones educativas. Generar las condiciones de posibilidad para que los/as trabajadores/as de la educación, los/as estudiantes y, en general, las familias que acceden a la educación pública, puedan reconocerse como portadores de un interés común: una educación al servicio del pueblo y no del capital. Esto ofrece enormes dificultades porque el discurso hegemónico es el de la culpabilización de los/as docentes, y porque ya se está incorporando al sentido común algo que los medios de comunicación de masas se encargan de reafirmar y es la idea de que los/as trabajadores/as de la educación están de un lado y los/as estudiantes y sus familias están en la vereda de en frente. Parece necesario romper esa falsa dicotomía, proponer otro discurso y acompañar ese discurso con prácticas concretas que contribuyan al encuentro de los sujetos en torno al interés común.

Finalmente, un factor elemental: el ejercicio de la solidaridad entre los/as trabajadores/as de la educación, trascendiendo su pertenencia institucional y sindical, y entre los sindicatos de la educación y el conjunto de los/as trabajadores/as organizados/as. Iniciativas facilitadoras del encuentro y la solidaridad, no discursiva, sino real, concreta y cotidiana, fortalecen las bases y hacen posible que, en los momentos más álgidos de la lucha, donde se exigen los mayores esfuerzos, haya cimientos sobre los cuales apoyar las nuevas construcciones para lograr una verdadera acumulación de fuerzas. Las experiencias de cooperación intra y entre sindicatos, ligadas a la vida de los/as trabajadores/as considerada en todas sus dimensiones (formación, cuidados, ocio, vivienda, cultura, etc), permiten trascender los conflictos puntuales por mayor presupuesto o la negociación salarial, lo que resulta fundamental para confirmar que la unión no puede reducirse a esos momentos acotados, porque la verdadera disputa es mucho más trascendente. La ambiciosa finalidad de una educación al servicio del pueblo, necesita de la cotidiana construcción de discursos, propuestas y prácticas alternativas, que abonen el camino. Lo que popularmente se llama: “trabajo de hormiga”.

* Trabajadora de la educación. Soriano.

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