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El fútbol es para hombres

Florencia Grattarola, Gabriela Mathieu

El fútbol es para hombres


Esta frase “el fútbol es para hombres” repetida tantas veces, en tantos idiomas, se escuchó recientemente en boca de Luis Suárez; el futbolista uruguayo más destacado en los últimos años e idolatrado mundialmente por muchos hombres y muchas mujeres(1). Lamentablemente, a Suárez le asiste de alguna manera la razón, en tanto, en la práctica, el fútbol en Uruguay es por y para hombres. Las mujeres estamos más presentes en los insultos de lxs hinchas que siendo protagonistas del juego, ocupando un cargo técnico o directivo. Las desigualdades que persisten entre hombres y mujeres son notorias, tanto en el fútbol como en el deporte en general. “Solo el 6,7 % de deportistas en federaciones uruguayas son mujeres... El deporte federado reúne a 61 organizaciones de los cuales el 70% son futbolistas”(2). A su vez, la mayoría de lxs futbolistas del país son hombres y muchos de estos perciben ingresos por jugar al fútbol en sus clubes. Las mujeres no, son totalmente amateurs sean futbolistas o entrenadoras -incluso recibidas-.


Pese a ello, cada vez son más las mujeres que se han abierto paso en el fútbol en nuestro país, sin embargo, siguen siendo invisibilizadas y colocadas en un lugar de inferioridad en relación al fútbol que practican los hombres. Las mujeres no juegan al fútbol en la televisión ni en la radio, las mujeres no juegan al fútbol en los medios de comunicación escritos, por lo tanto, las mujeres no juegan al fútbol. ¿Cómo se explica que el deporte más popular de Uruguay la presencia de mujeres sea tan escasa y siga siendo invisibilizada? ¿Puede denominarse popular un deporte que durante décadas ha marginado al menos a la mitad de la población del país?


A instancias de la FIFA, que intuyó en la incorporación de las mujeres en el fútbol un negocio, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) crea en 1996 el “Departamento de Fútbol Femenino” y al año siguiente se realiza el primer campeonato oficial con dos notables ausencias: Defensor Sporting y Peñarol. La institución aurinegra presidida, por entonces, por José Pedro Damiani, negaría a las mujeres representar a la institución hasta 2012. El contador Damiani se oponía tajantemente a que “haya mujeres en Peñarol”(3). A su vez, al menos hasta 2014 las socias del club aurinegro debían esperar 6 años para ganarse el derecho a votar en las elecciones del club y tener el resto de los derechos que los socios hombres adquieren a los tres años(4). Recién en 2000, las mujeres del Interior del país pudieron disputar torneos oficiales bajo la órbita de Organización de Fútbol del Interior (OFI). Dos años más tarde la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI) levantaría la prohibición que impedía que las niñas participen de sus competencias. Hasta 2005 lo harían participando en equipos mixtos ya que apenas se permitía jugar a una niña por equipo y categoría. En 2006 se realizó el primer campeonato de clubes exclusivos de niñas(5).


Pero no fueron ninguna de las 42 niñas que jugaron en ONFI, en el período 2002-2005, las primeras que participaron en una competencia hasta entonces exclusiva de varones. En octubre de 1971, la sanducera Claudina Vidal fue fichada como jugadora en la Liga Departamental de Fútbol de Paysandú. El club Sud América la integró a su plantel pero los prejuicios y la misoginia de los neutrales de la Liga, el Colegio de Árbitros, y hasta el diario local - “El Telégrafo” - se encargaron de impedir que jugara. No está claro si Vidal llegó a jugar oficialmente pese a que ocupó el banco de suplentes en varios partidos oficiales. “El Telégrafo decidió no registrar las alineaciones de los equipos, y mucho menos algo que refiera a Claudina, y como la Liga renovó y perdió los archivos de la época no se puede confirmar si jugó o no oficialmente, dado que los testimonios no coinciden”(6).

13 equipos amateurs compiten en la primera división de la rama de mujeres. Solo 4 de estos son clubes que también compiten en la primera división profesional.

Aún no existe una reglamentación que obligue a los clubes que compiten a nivel profesional que compitan en el campeonato de mujeres.


En Uruguay hay unas 5000 jugadoras activas federadas entre ONFI, OFI y AUF. A nivel de niñas, compite 1 niña por cada 30 niños, siendo un poco más de 2000. A nivel AUF y OFI se puede participar a partir de los 14 años. En AUF entre juveniles y mayores hay unas 800 jugadoras activas. Mientras que OFI casi triplica esta cifra. Los hombres futbolistas federados son más de 200.000, por lo tanto, cada dos futbolistas mujeres, hay 100 futbolistas hombres.


El 30% de los cargos de dirección técnica y ayudante de los equipos de mujeres que compiten en la primera división de AUF, son ocupados por mujeres. Ninguna mujer ocupa el cargo de entrenadora o ayudante en los equipos de hombres de primera división de AUF. Hoy parece improbable que una mujer ocupe el cargo de entrenadora de un equipo profesional uruguayo. A nivel mundial, los casos son contados con los dedos de una mano(7).



Ella es linda, él es un campeón


¿Dónde estamos las mujeres si somos la mayoría de la población pero la minoría en tantos ámbitos? Las mujeres futbolistas, y deportistas en general, no aparecen en los medios de comunicación o bien porque son invisibilizadas, desvalorizadas o cosificadas. El lenguaje que utilizamos tiene un rol importante en la construcción de la realidad. El lenguaje sexista tan presente en los medios de comunicación hegemónicos, infantiliza a las mujeres, a la vez que las considera un objeto. En los deportistas hombres, el periodismo exalta las características que impone el modelo hegemónico de masculinidad patriarcal. Las palabras más usadas para describir a los hombres son: “rápido”, “fuerte”, “fantástico”. Mientras que para las mujeres, suelen usarse palabras tales como: “edad”, “embarazada”, “soltera” además de exaltar su belleza, o falta de esta, más que su rendimiento y logros deportivos(8). En la edición del pasado domingo 26 de febrero el suplemento deportivo “Ovación” -del diario con más tirada del país- le dedicó cero centímetros cuadrados de sus 24 páginas, a una noticia sobre una deportista mujer uruguaya o extranjera.


Este trato machista también es dirigido hacia otras mujeres que trabajan en el deporte. “La doctora que causó sensación en Belvedere” tituló el portal de Tenfield para referirse a la Dra. Daniela Fernández, jefa de sanidad de Villa Española, que compite en la primera división profesional de AUF. “ ... cada vez que se le requiere ingresa presurosa a la cancha para socorrer a los jugadores aurirrojos”(9). ¿Alguien tiene duda que esto nunca se escribiría para referirse al trabajo de un doctor?


En la era de internet no solo lxs periodistas producen información, sino que, en principio, cualquier persona con acceso a internet puede hacerlo. En este sentido, la Wikipedia se ha convertido en un lugar de referencia a la hora de consultar sobre algo o alguien en internet.


Lamentablemente, la Wikipedia, un espacio colaborativo que podría aportar a democratizar la generación y el acceso al conocimiento, está también impregnada de un enfoque sexista. La mayoría de lxs wikipedistas son hombres, así como la mayoría de los perfiles reportados son de hombres. Por lo tanto, no es de extrañar que apenas 4 futbolistas uruguayas tengan una página en Wikipedia: Stefanía Maggiolini, Sarita Figueras, Juliana Castro y Yamila Badell. Si para muestra basta a un botón, a Yamila Badell se la describe haciendo referencia a que “es hija del ex-futbolista Gustavo Badell”(10). En la biografía del padre no se hace referencia a que tiene una hija futbolista, aunque ella haya tenido logros significativamente más importantes que él. Yamila disputó un Mundial FIFA en categoría Sub 17, fue parte del plantel que obtuvo el Vicecampeonato Sudamericano en dicha categoría y fue la primera futbolista uruguaya en convertir un gol en un Campeonato del Mundo. Sin embargo, todos sus logros quedan a la sombra del dato de quien es su padre; un dato totalmente anecdótico.


Los medios de comunicación también reproducen las relaciones tradicionales de poder y subordinación. Las mujeres en el fútbol no podemos opinar o hablar “sin saber”, los hombres sí y lo hacen todo el tiempo, incluso los “periodistas deportivos”. Las mujeres que comentan algo sobre fútbol son escuchadas con cierta “incredulidad”. Y recién luego que algún hombre da el visto bueno, puede ser escuchada por el resto. Este prejuicio se traslada al fútbol comercial donde las mujeres son relegadas al decorado de los programas televisivos, o a la entrega de premios o lanzamiento de nuevas camisetas. Ocupar un rol más “protagónico”, significa para la mujer ser funcional al sistema heteropatriarcal, mostrarse sumisa, delicada, bella y en lo posible poco inteligente. Para ser parte del sistema en mayor o menor medida es necesario transar con él. Rossana Tarullo es la única mujer en la directiva de Racing y reconoce que “asumió que, por momentos, tenía que poner en práctica un doble esfuerzo argumentativo para hacer valer sus opiniones.” Por su parte, Gabriela Almirati, integrante de la Comisión Directiva de Defensor Sporting dice que, “siempre tenía el prurito de que fueran ellos, toda esa colección de hombres, que se sintieran incómodos porque yo estaba ahí, y no al revés”(11).


Sobran los ejemplos para mostrar las notorias desigualdades que viven las mujeres en el fútbol en relación a sus pares hombres, sea cual sea la actividad que desarrollen. Incluso en Estados Unidos, un país donde existe casi la misma cantidad de mujeres futbolistas que de hombres futbolistas y donde la selección de mujeres es una potencia mundial -3 veces campeona del mundo y con 4 oros olímpicos- y la selección de hombres, está muy lejos de serlo, las jugadoras cobran casi la mitad que los varones(12).



Las que juegan al fútbol son todas tortas


El fútbol casi siempre ha colaborado en la reproducción del sistema patriarcal, en particular el fútbol comercial que margina a las mujeres al rol de novias/esposas y, a la vez, vende la imagen de un modelo de hombre hegemónico: fuerte, rápido, talentoso, joven y heterosexual.


Una mujer que practica un deporte de hombres, se comporta como un hombre y por ende como a los hombres les gustan las mujeres, a las mujeres que juegan al fútbol también les gustan las mujeres. Esa podría ser el razonamiento que hay detrás del pensamiento tan difundido que relaciona linealmente a las futbolistas y el lesbianismo. Del mismo modo que todos los futbolistas hombres son heterosexuales por practicar un deporte de hombres.


Las mujeres que desarrollan una actividad socialmente propia de hombres, son vistas como una amenaza. Una forma de combatirlas es descalificarlas, y en la medida que la homosexualidad es un atributo negativo, esta idea de asociar atributos “negativos” a las mujeres que no se comportan según se espera, cumple este papel.


Hace 20 años este tipo de prejuicios eran aún más efectivos para persuadir a muchas chicas de jugar y a otras de contarlo. “A mis compañeros de trabajo y a los clientes no les cuento que juego. A mi familia y amigos tampoco. Piensan que sos una marimacho. Me siento señalada”; declaraba J.D. de 31 años, jugadora del equipo Pinar. A ella, como a muchas mujeres uruguayas, fue la propia familia que le enseñó que el fútbol es para hombres: “Empecé a jugar a los 4 años. Cuando tenía 11 mi padre me dijo que las señoritas no jugaban al fútbol. Pasé 15 años sin jugar. Me moría de ganas pero me daba vergüenza”(13).


La discriminación y la violencia hacia las mujeres futbolistas tiene múltiples formas, no solo se cuestiona su orientación sexual cualquiera que sea, sino que también en algunos casos se pone en tela de juicio su sexo biológico. Es común que en competencias internacionales de la FIFA, a algunas futbolistas se les realice una “prueba de género” para constatar que son mujeres. “Según el propio reglamento de la FIFA, se debe considerar ‘cualquier anomalía de las características sexuales secundarias", es decir, atribuciones físicas como pechos y caderas anchas en mujeres y vello corporal o musculatura en hombres. Todo para asegurarse de que las jugadoras ‘sean del sexo correcto’ ” (14). La futbolista surcoreana Park Eun-sun que en varias ocasiones debió someterse a esas pruebas para poder competir, publicaba en 2013 en su cuenta de Facebook: "Me duele el corazón y es humillante. He pasado por las pruebas de género muchas veces y competí en la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Sé que estas personas están tratando de destruirme... Pero he trabajado muy duro para llegar hasta aquí y no me voy a dar por vencida tan fácilmente". Estas prácticas que violentan a las mujeres deportistas no son solo potestad de la FIFA, sino que también son utilizadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Asociación Internacional de Atletismo (IAAF).


La violencia hacia las mujeres también ha tomado la forma de acoso sexual, aunque sean pocas las evidencias al respecto que se tienen en nuestro país. Durante el primer campeonato de mujeres de AUF, las jugadoras denunciaron al Colegio de Árbitros por el acoso sexual que recibían por parte de los jueces: “Qué número de teléfono tenés?” y “se van a estropear las hermosas piernas que tienen”, eran algunos de los comentarios que las futbolistas recibían en el transcurso de los partidos(15). Afortunadamente, estas situaciones ya no son comunes dentro de una cancha, no obstante, las futbolistas siguen sufriendo diferentes tipos de violencia. Hace algunos meses las futbolistas del plantel de Nacional, que compiten en primera división de AUF, denunciaban ante la directiva del club al entrenador por violencia de género. La directiva, pese a reunirse en 3 ocasiones con representantes de dicho plantel, prefirió hacer caso omiso a la denuncia hasta que, hace un mes atrás, la denuncia llegó a la prensa y ante la presión social por estar haciendo algo “políticamente incorrecto”, decidieron destituir al entrenador, alegando haber tomado esta decisión por razones deportivas y legitimando así, por cuarta vez, una dinámica deportiva violenta(16).


Mientras, en el fútbol las mujeres encuentran un espacio en el que, en general, la vivencia de su identidad sexual no es un tabú, el fútbol profesional -practicado por hombres- es un espacio abiertamente homofóbico, donde reina la hipocresía -como ocurre en otros ámbitos de la sociedad-. Los futbolistas no quieren perder sus privilegios y temen ser marginados, por eso casi ningún futbolista profesional ha reconocido ser homosexual; los pocos que lo hicieron, esperaron a retirarse (17, 18). Cuando la periodista Isabel Prieto Fernández estaba realizando entrevistas a dos futbolistas hombres del medio local para escribir una nota sobre la homosexualidad en el fútbol -practicado por hombres- recibió el rechazo inmediato de ambos: “para hacer este artículo, entrevisté –quise hacerlo, mejor dicho– a dos jugadores profesionales. Uno de un cuadro de los llamados “chicos”, y el otro de uno de los “grandes”. Me atendieron con amabilidad, teniendo en cuenta que me comunicaba de parte de un reconocido periodista deportivo. Cuando les dije que quería hablar sobre la homosexualidad en el fútbol, se acabaron mis pretensiones. Uno me dijo que eso no existía; el otro que no me podía decir nada porque nunca había jugado con alguien homosexual. Incluso me negaron conocer a Wilson Oliver, el futbolista campeón de América, que debió dejar el fútbol porque no le aceptaban su condición de gay. Ambos me dieron ‘salida’, no sin antes aclararme que no querían ser citados. Así de simple”(19).



Todos putos


El fútbol puede ser un lugar desde donde des-construirnos como mujeres y hombres, hijxs del patriarcado y el capitalismo. Pero también el fútbol es un lugar seguro y cómodo para reproducir y reforzar la sociedad patriarcal en la que vivimos. Los cantos de las hinchadas homofóbicos, nacionalistas, sexistas, que exaltan todo tipo de violencia, se repiten sin excepción y sin pausa en cada cancha. El odio a lo diferente -otro color de camiseta- es manifiesto, va de las “cargadas” a los insultos más explícitos, hasta la violencia más cruda. En algún sentido la pasión futbolera, que se vive desde hace unas décadas, se parece al amor romántico: sólo hay un amor verdadero, es para toda la vida, el comportamiento violento es inherente a él, quien no ve con buenos ojos este amor es el/la enemigx, se le hace daño a quien se ama solo porque no se comporta como quisiéramos, es de nuestra propiedad y supone fidelidad y exclusividad.


A través del fútbol podemos fomentar los estereotipos de género a una temprana edad. Desde lo simbólico, regalando pelotas a un niño pero no a una niña. Fomentando que tus hijos/sobrinos jueguen al fútbol pero no tus hijas/sobrinas. Preguntando “¿de qué cuadro sos?”, a un niño incluso desde el momento en que este balbucea unas pocas palabras. Nada de esto es neutro ni inofensivo; Reproduce estereotipos de género que luego se refuerzan cuando empiezan las preguntas: “¿Tenés una noviecita?”, “¿Tenés un noviecito?” Bajo el mandato de la heteronormatividad como regla general, la primera pregunta solo se le hace a los nenes y la segunda solo se le hace a las nenas. Estas preguntas son una forma velada de ir diciéndoles a estxs niñxs que es lo que les tiene que gustar y que no. Todxs hemos promovido en algún momento de nuestras vidas este sistema heteropatriarcal sin cuestionarlo, podemos seguir así como si nada, o empezar -o seguir- deconstruyéndonos, para hacer menos daño a otras personas y a nosotrxs mismxs, y con ello, permitirnos ser más libres.


(3) Cotidiano Mujer, Núm. 28, 5 de junio de 1998, pág. 6.

(13) Revista, viernes 28 de junio de 1996

(15) Diario Últimas Noticias, 29 de abril de 1997





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