HI: Considerando que el 95% de la población uruguaya vive en las ciudades y que nuestra inserción internacional depende en buena medida de la producción agropecuaria (más del 70% de las exportaciones) ¿cuáles deberían ser los ejes principales de un programa socialista para el agro a comienzos del siglo XXI?
Yerú Pardiñas (YS): En primer lugar debemos tener en consideración que nuestro país depende fuertemente del ingreso de divisas que por su producción realiza y exporta, ello es condición necesaria para generar crecimiento económico, ya que de por sí sola nuestra sociedad tiene una gran limitación para generar mayor renta y crecimiento económico por su escasa población, nos genera problemas demográficos y también de limitado consumo interno.
No tenemos duda que la estrategia de desarrollo no es sólo por el lado de incrementar la producción, la productividad y la generación de valor desde las exportaciones de productos agropecuarios y agroindustriales, sino que la tarea de desarrollo de investigación e innovación tecnológica debe ser un campo de permanente atención y ampliación. La generación de servicios, de conocimiento, de tecnología de procesos, son agregados de valor a propiciar en el desarrollo rural a implementar.
Ahora bien pensando en un programa para el agro uruguayo, la centralidad debe estar en la continua búsqueda de agregado de valor, de incremento de productividad, de mejora en la calidad, de lograr mayores niveles de inocuidad, de identidad productiva, de generación de cadenas de valor integradas, armónicas, presentes en todo el territorio nacional. Una característica esencial en esta tarea debe ser tener presente la sostenibilidad del proceso, trabajar siempre desde la sustentabilidad ambiental, en la incorporación de mayores niveles de trabajo, mano de obra y territorios, a la producción. El programa para Uruguay no es de contenido estrictamente socialista, pues estamos en una sociedad que aún no se ha definido como tal, que recién ha transitado un breve período de construcción de políticas públicas progresistas que son sustento y base para otro tipo de realización a futuro.
Nuestras familias integrantes del proceso productivo agropecuario, deben cada día poder acceder a mayores niveles de educación, formación y capacitación; acceder a mejores niveles salariales y de ingresos; acceder en forma mejorada a los factores de producción como es la tierra y los demás recursos productivos.
Hay que afianzar la generación de mejores condiciones materiales para la producción y el bienestar de la población rural, ello implica invertir fuertemente en la mejora de las vías de comunicación (rutas, caminos, vías férreas, conectividad), servicios de educación y salud. Si bien es cierto que hay un proceso creciente de establecimiento y oferta de carreras universitarias y terciarias en el interior, resta aún contar con mayor oferta y sobre todo de nuevas carreras para el desarrollo productivo, el agregado de valor y el manejo amigable y sustentable de los recursos naturales.
Hay que desarrollar políticas diferenciales, de apalancamiento a los sectores más desprotegidos en lo económico, de incentivo en la inserción comercial, de acceso a los procesos industriales generadores de valor y desde dónde se puede generar el flujo exportador. En este sentido trabajar para fortalecer la red de organizaciones de la producción y de servicios en el territorio rural y en los poblados del interior es un imperativo para el desarrollo rural. Así también fortaleciendo y ampliando el acceso a fuentes de financiamiento diferenciales para la producción familiar; las relaciones comerciales y exigencias que enfrentan demandan poder acceder a recursos financieros baratos y poco demandantes en cuanto a documentación, pues los requisitos terminan siendo muchas veces los generadores de la exclusión. El sector cooperativo, de microfinanzas, de créditos corporativos debe ser fuertemente desarrollado, en concordancia, para que afiancen la producción familiar.
La identidad cultural con la producción y el apego al recurso tierra es una política de permanente construcción que requiere continuidad, definición clara y accionar constante desde las políticas públicas. Debe integrar a la población rural dispersa, a la nucleada y a la que reside en las ciudades. Avanzar en la facilitación del acceso al uso y posesión de tierra productiva es una política a ampliar desde el rol del Estado, en ese sentido construir e implementar acciones de desestímulo a la concentración de la propiedad, acciones para impulsar cambios en la estructura de la propiedad de la tierra y de permanente presencia del Estado como adquirente y fiscalizador en la compra-venta de tierras, son campos en los cuales debemos avanzar y mejorar fuertemente. Esto asociado a una política de arrendamiento de tierras fiscales para las familias rurales y jóvenes que se inician en la producción, para ampliación de escala de aquellos que están comprometida su viabilidad por esta limitante, en el incentivo de algunos rubros productivos que potencian el arraigo de la familia y la producción del recurso natural suelo.
Tener una clara definición en cuanto a los lineamientos estratégicos para continuar desarrollando la agroindustria, los procesos de agregado de valor, producción de alimentos con “marca de origen”; son necesarios para la generación de empleos de calidad y de producción exportable. La sustentabilidad de productos alimenticios de calidad no debe ser sólo resultado de lo que se haga rutinariamente, sino un desafío para continuar agregando valor a nuestra producción exportable.
HI: Durante el siglo XX la reforma agraria, entendida como re-distribución de la tierra, fue parte central de los programas de la izquierda continental. Dada la actual estructura agraria en Uruguay, con predominio del agronegocio y de la estancia ganadera ¿qué sentido, vigencia y orientación debería tener una reforma agraria en la actualidad?
YP: El acceso a la tierra como factor de producción, de radicación, de construcción de ciudadanía y bienestar para la familia rural es una línea de acción de las políticas públicas que no debe dejarse de realizar, construir, diseñar e innovar en la misma.
Es cierto que la realidad y el accionar de la economía local e internacional condiciona el proceso, hace necesario diseñar nuevas estrategias y propuestas para lo que era la concepción de Reforma Agraria que existía en décadas anteriores, pero no invalida la concepción que la tierra debe estar al servicio de los grandes objetivos de la sociedad y por ende cumple un rol social relevante y que para que sea real ese sentido de la utilidad es necesario introducir cambios sobre la estructura de la propiedad. La primera condición necesaria es la reforma de la Constitución de nuestro país, de forma tal que permita poner por encima del interés individual de la propiedad el interés general y el colectivo. Así también como lo hemos experimentado, en nuestra Constitución existen limitaciones que impiden utilizar la herramienta tributaria como desestímulo a la concentración de la propiedad, por lo cual su adecuación es más que necesaria.
La realización de políticas estratégicas para dotar de escala a ciertos productores hoy condicionados y jaqueados en su viabilidad por ser pequeños o limitados en el uso del recurso tierra; de priorizar y facilitar el acceso a la tierra para ciertos rubros productivos que son favorables para el desarrollo, para el afincamiento social, para acceder a mercados que son demandantes de esos productos con marca de origen o caracterizados mediante procesos certificados, para asegurar la calidad y seguridad de alimentos para la población; deben ser elementos a tener en consideración para la implementación de propuestas de facilitación, acceso a la tierra y por ende de cambiar la estructura agraria y la realización de un proceso de Reforma Agraria en las actuales condiciones y realidad de nuestro país, la región y el mundo.
Este proceso debe estar fomentando la tarea colectiva, que permita la superación de limitantes de formación, conocimientos, recursos tecnológicos y productivos, necesarios para consolidar la viabilidad de las políticas de desarrollo. El éxito de estos procesos de acceso a la tierra, de cambios en la estructura de propiedad, requiere un cambio cultural importante, en la forma de proceder, de razonar, de actuar y de posicionarse en el mundo por parte de quienes serán los protagonistas del mismo. Si reproducimos el esquema cultural con nuevos usuarios o poseedores de la tierra en nuestra producción agropecuaria sin cambiar el sentido de relacionamiento entre los actores, el recurso y la sociedad, solo realizaremos un cambio de actores sin trastocar el fondo del asunto. El proceso de Reforma Agraria no solo debe prever el acceso a la tierra, sino viabilizar un sistema productivo y social diferente, viable, comprometido y autosustentable, con recursos materiales y humanos que lo hagan realidad.
* Militante del Partido Socialista (Frente Amplio). Senador suplente (2015-2020), diputado por Cerro Largo (2010-2015) e integrante del directorio del Instituto Nacional de Colonización (2005-2008). Ingeniero Agrónomo y docente de la UdelaR hasta 2010.