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Marcelo Pérez**

Los barrios privados en Uruguay: ¿urbanismo de élite disimulado?*


Imagen: Afiche de la película "La zona" (Rodrigo Plá, 2007)



A modo de presentación


Los barrios privados[1] son parte de un fenómeno de segregación (auto segregación) que comienza a registrarse en América Latina en los años setenta-ochenta y en nuestro país desde los años noventa. Ahora bien, en nuestro país, la implementación se ha venido dando de forma gradual, disimulada, sin necesidad de violencia o grandes muros; el paisaje de urbanización se hace de a pedazos entre normativas funcionales y sin mucho conocimiento del impacto territorial que puede implicar.


Vale aclarar que nos detendremos sobre los barrios privados como producto inmobiliario de y para la clase dominante, a pesar de ser conscientes de que los fenómenos de cierre no se reducen a dicha clase y que encontramos un abanico más amplio de barrios y complejos cerrados que surgen por problemáticas asociadas a la “inseguridad urbana” y la (des) construcción social de la vecindad. Ahora bien, la existencia de productos residenciales alambrados o cercados que implican nuevas fronteras entre una clase y otra presentan paisajes de desigualdad social que operan -a nuestro entender- de forma peculiar para explicar algunos cambios territoriales y las trayectorias de la élite en relación al resto de la sociedad, a la vez que tensionan el papel del Estado en sus funciones sociales actuales.


A nivel académico y político se registran variados trabajos, que de distintas perspectivas y metodologías, abordan el fenómeno de los barrios privados en sus diversas dimensiones[2]. Sin embargo, en nuestro país la existencia de barrios privados se invisibiliza o se toma como un fenómeno marginal, eso se ve reflejado tanto en la ausencia de producción científica como también en nuestra agenda pública. Llama la atención la falta de preocupación de la izquierda uruguaya al respecto, máxime cuando el fenómeno está en clara expansión como hemos podido comprobar en las variadas aproximaciones que venimos realizando.


La aparición de estos barrios (incluso en algunos países en formato de pueblos y otras formas de cierre), como expresan Svampa[3] y el conjunto de la teoría crítica, dan cuenta de la fractura social y privatización del espacio. Ese proceso tiene que ver al menos con dos grandes aspectos: la liberalización de los mercados (en particular, el del suelo) y el cambio en el patrón cultural residencial –como menciona Sabitini[4]- de los sectores medio-altos y altos de la sociedad, el cual fue aprovechado por agentes privados (aparece la figura del desarrollador o urbanizador) para dar un producto inmobiliario que satisface un conjunto de demandas vinculadas a dicho cambio. Entre los elementos que conforman esas demandas encontramos: la rentabilidad del negocio; la seguridad; el paisaje/ la ruralidad/ la vida verde; el “sentimiento de comunidad; la ubicación; el equipamiento deportivo y la eficiencia en los servicios.

Mapa general. Tiene enclaves y barrios privados. Realizado por Equipo Proyecto I+D CSIC "Territorio Controlado" 2015-2017



Barrio Jardín Parque / Carrasco Norte



El alcance del fenómeno


En trabajos recientes, particularmente en uno presentado en la Revista Vivienda Popular (FADU-UdelaR), hemos encontramos -al momento- la presencia de 61 barrios privados en seis departamentos: Maldonado (30), Canelones (14), Rocha (7), San José (2), Colonia (7) y Paysandú (1); no contando Montevideo entre ellos porque no los permite como tales, aunque sí existen al menos cinco denominados barrios semiprivados o, comercialmente, Barrios Jardín). Estos datos provisorios y en construcción, surgen de triangular información (prensa, documentos de agentes privados y normativa) dada la carencia de un registro de barrios privados tanto a nivel país como departamental, así como el poco acceso a información directa de los diversos actores involucrados (estatales y empresariales).


Al igual que en otros países la normativa llega tarde y es más bien permisiva en la temática, como afirma Libertun[5]. En el caso uruguayo, por nuestra constitución, son los gobiernos departamentales quienes administran el territorio y, por lo tanto, dan la autorización para llevar a cabo dichos emprendimientos. Es así que la normativa en cada departamento es distinta; en algunos departamentos los barrios privados se amparan en la noción de Clubes de Campo (como en Canelones, Maldonado, Colonia) y en los otros ni siquiera hay una norma que los ampare. Esos decretos se combinan desde el año 2001 con la Ley de Propiedad Horizontal Nº17292, que es el régimen de co-propiedad en el cual se amparan los barrios privados, los cuales utilizan en su discurso la metáfora “somos un edificio acostado”. A posteriori, con la llegada del Frente Amplio, se promulgó en el 2008 la Ley de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible Nº18308, la cual intentó desalentar -vía una limitación de la superficie que se puede cerrar- este tipo de urbanizaciones cerradas, sin éxito, como lo demuestra la evidencia.


Son tres los factores facilitadores de la producción de barrios privados. Además de la normativa, recientemente mencionada, la publicidad juega un importante papel creando una “imagen geográfica” deseable de este producto (por ejemplo, La Tahona “vivir todos los días como si fueran fin de semana”). El tercer factor es el mercado inmobiliario, que identificó la rentabilidad del negocio, en el que la mayoría de los casos los proyectos se desarrollan a partir de un cambio del uso de suelo. Este cambio implica el pasaje de la categoría de suelo rural a suelo urbano por una decisión político administrativa, con la que se da una valorización de la que el privado se apropia. El estado experimenta una baja recuperación de “plusvalía” urbana generada: en Canelones, por ejemplo, se recupera cerca de un 20% vía el Fondo Gestión Urbano y/o, a veces, en especie, en el caso de obra pública (por ejemplo, los semáforos de Ruta 101 y 102 puesto por Parque de la Ciencia) o contrato de mano de obra local (muchas veces temporal). Por otro lado, se instalan en comunas deprimidas donde habitan sectores populares, por lo cual operan -aunque en nuestro país, parafraseando a Real de Azúa, de forma amortiguada- formas de expulsión o de gentrificación en la periferia que se dan por el “espiral de especulación del uso del suelo” (pensemos por ejemplo, que de explosión logística de la Ruta 101 tras la decisión de la Comuna Canaria de destinarla a esos fines, 1 hectárea puede llegar a valer entre 100 y 200 mil dólares).


Realizada por Equipo Proyecto I+D CSIC "Territorio Controlado" 2015-2017


¿Quiénes producen y quiénes habitan en los barrios privados?


La producción de barrios privados en Uruguay, en lógica de conexión global-nacional-local, tiene bastante de esquema importado; tanto por los promotores del producto y los desarrolladores (capitales) como por quienes lo ocupan. Así, encontramos capitales argentinos, como los consagrados empresarios inmobiliarios de este tipo de urbanizaciones cerradas: Eduardo Costantini con emprendimientos en Rocha (con, por ejemplo, el polémico proyecto Las Garzas, vinculado al puente sobre la Laguna Garzón) o Eduardo Cantón, en Colonia. Por otro lado, los capitales uruguayos en modalidad de holding presentan algunos desarrollos significativos por su expansión, como por ejemplo “La Tahona” y “Grupo Ecco”/Estudio Lecueder, con varios emprendimientos en la región Metropolitana de Montevideo (tanto en San José con la paradigmatica urbanización cerrada polderizada[6] Marina Santa Lucía como en Canelones, e incluyen barrios semiprivados en Carrasco Norte, como son Los Olivos - Barrio de Polo).


En la región noreste metropolitana de Montevideo los barrios privados son habitados por sectores de ingresos medio-altos y altos de nuestro país pero también por un número significativo de extranjeros (por ejemplo, en algunos barrios privados de Canelones los extranjeros representan el 30 por ciento de la población). A los casos de residencia temporal o segunda casa, como en Colonia, Maldonado y Rocha, hay que sumar los de vivienda permanente, donde viven -según el relato de los propios copropietarios de barrios privados- ciudadanos argentinos, venezolanos, colombianos, entre otros, que trasladan ésta forma de habitar y reproducen tendencias globales. Dichos residentes de barrios privados en muchos casos están ligados a trabajos en zonas francas, parques industriales logísticos o emprendimientos similares, que están conectados vial y funcionalmente al barrio privado. Incluso se registran en los barrios privados algunos arrendamientos que tienen que ver con esta dinámica de extranjeros que trabajan en Uruguay por un tiempo y están en constante movilidad.


Actualmente los urbanizadores se plantean un avance de mercado hacia sectores medios del producto barrios privados, para lo cual resulta un escollo cierto rasgo de la cultura uruguaya reacia a vivir o decir que vive en barrios privados. No obstante, hay nuevos proyectos en curso que empiezan a combinarse con otros equipamientos urbanos: centros comerciales, campos deportivos, salones de fiestas, entre otros, que comprueban que el escollo no opera como limitación.



La convivencia espacial entre élite y sectores populares


El cambio en el patrón de segregación mencionado implica la llegada de sectores de ingresos medio-altos o altos a habitar de forma contigua con sectores populares. En la bibliografía, hay quienes señalan potenciales efectos positivos a partir de dicho proceso y quienes sólo adelantan aspectos negativos.


Los aspectos positivos, para aquellos con una perspectiva más benevolente (Francisco Sabatini), radicarían en: la posibilidad de integración o mezcla social; la integración funcional (cooptación de mano de obra); las mejoras urbanísticas; la mejora de los “hábitos” de los sectores populares, asimilando los valores de los sectores altos; la desestigmatización de comunas populares; y en consecuencia, junto a mayores ingresos por contribución, se favorecería el desarrollo local.


Los aspectos negativos, para un conjunto importante de la perspectiva y, en particular, del pensamiento crítico (como el de Svampa, Roitman, Marcuse, Caldeira), se manifiestan en: el hecho de que los barrios privados constituyen en sí mismos enclaves exclusionarios; la integración funcional, que no se da siempre y cuando ocurre es a través de empleos no calificados o vía empresas tercerizadas; las mejoras urbanísticas en dinámica de derrame (sería necesario entender qué cambios efectivos de dan en términos de accesibilidad para los pobladores, y de qué calidad); las ideas de mejoras de hábitos son más que cuestionables y la desestigmatización de la comuna se traslada al estigma por sector. Pero, además, aparecen otros potenciales efectos negativos, como la mencionada posibilidad de expulsión o gentrificación en la periferia. Por último, queremos destacar el hecho de que se da la aparición de dispositivos de asistencia social o intervención territorial (tipo responsabilidad social empresarial o nueva caridad), por parte de agentes vinculados a barrios privados, que para algunos operan como formas de dominación, legitimación de la diferencia y constituyen una pista para entender la inmovilización social ante la notoria desigualdad territorial.


Más allá de las perspectivas, cuesta encontrar en la evidencia indicios de algún aspecto de los efectos señalados como positivos pero aparecen discursos autojustificantes de los actores involucrados (tanto gubernamentales como empresariales) que entienden la articulación entre privado proveedor y estado facilitador como un esquema ganar-ganar o parte de un nuevo paradigma de capitalismo con rostro humano, o, en algunos casos, se ve desde la resignación, como “miserias necesarias” en zonas empobrecidas.



Barrios privados y la privatización del espacio: un ataque a la ciudad desde arriba


Lo público, en tanto común, y los espacios públicos, como lo común en la ciudad, vienen captando la atención de la academia y la política por la pérdida de la integración barrial (heterogeneidad, muchas veces más como idea que como realidad) y la convivencia ciudadana. Ahora bien, perduran o se recrean en muchas zonas de la ciudad espacios de uso y encuentro en lo público, e incluso el “éxito” en la construcción pública de plazas (por ejemplo, la plaza Gral. Seregni), parques (por ejemplo, el parque de la Amistad) y mercados (por ejemplo, el Mercado Agrícola de Montevideo). No obstante, al (no) mirar estos intersticios de estas zonas de urbanidad insular con bastiones de pobreza, uno visualiza un alejamiento de la idea de ciudad en tanto derecho colectivo, donde se accede de forma equitativa a las condiciones de urbanidad y vida digna.


Eso queda evidenciado al revisar los espacios de encuentro entre copropietarios de los barrios privados y los sectores populares próximos, comprobando que el espacio público, ese espacio democrático que constituye una oportunidad de encuentro en la ciudad en plano de igualdad con un otro diferente, parece no existir. En su lugar aparecen artefactos urbanos, configurados como nuevas centralidades de acceso diferencial, que se muestran como públicos y son privados, como los shoppings u otros centros comerciales[7].


Por otro lado, como señala Prevot-Schapira[8], el fenómeno de cierre residencial es acompañado por trayectorias de la élite por espacios privados y privativos (colegios e instalaciones deportivas, entre otros) que van configurando los espacios de “socialización burbuja” (entre iguales) de la clase dominante y alejan las posibilidades de generar rupturas en su pensamiento. Es decir, trayectorias que imposibilitan eventuales procesos de autointerpelación o desclasamiento de los sujetos favorecidos, lo cual colabora con el afianzamiento de la diferenciación social y la reproducción de la estructura de clase.


Por otro lado, los residentes de barrios privados, como ellos mismos manifiestan, no precisan y hasta pretenden prescindir del Estado (lo público) -al cual rotulan de ineficiente, lo que conforma una razón más para optar por esta forma residencial, para dar respuestas a sus servicios. Todo esto va conformando una “ciudadanía patrimonialista” más cercana a la figura de un contribuyente que a la de un ciudadano político.


Se va gestando la construcción de algunos tópicos novedosos en el pensamiento sobre el territorio: los barrios privados nos llevan a preguntarnos por la ciudad abierta y sus características; la socialización burbuja nos trae la pregunta por las “vidas abiertas”(en contraposición con la “socialización burbuja”) y los espacios de circulación. En palabras de Boito y Espoz, “dime dónde vives y te diré cómo puedes moverte y qué puedes consumir”[9], en alusión al sentido de vaciar la calle y liberar el espacio común, para ganar en tecnologías de lo habitacional que fijan el confort unifamiliar y privado, reconfigurando de forma clasista el espacio.


Realizada por Equipo Proyecto I+D CSIC "Territorio Controlado" 2015-2017



La educación de la élite


Una dimensión que surge del estudio de los barrios privados y en particular de sus residentes en el caso del área metropolitana noreste de Montevideo son las trayectorias sociales que se expresan. Hay un circuito entre los espacios residenciales tradicionales de la élite uruguaya (Carrasco, Punta Gorda) y estos nuevos esquemas de auto segregación en barrios privados que se combinan con centros comerciales específicos (en Carrasco o, de a poco, en los propios barrios privados), complejos deportivos de colegios o clubes de élite (al norte de Camino Carrasco o Municipios aledaños de Canelones: Ciudad de la Costa, Nicolich, Barros Blancos) y espacios educativos de élite (por lo general ubicados en Carrasco Norte).

Una frase repetida en tono de burla de los padres a los hijos “de estos barrios” (privados), es “estos chicos no conocen Avenida Bolivia al Oeste”, indicando, no sólo el estrecho recorrido que hacen y conocen sus hijos, sino también que no tienen necesidad de circular por el centro y otros espacios de la ciudad, que es siempre recorrida -como es una característica de los habitantes este tipo de emprendimientos- en automóvil.


Entre los colegios de élite, parecen ser los más codiciados y de mayor exclusividad -según las entrevistas que hicimos a distintos docentes-, el Old Christian, el British, el Saint Patrick's y el Woodlands. Los dos primeros son de cultura más tradicionalista de la élite y los otros tienen una importante presencia de extranjeros.


Entonces, si uno quiere entender cómo se expresa la formación ideológica de parte de la élite, debería asumir -entre otras dimensiones- estas trayectorias por espacios homogéneos así como la forma de vinculación con los otros (diferentes) a través de la caridad o en el lugar del miedo.



Los actores de los barrios privados y las formas de intervención social en el entorno


Los barrios privados generan cambios territoriales en lo que hace al suelo, las formas de habitar y de vincularse con el Estado y el resto de la sociedad, pero también incorporan -como estudiamos y mencionamos- formas de intervención sobre el entorno.


En lo que respecta al relacionamiento entre barrios privados y el tejido social del entorno, en el caso uruguayo o más particularmente en al área noreste metropolitana de Montevideo, hay una preocupación por realizar acciones de asistencia social para evitar potenciales conflictos y sostener un hábitat contiguo pacífico e inmovilizado ante la desigualdad social evidente. Las estrategias ensayadas no se limitan a mecanismos coercitivos de control sino que implementan mecanismos empresariales (tipo responsabilidad social empresarial) y de asistencia social (en distintos formatos como fundaciones, rotaries, asociaciones) que actúan sobre distintos planos de la vida cotidiana de los sujetos populares próximos. Esta intervención parece tener efectos en las subjetividades colectivas, mayores a los previstos, que tienen que ver con la generación de una “subjetividad agradecida” y una dependencia desde los sectores populares hacia los dominantes, que debilita las capacidades autogestivas de los sujetos para la satisfacción de sus necesidades[10].


En cuanto a los sujetos populares, los pobladores parecen limitados y muestran hasta el momento cierta necesidad de ser traccionados por los movimientos sociales tradicionales del país (como lo son el sindical, el cooperativo y el estudiantil). Esta tracción no se ha dado, ya que no hay una agenda específica al respecto en estas organizaciones sociales. El tema parece alejado de las prioridades actuales de los mismos y, por lo mismo, de su accionar.



A modo de cierre


El área noreste metropolitana de Montevideo se extiende combinando conjuntos residenciales de lujo que tiene servicios exclusivos con sectores populares que mantienen esquemas de gran relegación sociourbana, lo que podríamos calificar de metropolización dual. Por ello resulta más significativa la ausencia de estudios para nuestro país, donde el fenómeno tiene más de dos décadas y parece estar en expansión, como demuestran las sesenta y una urbanizaciones cerradas relevadas en seis departamentos, al momento. Podríamos decir que los barrios privados en Uruguay son un silencioso producto neoliberal en expansión que acompaña la tendencia global, con la diferencia, respecto a otros países de la región, de que el fenómeno es invisibilizado para el pueblo y, por lo tanto, no está presente en sus luchas y prácticas emancipadoras, hasta el momento.


Más allá de los discursos y algunos elementos normativos, el estudio de caso sugiere que la discusión sobre la prohibición de los barrios privados en el conjunto de la región metropolitana y el país no existe en la agenda política, lo cual muestra una diferencia con algunas ciudades argentinas, como Rosario[11], donde, más allá de la poca disponibilidad de suelo actual, el gobierno municipal no permite construir nuevas urbanizaciones cerradas gracias a la acción de la organización social “Giros”.


En lo que respecta al Estado y su atención al problema de los barrios privados en Uruguay, el tratamiento poco claro, la falta de incorporación de la problemática a las políticas públicas y, en particular, la no efectivización de los instrumentos de ordenamiento territorial existentes, no contribuyen a que se dé la necesaria discusión pública sobre el fenómeno. Más allá del discurso gubernamental, según el cual se pretende ordenar lo heredado (barrios privados incluidos), pareciera que se impone el “dejar hacer, dejar pasar” del mercado, que se convierte en una regla que no le permite visibilizar, ni interpelar ni tomar partido, al conjunto de la ciudadanía.


Por otro lado, hay una retirada del Estado por dos puntas, por un lado por “arriba” donde se va construyendo una comunidad cerrada vinculada a una ciudadanía patrimonialista que prescinde del mismo Estado que comparte el resto de la sociedad; y por otro lado, por “abajo” porque funciones del Estado social se van “dejando” a la intervención de los agentes privados.


Los barrios privados no son cuestionados tampoco por los pobladores, en el caso que estudiamos, hecho que puede estar relacionado con una aceptación general de nuestras sociedades a enrejarse/encerrarse y forma parte de una práctica compartida, más allá de la clase social. La diferencia radicaría en que en los sectores dominantes estos barrios nacen y se conciben como un producto de cierre que alberga más cualidades que simplemente la de seguridad, y en el caso de los sectores populares, el cierre opera como mecanismo de “defensa” ante la eventual delincuencia. De todas formas, habría que investigar si no se está construyendo una subjetividad colectiva, una hegemonía, donde el cierre forma parte de una tendencia normal de esta época; una tendencia marcada por el miedo[12], que es funcional al mercado de la seguridad y las dinámicas de control que multiplican medios y tecnologías. Sin embargo, el control encuentra nuevas grietas[13] a partir de episodios de delincuencia o hasta la propia desconfianza sobre quienes cuidan en esos esquemas de cierre.


Por último, estos paisajes aceptados de opulencia conviviendo con pobreza configuran un nuevo indicio en la pérdida del debate sobre la desigualdad social y la justicia territorial. Es que la configuración espacial no afecta sólo el acceso diferencial a la vivienda y los servicios urbanos, sino que, como afirma Segura, determina las posibilidades “con relación a la educación, la salud y el trabajo, entre otras dimensiones de la vida social (…) [que] son claves en la (re) producción y profundización de la desigualdad social (…)”[14].


* El presente trabajo surge a partir de diversos trabajos personales (de maestría y doctorado) como colectivos del equipo de investigación interdisciplinario que integro en el marco del Programa Integral Metropolitano de la Universidad de la República.


**Marcelo Pérez Sánchez, es politólogo de la Universidad de la República (UdelaR), Magíster en Estudios Contemporáneos de América Latina (UdelaR) y actualmente doctorando en Estudios Urbanos (UNGS-Argentina). Es profesor adjunto del Programa Integral Metropolitano y la Facultad de Derecho de la UdelaR. Militante de ADUR, filial Oficinas Centrales y de FECOVI-Cooperativa Andamios.

[1] Usamos este nombre genéricamente, reconociendo que existen diversas formas de nombrarlos, como cerrados, fortificados, enrejados, countries, entre otras. A su vez, aunque no nos detengamos acá, hay diversas clasificaciones.

[2] Para profundizar ver nuestra tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, titulada: “Barrios privados y sectores populares en el cono sur: algunas formas de dominación territorial”, FCS- UdelaR, 2015.

[3] Svampa. M. (2001): “Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados”. Ed. Biblios, Buenos Aires.

[4] Sabatini, F.: Medición de la segregación residencial: reflexiones metodológicas desde la ciudad latinoamericana” en “Barrios cerrados en Santiago de Chile. Entre la exclusión y la integración residencial”, Comp. Sabatini y Cáceres. Lincoln Institute of Land Policy- Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2004.

[5] Libertun, N.: “Barrios cerrados como estrategia de desarrollo municipal”. Apuntes de investigación/ Tema central: Conourbano N.º 16/17, Junio 2010, Buenos Aires.

[6] Tomamos esta idea, de los trabajos de los geógrafos Patricia Pintos y Patricio Narodowsky, quien lo utilizan para señalar aquellas urbanizaciones cerradas que se instalan en áreas medioambientalmente frágiles. Por ejemplo, se instalan en humedales y dragan para favorecer el acceso marítimo dicha urbanización.

[7] Al respecto, sentencia Sarlo:“(…) el shopping se ha convertido en la plaza pública que corresponde a la escena moderna (…) La estética del shopping iguala no por el lado de los precios ni por el acceso a los objetos, sino por el lado de su disposición escenográfica. Es el paraíso del contacto directo con la mercancía. Por eso, el shopping es imaginariamente inclusivo, aunque los diversos niveles sean excluyentes”. Sarlo en Belatrâo & Gòes (2013) “Espaços fechados e cidades. Insegurança urbana e fragmentaçao socioespacial”. Ed. UNESP, San Pablo, pp. 265.

[8] Prevot-Schapira, M. Fragmentación espacial y social: conceptos y realidades. En Revista Perfiles Latinoamericanos, FLCS, México, Nº19, 2001, pp. 35.56.

[9] Boito, E., Espoz, B. (2014): “Urbanismo estratétigo y separación clasista. Instantáneas de la ciudad en conflicto”. Ed. Puño y letra, Rosario, pp. 53-54.

[10] Para ampliar ver: Mauricio Ceroni, Aline Da Fonseca, Alfredo Falero, Marcelo Pérez y Alicia Rodriguez titulado Dominaciön territorial de los barrios privados en el noreste metropolitano de Montevideo. En “Sujetos colectivos, Estado y capitalismo en Uruguay y América Latina: perspectivas críticas” coordinado por Yamandú Acosta, Alejandro Casas, Oscar Mañán, Alicia Rodríguez y Virginia Rossi. Ed. Trilce, Montevideo, 2015, pp. 191-204.

[11] Para ampliar información sobre la resolución del Concejo Municipal de Rosario de prohibir los barrios privados, ver: http://www.concejorosario.gov.ar/noticiaCompleta.do?noticia=00015oe /Consultado 14 de Noviembre de 2015.

[12] Kessler, G. (2009): “El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito”. Ed. Siglo XXI, Buenos Aires.

[13] Díaz, E. (2010): “Las grietas del control. Vida, vigilancia, caos”. Ed. Biblios, Buenos Aires.

[14] Seguro, R. Desigualdades socio-espaciales en ciudades latinoamericanas. En “Continuidades, rupturas y emergencias. Las desigualdades urbanas en América Latina”, Coord. Alejandro Sehtman & Elizabeth Zeneno. UNAM, México, 2015.

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