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Juan Geymonat*

Buscando a la burguesía nacional. Declive y permanencia


Imagen: El cambista y su mujer, Quentin Massys,1514.

Introducción


En los últimos 30 años, el país ha transitado grandes transformaciones en su estructura social y productiva. Sabemos relativamente suficiente en torno a cómo esas transformaciones han impactado en la clase trabajadora y en su morfología, pero poco sabemos de lo sucedido en la estructura de la clase dominante.


En un artículo, publicado meses atrás por este portal, Martín Buxedas[if !supportFootnotes][1][endif] hacía referencia a esta carencia. Como bien mencionaba, los últimos trabajos al respecto abarcan el período de finales de los 80[if !supportFootnotes][2][endif]. De allí hasta entonces se han sucedido una serie de transformaciones importantes cuyo impacto sobre la estructura de la clase dominante no es para nada despreciable.


En lo que sigue de este artículo me concentraré en colocar una serie de hipótesis de trabajo sobre estas transformaciones y sus impactos en el poder económico en Uruguay. La tesis que me interesa colocar es la pérdida de control del gran capital nacional sobre parte importante del proceso económico y su desplazamiento parcial por el capital transnacional. Este proceso se ha consagrado a partir de distintos mecanismos que interesa destacar.



Precisando conceptos


El capital puede entenderse en términos simples como el dinero invertido en una actividad para producir más dinero, para producir una ganancia. Al sujeto que comanda este proceso se le denomina capitalista. Definido de esta forma, el capital presenta una gran heterogeneidad. Pueden existir capitalistas muy pequeños, por ejemplo productores rurales familiares o pequeños comercios o talleres industriales, o capitalistas muy grandes. Estos últimos caracterizados por concentrar bajo un mismo mando una masa importante de medios de producción y de trabajo asalariado.


En la economía uruguaya la mayor parte de empresas se corresponde con el pequeño y mediano capital. Incluso con formas de este pequeño capital que suelen ser bastante difusas, más semejantes a trabajadores cuentapropistas que a capitalistas propiamente dichos. No obstante el cuantioso número de empresas que corresponden al pequeño capital, no se corresponde con su incidencia en el conjunto de la economía. Así, si bien el 62% de los productores rurales pueden clasificarse como productores familiares, los mismos ocupan menos de un 15% del total de la superficie explotada en el país. En el caso de la industria por ejemplo, cerca de 95% de las empresas explican menos de un 20% de las ventas totales del sector. Lo mismo seguramente sucede con el comercio y otro tipo de servicios.

De esta forma, el capital como conjunto presenta fracciones diferenciadas tanto por su participación en el mercado, como por su desempeño y poder de captación de ganancias. A efectos de este trabajo nos interesa lo que sucede con el gran capital.


Precisado esto es necesario hacer otro comentario preliminar. No debemos confundir una empresa con un capital. Una empresa es una entidad jurídica, bajo la cual se comanda un proceso determinado de valorización de capital. Sin embargo, en muchos casos el capital como tal comprende varias empresas. Esta parece ser la tónica del gran capital nacional: el control de un conjunto de empresas que operan de forma más o menos coordinadas sobre una estrategia y mando común. Esta forma de estructura del gran capital se conoce como grupos económicos y es un fenómeno típico de varias economías periféricas. Cuando el elemento que dota de unidad al grupo es la pertenencia a una familia, podríamos utilizar el término oligarquía.



La oligarquía


Si bien este término puede sonar sesentista, anticuado y parte de una jerga en desuso, aplicado a nuestra realidad nacional -y a la de muchos otros países- es, en realidad, un término de precisión científica meridiana. Las revisiones empíricas sobre el gran capital nacional así lo atestiguan. Tanto en los trabajos de Vivian Trías para fines de los 50, como en los de Stolovich 30 años después, puede apreciarse como la estructura dominante del gran capital nacional era a través de grupos familiares que controlaban una cartera diversificada de empresas, manteniendo intereses en diversos rubros productivos, y estableciendo alianzas para negocios puntuales (muchas de ellas selladas incluso por la unión matrimonial[if !supportFootnotes][3][endif]). De allí que tampoco fuera un término erróneo el de “la rosca”. La oligarquía nacional, el puñado de familias que dominaban la economía uruguaya, entrelazaba intereses, tanto entre sí como con el capital extranjero, y con el poder político.


¿Ha perecido esta estructura oligárquica del gran capital? No hay ninguna razón para creerlo. No existe un desarrollo del mercado bursátil que lleve a pensar que la propiedad del capital de las empresas pase a ser un aspecto secundario, como podría serlo en las grandes corporaciones. En este tipo de grandes empresas un grupo gerencial ejerce el control efectivo de un conjunto de capitales parciales, difuminados en un enorme paquete accionario. Los propietarios de las acciones se parecen más a rentistas que a capitalistas productivos, y el verdadero poder radica en lo cuadros dirigentes de la empresa. En Uruguay, por el contrario, el control y la propiedad parecen ser términos aún no diferenciados.


Por otra parte es conocido que en varios sectores de la economía los grupos familiares continúan desempeñándose. Entre varios ejemplos posibles podemos sugerir los siguientes. La presencia del grupo Fernández recientemente famoso por el quiebre de FRIPUR. Los Fernández poseen en propiedad, además de la pesquera, la productora de contenedores FRIMARAL, y un parque eólico abastecedor de la empresa estatal UTE, entre otros negocios. A su vez, los vínculos familiares prometen expansión en los negocios mediante el matrimonio Fernández (hijo)- Manhard. Esta última, hija del empresario textil Enrique Manhard propietario de Chic Parissien, la Casa de las Telas, Medierías Si- Si e Indian Outlet. Otro ejemplo puede encontrarse en torno a algunos medios de comunicación como el canal 12, empresa con participación del grupo Cardoso- Pombo que a su vez dirige la cadena de supermercados Disco-Devoto-Geant y el semanario Búsqueda. Un tercer ejemplo podría ser el grupo Otegui con presencia en empresas de cría y genética ganadera, laneras, accionistas minoritarios de la planta de UPM y dueños de Forestal Oriental.

Estos casos parciales ilustran sobre la vigencia de los grupos económicos familiares como forma de estructuración del gran capital en la economía uruguaya.



La acumulación de capital y el proceso uruguayo


La competencia entre empresas en un entorno capitalista, trae como consecuencia necesaria el incentivo a la inversión y la innovación permanente. Quién no está dispuesto a esto, difícilmente pueda sobrevivir en un mundo regido por la productividad. Este aspecto trae consigo el hecho de que el desarrollo de la producción en una rama durante un período, tiende a exigir una inversión creciente de capital. Esto tiene como correlato, la eliminación tendencial de los capitales más ineficientes (aquellos que producen por debajo de la productividad media) por un lado; y la exigencia de grandes inversiones para ingresar a competir por otro. El mítico personaje que, surgido de la pobreza y a partir de un ahorro individual, logra convertirse en un gran empresario pasa a ser ya parte de una fábula. El capital tiende a concentrarse y a centralizarse.


Claramente, estas tendencias pueden verse contrarrestadas por otros fenómenos. Entre ellos la segmentación del mercado y el avance de la división del trabajo que parceliza en algunos sectores la producción, habilitando la puerta de entrada a capitales pequeños o medianos; o sectores donde la escala productiva no necesariamente sea un sinónimo de mayor productividad.


Otro factor contrarrestante a nivel de una economía nacional puede ser la protección a determinada actividad. Este es un aspecto que sin duda ha operado en la economía uruguaya. La protección de determinados monopolios u oligopolios ante la competencia con productos provenientes del exterior, operó en gran medida como un freno al incremento de la productividad y un tope para la concentración de capital.


Ante un período de apertura económica, iniciado a partir de la dictadura y consolidado durante la década de los noventa, muchos capitales nacionales que se habían desarrollado y crecido a la sombra del proteccionismo se vieron expuestos a la competencia capitalista con productos y capitales foráneos. El desarrollo de una política económica aperturista fue un denominador común en América Latina, al menos desde los 80. Esto trajo aparejado entre otras cosas, un fenómeno importante de desindustrialización de las economías, una reprimarización de las mismas y el entierro definitivo del modelo de industrialización sustitutivo de importaciones. Tras la apertura, algunas grandes empresas latinoamericanas lograron competir en el escenario mundial. Muchas incluso se transformaron en empresas trasnacionales como la mexicanas Bimbo, Cemex, o las brasileras Petrobras y Gerdau, entre otras.



El repliegue


En el caso uruguayo, el período aperturista parece haber configurado un escenario de repliegue de los grupos nacionales respecto a ciertas posiciones estratégicas que mantenían en algunos sectores. Es necesario aclarar las características de este repliegue para no malentender sus características y las conclusiones políticas que de allí puedan extraerse.


Existe suficiente evidencia empírica para sostener la pérdida de participación de los grupos nacionales en el control del gran capital de algunos sectores de actividad. Entre ellos, la pérdida de la participación en la banca, que desde inicios del siglo corriente se compone de capitales extranjeros y estatales. En el caso de la producción agropecuaria, un fenómeno importante constatado desde inicios de siglo es el fuerte crecimiento del agronegocio frente a la tradicional estancia familiar. La participación de grupos extranjeros con grandes concentraciones de tierra ha llevado que al menos un 10% de la superficie explotable del país se encuentre en manos de grandes grupos inversores transnacionales. Históricamente la presencia extranjera en el agro uruguayo es un fenómeno difícil de interpretar, en medida que una parte importante de estos extranjeros lo son en términos de lugar de nacimiento, pero no necesariamente en términos económicos. Muchos de ellos son brasileros o argentinos que residen en la economía nacional. Si bien el 10% mencionado no equidista mucho del nivel de extranjerización histórico (7% a fines de los 80 según Stolovich), los datos deben interpretarse a la luz de lo ante dicho. Así, mientras el 7% de extranjerización a fines de los 80 podría estar sobre estimado en términos de extranjerización económica real, el 10% al que aludimos es una estimación que subestima el fenómeno[if !supportFootnotes][4][endif]. Téngase en cuenta que una de las principales transformaciones en el agro durante las últimas décadas ha sido la consolidación de una forma de tenencia de la tierra vinculada a sociedades anónimas, cuya propiedad final es difícil de conocer y que en gran medida puede ser extranjera. Este tipo de tenencia de la tierra comprende a un 43% de la superficie explotada.


Por último, existen datos sobre la industria que permiten comparar lo sucedido a fines de los 80 con la actualidad. Si tomamos sólo las grandes empresas industriales (120 empresas en total) obtenemos que el 44% de las mismas corresponde a empresas extranjeras o de mayoría extranjera en el capital accionario. Esas 43 empresas extranjeras explican más del 50% del valor agregado y las ventas de toda la industria manufacturera uruguaya (más de 14.000 empresas en total). A fines de los 80 según el trabajo de Stolovich, las empresas extranjeras explicaban apenas el 20% del valor agregado en el sector, y dentro de las 100 empresas más grandes la extranjerización era de un 30%.


Asimismo, estas 43 grandes empresas extranjeras obtuvieron el 61% de las ganancias totales de toda la industria en 2010, a pesar de haber empleado sólo al 16% del contingente obrero industrial.


El origen de la inversión extranjera también es otra novedad. Mientras la inversión extranjera directa proveniente de países europeos tiende a mantenerse, la inversión norteamericana tiende a disminuir y la proveniente de países de la región tiende a crecer. Esto se relaciona con la expansión de las empresas translatinas mencionadas en el apartado anterior y que puede apreciarse en la inversión brasilera sobre el complejo cárnico (grupo Marfrig entre otros) y el complejo arrocero (Camil alimentos entre otras), en la presencia de capitales mexicanos en la industria panificadora (grupo Bimbo), y la inversión en tierras por parte de empresas argentinas, entre varios posible ejemplos.



¿Dónde han ido a parar?


Durante este trabajo hemos intentado aventurar la idea de que el peso de los grupos económicos nacionales en el conjunto de la economía así como sus posiciones estratégicas han disminuido. No obstante, no hemos sentenciado su muerte ni mucho menos.


Las condiciones estructurales que propiciaron el repliegue de los grupos familiares nacionales, pueden haberse sumado, en casos puntuales, a fenómenos devenidos del propio carácter familiar de aquellos. Mientras la tendencia del capital es a la concentración y centralización a medida que evolucionan los negocios, la propiedad familiar es una fuerza que actúa en sentido contrario. A medida que los grandes propietarios mueren, las herencias deben dividirse. Este aspecto plantea problemas en la continuidad de los negocios sobre todo en la tercer generación. Varios grupos económicos familiares del Uruguay se encontraron en esta condición durante los 90 y principios del 2000. Si bien este aspecto no es decisivo, acompaña y profundiza una tendencia general y puede sumarse como hipótesis respecto a los mecanismos que profundizaron el declive de algunos grupos nacionales.


¿Qué ha sucedido con los integrantes de estos grupos en declive? Una posible hipótesis es que muchos de estos grupos u herederos de los mismos, se hayan transformado en capitalistas rentistas. Esto es, que sobre la base de las fortunas construidas, hayan desplazado su estrategia de valorización de capital desde el control de esferas productivas a actividades de tipo financieras o inmobiliarias, incluso en el exterior del país. Por otro lado es de esperar que muchos miembros de los grupos familiares nacionales se hayan incorporado como cuadros técnico- gerenciales en distintas empresas[if !supportFootnotes][5][endif].


Otro elemento a considerar es que el repliegue de antiguos grupos nacionales, haya sido acompañado por nuevos ascensos. Sobre todo en algunos sectores de rápida expansión durante la última década del siglo pasado y la actualidad.


El nivel de oscuridad que existe en torno al control de la riqueza en Uruguay, el bajo perfil de exposición pública del empresariado, y el escaso interés académico por el tema, han hecho que carezcamos de una lectura clara de la estructura de nuestra clase dominante. Menuda carencia.

*Trabajador social, docente del Servicio Central de Extensión de la Udelar y militante de ADUR.

[if !supportFootnotes]

[if !supportFootnotes][1][endif] Ver http://www.hemisferioizquierdo.uy/articulos/page/5

[if !supportFootnotes][2][endif] Los trabajos más completos sobre el poder económico son los de Trías para fines de los 50 (TRÍAS, VIVIAN (1961) Reforma agraria en el Uruguay. Ediciones El Sol. Montevideo), Stolovich et. al. (STOLOVICH, LUIS; RODRÍGUEZ, JUAN MANUEL; BÉRTOLA, LUIS. (1987) El poder económico en el Uruguay actual. Centro Uruguay Independiente. Montevideo) y Jacob para el período 1915-1945 (JACOB, RAÚL (1991). Las otras dinastías. 1915-1945. Edición Proyección. Montevideo; y JACOB, RAÚL (2000): La quimera y el oro. Editorial Arpoador. Montevideo)

[if !supportFootnotes][3][endif] Un caso emblemático fue el de la gran empresa pesquera Astra, propiedad de un matrimonio conformado por un Strauch y una Aznarez, miembros de los principales grupos nacionales de fines de los 80.

[if !supportFootnotes][4][endif] Los datos sobre extranjerización presentados, son una elaboración de Areosa, Narbondo y Oyhantcabal en base a información secundaria. Los autores de este estudio concuerdan con que las cifras presentadas subestiman el fenómeno real.

[if !supportFootnotes][5] Un caso que ilustra en esta dirección es la reciente incorporación al staff gerencial de Marfrig del antiguo propietario del frigorífico Tacuarembó.

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