HI: En una mirada de largo plazo ¿cuál han sido los principales vínculos y tensiones entre el mundo agrario y la cuestión ambiental en Uruguay? ¿Podemos decir que se trata de un tema relativamente "nuevo" en la agenda social y política?
Javier Taks (JT): En cuanto a una definición de la cuestión ambiental restringida a los problemas de degradación y contaminación de la naturaleza externa, el tema es relativamente nuevo (20 años) en cuanto a la evidencia de los impactos negativos de la agricultura y la forestación, especialmente en su manifestación de degradación de los cursos de agua superficiales. En 1994, el Informe Nacional Ambiental, a mi criterio el primer y más importante esfuerzo por un diagnóstico del estado del ambiente en el país, se menciona sobre la situación de los cuerpos de agua superficiales del país que en las zonas de producción pecuaria, no se encontraban problemas de contaminación por la cría de ganado, pero alertaba que en “aquellos [cursos de agua superficiales] vinculados a las áreas de producción agrícola según tipo e intensidad de uso, presentan síntomas de modificaciones en sus comportamientos biológicos, presumiblemente por la incidencia de agroquímicos (fertilizantes y plaguicidas)” (OEA, 1994: 81). Lo que ha sucedido es la expansión y profundización de esta incidencia negativa de la agricultura extensiva e intensificada, así como de la cría a corral del ganado.
Ahora bien, si tomamos una definición más amplia de la cuestión ambiental e integramos la cuestión social en la caracterización de la crisis socio-ambiental, los problemas de desorden territorial “rurbano”, migraciones internas no voluntarias, precariedad laboral y necesidades básicas insatisfechas, entre otros, entonces la insustentabilidad del mundo agrario no es nueva, sino de larga data. Pero está claro que la dimensión ecológica del desarrollo agrario se ha vuelto más visible y los efectos negativos cuentan con evidencia empírica, que ha movilizado a distintos grupos sociales en su denuncia y al poder público a tener que actuar con mayor premura que hace dos décadas.
HI: Es indudable que el tema ambiental integra la agenda académica, social y política del Uruguay contemporáneo. En este marco ¿cuáles son a tu juicio los principales usos y sentidos de "lo ambiental" en la actualidad?
JT: Lo ambiental es parte del idioma que usa el gobierno para fundamentar proyectos de transformación económica y territorial: la política energética, la construcción de la desulfurizadora en Ancap, el proyecto de nueva ley de riego, la política de adaptación al cambio climático, o la protección del monte nativo, entre otros.
La oposición político-partidaria de centro-derecha, ha encontrado coyunturalmente en el idioma ambiental un instrumento para dejar en evidencia la imposibilidad de la izquierda en resolver las tensiones entre crecimiento económico primarizado y conservación de ecosistemas y paisajes. Aunque su planteo es fragmentario y por proyectos puntuales (proyecto Aratirí; las rutas y su pésimo estado por transporte de rolos de madera, etc.).
Desde algunos sectores de la sociedad civil, muchas veces con militantes partidarios de la izquierda no frenteamplista, el sentido de lo ambiental apunta a dejar en evidencia las limitaciones del desarrollo capitalista dependiente del país, con la crítica al “neo extractivismo”, al “neo desarrollismo”, la primarización de la economía, etc.
También lo ambiental es usado por grupos sociales, de extracción burguesa y pequeño burguesa para justificar cambios en hábitos de consumo, estilos de vida. Diría Bourdieu, lo ambiental como rasgo diferencial de clase. Incluso dentro de las clases económicamente dominantes, el pensamiento ambientalista moderado es diferenciador con sus pares más ortodoxos y negligentes con relación a la contaminación y la degradación ecológica.
Para el movimiento sindical lo ambiental es una dimensión a considerar a mediano plazo, subordinada a las necesidades laborales del presente. A pesar de que algunos sindicatos no dejan de colocar el tema en agenda en cada congreso o instancia de debate general, en alianza con grupos sociales anticapitalistas minoritarios.
Finalmente, los medios de comunicación encuentran en lo ambiental por un lado un enorme campo para la producción audiovisual. Canales enteros dedicados a ello. Por otro, un tema crecientemente sensible en la población que es tratado en tonos de catástrofe aumenta la percepción de riesgo proveniente del exterior a su condición de consumidores.
En resumen, el ambientalismo se ha convertido un componente integral de nuestro sentido común. En los 70s el sociólogo O’Riordan decía que el discurso y la acción ambientalistas se generalizarían cuando cambiaran las condiciones económicas (mejoría de los ingresos) y los impactos negativos de la producción se volvieran más evidentes (degradación/contaminación). Creo que esa combinación, aunado a la circulación de un ambientalismo moderado y catastrofista a nivel internacional, motivan esta re-incrustación de lo ambiental en la política y en la ciudadanía.
HI: En la izquierda la cuestión ambiental suele tensionar aquellos objetivos más ligados al desarrollo de las fuerzas productivas, de lo cual la última década da sobrados ejemplos. En perspectiva socialista o pos-capitalista ¿cuáles te parecen son los principales desafíos para articular de forma virtuosa la agenda socialista con la cuestión ambiental?
JT: La tensión en la izquierda es sobre todo centrada con una definición técnica de fuerzas productivas: crecimiento del capital fijo. Pero las fuerzas productivas tienen componentes vinculados a las habilidades humanas, y una relación menos rapaz con la naturaleza externa y con la naturaleza interna de las personas, es parte sustancial del desarrollo de las fuerzas productivas.
En perspectiva socialista o post-capitalista, los principales desafíos pasan por rever las formas de propiedad, intentando marginar crecientemente la propiedad privada de los medios de reproducción y producción, que significa una traba hacia la toma de decisiones más democráticas sobre cómo transformar el entorno de acuerdo a nuevas necesidades. Ninguna de las formas de propiedad hasta ahora conocidas será la idónea, pero está claro que la propiedad privada es un obstáculo para la sustentabilidad. También habrá que discutir la “suficiencia” en nuestras necesidades de consumo y producción (especialmente en el uso de energías extra-somáticas). Creo que además la izquierda tendrá que criticar el concepto de estado-nación, pues la cuestión ambiental nos obliga a imaginar un alter-trasnacionalismo, porque hasta ahora la mejoría en la relación sociedad-naturaleza en un lugar, ha significado un deterioro en otro. Hay que motivar un nuevo tipo de responsabilidad.
* Antropólogo. Docente de la UdelaR en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y en la Facultad de Ciencias Sociales. Miembro de la Red Temática de Medio Ambiente-Udelar. Desde 2013 coordina la Cátedra Unesco Agua y Cultura.