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  • Héctor Altamirano*

El Estado responde ante la crisis: tolerancia cero y criminalización de la pobreza


Imagen: BLU

El discurso y el imaginario social instalado sobre la inseguridad en el Uruguay y en el mundo responden a la perfección para la perpetuación del orden establecido en el capitalismo global(1). Una de las características de dicho capitalismo es la de no necesitar a millones de seres humanos; de hecho los descarta y condena a sobrevivir de manera inhumana. En estos millones de personas podríamos ubicar a los jóvenes que se los ha denominado como ni-ni(2).

Podemos decir entonces que millones de seres humanos cumplen con las características para convertirse en este fantasma. Luego de construido este personaje se lo puede colocar en el lugar de culpable-responsable-victimario de (casi) todos los problemas que existen en la sociedad: inseguridad-narcotráfico-violencia (siempre pensando en el discurso conservador).

A lo antes mencionado habría que sumar un detalle que no consideramos menor, el mismo discurso conservador plantea que la educación y especialmente la educación secundaria es responsable de no mantener, de no retener les gusta decir a las autoridades, a éstos jóvenes (identificados desde el Estado como potencialmente peligrosos) en el sistema educativo.

Si leemos los conflictos que existen en el campo de la educación, no es difícil darse cuenta que además de diferencias respecto al presupuesto (para aumentar los magros salarios docentes y mejorar la infraestructura) existen diferencias respecto al para qué y en qué condiciones concurren los jóvenes a los centros de estudios. En esta línea una y otra vez las autoridades y los que apoyan al gobierno de una u otra manera, los partidos mayoritarios de oposición y las cámaras empresariales, cargan la responsabilidad en los docentes, pues se aduce que no están preparados para recibir a poblaciones con características que, según este discurso, no son las tradicionales que recibía secundaria o que la propuesta no se condice con los nuevos tiempos o que el saber que brinda es enciclopédico, etc.

Pero a su vez dentro de los docentes existen algunos que son considerados públicamente como más responsables ante esta situación: son aquéllos que siguen creyendo que actuar en colectivo aun tiene sentido, y por tanto no sólo se afilian a un sindicato, sino que discuten y respetan las decisiones tomadas por dicho colectivo.

Como puede apreciarse el discurso que gira en torno al fantasma de los jóvenes ni-ni rinde mucho como fuerza material concreta. Es posible buscar e indagar cómo se construyó y se sigue construyendo este discurso (recordemos la propuesta publicitada por Manini Ríos y que cuenta en el apoyo del Ministro de Defensa), podemos oponernos por considerarlo estigmatizante y negativo para la convivencia social y para quiénes reciben este mote. Sin embargo este discurso se volvió tan real que es muy difícil de obviarlo. Y como afirmamos antes, cuando una idea o creencia se instala en la sociedad se vuelve una fuerza material muy efectiva.

El miedo que circula en la sociedad es una influencia paralizante para muchos seres humanos. Y para aumentar la complejidad en esta problemática, debemos decir que es en los barrios populares donde se vive y se siente más la inseguridad.

Recientemente se presentó el informe “Adolescentes, jóvenes y violencia policial en Montevideo”, que comprueba datos que son evidentes para quienes caminan y observan atentamente lo que pasa en los barrios mencionados. De esta manera se busca apaciguar los miedos desarrollados en el imaginario social. Se detiene a los jóvenes que sospechamos serían los ni-ni: jóvenes con gorro de visera, deportivos y que viajan en moto. Se los detiene por porte de rostro, dice el informe. Y esta es otra forma de inseguridad y justamente se invierten los roles: los supuestamente victimarios son víctimas del Estado policíaco. De esta forma los jóvenes pobres son controlados y violentados en sus derechos de manera brutal por el Estado.

¿Y por qué nos asombra que el aparato represivo del Estado busque justificar su existencia (y su abultado presupuesto) identificando a un enemigo en los sectores pobres? ¿El Estado actual no responde a las clases dominantes?

Quizá una respuesta a esta pregunta pueda estar relacionada a que socialmente se tiene la idea de que el Frente Amplio es una coalición política de izquierda (así se presentaron los presidenciables de esta fuerza política en las elecciones internas de dicha coalición). Entonces no se entiende cómo ha sido posible que se hayan desarrollado las mismas políticas represivas que cualquier otro partido que estuvo antes en el gobierno. Así lo expresa Tomasini: “el Frente Amplio siguió una agenda de derecha, conservadora. Usa las mismas herramientas y mecanismos punitivos que otrora criticaba. La fuerza política no quiso construir una política de derechos. La política de Estado ha tenido un giro punitivo: en 2005 el FA presentó su política de seguridad junto a Zaffaroni; ahora traen a expertos en mano dura y tolerancia cero más cercanos al ex alcalde neyorquino R. Giuliani. El gobierno no quiere dar lugar a socializar un poco las decisiones en materia de seguridad” (Brecha, 8-7-2016, 34).

Otra respuesta puede estar relacionada al abandono del marco analítico marxista, cuyas categorías pretenden superar la mera descripción de los problemas sociales que hoy se viven. Seguramente este abandono explique porqué en nuestro país hay más gente que piense-crea que los pobres son pobres por no esforzarse para superar su situación(3). Y esto sucede pues para la izquierda gobernante y para aquellos que la apoyan, discutir con categorías marxistas es un tabú o significa estar fuera de época. Quizá sea por este motivo que el FA desarrolló la misma política de seguridad conservadora como las que aplicaron anteriores gobiernos. Y lo más preocupante es que el brazo derecho del Estado está más fuerte que nunca luego de 10 años de gobiernos frenteamplistas y la sensación de inseguridad no afloja(4).

Es sabido que este brazo no reprime solamente a los jóvenes pobres. Sin ir más lejos el año pasado quedó evidenciado en el desalojo del Codicen que también hay represión para aquellos que se organicen para luchar por causas justas. Este engorde de las fuerzas policiales ¿impulsa un proyecto social emancipatorio o reafirma un proyecto social conservador?

El ejemplo de la “tolerancia cero” goza de buenos adeptos en nuestro país. Y debemos tener presente que el Ministerio del Interior incrementó su presupuesto con respecto al anterior: más armamento, más personal, más tecnología. En el año 2016 con una crisis económica evidente se hace descarnada la política represiva del gobierno, quien lejos de buscar cambios de fondo repite (también en este aspecto) viejas recetas.

De esta manera la receta del ex alcalde de Nueva York pervive en nuestras tierras (incluidas las fuerzas especializadas de choque y el hostigamiento a los jóvenes pobres). En dicha ciudad existía una “brigada de choque que [constituía] la punta de lanza de la política de “tolerancia cero”. Esta brigada efectuaba arrestos “por portación de cara” y violaba “sistemáticamente los derechos constitucionales de aquéllos que son sus objetivos […].por una mera sospecha basada en la ropa, el aspecto, el comportamiento y el color de piel” (Wacquant, Cárceles de la miseria: 37).

Para finalizar nos gustaría narrar una breve anécdota que viene al caso. En una línea de ómnibus que recorre zonas hoy llamadas “vulnerables” (eufemismo de pobre) de la ciudad de Montevideo, se publicita en grandes pantallas viajes para quinceañeras a la maravillosa y encantadora ciudad de Nueva York (justamente en donde se inició la política de “tolerancia cero”). Se puede apreciar en esa pantalla que hipnotiza a todos los pasajeros: como bailan diversos grupos de jóvenes, entre risas y abrazos; también se puede observar a otros jóvenes disfrutando en el agua en grandes piscinas, en toboganes que parecen llegar hasta el cielo. La risa es una constante en las publicidades, pero en ésta da la sensación que es el doble que en otras, por la cantidad y la intensidad de las mismas. Esas imágenes nos mostraban la felicidad y el goce absoluto: jóvenes de quince años viajando por la meca del capitalismo global. Pero (siempre encontramos un pero), antes de descender del ómnibus subió una joven muy humilde (y muy desabrigada para los fríos que están haciendo) de no más de 15 años. No subió sola, llevaba en su pecho a su pequeño hijo. A ésta joven no le tocó (y nunca le tocará seguramente) el viaje a Nueva York. No tendrá las posibilidades de esas jóvenes que aparecían en las imágenes riéndose, jugando y bailando. Su vida será otra, muy distinta.

Seguramente estas situaciones cambien cuando se haga carne en los miles que sufren día a día las injusticias de este sistema una consigna que apareció no hace mucho en las paredes de Montevideo: “para los pobres, todos los tiempos son de lucha”.

Referencias:

(1) Pilar Calveiro en Violencias de Estado (2012), analiza cómo se controla el mundo global a través de la guerra al terrorismo y al crimen organizado. Y demuestra que los Estados son los que violan sistemáticamente los derechos humanos de las poblaciones pobres e indefensas.

(2) Loic Wacquant (2013) en su obra “Los condenados de la ciudad” realiza una puesta a punto de los sectores sociales que quedan al margen de la sociedad y deben sobrevivir en ella luego de que el Estado de bienestar desapareciera. Afirma que “parecería que la ciudadanía no es un estatus adquirido u otorgado a todos y de una vez y para siempre sino un “proceso instituido”, conflictivo y desigual cuya conquista requiere una lucha y una vigilancia que deben renovarse permanentemente” (Wacquant, 2013: 56).

(3) Al ser hegemónica esta idea sobre la responsabilidad de cada uno para superarse desaparece el principio estructurador del marxismo, que es la lucha de clases. Además se desvalorizan las acciones colectivas, la toma de decisiones grupales, la solidaridad con los iguales, etc. Por otro lado se estimula el sometimiento a la autoridad, la el no involucramiento en la cosa pública, el competir en cualquier circunstancia, etc.

(4) Mientras sigamos en este orden social capitalista la inseguridad continuará acrecentándose pues lo que la fomenta es “la dinámica del capitalismo global” que busca acrecentar el capital de cualquier forma. Y para ello es capaz de inundar al mundo con mercancías que destruyen a los seres humanos: el armamento. Pero no le alcanza con eso, entonces destroza la naturaleza también: sojización de regiones enteras, plantas de celulosas, represas hidroeléctricas en el medio de grandes ríos, etc.

Docente de Historia (IPA). Cursa Maestría en Ciencias Humanas, Opción Estudios Latinoamericanos, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Integra el Grupo de Estudios en Políticas y Prácticas Educativas. Es integrante de la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria de Montevideo.

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