Foto: Escena del film 'I compagni' de Mario Monicelli (1963)
Reseña del libro “Cultura Obrera en el interior del Uruguay. Salto, Paysandú y Rocha (1918-1925)” de Pascual Muñoz (Lupita Ediciones, 2015)
“En Historia hay que aguzar mucho el oído para percibir la voz de los humildes, ellos no dejan casi testimonios escritos pues hasta en eso los sectores privilegiados lo son, en su presente y en su capacidad de modelar la imagen que la posteridad tendrá del pasado”
José Pedro Barrán, “La Independencia y el miedo a la revolución social en 1825”,
en Revista de la Biblioteca Nacional, N° 24, 1986.
En una entrevista realizada por dos historiadores a otro historiador(1), le preguntaron al entrevistado por sus influencias y Barrán contestó entre otras cosas: “(...) Yo nunca fui marxista, no me agrada esa filosofía (...) rechazaba la primacía explicativa de los factores económicos, pero creíamos que detrás de lo político había otros trasfondos: que el prisma de lo económico y social no podía ser esquivado (...) y creo que detrás de lo puramente económico existe lo social y cultural. En realidad, lo que no existe en la realidad es lo económico puro o lo político incontaminado; no se deben confundir las necesidades de todo discurso explicativo con lo real”.
Coherencia en la complejidad. Praxis en funcionamiento. Hasta aquí las coincidencias entre la cita y la obra que induce la presente reseña.
El trabajo de Pascual Muñoz (seudónimo) fue publicado en papel en mayo de 2015 y su descarga está disponible en internet(2). Quien se adentre en sus páginas podrá asomarse a un campo del conocimiento histórico muy visitado, el de las luchas obreras de principios del siglo pasado, momento en el que el predominio del anarquismo era indudable en diversas regiones del mundo, pero con un recorte muy inusual en la historiografía vernácula: el del espacio interior.
Las construcciones de los relatos del pasado uruguayo han estado hegemonizadas por la mirada capitalina, especialmente en los estudios centrados en el Uruguay del siglo XX. Parecería que los procesos políticos y sociales, entre otros, acaecidos fuera de Montevideo fueran un subproducto secundario al cual no se justificaría dedicarle la energía necesaria para una investigación fecunda. O peor aún, que todos los procesos históricos del territorio uruguayo o la región, por mencionar algunos, no merecen ser analizados descentrándose de la capital, mirándolos desde otro(s) lugar(es).
Aunque no contenga una justificación explícita,“Cultura Obrera en el interior del Uruguay” pone en entredicho esta línea argumentativa dominante aunque no exclusiva en la historiografía nacional. Lo hace, además, partiendo de una visión del “interior” del país diversa, lejos de la construcción arquetípica y prejuiciosa del singular. Tal vez no exista una justificación explícita porque, intuyo aventuradamente, no aparecen evidencias en la obra de que se esté haciendo un aporte a la Historia Nacional (así, con mayúsculas).
Es un libro de historia, no es un libro de Historia
Quede establecido de antemano que estas tres características que señalaré no constituyen un demérito para la obra reseñada. Más bien, deberían ser subrayadas, en opinión de quien escribe estas líneas, como una nota original y una incitación a acometer su lectura.
Lo del subtítulo, por tres razones. Primero, la Historia con mayúscula la escribieron los “ganadores” y este libro, está clarísimo incluso antes de hojear sus páginas, es sobre los que “perdieron”. La ilustración de portada, por ejemplo, es una muestra de esto: una congregación de obreros conmemorando el 1° de mayo en una plaza de una ciudad al norte del país. Los relatos contenidos allí están al margen del margen, lejos de la capital y lejos de las élites dominantes.
Segundo, a la Academia le preocupó siempre -¿lo sigue haciendo en parte, no?- favorecer en particular las presentaciones iconolatras, con sus referencias bibliográficas de autoridades en la materia, normas APA y sus secuaces. Si bien existe una mínima estructura metodológica y referencias claras a fuentes primarias y secundarias, el perfil libertario e iconoclasta se traslada desde la temática a la estructura del trabajo y el resultado es un texto que no llega a ser todo lo metodológicamente exhaustivo que una investigación histórica profesional requiere, pero atrapa y transporta al pasado.
Y en tercer lugar, más que apoyarse en un conjunto de documentos escritos para comprender e ilustrar un momento histórico, el autor parece usar la coyuntura de los años 1918-1925 para iluminar una serie de repositorios documentales que hasta ahora no habían sido utilizados protagónicamente en las investigaciones históricas sobre el período. El espacio que ocupan las conclusiones sobre el contexto histórico y la exposición del material de archivo respectivamente dan cuenta de esto.
Concluyendo, este relato proviene desde afuera, abajo y bien a la izquierda. Reivindica el protagonismo de un sujeto histórico en peligro de extinción en nuestros días: el de los movimientos populares con vocación y acción revolucionaria. Y para sustentar la exposición, aporta abundante material de archivo de las principales manifestaciones culturales de este movimiento obrero predominantemente libertario.
Estos rasgos dotan al texto de un razonable atractivo. Lo alejan de esferas intelectualoides acartonadas en metodologisismos (perdón por los repetidos neologismos), donde avanzar en las páginas es todo un esfuerzo para el lector. El tema central del libro de Pascual Muñoz es asimismo apasionante para quienes aún mantienen viva la memoria y la acción del anarquismo, para quienes sienten las injusticias de cualquier parte del mundo como propias, para quienes saben que nada se puede esperar sino de nosotros mismos y para un -por suerte- largo etcétera.
“Cultura Obrera en el interior del Uruguay (Salto, Paysandú y Rocha 1918-1925)”
El trabajo desde el cual se realizaron estas reflexiones está estructurado en dos partes (“El movimiento obrero” y “Cultura Obrera” son sus títulos) y un anexo documental valiosísimo.
En la primera parte, se desarrolla el contexto histórico, ideológico y multiespacial donde se encuentra el núcleo de interés del autor: las manifestaciones de la cultura obrera. En base a una bien nutrida transcripción de documentos escritos y algunas reproducciones facsimilares, se van reconstruyendo los principales debates ideológicos que se daban en el seno del movimiento obrero de fines del siglo XIX y principios del XX, de clara supremacía anarquista en el Río de la Plata.
Lo original y muy destacable del aporte analizado radica principalmente en las manifestaciones de estos debates en tres espacios de pequeña escala como lo eran las ciudades de Salto, Paysandú y Rocha. Es en estos pequeños espacios donde el aterrizaje de las doctrinas toma cuerpo cabal y no se puede dejar pasar la ocasión para destacar el potencial didáctico que posee acceder a este tipo de análisis y de documentos para comprender en su complejidad el proceso histórico en cuestión.
Un ejemplo de esto lo constituyen las progresivas repercusiones que va teniendo la Revolución Rusa en estos microespacios y en el alineamiento que se va a producir en torno a qué modelo de sindicato impulsar como método de lucha.
Muchos anarquistas al principio se van a encandilar por la cercanía temporal de la toma del poder por parte de los bolcheviques en Rusia. El autor relata que tendrán que superar una división entre quienes continúan con los planteos federales, partidarios de la lucha a través de la acción directa y la huelga general revolucionaria, sin la intermediación, el autoritarismo y los burocratismos de los representantes, por un lado, y quienes apoyan la dictadura del proletariado como un atajo tolerable y/o aconsejable, creen en las representaciones y se inclinan cada vez más a los nacientes partidos comunistas de la III Internacional, por otro.
Varios de los principales oradores y referentes del anarquismo uruguayo se inclinan por esta segunda opción movidos por “... la necesidad de ir hacia una dictadura proletaria como momento transitorio luego de realizada la revolución para encaminarse definitivamente a la anarquía”, escribe el autor. Sin embargo, la votación de la Federación Obrero Regional Uruguaya (FORU) en la asamblea de delegados de junio de 1921 saldaría momentáneamente la diferencia: las bases se mantienen mayoritariamente fieles al artículo 6° del Pacto Federal votado en el III Congreso de la FORU, en 1911. Allí se establecía claramente que:
“Nuestra organización puramente económica, es distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos, puesto que así como ellos se organizan para la conquista del poder estatal, nosotros nos organizamos para destruir todas las instituciones burguesas y políticas hasta llegar a establecer en su lugar una Federación Libre de productores libres”(3).
Es sumamente interesante observar cómo el autor logra ilustrar claramente los principales debates ideológicos y estratégicos del movimiento obrero internacional, pasando por las posiciones que adoptan la FORU en la región uruguaya y los posicionamientos de los obreros en las tres ciudades analizadas (Salto con una fuerte presencia anarquista que intenta expandir con suerte dispar a una ciudad de Paysandú que en un principio tiene una relativa inclinación hacia las tendencias reformistas del socialismo, o Rocha con una decidida opción por una versión socialdemócrata del sindicalismo impregnada del ideario batllista de la época, incluso con presencia de blancos y colorados).
A medida que pasa el tiempo la división en el movimiento obrero se vuelve irreversible y en este libro se detallan con claridad los jalones de este proceso, nuevamente pasando revista a los principales eventos del contexto internacional y sus paulatinas réplicas en el plano regional, nacional y local: desde los crecientes enfrentamientos entre anarquistas y bolcheviques en Rusia, pasando por la mención del caso ucraniano de la makhnovtchina y los encarcelamientos y fusilamientos de anarquistas a manos del régimen soviético.
Al mismo tiempo, las influencias de las luchas obreras de la región en territorio uruguayo y sus particulares repercusiones, como la que generara la semana trágica de 1919 en Buenos Aires en el litoral y especialmente en Salto, ilustran el punto muchas veces afirmado del carácter especial que tiene de frontera este rincón de América del Sur.
En la segunda parte de la obra, se pasa revista a diversas manifestaciones de la cultura obrera como las conmemoraciones de los 1° de mayo, que destacan por sobre todas las demás, la vida de los centros sociales y las conferencias y veladas culturales o los cuadros filodramáticos desarrolladas por los obreros.
Un dato llamativo es el de la realización de pic nics con objetivos, al mismo tiempo, tanto de esparcimiento y socialización, como de concientización y recaudación de ingresos para alguna tarea puntual del movimiento obrero (por ejemplo, para la compra de una imprenta). Solo en Salto el autor contabiliza 17 pic nis entre 1920 y 1925.
Los documentos que aportan información sobre la moral obrera y las condenas al alcoholismo y el juego, o las referencias al carnaval y el baile son interesantes desde que muestran la trabajosa construcción de una moral alternativa a la dominante. A modo de ejemplo se transcribe un fragmento de un artículo publicado en el semanario salteño anarquista “La Tierra” el 23 de octubre de 1920 citado en este trabajo:
“Hemos combatido siempre el vicio del alcohol, por creer que un hombre borracho es irresponsable de sus acciones. Sostenemos que los juegos son igualmente malos para la sociedad humana porque siempre conserva latente el espíritu egoísta de los hombres, el que es igualmente irresponsable porque no se fija que lo que uno gana lo pierde el otro y estos siempre están en proporción mayor”.
Se estaban viviendo años donde la revolución era no solo posible sino inminente. Así lo hacían saber las organizaciones obreras en sus medios de prensa, proclamas y plataformas reivindicativas. Por lo tanto, una nueva concepción moral debía acompañar ese proceso.
Sin embargo, más allá de estos temas de índole cultural, donde se manifestaba en forma concentrada la cultura obrera era en las conmemoraciones de los 1° de mayo. En estas reuniones, manifestaciones y marchas, las frases de las pancartas y los discursos mostraban un horizonte muy distinto al de otras coyunturas, como la actual por ejemplo. Para los obreros de cien años atrás:
“Mayo no es fiesta ni es luto, Mayo es más grande, es el desbordamiento del odio que encierran desde hace siglos los pechos de los oprimidos, Mayo no es fiesta porque todos los caídos son muy grandes, fueron muy valientes, cayeron por la causa de la humanidad y llorarlos sería querer demostrar que se ha perdido esa causa. El 1o de Mayo es la imagen del porvenir sonriente que se avecina, es la esperanza en el pronto fin de una noche negra y larga, es el primer albor de la aurora del gran día de las redenciones humanas”(4)
Conviene tener presente este pasado. Aunque parezca obvio, no lo es.
(1) Markarián, Vania y Yaffé, Jaime, “José Pedro Barrán: <<¿cómo pude haber escrito esto?>>”, disponible en http://www.geipar.udelar.edu.uy/wp-content/uploads/2012/05/11_Entrevista.pdf
(2) El libro se puede descargar en: https://culturaobreraenelinterior.wordpress.com/2015/08/10/libro-cultura-obrera-en-el-interior-del-uruguay/
(3) Citado por el autor en el libro reseñado, págs. 165-166.
(4) La Tierra No37, 1 de Mayo de 1921 , citado por el autor, pág. 309.
* Profesor de Historia en la educación secundaria en la ciudad de Salto y docente de la Universidad de la República (Regional Norte, sede Salto)