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  • Federico Steinhardt* y Nicolás Machado**

MOVIMIENTO SINDICAL. La hora sin “punto muerto”: avanzar o retroceder


Imagen: Otto Griebel, "La Internacional" (1930)

Brevísimo panorama de situación actual. Es claro que no es viable ni vamos a entender casi nada, si no pensamos a nuestro país al menos en términos de región. Con las diferencias y particularidades de cada caso, pero inmersos en una lógica global que pauta la cancha. En una Latinoamérica que sigue siendo la región más desigual del mundo, o sea, la que peor distribuye las riquezas que genera. Riquezas basadas aún hoy en la extracción bruta de recursos naturales de escaso o nulo valor agregado. Una zona del mundo pautada por dos grandes nudos problemáticos. La desigualdad a la interna de su sociedad, y la dependencia como rasgo fundamental de su inserción en el concierto mundial.

Aún con estos dos lastres históricos, nuestra región creció sostenidamente durante los últimos 10 años, a partir básicamente de tres pilares explicativos. Primero, los altos precios de los commodities (materias primas de escaso o nulo valor agregado) que es lo que produce mayormente nuestra región. Como explicación primordial, tenemos la migración campo ciudad en Asia (principalmente China), donde anualmente 30 millones de personas pasaban del campo a la ciudad, es decir, de ser productores a consumidores de esos productos, aumentando sustantivamente una demanda que ahora tiende a estabilizarse y por tanto a estabilizar los precios dejando de tener esa “renta extraordinaria” de los 10 años pasados. Un segundo aspecto sustantivo fue la Inversión Extranjera Directa, capitales extranjeros que se instalaron a aprovechar esa renta extraordinaria, además en un contexto de cierta “retracción” de las economías centrales, con bajas tasas de interés en los bancos, lo cual hacía más atractivo el negocio. Hoy, al recuperarse esas economías, y elevar los bancos sus tasas de interés, hace más seguro dejar ese dinero guardado que venir a invertir en negocios que además son menos rentables que antes. Y esto explica fenómenos como Aratirí. No fue por un tema ecológico, sino que el hierro bajó un 70% de marzo de 2011 a marzo de 2016. Y el tercer aspecto medular de dicho crecimiento, fue el dinamismo del mercado interno. Al existir en general más dinero circulante, y mayores niveles de ocupación, generó un mayor dinamismo en sectores del mercado interno, que viven de los salarios percibidos por la población. Comercio, transporte, servicios varios, que también ayudaron, y mucho, al crecimiento de cada una de las economías.

Distintas políticas dentro del “pacto distributivo”. Aún en este escenario de crecimiento general de las economías latinoamericanas, los resultados no fueron los mismos en todos lados. Un ejemplo ilustrativo es que, si bien en todas partes hubo crecimiento, la participación de la masa salarial en la economía sólo creció en 4 países: Argentina, Brasil, Costa Rica y Uruguay(1). En el resto de los países, el crecimiento fue a parar de modo “exclusivo” a los sectores pudientes. Es más, en los 4 casos en que aumentó la participación del salario en la economía, sólo en 3 superó los niveles de la década del 90, en el caso de Uruguay, no llegó a equiparar los niveles de 1998.

Uruguay: Participación de la masa salarial en la economía según Indice YNBD (ingreso nacional bruto disponible)

Fuente: elaborado en base a Notaro(2) y proyecciones de Olesker.

Tomando en cuenta lo antedicho podemos ver con claridad distintas políticas aplicadas en una misma circunstancia económica, con resultados diversos, pero también teniendo claro que se enmarcan en lo que podríamos llamar “pacto distributivo”. Es decir, cierta capacidad y posibilidad de redistribuir, en el marco de un crecimiento general, que habilite ese “derrame” sin que implique afectar los intereses de los dueños de la pelota. Es de remarcar que ese “pacto distributivo” no surgió de la buena voluntad de la oligarquía lugarteniente, sino de la intensa movilización popular que trajo como correlato o síntesis política a los gobiernos progresistas. Había que “continentar” las protestas crecientes. Para el capitalismo era un asunto sino de sobrevivencia, de convivencia pacífica y chance de cooptación. Tuvieron que ceder transitoriamente, lo cual no quiere decir que no busquen revancha. Así vino transitando hasta ahora nuestra Latinoamérica, pero con el condimento de que varios de los factores económicos que habilitaron esa especial circunstancia, hoy ya no están sobre la mesa. Las revanchas políticas están a la orden del día. Honduras, Paraguay, Venezuela, Brasil, Argentina. Y como podemos ver, la revancha no es entre partidos, sino entre clases. Lisa y llanamente retrocesos en justas conquistas que tanta lucha requirieron para obtenerse. En la lógica de un capitalismo periférico que no incorpora, ni mucho menos desarrolla tecnología, la desvalorización de la fuerza de trabajo es el único camino de sobrevivencia competitiva.

El Movimiento Sindical, en un cruce de caminos. El Uruguay, a diferencia de los otros países de la región, cuenta con una herramienta que realmente hace la diferencia, y es la unidad del movimiento sindical. Unidad que no es unanimidad, que no está libre de discrepancias, sino que se nutre de las distintas visiones, con verdadera vocación de síntesis política para la acción concreta. Y por eso el movimiento sindical es la piedra en el zapato de los planes del sistema. Por eso es blanco permanente de las burlas y los desprestigios de todo el aparato mediático. Es sistemáticamente hostigado por los sectores empresariales, por los partidos de derecha, y por unos cuantos disfrazados de “izquierda” que hacen los mandados prolijamente. Porque saben, que la principal oposición al modelo regresivo neo conservador es el movimiento sindical. Es quien tiene el potencial aglutinador que no tienen otras organizaciones, ya que tampoco los partidos de izquierda logran conjuntarse en términos estrictamente políticos (salvo como alianza electoral). Pero el PIT-CNT, en su acumulado social histórico, logra conjuntar las distintas expresiones detrás de un solo planteo, y eso es lo que le duele a la “derecha orgánica” que es mucho más ancha que la derecha partidaria. Hoy la derecha sigue pautando la agenda de qué se discute en nuestro país. De otra forma, no es entendible que la “seguridad pública” sea considerado un problema más acuciante que la desigualdad. Y si no ha logrado hacer más mella es porque el movimiento sindical se le paró enfrente. ¿O acaso quién frenó la firma del ALCA y el TISA? ¿Quién logró repartir mejor los resultados del crecimiento económico? No fue otra cosa que la lucha organizada de los trabajadores. Por lo tanto, nos detendremos especialmente, en este actor social de relevancia primordial, y sus desafíos en el complejo contexto histórico en que nos toca luchar.

Hacia una ofensiva programática. El programa es ese paso más allá de lo reivinidicativo inmediato. Son aquellas “mediaciones”, aquellos puentes que conectan la realidad que hoy tenemos con el futuro que deseamos. Son esas “reformas” que nos ubicarían en otro escalón para continuar la lucha en condiciones de avanzar más o menos sostenidamente. Creemos que en este terreno es donde el movimiento sindical, y también el pensamiento de izquierda, no ha dado respuestas suficientes. No para instalar el socialismo hoy, pero sí, para aportar pasos estratégicos que nos vayan encaminando a dicho objetivo, que nos acerquen aunque sea un poco, que vayan mitigando las injusticias más hirientes.

Sólo mencionaremos algunos temas, sin ahondar en estos por razones de espacio. El rol del Estado en la economía. Control de precios de la canasta básica, que subió en los últimos 15 años un 39% por encima del IPC. Política para las empresas públicas, continuando la oleada privatizadora a través de PPP que son un pésimo negocio para el Estado. Diversificación de la matriz productiva, materia pendiente cuando todo demuestra que nuestro país ha profundizado su primarización productiva (peso industrial en baja, y cada vez más exportación de commodities) concentración de la tierra, y por tanto de su renta (principal ingreso del país). Control social de las políticas públicas, otra materia pendiente. La participación del pueblo, de los trabajadores y sus organizaciones, en el diseño de los pliegos de licitación, y en el control de los mismos, sigue siendo materia exclusiva de una burocracia cooptada y acomodaticia. La lista podría seguir acerca de cuántas cosas nos faltan cambiar. Pero el asunto no es lamentarnos ni repartir culpas, sino hallar soluciones que transformen dicha realidad. Y esa es la “ofensiva programática” que está haciendo falta. Ver los problemas generales y comunes. Diseñar políticas de intervención en los mismos, y tener el compromiso militante para llevarlos a cabo. Ya la derecha orgánica saldrá con la cantinela de que “eso no es asunto del movimiento sindical”, que sólo nos debemos ocupar de los salarios, categorías, etc. El sindicalismo uruguayo nunca fue corporativo, por lo tanto, todos los temas sociales son nuestros. Por eso abordamos los temas salariales, los temas de género, de discapacidad, los temas políticos, y todo lo que haga a la vida de nuestro sufrido pueblo. El gran nudo es, que si no abordamos esos grandes temas, toda reivindicación parcial será perdida o digerida mansamente por la lógica del capital.

Desafíos y Riesgos. Esta etapa compleja de desarrollo y profundización del debate en perspectiva estratégica contiene desafíos y riesgos que podríamos ubicar en dos grandes polos a efectos de ser ilustrativos. Por un lado, es muy común caer en un pragmatismo de lo posible, un absoluto del hoy, que nos impide cualquier salto estratégico. Quedarnos cuidando la chacrita, las semi-certezas que nos brinda el hoy, y que como vimos más arriba, son efímeras y pura ilusión en la lógica del capital. Sería el peor pecado, un “utopismo” sin utopía. Querer gestionar el capital a escala humana, es como pretender que las cosas se caigan para arriba, o que los tigres se hagan vegetarianos. Un segundo problema nada menor, y que nos pasa como izquierda, es caer en planteos muy loables en términos morales, pero políticamente inútiles por carecer de las fuerzas sociales reales que lo impulsen. Nuestra respuesta no puede ser que con la llegada del socialismo se va a mejorar todo. Tenemos que tener planteos militantes para el hoy. Tenemos que tener tarea para todos los militantes. Tareas que nos acerquen a nuestro horizonte. No se trata de llenar la “planilla del militante del mes”, cumpliendo la fórmula de lo posible, ocupando el carguito y gestionando bien. Se trata de transformar la realidad, lo más rápido que se pueda, sin prisa y sin pausa.

Las orientaciones del Movimiento Sindical. Como mencionábamos más arriba, nuestro movimiento sindical unitario siempre contó con diversas líneas, tendencias y orientaciones. En sus épocas más interesantes, estas tensiones se expresaron básicamente en dos planos diferentes: el modelo de construcción Sindical y el modelo de conducción sindical. No se trata de un planteo antojadizo. A nuestro entender la base del problema está en el modelo de construcción sindical. Si bien Uruguay posee un sindicalismo mucho más democrático que otros países, aún falta mucha participación y un mayor protagonismo de las bases. Un mayor desarrollo de las “instancias intermedias” (Plenarios de Delegados, Direcciones Departamentales o sectoriales, etc). Es decir, qué nivel de elaboración, debate e intercambio hay entre una asamblea de afiliados y la reunión de la dirección. La asamblea además no siempre es el ámbito más democrático. Puede convertirse en la dictadura del que habla más lindo, o del que grita más fuerte. O sea, no necesariamente es más democrático el sindicato que hace más cantidad de asambleas. Habrá que evaluar el cómo y en qué medida llegan las discusiones a sus bases. Los niveles de participación en las mismas, y también los niveles de acatamiento a las medidas que allí se tomen. Y esto no es para “medirnos” entre nosotros, no es una lucha entre enanos, sino para analizar las condiciones concretas en que se realiza la pelea.

Por otro lado, el modelo de conducción sindical es algo más debatido y público, pero que de algún modo es hijo del modelo de construcción sindical. No se puede construir una conducción combativa y participativa con gremios débiles y aislados. Es cierto que algunas orientaciones no fomentan del mejor modo la participación, que no tienen en su horizonte ensanchar la organización, que se han burocratizado. Así como también es cierto, que esa mala conducción refleja debilidades en la base. Muchas veces por falta de ámbitos propicios para aprender a funcionar mejor, criticando quejosamente sin modificar prácticas. Porque también se puede ser un burócrata con discurso radicalote, es un asunto de método y orientación. Mientras se siga con la lógica de “yo voto a un dirigente para que me resuelva”, estaremos perdidos. La salida será colectiva, o no habrá salida.

Los desafíos planteados son enormes, requieren del mayor compromiso de toda la militancia y, sobre todo, de acercar a nueva militancia que irá haciendo su experiencia y entre todos intentaremos aprender este asunto que no tiene recetas mágicas.

A modo de resumen, cambiamos el orden del artículo, situando prioridades militantes más que asuntos de análisis. Modificar, democratizar radicalmente el modo en que construimos sindicato, propiciar el protagonismo de base, las instancias de elaboración de la militancia intermedia, para apropiarse y enamorarse de su tarea. Esta misma lógica, irá transformando en su dinámica el modo de conducción sindical, exigiendo un compromiso mayor con los problemas cotidianos de los trabajadores. Como correlato superior y superador, para poder corresponder a los pasos anteriores, habrá que dar un salto de elaboración en términos de táctica y estrategia. La ofensiva programática de la que hablamos, que debe ser un fenómeno de masas. Un debate ancho, buscando las necesarias salidas comunes a los problemas estructurales que nos atan las manos para responder cabalmente ante las mínimas circunstancias. Todos convidados al desafío. Aquí nadie tiene la “bola de cristal”. Será como ha sido la historia de la lucha de los pobres. Síntesis, aprendizajes comunes después de tanta derrota, de tanta sangre. Los trabajadores, que producimos la riqueza del mundo, tenemos derecho a disputar, el cómo se reparten sus frutos.

(1) Ver: “Participación del ingreso laboral en el ingreso total en América Latina, 1990-2010” de Abeles, Amarante y Vega. En http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37435/RVE114Amaranteetal_es.pdf?sequence=1

(2) “La economía del Uruguay 1998 – 2014. Caracterización e hipótesis explicativas”. En https://independent.academia.edu/JorgeNotaro

* Federico Steinhardt es miembro del Consejo Directivo Nacional del SUNCA.

** Nicolás Machado es integrante de ADES (Asociación de Docentes de la Enseñanza Secundaria).

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